​La tristeza de un puente

​La tristeza de un puente

Luis Catalan

13/02/2018

Aquel año se había presentado como uno de los más fríos en mucho tiempo, las calles de Santiago estaban cubiertas por una fina membrana de hielo.

La temporada invernal parecía de nunca acabar, para una persona que vive con la enfermedad llamada depresión es muy difícil sobre llevar ese tipo de clima. La sala de recepción de la clínica psicológica estaba repleta aquella mañana de agosto, la mayoría de los pacientes que acudían a ese lugar estaban en silencio observando la televisión que informaba de un nuevo sistema frontal que afectaría a la capital. De la sala de atención se llamó a una niña de unos 14 años que iba en compañía de su madre.

La madre tomó del brazo a su hija y la ayudó a ingresar a la sala, la niña parecía estar desconectada de lo que estaba ocurriendo a su alrededor, toda su atención se iba en mordisquear sus uñas, ese era un mal hábito ya realizado por tantos años que parecía no irse jamás.

La psicóloga era una mujer de edad avanzada que se quedó observando con atención a la muchacha.

-Tienes que poner de tu parte…ya estas bastante grande para preocupar a tus padres, he hecho todo lo posible por ayudarla pero ella parece no tener la disposición de cooperar, hágase un favor y no gaste más su dinero en un tratamiento que no dará resultados, lo que ella necesita es mano dura y obligarla a salir de su zona de seguridad.

La niña había empeorado en el último tiempo, hasta el punto de no querer ir a la escuela y encerrarse en su habitación donde se pasaba las horas del día acostada y engullida por las penumbras.

Ella sabía que las sesiones con la psicóloga eran inútiles para su problema de fobia social, eso lo supo mientras navegaba por el internet, existía un nombre para las personas que no pueden hacer una vida social con normalidad. Leyó que si existen tratamientos para ese tipo de fobia pero son procesos muy largos e implican enfrentar los miedos que afectan al individuo.

Su límite llegó un día en que tuvo que hacer una presentación frente a su curso, todo comenzó con normalidad pero a la mitad sintió que todos la observaban con ojos inquisidores, escuchó murmullos que daban la impresión de ser hostiles hacia su persona, taquicardias afloraron de su pequeño corazón, las manos le sudaban con persistencia y un fuego se posó sin permiso en su rostro, rojo como los tomates más frescos de la temporada.

Lagrimas escurrían por sus mejillas,un sollozo de lamento y tristeza que invadió el silencio del salón. Esa mañana fue llevada por su padre de vuelta a la casa que la cobijaría por los próximos dos años, aquel lugar se convirtió en su fuerte impenetrable, podían intentar asediar los muros pero ella se mantendría oculta del mundo por el tiempo que fuera necesario. Para un fóbico su zona de seguridad lo es todo ya que ahí puede desenvolverse con la escasa libertad que le dan sus habilidades sociales.

Al paso del tiempo la muchacha comenzó a tener conductas autodestructivas, en un comienzo se enterraba las uñas en su piel hasta el punto de quedar sangrando, luego comenzó a cortarse los brazos con las tijeras de su madre, eso le causaba un cierto tipo de alivio emocional era su forma de expresarse ya que incluso había perdido la comunicación con sus papás. En su vida los días se tornaban monótonos y rutinarios donde alternaba entre la cama y el computador que le ofrecía un medio para la comunicación con otras personas de su misma condición.

Comer o no comer era lo mismo para la joven, su anhelo más deseado era desaparecer de la faz de la tierra, sabía que si moría sus amados padres llorarían desconsoladamente por la pérdida de su única hija y sus vidas se destruirían para siempre, deseaba con todo su corazón desaparecer al igual que lo hace la arena que se esfuma de las manos producto de la briza marina.

Por alguna razón se siente cómoda en la oscuridad de su habitación, cuando era una niña de pre escolar le aterraba quedarse encerrada y a oscuras, siente que la noche es un amigo que la visita y puede llorar en sus brazos sin miedo a ser juzgada o humillada, la noche siempre se ha asociado a peligros y muerte pero para ella lo era todo, era lo más parecido a estar envuelta por la nada del espacio infinito, sin un tiempo ni un ahora.

Sus amigos de la escuela poco a poco se fueron alejando, al comienzo estuvieron apoyándola en su aparente breve enfermedad pero cuando dejo de asistir a clases y a cumpleaños de amigos, creyeron que ella ya no los necesitaba en aquel periodo negro de su vida. Nada hubiera querido más ella que ir a esos lugares, la ansiedad era la que ahora decidía por ella, era una entrometida que metía sus narices donde no la llamaban.

El alcohol se transformó en un inhibidor de la ansiedad y los miedos que la fobia social acarreaba, lo usaba para salir a caminar por las calles de su barrio pero en el fondo sabía que esa era una mala elección, comenzar a beber para calmar la ansiedad era un arma de doble filo que más temprano que tarde le traería problemas más terribles de los que estaba viviendo en ese momento.

