
El perro del Hortelano
Para quien no están familiarizados con la frase, se trata de una obra del talentoso Lope de Vega, que no comía ni dejaba comer y siempre trataba de morderse la cola.
Eso, más o menos es lo que pasa en Argentina desde hace décadas, y aquí vamos a explicarlo. Es más, desde hace once años que no crece y su PBI per cápita es el mismo que en |974.
Desde hace mucho tiempo, que el país está desgarrado en materia de política
económica que enfrenta a los «neoliberales» partidarios del libre mercado con los estatistas que están a favor del gobierno grande.
Un bando capta a los votantes; cuatro años más tarde, el electorado se inclina en la dirección opuesta y el bando rival arrasa. Su primera medida en el poder es deshacer lo más rápido posible de lo que hizo el gobierno anterior
Cuando fue electo Mauricio Macri, un empresario a favor del libre mercado, se desreguló y achicó el Estado. Pero perdió frente a los peronistas en 2019, quienes enseguida reintrodujeron los controles de precios y las subas de impuestos.
Dado el grado de acuerdo, en general entre los economistas, sobre las políticas económicas a seguir, la pregunta es simplemente si los argentinos elegirán gobiernos dispuestos a aplicarlas.
Sin embargo, el Banco Mundial -junto con otras instituciones internacionales, como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID)- señala que Argentina sufre numerosas «enfermedades preexistentes» incluso antes de la pandemia, bajo crecimiento, alta desigualdad y falta de competitividad global. Volver al statu quo no es una opción.
Incluso el FMI, antes el guardián de la ortodoxia económica, actualmente defiende la necesidad de tomar crédito adicional para aliviar el impacto social de la pandemia, y reestructurar la carga de la deuda existente para hacerla más sostenible.
En Argentina, Cristina Fernández de Kirchner volvió a gobernar para un tercer mandato, esta vez como poderosa vicepresidenta. Presiona para que se controlen precios, se subvencionen servicios públicos y se posterguen las negociaciones sobre la deuda con el FMI. No es fácil encontrar candidatos que defiendan el tipo de políticas fue permiten «reconstruir mejor» a largo plazo.
El populismo tiene cuatro fases
La Fase 1 incluye un fuerte aumento del gasto público y un incremento del salario real y del empleo; las reservas del banco central bajan
La Fase 2 muestra un aumento de la inflación, con los salarios yendo a la par; hay cuellos de botella y aparecen los controles de precios y de cambios; los subsidios hacen aumentar el rojo fiscal; hay estanflación
La Fase 3 se caracteriza por la escasez de productos, aceleración de la inflación y salidas de capitales; baja más la recaudación y crece el rojo fiscal
La Fase 4 un nuevo gobierno ortodoxo intenta la estabilización con un programa con el FMI.
La Fase 3 es el punto actual en el que se encuentra Argentina en que «la distribución del ingreso es inaceptable. En síntesis, se abre la puerta a una variante de este, una que puede llegar a tener éxito, poniendo énfasis en la reactivación en la etapa inicial y
luego girar a políticas de crecimiento, financiándose con una política fiscal extremadamente ortodoxa y una administración tributaria rigurosa.
Esto es lo que se hicieron en Brasil con Lula, Bolivia con Morales y Uruguay con el Frente Amplio, mediante gobiernos socialistas, La inflación se controló, casi no hubo devaluación, mejores salarios, y créditos a tasas bajas en divisas, Lo mismo hizo Néstor Kirchner, con muy buenos resultados, pero que su sucesora esposa luego abandonó.
Ningún país desea actualmente dólares, salvo los argentinos, con una economía bi monetaria, prefieren esa moneda, en vez del peso de curso legal.
El camino para mejorar la situación debe ser otro al que proponen. Ante el fracaso reiterado del «populismo macroeconómico» quienes lo implantan tienden a culpar a factores externos generalmente. Esto puede ser cierto en parte, pero por la extrema vulnerabilidad a la que han llevado a la economía, hace que la desestabilización sea posible como resultado de «políticas insostenibles».
Se espera que no pase nada, antes de las elecciones legislativas de octubre, o noviembre si son postergadas por la pandemia. El problema es que, quien encare la Fase 4, puede lograr la estabilidad financiera, pero sin políticas de crecimiento ni progreso social puede terminar abriendo las puertas a una nueva ola de «populismo macroeconómico». Es lo que viene sucediendo en la Argentina desde hace décadas.
Así la llegada de la Fase 4 del «populismo macroeconómico» no está cerca. Más allá de que, además, no se sepa si va a tener éxito y si podrá romper con la repetición de desbordes y ajustes fallidos que caracterizaron a la vida argentina desde hace más de 70 años y se vuelva a la Fase 1. Cada proceso de inflación y devaluación, lleva cada vez más a aumentar la pobreza de la que somos testigos.
30 de abril de 2021 Ricardo Soto
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