Prologo

El viento rugía cual león mientras despeinaba mis cortos rizos castaños, con un ademan de mi mano derecha trate de sacar los cabellos que cubrían mi rostro, achique un poco mis ojos y los pude ver a la distancia. Mi corazón se aceleró de la emoción.

Al pie del risco estaban cuatro jinetes montados en sus corceles, mi cuerpo temblaba mientras que mi corazón cada vez latía con más fuerza como queriéndose salir por mi boca. Habían pasado siete largos años desde que los viera por última vez, apure a mi joven alazán con un ligero golpe en sus ancas tenía que llegar con ellos antes de que mi corazón se paralizara de la emoción. Quería llegar rápidamente a ellos.

No los había visto en mucho tiempo tal vez ya ni me reconocerían, Padre menciono que mi estatura había aumentado y eso me hacía sentir alto y poderoso tal y como ellos lucían a lo lejos.

Padre me había dado permiso para observar su nueva creación, debía llegar al pináculo de la montaña de Hebrón ahí me encontraría con mis hermanos y juntos observaríamos el milagro de la creación.

Estaba tan orgulloso de Padre, él me había comentado que crearía unos seres tan delicados que daría miedo tocarlos dada su fragilidad, él también había mencionado que esta pareja sería la primera, la original y tal como lo hacían los animales se reproducirían, ellos serían especiales y dignos de protección. Recordé sus ojos cuando lo menciono, estos brillaban con una ilusión inmensa, pero algo dentro de mí me avisaba que no todo será felicidad, sospecho que algo malo está por venir, algo que me inquieta sobremanera.

Debo llegar a mis hermanos con rapidez, azuzo a mi alazán con los talones y bufa en respuesta a mi presión, pero no puedo dilatar más mi llegada.

Empecé a distinguir a los caballos, Mija’el estaba montado en su caballo blanco con un porte tan regio, no por nada él era el futuro rey, el líder, a su costado derecho estaba Asra’el montado en su caballo bayo dorado, era mi hermano favorito siempre ocultaba mis travesuras como aquella vez que entre al laboratorio de Padre y mezcle sus fórmulas. Cuando Padre intento crear el animal que me había prometido salió algo extraño, era un ser con pico de pato y en vez de plumas tenia pelos, ponía huevos y daba de amamantar a sus crías, no sabíamos si era un ave o un mamífero.

Todos rieron menos Padre quien me miro muy triste y dijo, tú te encargaras de él, pero Asra’el menciono que había sido su idea. Así que terminamos castigados los dos y haciéndonos cargo de un ornitorrinco que así fue como lo llamamos.

Luego estaba Asba’el el piadoso con su caballo negro, negro como una noche sin luna, mi hermano tenía un corazón muy noble, una vez lo descubrí llorando porque un gatito no podía alimentarse de su mamá debido a que sus demás hermanos tenían acaparados todos los pezones de la gata, cerró los ojos y de su dedo índice empezó a brotar leche cogió a la miniatura de felino y lo alimento, ahora el gato no lo dejaba en paz, fue muy divertido ver al gato creer que él era su mamá.

Por último, él estaba ahí, había algo dentro de mí que lo rehuía, había algo en mi hermano Asmodeo que me hacía querer retroceder, desde su caballo rojo como la sangre con ese aliento tan fétido hasta su figura angelical y esa sonrisa falsa que a todos engatusaba, pero no a mí. Por mucho que lo intentara no soportaba estar en su presencia.

Cuando finalmente llegue Mija’el me llamo a su lado entre Asra’el y el, Padre estaba en medio del valle juntado barro y formando las figuras de unos seres, cuando me fije bien las figuras tenían nuestra imagen, se parecían a nosotros.

–Mija’el, ¿por qué se parece a nosotros? –pregunte consternado.

–Padre dice, que es necesario tener a seres a quienes cuidar– respondió Mija’el.

–Pero, ¿no tenemos ya a los animales?

–Lo sé, pero también sabes que Padre es muy sabio y siempre sabe lo hace.

–Pamplinas Mija’el, el anciano ya está chocheando. Lo hizo porque es engreído y quiere demostrarnos su poder, no encuentro sentido a esta estúpida reunión. Me iré. – Pronuncio Asmodeo mientras de un golpe alejaba a su caballo del lugar.

Padre levanto la vista hacia nosotros y pude vislumbrar una lágrima de decepción surcando su rostro. Mi corazón se partió en dos al ver la tristeza y angustia de Padre.

Una gruesa lágrima rodó por mis mejillas y cayó en mi joven alazán, seguí el recorrido de la lágrima que se perdió entre las crines para luego cambiar el color del pelaje de mi caballo.

De un salto brinque al ver la transformación. Mi caballo se estaba volviendo rojo con rapidez inaudita. Sentí una mano posarse en mi hombro y miré asustado a mi hermano Mija’el.

– No temas hermanito. Algo grande esta por suceder.



1

El Arrepentido

Nuevamente le domino la nostalgia, el pasado volvía a él una y otra vez, los gritos no dejaban de atormentarle mientras un dolor agudo envolvía su pecho dejándole sin respiración, si tan solo él hubiera respetado las leyes, si tan solo hubiera prestado oídos a las advertencias que le brindaban, nada de eso habría sucedido, el legado de ella aun seguiría con vida.

Su mente cansada recordaba con dolor el inicio de aquel sueño; un sueño que pronto se convertiría en pesadilla, un inocente acto, un solo roce de su piel y todo estallo trayendo consigo el despertar de sus emociones, el descubrimiento de los colores y los sabores.

Llego el amor a su vida, un amor diferente al que su corazón sentía hasta ese momento pero el amor también dio paso a la lujuria a la necesidad que el sentía por ese ser tan frágil que con una simple mirada lo envolvía en un manto de felicidad.

Su cuerpo era un caos miles de sensaciones lo trastornaban y no sabía qué hacer con ellas, era como un pequeño niño al que le hubieran regalado un juguete nuevo.

Ahora entendía lo que era padecer del amor eros, ese amor que te provoca lujuria y la sensación de estar ardiendo de calor y saber que solo podía ser calmado por un roce de sus manos, hasta ese día solo había sentido el amor ágape aquel amor que le hacía admirar la perfección de la creación y sentirse parte de un milagro.

Pero ella lo había transformado y hoy la oscuridad envolvía su alma, sofocándola y atormentándola sin piedad.

Suspiro entrecortadamente mientras el viento revolvía su ensortijado cabello, sus ojos permanecieron cerrados solo aspirando el olor que flotaba en el aire, lilas, su mente siguió recordando esa historia de amor que nunca debió ser, él sabía que esa relación estaba prohibida desde un inicio, pero pudieron más sus sentimientos mezquinos que la razón. Cuanto había cambiado desde aquel entonces.

Él, que había sido un ser especial, querido y admirado por todos, grandes y chicos, pobres y ricos por igual, ahora solo provocaba tragedias con su cercanía.

¿Dónde había quedado su pureza? ¿Dónde su inocencia?

En su ser no había existido maldad; vivía para el amor, la amistad y la lealtad hacia los seres que más amaba.

¿Y su voz? Aquella maravillosa voz que siempre había sido escuchada por todos, aquella voz que podía llegar profundamente al corazón de las personas, esa voz que las hacia entrar en razón y lograr que una disputa se terminara en menos de un minuto. ¿Qué había sido de él?

Un fatal error había cambiado su vida por completo; haciéndole perder todo aquello que más amaba, su familia y su honor que lo posicionaba en un cargo de jerarquía dentro de la organización, ahora solo era un ser lleno de ira y arrepentimiento. La decepción hizo de él un ser angustiado y atormentado.

Se arrepentía de haber sido tan débil, de haber sido tan inocente, si tan solo hubiera hecho caso a su hermano cuando le dijo que corría peligro, pero no, él era demasiado orgulloso para aceptar que estaba tomando un camino errado, demasiado inocente para darse cuenta que era víctima de un engaño; pero ahora ya de nada servía su arrepentimiento y su frustración.

Una soledad infinita lo invadía hasta el punto en el que la luz había desaparecido totalmente de su vida y todo se había vuelto de una negrura insondable. Y ahora de pie nuevamente frente al acantilado, miraba con envidia a la joven sentada al borde del abismo, él sabía lo que ella pensaba, lo que ella deseaba; podía sentirlo en el aire, su interior vibraba ante la agonía de la muchacha, y se maldecía por sentir que la tristeza y desesperación de ella eran su fuente de alimento, que gracias a ella el seguía viviendo, no; seguía sobreviviendo.

Cuan bajo había caído. Hasta las torres más altas caen en algún momento… siempre lo supo.

El, un ser acostumbrado a dar paz y tranquilidad, se había convertido en un miserable parasito que vivía de la energía negativa de los demás y que acentuaba los deseos más perversos de los seres humanos, haciéndoles querer más y más lujuria, más violencia, hasta que no quedaba más que un cascaron vacío donde antes había existido vida.

Su sola presencia exaltaba cualquier vestigio de maldad o desesperanza que se encontrara dentro del corazón humano, había visto hogueras convertirse en incendios con su sola presencia, discusiones que terminaban en muerte si a él se le ocurría pasar cerca, por eso solo se rodeaba de animales, quienes parecían reconocer en el su virtud anterior, la empatía.

¡Empatía! Ahora su don actuaba al revés se había convertido en un Ecpático, los seres humanos sentían su rabia y frustración, su soledad y amargura, se empapaban de esos sentimientos y se dejaban llevar convirtiéndose en suicidas o asesinos.

Odiaba aquello en que se había convertido, pero tenía que pagar por su pecado, por las consecuencias de sus actos, la maldición, su maldición, lo perseguiría por toda la eternidad y en definitiva no había nada que pudiera hacer para revertir el pasado.