El temporal de viento y lluvia había caído sobre la capital con la fuerza que sólo la naturaleza puede ofrecer, las calles se encontraban desiertas de autos y personas. Para la muchacha ese panorama parecía ideal para salir a caminar más allá de lo que había caminado en los últimos años, pensó en que podría ir al viejo puente que estaba a punto de ser invadido por las aguas del rio, que corría repleto a mas no poder por las aguas lluvias caídas del cielo invernal.

Al salir sintió como si miles de agujas le clavaran el rostro, la lluvia la golpeaba con gran rudeza pero se mantuvo firme y con un atisbo de sonrisa se encamino a paso firme por la avenida que conducía en dirección al viejo puente. Era la única persona en varios kilómetros a la redonda, era casi una atmosfera mágica de película post apocalíptica, se sentía como la única sobreviviente a la catástrofe que acabo con toda la población del planeta. La tensión muscular en su cuerpo no se fue en ningún momento, al compás de sus pasos observaba los alrededores para asegurarse de no encontrase con nadie en su camino al puente, eso sería una tragedia que le impediría llegar a su meta tan deseada.

A mitad de camino encontró a un pequeño gato negro que temblaba de frio bajo una banca de una plaza pública, se sintió triste por el destino de aquel vagabundo abandonado a su suerte. Con mucho cuidado lo tomó pero las calles no habían sido amables con el gato y este la araño en sus manos y como último recurso la mordió tan fuertemente que la niña grito de dolor, sin embargo no desistió de su cometido y lo protegió de la lluvia en su chaqueta impermeable.

Ambos nos parecemos…entiendo tu reacción, has vivido en un mundo que es hostil contigo. Las personas son superficiales y sólo quieren ver lo lindo de este mundo, lo que no es agradable a su vista lo dejan a un lado, tú y yo somos material de desecho que fue puesto en lugar alejado de todo.

Aquella tarde no pudo contemplar la vista desde el puente ya que había sido cercado por la policía que lo resguardaba para evitar la intromisión de curiosos, su decepción fue desoladora, en su interior arrojo maldiciones de todo tipo contra los dos policías que parecían estatuas resguardando un viejo templo ya venido en decadencia y no le quedó más que volver a su casa, volver a su prisión de concreto. Sus zapatos estaban empapados de agua y temblaba esta vez por el frio que le calaba en los huesos, se entristeció al pensar en el viejo puente que iba quedando muy atrás de ella, era una estructura fría y sin ningún tipo de sentimiento pero en su mente lo sentía muy cercano a ella.

Su memoria siempre fue muy mala en relación a sus años de infancia pero un recuerdo le había aflorado en ese momento, no recordaba bien si fue en su primer día de kínder pero tenía la imagen de ir de la mano de su madre por aquel añoso puente, era un día soleado de primavera pero en la rivera del puente se veía un triste paisaje, una fina línea de agua pasaba por debajo del puente. El contraste del día soleado de aquella hermosa estación y la solitaria línea de agua que viajaba por debajo de sus pies la entristeció al punto de ponerse a llorar, en ese momento su madre pensó que el llanto de su hija era producto de no querer ir a la escuela pero ahora la muchacha entendía lo que en verdad había ocurrido aquel día ya lejano en los albores de su infancia.

En la calidez de su hogar la joven secó al pequeño gato negro que había sido encontrado en la calle, ahora el pequeño parecía más dócil y dispuesto a recibir el afecto que se le ofrecía. Una lección aprendió esa tarde la muchacha en relación a aquel añoso y roído puente, y es que la finalidad de un puente es estar sobre grandes cantidades de agua, además de permitir el paso de los vehículos y las personas, de niña lo había visto triste y sin la compañía de su amiga fluvial. Puede que ahora su vida fuera un caos y no viera una pronta salida a sus problemas pero un día llegaría el cambio que tanto ha esperado, decidió que pediría ayuda a sus padres e iría a un psicólogo especialista, si es que fuera necesario afrontaría los miedos que tanto le asolaban por aquel entonces.

Los años pasaron y la joven fue creando sus propias técnicas para enfrentar sus temores, el miedo y la ansiedad siempre eran sus amigas más fieles, su fuerte espíritu de lucha la ayudo a ser constanteen las metas que se había planteado hace un tiempo atrás. Había encontrado un psicólogo que la entendía y contaba con experiencia atendiendo a pacientes con diversas fobias, fue su pilar fundamental para poder llevar una vida normal pero con las limitaciones propias de la enfermedad.

Siempre pensaba en lo difícil que fueron esos años de tristeza y soledad, su objetivo ahora era poder ayudar a otras personas que estuvieran en esa misma situación. Sabía mejor que nadie que jamás se podría liberar de las garras de esa bestia llamada ansiedad pero si era posible mantenerla encerrada, como la tuvo a ella por tanto tiempo.

FIN

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