Todo aconteció en una noche en diciembre de 1928.
Una brisa ligera abrazó la ciudad de Praia con un frío inusual.
Davide caminó hacia la casa N° 318 en la calle Mindelo.
Situada en las sombras de los apartamentos cercanos, la casa no mostraba distinción alguna del resto.
Instinto: la fuerza que el detective Davide tenía en su profesión.
Una elección de carrera hecha no por el glamour, sino por la decisión de analizar tocas y cada una de las incógnitas; una, dos y otra vez, hasta que todos los cabos sueltos fueran siempre atados.
Él estaba aquí en Praia con un propósito. Pasó más de una semana, desde que su querido amigo, el teniente Joao fue encontrado muerto en esta casa. Una casa en la que el hombre se había mudado un día antes de su muerte.
Davide, luego en Espargos, llegó unos días después. ‘Paro cardíaco’, indicó la autopsia.
«No hay signos de juego sucio», dijo el informe de cierre del departamento.
Davide no pudo dejar de notar, los desconcertados ojos del cadáver en esas fotografías. A una edad temprana de 28 años, Joao era muy atlético, no era una opción para las enfermedades del corazón. Lo había visitado en Maio hacía tres semanas. Uf, ese escalofrío. Mejor no recordar.
Todos los instintos llevaron al hábil Davide a la casa de Joao.
Pasando por debajo de la cinta amarilla de la barrera policial, abrió la cerradura, con una pequeña palanca, de la puerta principal.
Reparó en los muebles, luego fue al guardarropa: todo estaba desempaquetado. El ambiente parecía sin embargo estar mintiendo.
Encendiendo una vela, pasó por la sala de estar hacia la oscuridad de las demás. Débiles campanas de un reloj de la pared distante, indicaba que la hora era las once y media.
Una hora después de su llegada, Davide no pudo encontrar una mísera pista para despejar sus dudas. La noche fría, demasiado para la época, y la música de Cesária Évora tampoco ayudaron a su causa.
Al salir de una habitación, tropezó con una caja abierta de libros. A través de la parpadeante luz de las velas, Davide se sorprendió al ver el tema de todos esas obras.
Sus instintos alcanzaron una mayor conciencia, cuando eligió el primero de ellos, titulado «La casa 318 – ¿Posesión o mito? «
Luchando contra sus creencias y confiando en sus instintos, Davide tiró el libro al suelo y primero paso a paso, y luego corriendo, se dirigió hacia la puerta principal.
Tropezó contra algo peludo, similar a un perro o también… podía tratarse de alguien en cuclillas. Se escuchó un gemido. Luego una ronca voz. No era en portugués lo que dijo, de seguro. Davide cayó contra la mesa del comedor y apagó su vela.
¡A través del torbellino para encenderloa de nuevo, Davide sintió con terror, la presencia de un ente desconocido y la frialdad, esa que lo acompañaba durante cada noche desde su viaje a la isla de Maio, a su lado!
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