Su mente volvió al acantilado y siguió observando a la joven mientras se repetía, —Ya falta poco, un poco más, solo un poco más y todo habrá terminado.

Era una lástima que tuviera que aprovecharse de la agonía de esa joven mujer, pero era su trabajo, era su misión, su karma y no podía huir de ella.

Mientras la observaba en silencio mordisqueaba un mondadientes cambiándolo de lado cada cierto tiempo entre sus labios, era un mal hábito que había adquirido con el pasar de los años, un mal hábito que lo relajaba, tranquilizándolo, había pasado por tantas cosas en lo que llevaba vivo, había tenido su etapa de alcohólico, pero de nada había servido el alcohol ya que no lo embriagaba, luego vino su etapa de fumador empedernido, pero el humo seguía siendo humo, nada afectaba su organismo físicamente perfecto pero mentalmente dañado. Hasta que descubrió los mondadientes, benditos palillos, nada lo calmaba como esos palillos. Alrededor suyo un montoncito se había formado, indicativo de su presencia.

Volvió a mirar a la joven y las interrogantes en su mente vinieron por si solas.

— ¿Cómo es posible que esta joven tan frágil sea capaz de tener estos pensamientos tan oscuros?, ¿cómo podría ella lograr aquello que yo no me atrevería a hacer jamás?, ¿cómo puede tan frágil humana tener el valor suficiente para conseguirlo?

La miro dudar un momento, su interior le avisaba que esta vez tampoco lo conseguiría, se rio para sí mismo, sus instintos se volvían locos con la presencia de ella; eran como una brújula sin norte girando constantemente y hoy no era la excepción, le habían vuelto a fallar, no sabía si reír o enojarse y es más; aún no entendía que le pasaba con esa mujer, porque le intrigaba tanto, porque su cercanía le causaba esa sensación de saciedad, sentía que el hambre que lo acompañaba eternamente con la presencia de ella menguaba, no quería que ella desapareciera de su vida.

Tal vez sonaba un poco loco, pero eso era lo que más ansiaba, que ella formara parte de su vida.

En los últimos meses se había acostumbrado a su presencia, esperaba con impaciencia su aparición al final del caminito de piedras, verla llegar con su cuerpecito tan frágil, blanca como la nieve, con esos inmensos ojos negros, esas largas pestañas rizadas y aquella mata de pelo largo tan negra que le recordaba las noches sin luna.

La joven se sentaba al borde del acantilado pensativa, mientras él, la observaba escondido entre las rocas, siempre en silencio, a veces quería materializarse y dejar que ella lo viera, que lo mirara con esos ojazos que supiera que él la observaba, que la sentía muy dentro suyo pero sabía muy bien que no era prudente. Tenía que mantener a raya su inquietud o todo se volvería a repetir.

La muchachita luego de mucho meditar se levantaba, se paraba al borde del abismo, cerraba los ojos, abría los brazos y de pronto siempre salía corriendo como si una fuerza invisible la alejara de allí.

Era simplemente fascinante quedarse ahí y observarla, sentirla tan cerca suyo, que casi podía tocarla, a veces se aprovechaba del viento para aspirar su olor a lilas, un olor que lo extasiaba y siempre lo dejaba con ganas de más, se sentaba en una saliente de roca y desde ahí la observaba.

El día que la vio por primera vez su vida empezó a tener un nuevo sentido, su existencia antes solitaria, ahora giraba en torno a ella. La muchacha era como un imán para él, lo atraía como la abeja al panal y cada vez se sentía más y más cerca, no podía imaginar su vida sin ella, su trabajo era hacer que terminara con su vida pero ahora eso ya no tenía sentido.

Respirar su mismo aire producía estragos en su interior, le faltaba el aire, sentía escalofríos, la piel se le erizaba y un deseo profundo se albergaba dentro suyo.

¡No! En definitiva ella más que nadie merecía vivir.


2

El Deseo

Ya no podía aguantar más.

Siguió corriendo en busca de la salida. En busca de esa salida que liberaría su alma enclaustrada. Ya sentía el ardor crecer en sus pantorrillas, el jadeo de su respiración por correr sin descanso, jamás fue una buena deportista pero este esfuerzo tenía que hacerse, no importaba el costo ya que la recompensa al final valía la pena.

Por ratos solo quería sentarse pero ya estaba cerca; tenía que seguir corriendo no volvería a tener otra oportunidad como esta.

Luces de colores oscilaban frente a sus pupilas como si fueran muchas estrellas titilando fugazmente, quien lo diría, siempre había pensado que las ideas de los dibujos animados sobre estrellas frente a tus ojos cuando sentías dolor eran completamente irreales que solo eran imaginaciones del dibujante pero no era así, ella lo estaba comprobando en ese preciso momento.

Siguió corriendo ya casi sin aliento, la sombra de la depresión la acechaba y se acercaba raudamente a su encuentro, tenía que seguir corriendo aunque no hubiera un lugar seguro a donde dirigirse. Finalmente la había alcanzado cuando estaba a escasos cinco metros de su destino final.

Las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas aún en contra de su voluntad, un profundo dolor se había instalado en su corazón y su cerebro parecía querer explotar dentro de su cráneo, se cogió las sienes con ambas manos tratando de amortiguar el dolor, pero sabía que no había modo alguno de pararlo. Cayo arrodillada sobre la tierra.

Odiaba sentirse así, odiaba partirse en dos y sentir que su cuerpo y su mente eran gobernados por una identidad diferente a la suya, poco a poco fue dominándola y haciendo desaparecer quien era, la bruma lo cubrió todo.

— ¿Por qué? ¿Por qué? —Se preguntaba una y mil veces de rodillas con la frente en la tierra — ¿por qué siento esta sensación de vacío?, quiero que se vaya trato inútilmente de gritar, pero el dolor cada vez era más fuerte y agónico ¿por qué soy tan diferente a otras chicas de mi edad?, murmuro mientras algo dentro suyo quería liberarse.

— ¿Por qué?—Grito a todo pulmón mientras su garganta le ardía por los gritos profundos que salían de su interior —Estoy cansada —murmuro —muy cansada, estoy harta, quiero desaparecer abandonarlo todo, quiero ser libre como el viento y poder volar pero estoy atada a este estúpido cuerpo que ni siquiera es mío.

Su rostro era una mar de conflictos, tenía el entrecejo fruncido lo que hacía que su pequeña nariz se respingara aún más, hizo un mohín con los labios mientras sorbía sus lágrimas.

— ¿Qué de malo hay en mí? —Grito a los cuatro vientos — ¿Por qué no encajo? —Se preguntó — ¿Por qué no puedo hacer amigos? ¿Por qué me siento tan sola? —Susurro quedamente —Lo tengo todo y a la vez no tengo nada; nunca estoy satisfecha, siento que algo me falta y no sé qué es.

—Dios, no puedo respirar… me falta el aire.

Cada que llegaba a algún lugar se sentía cohibida, temerosa, ansiosa, como si no encajara en ese mundo, como si su lugar estuviera en otro sitio muy lejos de allí, los demás la miraban como a un bicho raro del cual debían huir, como si su rareza fuera contagiosa. ¿Por qué si soy joven me siento tan vieja?

—Pero ya estoy aquí al borde del acantilado —dijo para sí misma, mientras recordaba cómo había tenido que burlar la vigilancia estrecha que le hacían a ese lugar, «no por nada es conocido como el paraíso de los suicidas» recordó. Miro a su alrededor el viento rugía implacable y la escasa vegetación se aferraba con fuerza a sus raíces firmemente plantadas en el suelo.

Había recorrido este mismo camino tantas veces en los últimos meses, y cada vez se repetía, hoy si lo haré, nada podrá detenerme, yo no quiero estar más aquí, tengo que terminar con este dolor que me está consumiendo, Dios por favor permite que me vaya, quiero dormir en la muerte y no despertar jamás.

Tenía tanto miedo a realizar aquello que su corazón ansiaba, pero más era su miedo a seguir viviendo con esa angustia que resquebrajaba su alma, era raro pero cada vez que lo intentaba una extraña fuerza la retenía y frustraba sus planes, pero sabía que esta vez sería diferente, no se dejaría vencer nada podría detenerla.

Hoy se sentía peor que nunca, el vacío en su interior se había apoderado de ella tan profundamente que sentía que si no hacía algo se volvería loca y ya no podía volver a pasar por la pesadilla que había sido ir de psiquiatra en psiquiatra.

Se paró al pie del acantilado, cerró los ojos sin importarle ya las lágrimas que corrían por su rostro libres al fin de salir, dejándole una tranquilidad inmensa y la decisión más férrea de terminar con su dolor, sentía el aire fresco correr con fuerza mientras agitaba su extensa cabellera negra, el día había estado tan nublado, como nublada estaba su alma, sus pensamientos volaron raudamente hacia su hogar, vio a su familia en su mente reunida en el salón familiar como todas las tardes, unas gruesas lagrimas corrieron por sus mejillas.

—Adiós mamá, adiós papá, por favor perdónenme —se dijo— pero no aguanto más.

Cerro los ojos y apretó los dientes con fiereza, no podía permitir que esa fuerza extraña le ganara esta vez, extendió los brazos a los lados y se arrojó al vacío sintiéndose libre por primera vez, sintiendo que tenía alas que podía volar, su cuerpo caía cada vez más rápido, una absoluta paz le hizo sonreír mientras su corazón palpitaba con fuerza inusitada en su pecho, se sentía feliz como nunca antes lo había sido, mientras extrañas imágenes inundaban su mente como flashes de una película.

Alguien gritaba llorando para que no se arrojara al vacío, pero su decisión era inquebrantable, mientras caía no dejaba de ver montañas y vegetaciones extensas en su mente, sentía que ya las conocía y lo único que deseaba era volar hacia ellas.

Abrió los ojos y vio como rápidamente se acercaba al final de su vida, las rocas se acercaban a una velocidad vertiginosa, su cuerpo se relajó mientras el miedo hacia su huida y desaparecía de su interior, segundos antes de golpearse contra las rocas cerro los ojos instintivamente y se dejó llevar.

De pronto, sintió que tiraban de su cintura y evitaban el golpe.

— ¿Qué haces? —le decía una voz en su mente— ¿porque me dejas? ¿Te has olvidado de mí? —Trato de abrir los ojos instintivamente. Esa voz había tenido eco en su alma.

Era una voz conocida la que escuchaba y esas palabras ya las había oído antes ¿pero cuando? Escucharlas le provoco dolor y ansiedad, un profundo desconcierto se aferró a su corazón, pero esa voz había sido reconocida por su cuerpo que se estremeció hasta los huesos, abrió los ojos de golpe y se vio parada en el acantilado; un joven la cogía fuertemente de la cintura, sorprendida miro hacia todos los lados, mientras no dejaba de preguntarse si en realidad se había tirado o si solo había sido una fantasía de su mente.

— ¿Por qué lo haces? ¿Es que no eres feliz? —le pregunto el joven sin soltarla.

Incrédula tomo distancia y se volvió a mirar al intruso que se había atrevido a interrumpir su decisión.

— ¿Quién eres y por qué me hablas? —Pregunto ella entre intrigada y molesta, sabía muy bien que no había nadie alrededor cuando se lanzó — ¿Cómo llegaste sin que te oyera?

— ¿Cómo te llamas? ¿Necesitas ayuda? —pregunto el en replica.

— ¡No! —respondió ella inmediatamente, tratando de reponerse aun del impacto, la sorpresa era tanta, no podía creer que alguien le hablara y justo ahora en ese momento, el momento que tanto había ansiado.

Cuantas veces había buscado un contacto, un simple contacto humano durante todo ese año ¿y qué era lo que había recibido? NADA, solo silencio, humillación y olvido. Nunca hubo nadie para ella, para escucharla; el pecho le ardía como si estuviera envuelta en llamas, sentía miedo, rabia, no quería regresar al dolor del pasado, a la soledad y a la miseria que la envolvía. Quería irse, desaparecer definitivamente del mundo.

— ¿Por qué me detuviste? ¿Sabes el daño que me estas causando con tu intervención? — Pregunto llena de rabia y de indignación.

— ¿Podrías mirarme? —Insistió el joven.

Luego de pensarlo por unos minutos cedió «tantas veces había intentado suicidarse que una vez mas no sería un problema» retrocedió unos pasos y giro, al frente suyo un joven de mirada angelical la observaba, vestía su cuerpo, solo con una camiseta blanca que se pegaba a su torso, dejando ver una musculatura muy bien proporcionada, el pantalón jean lo llevaba caído a un lado de sus caderas y unas Nike azules remataba su indumentaria, se veía tan solitario, su cabello castaño y ensortijado revoloteaba con el viento.

Sus manos picaron por el antojo de coger uno de esos rebeldes rizos solo por el placer de sentirlos, se le figuraba suaves al tacto, tenía unos ojos hazel tan extraños que oscilaban entre el pardo y el azul, y el color de su piel era de un rico tono tostado, su corazón dio un vuelco en su interior y sintió el estómago encogérsele por el nerviosismo, en resumidas cuentas el joven frente suyo era un completo adonis.

Trato de controlar lo que sentía en su interior y nuevamente se fijó en su rostro tenía una expresión de profunda tristeza, sus ojos parecían tan apagados como si un profundo dolor se albergara en ellos, lo observo por un momento más, él tendría unos diecisiete años más o menos.

El joven tomo su mano y la jalo hacia una saliente de roca, se dejó guiar sin oponer resistencia; se sentaron en silencio mientras el continuaba agarrando su mano; sentía paz en ese momento, el calmaba la sensación de dolor y vacío que sentía.

Era como si hubiera estado a la mitad durante todo ese tiempo, como si su alma dividida en dos por fin hubiera encontrado su par. Con el ahí se sentía completa, había encontrado a su alma gemela, su otra mitad. ¿Sería verdad lo que comentaban las antiguas leyendas?

— ¿Qué pretendías hacer? —pregunto el, mirándole directamente a los ojos.

—Morirme — susurro ella, sin desviar su mirada del borde del abismo y ansiando encontrarse al fondo en ese mismo momento.

— ¿Por qué? —Pregunto el de nuevo.

— ¿La verdad? —susurro ella

— Solo cuéntame porque.

—No lo sé, lo ignoro —respondió mientras levantaba los hombros, aparentando indiferencia, como si le hubieran preguntado una trivialidad —Solo sé que no soy feliz, me siento como si estuviera encerrada en este cuerpo, como si este cuerpo no me perteneciera, es como si quisiera volar y algo me atara a él, siento que me asfixio solo de respirar, quisiera desaparecer, no pensar, me siento vacía, como si tuviera un agujero en el lugar donde debería estar mi corazón, nada me atrae, nada me interesa, todo me da igual —Pronuncio mientras unos gruesos lagrimones surcaban su bello rostro.

El silencio los inundo nuevamente, el viento parecía cantar al rozar las hojas de los árboles, se escuchaba un ligero murmullo proveniente de las olas al romper contra las rocas.

—Sabes, yo siento lo mismo pero por más que quisiera realizar lo que tu intentas hacer, no podría, sé que no es correcto —respondió el mirándola directamente a los ojos.

—No se trata de que sea correcto o incorrecto, se trata de dolor y de sufrimiento — Pronuncio ella muy quedo, mientras su mirada se perdía en el horizonte y se quedaba en silencio por un buen rato.

—Sé que el dolor te excede en este momento y que no puedes lidiar con él, pero también sé que se puede sobrevivir a él, soy un ejemplo de sobrevivir al dolor, de haberlo tenido todo y luego no tener nada. Piénsalo, debes encontrar la forma de reducir el dolor, será difícil pero si te lo propones lo conseguirás ya lo veras.

—Pero la única verdad es que ya no quiero vivir.

— ¿No sabes niña, que tu cuerpo, no te pertenece? —Replico el muchacho mirándola fijamente con esos ojos que ahora parecían azules, unos ojos que la derretían por completo.

Callo mientras lo observaba, nunca nadie se lo había dicho de ese modo, y es que nunca antes había hablado con alguien sobre sus intentos de suicidio, guardo silencio mientras el continuaba.

—El dador de vida, te dio el cuerpo que hoy tienes, este cuerpo no te pertenece, por eso no puedes dañarlo, es como si recibieras el regalo más hermoso que alguien pudiera darte, no podrías romperlo a propósito ¿Verdad? , sin lastimar a la persona que te lo regalo ¿no es así?

—Es cierto —respondió ella— pero…

— ¡No! —Dijo el exaltado— no importa lo que sientas en este momento, eso pasara, llegara el momento en el que todo lo que sientas habrá quedado atrás, solo debes tener el valor que hoy tuviste para intentar lanzarte y en vez de destruir ese regalo, trata de que te sirva para algo útil.

—No se puede huir de la vida —continuo el— ella siempre regresa por ti, no puedes huir de lo que sientes, enfréntalo, hazte cargo, arregla lo que tengas que arreglar, pero no puedes destruir lo que es importante y tu vida es importante; por algo te la dieron, todos tenemos una finalidad en esta vida, y no podemos equivocar el camino; y bueno, si lo hacemos pues no queda otra que reconocer que nos equivocamos y empezar a corregirlo.

Ella lo miro nuevamente al tiempo de ver como su mirada adquiría un tono especial y la melancolía que emanaba de él se adhería a su alma tan profundamente que causaba desesperación en su interior.

Se enterneció y quiso consolarlo, levanto su mano y toco su rostro tratando de calmarlo pero una descarga de energía la sacudió momentáneamente, presurosa retiro su mano y lo miro a los ojos, los ojos de él ahora oscilaban entre el azul y el negro.

El joven asustado se echó para atrás, solo había una persona en el universo entero que podía provocar esa reacción en él, sacudió su cabeza sorprendido, había sentido la energía blanca emerger de su interior, un chispazo eléctrico pasando de él hacia ella y viceversa, intuitivamente supo que sus ojos estaban cambiando de color.

La sorpresa hizo presa de su interior en ese momento, no podía reaccionar era como si todo en su interior se hubiera revuelto y ya no encontraba ni pies ni cabeza a la situación, trato de controlarse cuando vio que ella se estaba inquietando al verlo así, tomo su mano suavemente y sintió que llegaba la calma hasta el fondo de su corazón, era una sensación tan gratificante que lo inundaba por completo.

Pero toda esta situación lo sobrepasaba.

Su corazón aún latía con fuerza y un tic nervioso empezó en su barbilla, cerró los ojos momentáneamente para relajarse, pero en su mente un rostro casi olvidado apareció.

Lentamente abrió sus ojos y la observo por unos minutos, era imposible no podía ser ella, la mujer que durante tanto tiempo había estado esperando y que había perdido la esperanza de volver a ver, pero solo ella era capaz de provocar esa descarga de energía en él, ese tipo de energía tan pura y tan radiante, una energía que no sentía hacía mucho tiempo, una energía que casi había olvidado poseer « ¿sería esta muchacha la rencarnación de su amada? Y si era así ¿Por qué no la había reconocido antes? Si había estado todo ese tiempo observándola.»

— ¿Podrías decirme que sucedió hace un momento? ¿Justo antes de que tomara tu mano? —pregunto el luego de un profundo silencio.

Ella se sorprendió, en realidad había pasado, esa energía saliendo de ellos y rodeándolos como un halo luminoso, ambos lo habían sentido, en un momento al verlo tan mal la tristeza había invadido su corazón nuevamente al grado que solo quería levantarse y correr hacia el acantilado sin detenerse, pero cuando había tomado su rostro todo se transformó nuevamente en paz.

Él sonrió al darse cuenta de lo sucedido, con una sonrisa tan grande y luminosa, que dejo ver una hilera de dientes blancos tan perfectos como perlas, todo se llenó de luz en ese momento, ella se asustó un poco y entonces el frunció los labios, y todo volvió a la calma.

Había algo extraño en él, algo que aún no lograba comprender, esa sensación extraña de conocerlo de antes sin haberlo visto jamás, era como una especie de dèjávu, unas extrañas imágenes inundaron su mente pero no lograba entenderlas, sacudió la cabeza para alejar esos pensamientos incoherentes.

Había algo más, podría jurarlo, el joven que estaba frente a ella era una persona sabia y extraña igual que ella, al observarlo detenidamente fue como ver un alma vieja en un cuerpo joven, sonrió internamente, por fin había encontrado alguien como ella, ya no se sentiría sola, nunca más.

Era demasiado madura e inteligente para su edad, muchas veces su madre repetía que parecía una anciana en el cuerpo de una niña, a ella le faltaba la alegría y las ganas de vivir que tenían sus hermanas. ¿Pero cómo vivir si se sentía prisionera de un cuerpo que no era el suyo? ¿Cómo vivir, si lo único que deseaba era morir?

Cada día su madre le repetía la misma cantaleta de siempre, sal de la casa, habla con jóvenes de tu edad, deja esa computadora, ¿Qué estás buscando que no encuentras en los demás o que no pueda dártelo tu familia?, eres rara muy diferente a todos nosotros.

Pero como podía relacionarse con jóvenes de su edad, si ellos solo pensaban en fiestas y diversión, algo normal para cualquier muchacho pero no para ella, ella quería más, era curiosa por naturaleza.

Sabía que había algo más afuera, algo que le intrigaba y la llamaba a buscar pero nunca encontraba lo que su espíritu necesitaba y si a eso se sumaba su tristeza crónica entonces sentía que era ciega, que el mundo era muy distinto a lo que veían normalmente sus ojos pero también sabía que en algún momento de su existencia ella lo había visto, esos sueños recurrentes que tenía sobre guerras y muertes tenía que significar algo y sobre todo soñar con ese hombre que venía a buscarla al filo de la medianoche.

Debido a su falta de sueño y a su profundo mutismo sus padres siguiendo el consejo de una maestra, la llevaron ante un especialista en conducta infantil, pero este solo dijo que ella era muy madura para su edad, que era muy inteligente, que quizá un trauma había provocado ese desequilibrio, que eso era la causa de que no pudiera dormir, la causa de sus constantes pesadillas; pero que por lo demás estaba en perfectas condiciones, claro que ella jamás menciono lo que sentía realmente, ya que de hacerlo, la habrían considerado una loca y en estos momentos no estaría allí tratando de suicidarse, estaría recluida en una casa de reposo o como comúnmente se dice en un manicomio, atada de pies y manos para que evitaran que se lastimara.

Cerró los ojos y respiro profundamente, tratando de calmar sus ideas, al hacerlo una gran sonrisa ilumino su rostro, tanta paz no la había sentido jamás y todo gracias a él, sonrió mientras volvía a contemplarlo.

— ¿Cómo te llamas? —le pregunto curiosa.

El la miro con una expresión sombría y respondió —Abaddona.

Que nombre tan raro pensó ella, — ¿Tiene algún significado?, —él se mantuvo en silencio y no respondió.

— Ok, no te preocupes, lo googlearé más tarde.

— ¡No! no lo hagas —dijo el sonriendo tímidamente —significa, Arrepentido.

— ¿Y porque tus padres te pondrían ese nombre?

La verdad nunca tuve padres… no sé cómo es tenerlos— murmuro entre dientes, — El nombre lo escogí yo, tenía que llamarme de algún modo ¿No crees?

—Entonces ¿Cuál es tu nombre real?

Quedo callada, por unos momentos esperando su respuesta, mientras el miraba un ave volar.

— ¿Tu sabias lo perfecta que son las aves? —Le pregunto sin mirarla directamente y tratando de cambiar el giro de la conversación.

—Tengo una idea —dijo ella, sonriendo al darse cuenta cuál era su intención real.

Abaddona empezó a explicárselo de una manera muy amena y entretenida, mientras ella se quedaba extasiada mirándolo mientras escuchaba la explicación del por qué volaban, de la aerodinámica de sus alas, del porque se investigaba su vuelo para hacer aviones más veloces, sonrió dentro de sí nuevamente, quien diría que eran dos jóvenes hablando de temas que otros considerarían aburridos.

Se sentía tan cómoda hablando con él, preguntándole sobre cualquier tema, él siempre tenía la respuesta a todo, era simplemente maravilloso.

—Ya es tarde — dijo el apenado viendo el cielo oscurecerse y dándose cuenta que tenía que marcharse antes de que enviaran a alguien a buscarlo.

—Si —respondió ella —mis padres se preocuparan por mi tardanza.

— ¿Cómo puedes decir eso? —dijo el sorprendido mientras soltaba una sonora carcajada— si hace unas horas estabas a punto de tirarte del acantilado y ahora te preocupa llegar tarde a casa, sí que eres una chica extraña, eh.

—Por cierto ¿Cómo te llamas? —Pregunto— tenemos mucho rato conversando y no me has dado tu nombre.

—Soy Arusa, —grito ella— mientras corría hacia el camino que la llevaría a su casa; Arusa Méndez —repitió— ¿nos veremos mañana?

—Si —respondió el— aquí te esperare, siempre.

—Gracias— grito ella antes de desaparecer por una curva.

Todas las tardes se reunían en el mismo lugar, conversaban de todo y a veces de nada, simplemente se sentaban mirando el cielo y tomándose de las manos, la tarde pasaba y la despedida siempre era la misma.

— ¿Me esperaras?

—Siempre.

Su amistad iba creciendo conforme pasaban los días y la admiración que ella sentía por él se acentuaba cada vez más. A veces parecía un chico tímido, pero otras veces parecía tan decidido. Le gustaba provocarlo y llevarlo de un extremo al otro.

Desde aquel día Arusa no había tenido episodios de ansiedad, Abbo era para ella una medicina perfecta capaz de hacerle ver el lado bueno de las cosas. Se hicieron muy buenos amigos. Abbo, como ella le decía, era muy inteligente, tenía las respuestas para todas y cada una de las preguntas que a ella se le ocurriera, se sentaban al borde del acantilado a conversar toda la tarde, ambos reían con frecuencia, fueron las tardes más lindas que ella jamás había vivido, tardes en las que su deseo de vivir había superado a sus ansias de morir.

Su familia, había notado un cambio en ella tan grande, Arusa ahora sonreía, hacia bromas, era más amable y colaboradora, tanto así que querían conocer a la persona que la había transformado, su madre muy cordialmente le había pedido que lo trajera a casa pues ella quería darle las gracias personalmente.

Esa tarde como todos los días que llevaba de conocerlo, Arusa se acercó al acantilado se sentó sobre la roca a esperarlo como siempre, se sentía inquieta, miles de mariposas bailaban en su estómago, sentía que sus manos le sudaban, una inmensa emoción la embargaba, al verlo llegar, corrió a su encuentro y lo abrazo con todas sus fuerzas.

—Tengo una sorpresa para ti —le dijo muy emocionada mientras le daba un beso en la mejilla.

— Yo también —respondió el, muy seriamente.

— ¿Sucede algo?

—No podremos seguir viéndonos, Ary. Debo partir.

— ¿Por qué? — Pregunto ella— sintiendo que su frágil corazón se hacía un puño para no romperse.

— ¿Por qué? —Insistió nuevamente, luchando contra las lágrimas que inundaban sus ojos.

— ¿Por qué? —Respondió el—, porque debo hacerlo y por favor no preguntes más, que no puedo decirlo, me lo tienen prohibido.

— ¿Quiénes? ¿Las personas con las que vives? —Volvió a interrogar ella— si quieres puedo hablar con ellos, mis padres pueden hacerlo.

Él sonrió, le beso en la mejilla y se alejó corriendo

— ¡No te vayas por favor! —pidió Arusa con un grito entrecortado

— ¡No me dejes por favor! —suplico, mientras veía que su amigo se alejaba más y más.

Antes de desaparecer en el camino, Abaddona exclamo — ¡Te quiero Ary!, si me necesitas solo piensa en mí con fuerza y yo veré la forma de hallarte.

— Está bien —respondió llorando Arusa.

— Por favor Ary, no hagas ninguna locura —volvió a gritar— yo volveré a buscarte, te lo prometo, júrame que me esperaras.

—Lo prometo — respondió ella— aun con lágrimas en sus ojos.

Con la promesa de su regreso, ella se quedó más tranquila, aun así, el dolor que sentía era inmenso, su corazón estaba a punto de quebrarse, sabía muy bien que luego de este acontecimiento su vida jamás volvería a ser la misma.

— ¿Por qué tuve que conocerlo?—Sollozo — ¿Cómo soportare el dolor si él no está para ayudarme?, ahora mi vida ya no tendrá sentido.

Se quedó sentada en la misma roca de siempre, respirando entrecortadamente, las lágrimas brotaban de sus ojos mientras hacía puños con sus manos, no quería seguir llorando pero sentía como su corazón se le rompía en mil pedazos, un ardor en sus ojos la inquieto, paso sus blancas manos por su tez y las vio cubiertas de sangre.

Nuevamente lloraba lágrimas de sangre, trato de serenarse mientras su joven rostro se cubría de amargura.

Llego a casa muy tarde, su familia estaba preocupada, pero al verla en un estado tan calamitoso su madre solo opto por tomarla por los hombros y acurrucarla firmemente contra su pecho.

Esa noche Arusa lloro como si fuera la última vez en su vida, se dejó llevar y soltó todo lo que tenía dentro, lloro sin descanso, sin consuelo, quería arrancar todo lo que sentía, todo lo que había guardado en su interior, sintió como brotaban todos aquellos sentimientos ocultos, deseo jamás haberlo conocido pero lo más importante de todo deseo haber saltado cuando tuvo la oportunidad.


3

La Traición

— ¡Te dije que no quería hacerlo más, ya no puedo seguir con esto! —Grito Ariel enfurecido, al recién llegado— estoy arrepentido de haberme unido a ustedes, tú lo sabes bien

—Cálmate Ariel, por favor, no te comportes como un principiante.

—Como me pides que me calme, estoy harto de ser un asesino… estoy harto de toda esta porquería que nos rodea.

—No empecemos Ariel, mi amigo… solo cálmate.

— ¿Amigos? Desde cuando somos amigos ¿eh?

—Somos amigos desde que fuimos creados Ariel… no creo que sufras de amnesia.

—Éramos amigos maldito bastardo, lo éramos hasta que tú nos traicionaste. Eras mi amigo, yo confiaba en ti y me traicionaste, ¿Por qué lo hiciste?

— ¿Todo esto, es por ella? ¿Ariel?, —pregunto el recién llegado con cara de enfado— Bájale dos rayitas a tu enfado; tú sabías muy bien que ella solo era alimento, una chica más de la cual podrías alimentarte, una de aquellas chicas a las que acostumbras aspirar y luego dejar, vamos, que los has hecho muchas veces, ¿a qué viene ahora tu negativa? ¿a qué viene ahora tus remordimientos?

— ¡Basta ya, Astaroth! Déjala a ella fuera de esto, tú no la conoces, no sabes quién es ella.

—No puedo querido amigo, no puedo, tu más que nadie sabes que al jefe no se le puede negar nada, él manda y yo solo obedezco, deberías aprender un poco, no sabes lo feliz que serias.

—Astaroth no vengas con cuentos, que tú y yo sabemos cómo acostumbras a fingir sumisión ante él, cuando en el fondo lo único que buscas es tener su puesto.

—Ariel por si no lo recuerdas tú estabas en una misión de reconocimiento la que interrumpiste por tu pequeño acto de bondad.

—Tú sabes que no fue así, me obligaste a ir por ella aun sabiendo que mi presencia la lastimaría.

—Como sea, la cuestión es que fallaste, así que como castigo solo tenías que deshacerte de ella, presionarla un poco para que todo termine. Era tan fácil.

— ¡No!, no permitiré que ella muera, estoy harto de las muertes de inocentes, déjala fuera de todo esto.

— ¿Te estas negando Ariel? Sabes bien cuáles serán las consecuencias de tu rebelión.

—Te lo dije Astaroth, a ella déjala en paz, no es tu maldito problema es el mío y yo sabré como lidiar con eso.

—Ariel, Ariel, sabe ella ¿Quién eres realmente? —pregunto sarcásticamente.

Ariel, bajo la mirada intentando ocultar sus pensamientos, pero era por demás, él siempre había sido un libro abierto para todos, trato de calmarse y parecer relajado, pero ya era demasiado tarde, su compañero lo sabía todo y si no lo sabía por lo menos lo sospechaba.

¿Por qué tenía que haberse vuelto un blandengue? Se preguntó. Lo más lógico que hubiera hecho desde la primera vez que la vio era alejarse de aquella muchacha, pero como dejarla si le había absorbido el sentido, tuvo que quedarse y arruinarlo todo para ambos.

—Maldición — se dijo así mismo —que estupidez más grande he cometido.

Astaroth hizo un movimiento con la cabeza, había confirmado su suposición, esa muchacha era alguien importante para Ariel y tenía que hallar el modo de descubrir quién era ella realmente y de que formas lo afectaba.

Luego ella también desaparecería. No podía dejar que nadie descubriera su secreto.

— ¿Tú crees que ella te seguirá queriendo cuando descubra que eres un monstruo? —Pregunto cómo quien no quiere la cosa — no querido amigo —Se respondió así mismo mientras movía la cabeza simulando pesar — ella te aborrecerá y no querrá saber ya nunca de ti.

—Ella no es lo que tú piensas, es diferente —Respondió Ariel presionando los dientes.

— ¡Vuelve con ella!, haz que salte por el maldito acantilado de una vez —ordeno Astaroth— eso nos ahorrara problemas a ti y a mí. Ella no puede continuar viva, sabes que al jefe no le agradara enterarse que desobedeciste sus órdenes nuevamente, no tendrás una segunda oportunidad, no después de tu traición del pasado.

Ariel, contuvo la rabia mientras sus ojos cambiaban de color intermitentemente entre el azul y el negro. Sus pensamientos lo llevaron lejos al comienzo de los tiempos.

«Un pasadizo oscuro lo llevo al amplio salón iluminado por antorchas que producían unas sombras chinescas en las paredes y en el techo, su cuerpo era arrastrado con cadenas que estaban soldadas a sus muñecas y tobillos, los gritos de traidor atormentaban sus oídos, pero jamás perdió la dignidad ni su andar orgulloso mientras se acercaba al inmenso trono que presidia completamente el salón.

Al ver al acusador de sus hermanos sentado en el trono no dudo en gritar a voz en cuello.

—No puedo servirte ni un momento más… la ley del Omnipotente es salvación eterna y no puede ser rota.

Un grito de desaprobación se dejó escuchar, luego de un momento el acusador se levantó miro a todos y con una orden de su mano quedaron en silencio.

—Vamos, Ariel; no creo que seas tan ingenuo y hayas considerado todas esas patrañas como reales, ¿Qué embustes te han dicho tus hermanitos ahora? ¿Qué yo soy el malo? ¿Qué soy un traidor?, por favor si eso lo vienen repitiendo desde el comienzo de los tiempos, piénsalo bien; yo solo soy un benefactor, soy el benefactor de la raza humana, el que le provee de lo que más ansía, el que les da la libertad para elegir. ¿Quién más que yo pudo promover esta rebelión? ¡Por Dios! Ariel —una sonora carcajada retumbo en todo el salón — ¡Upss! A pesar del tiempo uno no se puede alejar de determinados frases. ¡Oh! tantos recuerdos.

—Escúchame Asmodeo —Replico Ariel — No somos revolucionarios, somos rebeldes que conspiramos contra un gobierno benéfico, tú no eres el Salvador, ese puesto te queda grande.

—Escúchate Ariel, ¿siendo nuevamente vocero del Anciano? ¿Es que no has aprendido nada?

—Si aprendí y por eso me arrepiento de todo esto, no me opondré más, sé que he pecado y no volveré a hacerlo. Esto es lo que pienso, el resto dependerá del Anciano.

—Regresaras, te lo juro y cuando lo hagas tendrás que servirme como tu amo y señor —grito furioso —Saquen a esta lacra traidora de mi presencia y no lo dejen presentarse ante mí a menos que venga arrodillado. »

Ariel sacudió su cabeza y alejo esas imágenes de su mente. Astaroth seguía imperturbable delante de él.

—Era una labor tan fácil querido Ariel, solo debías observar que ella lo hiciera, nada más, sabias que tu presencia solo serviría para acelerar el proceso ¿Por qué te entrometiste y dejaste que te cautivara? O ¿sabes algo que yo no sé? —inquirió Astaroth.

—Por favor Astaroth —replico Ariel con ánimo suplicante—déjala tranquila, haré lo que tú quieras, pero déjala vivir, no hables de ella, es un ser puro y yo no puedo permitir que la lastimen por mi culpa.

—Muy bien Ariel —respondió Astaroth— somos amigos aunque no lo quieras reconocer, tenemos tantos recuerdos juntos, yo aún recuerdo la amistad que nos unía. ¿Tú no?

—Como poder olvidar a la triada Astaroth, si tú la quebrantaste al matar a Asba’el y condenarme al destierro y no contento con esto permitiste que ella muriera, intrigaste para que eso sucediera.

—Son nimiedades Ariel, solo nimiedades.

— ¿Nimiedades has dicho? ¿Nimiedad es ver a tu hermano morir sin poder defenderse víctima de la traición de quien consideraba su mejor amigo? ¿Nimiedad es ver que la mujer que amas se suicida tirándose de un acantilado?

—Sin rencor amigo, sin rencor; además de eso han pasado tantos siglos; pero acuérdate que no todo fue mi culpa, gran parte fue tu responsabilidad, no creo que lo hayas olvidado; pero en fin yo no diré nada pero a cambio tú deberás hacer algo por mí.

Ariel sabía, que se arrepentiría de aceptar esa condición, nada bueno venían de los favores solicitados por Astaroth, la última vez que acepto ayudarlo perdió su cargo y todo lo que era importante para él, incluyendo a los seres que más amaba.

— ¿Qué debo hacer por ti esta vez Astaroth? — pregunto inquieto y a la vez resignado.

—Nada, aun —respondió este misteriosamente— todo a su debido tiempo querido amigo… Todo a su debido tiempo — Repitió y se alejó de allí tan silenciosamente como había llegado.


4

El Sueño

1 AÑO DESPUÉS…

La hora está cerca y Arusa se encuentra nerviosa, miles de mariposas revolotean inquietas en su estómago tratando de encontrar una salida, hartas de estar escondidas ahí, mientras tanto los minutos pasan y ella trata de terminar una cena que no ha pedido. Una cena que se siente como si estuviera comiendo engrudo, su lengua no siente los sabores por la intranquilidad que la posee.

Su plato tenía la mitad de unos fetuccini a lo Alfredo, imposibles de terminar, no podía masticarlos y mucho menos tragarlos la ansiedad había hecho presa de ella y su estómago lo resentía con cada bocado. Su corazón latía cada vez más apresurado y ella ansiaba salir corriendo del comedor con la misma desesperación con la que lo haría un ratón huyendo de un gato.

Escuchaba las conversaciones a su alrededor pero no llegaba a captar totalmente el contenido de ellas. Una fiesta, si una fiesta era lo que se mencionaba, no había un día en el que sus hermanas no hablaran sobre la fiesta a la que irían, sus padres orgullosos las miraban, ellas eran hermosas y delicadas pero demasiado huecas para su gusto, casi se atraganto cuando vio que la manecilla del reloj indicaba las siete y media de la noche, se le había hecho tarde y esa cena era la peor de todas, odiaba los fideos, odiaba la salsa, tenía la impresión de que su plato estaba cubierto de gusanos mirándola inquietamente.

Dejo pasar diez minutos más mientras seguía sentada en la mesa del comedor, miro de reojo el viejo reloj de pared, sentía como en otras ocasiones que la pareja que estaba tallada en el viejo reloj de madera la miraba y se burlaba de ella, por más que se exprimía el cerebro no lograba recordar cómo había llegado ese maldito reloj a la casa.

Muchas veces trato de deshacerse de el pero nunca lo consiguió, ese aparato la intimidaba y por más que se había tratado de imponer para que no lo colgaran, su familia había ganado y ahí estaba burlándose de ella como todas las noches.

Se paró lentamente, tratando de que su familia no notara que ya se retiraba, pero había sido inútil, su estúpido gato maulló en cuanto se puso de pie y le piso a cola.

Maldita sean las casualidades, el gato la miro de reojo como si intentara descifrar porque lo había pisado y si era merecedora de su perdón; pero el animalito estaba tan enganchado con ella que finalmente se acercó a su pierna y empezó a ronronear.

—Perdóname Pato, no fue mi intención pisarte —susurro muy quedo mientras miraba a su gato y recordaba el día en que lo encontró flaco y golpeado en la puerta de su casa, justo el mismo dia que le habían dado de alta en el psiquiátrico. El veterinario le había dicho que de esa noche no pasaba, pero sus cuidados habían logrado lo imposible y ahora estaba ahí dispuesto a seguir con vida y dispuesto a seguir dando lata.

— ¿Otra vez te vas dormir tan temprano Arusa? —Pregunto su madre —No son aun ni las ocho de la noche tus hermanas habían planeado llevarte a una fiesta, ¿nuevamente las dejaras plantada?

—Mamá, por favor —suplico Arusa mientras seguía caminando tratando de cruzar con rapidez la puerta.

— ¡Detente, muchacha y escúchame! —levanto la voz su madre

— Mamá no tengo ánimo para reuniones sociales.

— Hija, por favor es solo una reunión.

—Madre, por favor no insista, además como puedes siquiera insinuar en que unas niñas menores de edad salgan solas con otros muchachos sin presencia adulta. Recuerda yo tengo solo diecisiete años, Betzy tiene dieciocho y Milka solo dieciséis; la calle es peligrosa, ¿no te has dado cuenta?

—Hija, por favor relájate —insistió su madre— ya no eres una niña pequeña, tienes que salir, hacer amistades, no puedes seguir viviendo bajo la sombra de un recuerdo.

—Madre, dejemos las cosas por la paz —rogo Arusa— mañana tengo exámenes finales, estoy cansada, solo quiero dormir.

Arusa salió casi corriendo del comedor seguida por su gato negro de ojos azules, la voz de su madre se oía a lo lejos, mientras el corazón de ella latía con fuerza, nuevamente era de noche y sabía que él la estaría esperando.

Llego a su habitación en el límite del tiempo, rápidamente se desnudó, se puso la pijama, apago todas las luces exceptuando la pequeña lamparita de estrellas que estaba en el buró al costado de su cama y se acostó, él había sido muy claro en sus especificaciones, siempre mantener una luz prendida, pasara lo que pasara.

Avergonzada se dio cuenta, que ni se había cepillado los dientes, pero era tanto su deseo de verlo que no le importaba, se relajó mientras miraba por última vez las luces en forma de estrellitas que titilaban tímidamente en la oscuridad de la habitación.

Su mente sufrió una regresión en ese momento.

«Y tal como si estuviera viendo una película, se vio sentada en el borde de su cama, su rostro bañado en lágrimas, estaba triste porque Abaddona se había marchado, ahora recordaba lo que había sucedido, se durmió poco después de la una de la mañana y un extraño sueño aconteció.

— ¿Arusa?

— ¿Abaddona? ¿Cómo es que estas aquí? ¿En mi habitación?

— No tengas miedo y escúchame; sé que estás triste porque me fui, pero al igual que tu yo tampoco quiero dejarte, así que te pediré un favor muy grande.

—Pídeme lo que quieras—Suspiro.

—Ary, nadie puede saber que nos vemos, por eso la forma más segura de vernos es mediante los sueños, pero para hacerlo debemos cumplir unas reglas y tener mucho cuidado en cumplirlas. ¿Me entiendes cariño?

— Si lo entiendo Abbo ¿Cuáles son estas reglas?

— Primero debes acostarte todos los días a la misma hora, ocho de la noche y por ultimo siempre debes dejar una luz prendida en tu habitación, de ser preferible una lamparita cuya luz no llame mucho la atención pero que no haga que alguno de tus padres venga a ver por qué la tienes prendida. Recuerda tienes que dejarla prendida o no encontraras la salida del mundo de los sueños. ¿Comprendiste?

—No te preocupes, así lo hare.

Y sin más, Abaddona beso su frente y desapareció.»

Se revolvió en la cama con desesperación, aún faltaban cinco minutos para las ocho y no podía conciliar el sueño, se sentía realmente inquieta, su vida había cambiado completamente desde que viera a Abaddona por última vez.

Ahora ella solo vivía para la llegada de la noche.

Suspiro profundamente, esperaba dormir rápidamente porque solo en sus sueños podía ser feliz y es que cada noche de cada uno de los 365 días que habían pasado; había soñado con él, eran unos sueños tan vividos, que podría jurar que eran reales, solo le llenaba de tristeza la cercanía del amanecer cuando él le decía que debían separarse, que tenía que despertar y dejar de soñar.

Cada noche mantenía el ritual acordado cumpliendo cada una de las reglas; se acostaba pensando en él y deseando con el corazón volver a verlo, sentirlo cerca, aspirar su aroma y es aquí donde empezaba la otra parte de su vida, una vida diferente, una vida ignorada por todos y que la hacía sumamente feliz.

Cerró los ojos y el recuerdo de su primera cita de ensueño llego a ella.

«Al llegar la noche, siguió las indicaciones del sueño anterior, se estiro en su cama mientras una especie de ensoñación se apoderaba de ella. Se sentía tan nerviosa que cuando sintió que cogieron su mano, se llenó de temor, creyendo que era otra de sus pesadillas.

— ¿Ary?, ¿Quieres irte conmigo por unas horas? —Le preguntaron.

— ¿Abbo?— Pregunto con miedo de abrir los ojos.

— ¿Quieres ir conmigo a dar un paseo cariño?

—Sí, sí quiero —respondió entusiasta mientras abría los ojos y contemplaba a su mejor amigo a su lado.

—Bien, levántate y sígueme que deseo mostrarte algo.

Arusa se levantó y lo siguió, en un rincón de su habitación había aparecido una puerta negra, llena de símbolos extraños. Abaddona levanto el índice e hizo un trazo uniendo estas extrañas figuras, lentamente la puerta se fue abriendo.

—Vamos, sígueme y no te sueltes de mi mano.

— ¡Sí! —respondió ella emocionada.

—Ahora cierra los ojos por favor.

Arusa cerró los ojos y se dejó llevar, escucho el abrir de la puerta y una ligera brisa movió su cabello, Abaddona la empujo suavemente hacia adelante mientras le pedía que abriera los ojos.

Abrió los ojos lentamente, mientras su corazón brincaba dentro de su pecho, una luz intensa empaño su mirada haciendo que la cerrara instintivamente, poco a poco se fue acostumbrando a la claridad y lo que vio la dejo maravillada, extasiada, simplemente era algo fuera de este mundo.

Una gran pradera se extendía a lo largo y ancho de donde estaba ella, flores de diferentes matices y formas inundaban el prado, el olor que emanaba de ellas la embriagaba, tenía ganas de gritar y saltar. La alegría había invadido todo su ser, miro hacia atrás hacia el camino por donde habían venido y lo único que vio fue una débil luz, mitigada por la claridad del lugar donde se encontraba, lo miro intrigada tratando de que Abaddona le explicara que era todo eso.

Mientras que por dentro pensaba que el mundo de los sueños era mágico, ¿Por qué de que otra manera podría creerse que un paraíso similar existiera? ¿Será que los relatos del Edén eran ciertos? Su asombro no tenía límites, con ese cielo tan azul, sin nubes que lo ocultaran, ni el tan famoso smog que contaminaba las ciudades. El aire que se respiraba entraba en sus pulmones y sentía como estos se limpiaban por la pureza del oxígeno.

Pero su alma se sentía libre en ese lugar era como si hubiera llegado a casa luego de un largo viaje, instintivamente miro a sus pies que estaban descalzos, con sus dedos trato de sentir la alfombra mullida que formaba el pasto bajo de ellos.

—Ary —dijo Abaddona sacándola de su ensoñación— la luz que ves al final indica la salida, es el lugar por donde debes regresar; recuerda que por esta puerta entraste y por esta deberás salir cuando empiece a oscurecer.

— ¿Por qué? —pregunto ella, curiosa.

—Porque empezara a amanecer ahí donde tú vives y a anochecer aquí —respondió el— y deberás irte no podrás permanecer aquí más tiempo del debido, pero mientras que estés en este lugar podrás hacer lo que quieras sin temor, pero jamás, óyelo bien, jamás te alejes de mi lado ¿entendiste?

—Si — respondió ella, absorta con tanta belleza.

Aquello era un paraíso, aves de infinidad de colores yacían en los árboles, todo tenía diferentes tonalidades de verde, arboles de todos los tamaños y flores que incluso ella no podía reconocer, empezó a saltar y gritar por la emoción de tenerlo cerca en ese paraíso y poder compartir con el esos momentos.

Un árbol solitario se veía a la distancia, sentía que el árbol la llamaba como si hubiera estado esperándola por mucho tiempo.

Un ruido fuerte la distrajo hacia la izquierda, al mirar vio una gacela correr y luego detenerse a comer cerca de un arroyo mientras un león bebía agua fresca del mismo a unos cuantos pasos, ninguno de los dos se inmuto con la cercanía del otro, eso la dejo sorprendida, que lugar era ese, se preguntaba, ¿Dónde estaban?, que el instinto de supervivencia animal no se veía reflejado, era como imaginarse el mundo antes del pecado, «fascinante» pensó.

— ¿Qué es esto Abaddona? —Pregunto— ¿Cómo es posible?

El solo sonrió — No preguntes Ary, solo observa y disfruta, este es mi paraíso personal.

Se sentaron juntos mientras observaban el horizonte, el clima era cálido y el sol brillaba en todo su esplendor sin quemar en exceso, por la tarde Arusa se acurruco a su lado mientras él la rodeaba con sus brazos.»

Recordar todo eso, le traía gratos recuerdo, ahora nuevamente lo vería, se había convertido en un joven tan bello, sus ojos hazel seguían fascinándole, la blancura de sus dientes al sonreír hacía que se iluminara todo, su cuerpo perfecto, no podía dejar de pensar en él, y tampoco quería aceptar que esa era quizá una ilusión creada por su mente para superar el vacío que dejo su presencia al partir, ella sabía que no podía ser cierto, era ilógico ¿un mundo de sueños?, había leído tanto al respecto, hasta había llegado a creer que él jamás existió, pero aun así siguió haciendo lo mismo cada noche.

Los días habían pasado inconmensurablemente, no había piedad en eso, pero lo único que tenía era su pequeña locura, su gran secreto y ahora se encontraba ahí, acostada en su cama como todas las noches, pensando en el con vehemencia, tratando de soñar para poder verlo, se quedó mirando las paredes de su habitación en el afán de encontrar el sueño, estaba nerviosa, podía sentir que la observaban, pero sabía que estaba sola, poco a poco empezó a quedarse dormida.

Despertó muy temprano, el nunca llego y tampoco lo hizo la noche siguiente, ni las que siguieron a esas, había pasado casi cinco años desde que dejara de verlo en sus sueños, en los que ella seguía con el ritual de siempre, su decepción era tanta y tan dolorosa, por momentos pensaba en que había hecho mal para que tan gratos sueños terminaran, la nostalgia y la desilusión ahogaron su espíritu.

Unas gruesas lágrimas corrieron por sus mejillas esa noche, tenía que tomar una decisión, no podía continuar de esa manera, cogió su diario y escribió, pensando que al escribirlo se volvería una ley y eso impediría que se desmoronara más.

«15 de Mayo.

Hoy es mi cumpleaños, acabo de cumplir diecisiete años y al parecer nadie en esta casa lo recordó, “fiesta” quien miércoles quiere una fiesta, no me interesa y no me interesara nuca, odio las fiestas, odio la gente y también te odio a ti porque me abandonaste, te conocí por poco tiempo y te fue tan sencillo dejarme de lado.

¿Por qué no me dejaste morir?

Siento que hoy termina mi vida, de aquella muchacha que un día fui ya no queda nada, tal vez sea lo mejor porque todo esto me ha hecho más fuerte, gracias por recordarme que no le importa a nadie y así es como debe ser.

Mi premisa de ahora en adelante será “Primero yo, segundo yo y por ultimo yo”.

Sé que hoy es el principio del final, no puedo continuar con esta melancolía, este silencio reinante en mi habitación me acorrala y no me deja respirar como si un puño se cerrara alrededor de mi garganta impidiendo el paso del aire.

El silencio ahora reina en toda la casa seguramente todos están en sus habitaciones y mis hermanas en su fiesta, si quisiera en este momento podría acabar con mi vida nadie se daría cuenta ¿y tú vendrías a mi funeral?

Siento que un infierno se desata en mi alma, si pudiera congelar el tiempo y volverme cenizas podría volar con el viento y esta sensación de angustia y soledad por fin desaparecería.

Prometo como que hoy es quince, que esta será la última vez que llorare, congelare mis sentimientos y no me permitiré soñar nunca más, la debilidad ya no será parte de mi vida.

Cierro los ojos y trato de imaginar porque desapareciste, porque me dejaste sola, porque te importe tan poco que ya ni los sueños contigo me permitiste, ¿Qué te hice yo? Para que aparecieras de la nada y me hicieras desear lo que jamás podría tener.

¿Por qué no me dejaste morir aquella tarde?, hoy ya no estaría aquí más perdida que nunca.

Cierro los ojos ya no quiero mirar atrás, cuantas veces he querido escapar de aquí, algo dentro de mí está muy mal, pero tal vez los médicos tengan razón, y todo lo invente, tu no existes nunca lo hiciste solo fuiste una ilusión de mi mente enferma, de una mente que se está muriendo con cada minuto que pasa.

¿Dónde estás? Porque me dejaste… yo solo quiero morirme.

¿Por qué solo te aparecías en mis sueños? ¿Eh? ¿Por qué no vuelves? Eras el único amigo que tenía.

¿Por qué no vienes por mí? Dijiste que siempre estarías a mi lado y me abandonaste.

¿Por qué volviste a mí, si sabias que te ibas a marchar?

Mi vida se ha convertido en una pesadilla y debo aprender a vivir en ella.

No sabes cuanta falta me has hecho en todo este tiempo, tal vez sea una locura esto que siento, tal vez los médicos tuvieron razón al decir que algo me sucedió en la cabeza.

Pero muy dentro de mi yo creo, no, yo aseguro que tu existes; pero eso a mí de que me sirve si al final me has dejado sola.

Debo olvidarme de ti y dejar todo esto atrás. Espero algún día mirar al pasado y ver con tranquilidad que toda esta pesadilla ha terminado ya.»


5

El Guardián

Entro en la habitación a oscuras mientras pasaba lentamente la mano por encima del encuadernado de cuero del pequeño diario cerrado encima del buró, se detuvo un momento mientras recordó verla escribir frases tan duras, cuánto daño le había provocado con su presencia.

Se sentó en el mueble cerca de la ventana, dispuesto a pasar la noche como todos los días, era la única manera que había encontrado para sobrevivir a su separación.

El viento ululaba en los arboles produciendo una música cadenciosa, que lo relajaba, su mirada se perdió en la oscuridad, tratando de imaginar cómo sería el tenerla entre sus brazos.

Como sería besar esos labios rojos, tan tentadores, se acomodó en el mueble mientras la observaba totalmente relajada solo cubierta con un ligero camisón de seda negro que dejaba ver su esbelta figura. Algo en su interior se contrajo provocándole un ligero estremecimiento.

Había estado observándola, todas esas noches desde su posición en el sofá, le complacía verla dormir tan tranquila y confiada. Más su corazón se llenaba de angustia al ver en lo que se había convertido, de ese ser tan frágil ahora ya no quedaba nada, ni un recuerdo de sus dulces gestos, de su empatía para con otros, todo se había ido, dejando a un ser mezquino y desagradable.

Y todo había sido su culpa. Unos sollozos interrumpieron su diatriba, unos sollozos que se repetían cada noche, durante gran parte de la noche.

La miró llorar sin poder consolarla, sin poder decirle que estaba allí tan cerca, quería acercarse y enjugar sus lágrimas con sus labios, absorber su dolor y darle la paz que tanto le suplicaba.

Quería tocar su rostro como otras veces, pero sabía que no debía hacerlo, no podía alimentar ese sentimiento que crecía día a día.

Pensó que al alejarse, ella terminaría por olvidarlo, que seguiría con su vida, que sería feliz pero no, ella se había aferrado a su dolor y no lo dejaba marchar.

Definitivamente él ya estaba perdido, no la merecía, había cometido demasiados errores en su vida. Sabía que era un pecado el amor que le profesaba y era algo que no podía permitirse sentir, no de nuevo.

No podía permitir que ella nuevamente pagara por algo de lo que no era culpable, ella era inocente, debía alejarse eso lo tenía muy claro, pero no podía, simplemente no podía, la amaba demasiado.

Al principio, solo fue curiosidad, luego esa curiosidad se convirtió en amistad, y ahora había llegado al punto en el que no podía vivir sin ella, sin su sonrisa, ni su mirada misteriosa, sentirla cerca suyo acrecentaba un fuego interno, un fuego que solo una vez había sentido en su interior, un fuego que le abrazaba por dentro y le hacía sentir desdichado por que no podía apagarlo.

Hacía mucho tiempo un sentimiento parecido se había apoderado de él y ese sentimiento lo había llevado a la perdición, su amor por una humana, lo había condenado a vivir en la oscuridad eterna, por amor a ella había fallado a todos los que habían confiado en él, justos habían pagado por pecadores, no debía volver a cometer el mismo error, ese sentimiento tendría que quedarse dentro de él, no podía permitir que nadie se enterara, el amor te hace débil, y cuando conocen tu debilidad tus enemigos pueden aprovecharse de ella.

Pero ahora era diferente, el ya no brillaba, solo era un ser oscuro, que más daño le podría causar esa frágil criatura, que más daño del que el pudiera causarle a ella con su presencia, sabía y lo tenía muy claro que debía alejarse, pero no podía, era parte de su vida y finalmente, ella jamás lo sabría, se cansaría de esperarle cada noche y terminaría por hacer su propia vida, seguiría su propio camino, un camino sin él, donde su presencia no fuera necesaria y el seguiría allí observándola sin ser visto desde la esquina de su habitación.

Se sentó al borde de su cama, era tan linda al dormir, sin ese maquillaje excesivo que últimamente llevaba, así como estaba parecía un ángel, su ángel, su cabello cubría graciosamente su cara, vio sus labios perfectos abiertos en una forma tentadora y no aguanto más poso sus labios tiernamente en los de ella y la escucho pronunciar su nombre, quiso tomar su mano y decirle que despertara, que él estaba allí para ella, quería llevarla consigo, hacerla feliz, no quería que siguiera sufriendo ni causándose daño con esa actitud que había tomado últimamente

Cuando el amor te llega no hay quien te salve, esa era la verdad. Tenían razón al decir que el amor a una mujer podía hundir a un ángel en la perdición o llevarlo hasta arriba a las puertas de la gloria

Ahora el ya no le podía ofrecer nada, ahora él era un paria, un desposeído, ahora era él UN ÁNGEL CAÍDO.



6

Cambio

Un fuerte ruido se escuchó en la calle, y sacó a Mildred del letargo en el que había caído luego de la llamada que acababa de recibir, se encontraba nerviosa luego que su hermana le comunicara que estaba pronta a llegar.

Tantos años sin verla y ahora anunciaba su llegada, todo iba a cambiar con su presencia.

— ¡Maldición! —Gruño enfadada— ¿Quién será ese impertinente que hace tanto ruido en la calle? — estuvo tentada de llamar a la policía pero de un momento a otro todo quedo en silencio y la puerta del estudio se abrió de par en par.

— ¡Oh! ¡Estas acá! —Dijo una joven de al menos un metro setenta de estatura, llevaba una chamarra de cuero ceñida al torso que resaltaba su hermosa figura mientras se retiraba del rostro unas gafas oscuras y dejaba ver unos hermosos ojos negros delineados con kohl.

—Buenas tardes, mamá se dice. ¿No has aprendido nada de tanto estudiar?

—Si como digas, Mildred —Respondió la recién llegada arrojándole una mirada asesina.

—Arusa, deja de llamarme por mi nombre y muéstrame respeto, aun no entiendo cómo has podido cambiar tanto muchacha.

—Ok. Madre, buenas tardes —Dijo la muchacha con actitud desafiante— ¿ya estas contenta? Ahora retírate que necesito estar a solas; debo hacer unas llamadas y no quiero moscas alrededor mío.

Mildred salió enfadada, ya no aguantaba la actitud irrespetuosa de su hija no sabía en qué momento Arusa se volvió tan huraña y fría, su cinismo era tal que su propia familia se alejaba de ella, había tratado de entenderla pero ya no podía aguantar más, su actitud escapaba de los límites de su paciencia.

Nuevamente recordó porque se había comunicado con su hermana y le había pedido ayuda, pero a estas alturas no sabía si sería peor el remedio que la enfermedad.

Salió al jardín a respirar aire, no aguantaba tanta tensión, pero lo que vio en el jardín la volvió loca de la indignación dio media vuelta y se dirigió nuevamente al estudio, no podía creer lo que estaba ocurriendo.

—Arusa, esto ya es el colmo, como has podido.

—Vaya, no te demoraste mucho en ver mi nuevo juguetito, esta linda ¿verdad?

— ¡Estás loca! —Grito — ¡Podrías matarte! ¡Debes devolver esa moto!

—No madre, la loca eres tú, no pienso devolverla, vamos que es una Kawasaki Ninja 300 de edición especial —Se burló sarcásticamente.

—Necesito que devuelvas esa moto, es peligroso — volvió a gritar su madre.

—Deja de entrometerte en mi vida Mildred, ¿no entiendes que ya soy una adulta? Tengo casi veintiún años, por si lo olvidaste —replico ella.

—Tu misma los has dicho, eres una adulta y deberías comportarte como tal y mientras vivas bajo mi techo, tendrás que respetar mis normas. Entiéndelo de una maldita vez.

—Pues bien si todo es porque vivo bajo tu techo, pues entonces me largo, no tengo necesidad, ni tiempo y mucho menos ganas de aguantar tu menopausia.

— ¡Arusa! No me faltes el respeto, recuerda que soy tu madre.

— ¡Pues no lo pareces! —Volvió a gritar Arusa— además quien crees que me dio el dinero y la autorización para comprarme la moto.

— ¡Tu padre me va a oír! —grito la madre de Arusa.

— ¿Oír qué? —se escuchó la voz grave de un hombre preguntar.

— ¡Papito! —Dijo Arusa cariñosamente— papito, cuéntale a Mildred quien me regalo la moto.

—Mildred, yo le regale la moto a Arusa, como adelanto de cumpleaños, tan solo falta un mes para que cumpla veintiuno.

La madre de Arusa, se indignó ante la confesión dio la vuelta y se alejó azotando la puerta. Últimamente Arusa conseguía todo lo que quería, tan solo con ir y hablar con su padre, esa situación ya la estaba enfermando, no era justo que el la defendiera y que a ella la ignorara por completo, se preguntaba donde había quedado su niña callada y atenta, no sabía en qué momento la había perdido, pero ya no estaba y de verdad que la extrañaba.

Después de la discusión Mildred supuso que había sido correcto que llamara pidiendo ayuda, con la pedida de mano y el matrimonio tan cerca, no podía darse el lujo de deprimirse u acongojarse tratando de soportar el carácter incorregible de Arusa. Si, definitivamente lo mejor que había podido hacer era llamar a Lily.

La casa de Arusa estaba alborotada, su hermana mayor se iba a comprometer, el novio y su familia habían llegado y ella no tenía pretexto para irse de la reunión, sus amigos la esperaban a dos cuadras, pero la verdad es que ella ya estaba cansada de todo, nuevamente sentía la apatía de siempre, así que se quedó presa de un ataque de histeria, los llamo y les dijo que no iría.

Daba vueltas en su dormitorio, algo dentro de ella quería irse de ahí, coger su moto y salir a toda velocidad, la velocidad no la dejaba pensar y por lo menos así se sentía libre, pero no podía irse su hermanita se comprometía y le había rogado que se quedara.

Se sentó al borde de la cama, mientras revisaba un cajón de su buro, encontró la lámpara de estrellas que tenía siempre prendida, una lagrima rodo por sus mejillas y se sintió estúpida, no podía creer, que seis años después aun siguiera recordando a un tonto niño que no le dejo matarse, no entendía por qué la había salvado si la iba abandonar luego.

Se levantó de un brinco mientras estrellaba la lámpara contra la pared, sentía rabia consigo misma por haber estado esperando su regreso.

Llorando de la rabia y de impotencia se tiró sobre la cama esperando que el viniera como otras veces, quería creer que el llegaría a ocupar el lugar que le correspondía dentro de su vida, se miró en el espejo unas inmensas manchas negras bordeaban sus bellos ojos, no se reconocía, habían sido muchos años ocultando su rostro con tanto maquillaje gótico. Realmente había hecho un gran trabajo ocultando su belleza natural y creándose una máscara superficial.

Muchas veces se sentía como una actriz antes de salir a escena, ocultando sus sentimientos reales y demostrando una dureza al mundo, una dureza que ni ella misma sentía. Su espíritu se había muerto cuando solo tenía dieciséis años.

Sabía que él no vendría jamás. Se sentía tonta por haberse creado un mundo de fantasía, por haber vivido una vida de ensueños y se recordó que hacía cinco años que había tomada la decisión de olvidarse de su amigo imaginario, no entendía porque lo recordaba ahora, tal vez sería por la hora o porque justo un día como ese lo había visto por primera vez. Seis años desde la última vez que intentara suicidarse.

Tenía que cortar definitivamente con esa parte de su vida, había crecido ya no era una niña de Quince años, tenía casi veintiuno y ya era hora de crecer, se metió a la ducha y mientras se bañaba dejo caer sus últimas lágrimas, salió envuelta en un camisón de seda, se miró en el espejo de pie mientras el camisón caía a sus pies, verdaderamente se había vuelto toda una mujer, desnuda camino por la alfombra mientras buscaba con la vista el lugar donde su madre había dejado el espectacular vestido de satén rojo que le había comprado para la ocasión, lo encontró sobre el mueble al lado de una gargantilla de brillantes y zapatos de tacón.

Se puso el vestido, un vestido que se ajustaba perfectamente a sus curvas antes cubiertas por pantalones y cazadoras de cuero, el vestido era largo con un escote palabra de honor que realzaba sus hombros y su espalda; por primera vez en su vida se percató de que era hermosa, se miró en el espejo como si fuera una ilusión lo que estaba viendo, pero no era así, sus ojos negros tenían un brillo especial, jamás lo había notado, pero lo más raro era que oculta en su melena negra un largo mechón rojo se dejaba ver

— ¿Cuándo fue la última vez que me mire al espejo? —se preguntó, la verdad era que hacía mucho tiempo que no la llevaba suelta, siempre estaba sujeta en una cola alta.

Quedo absorta unos minutos mirándose en el espejo y mirando hacia su cama a través del mismo, quería irse a la cama y tratar de dormir, era como si algo le indicara que debía hacerlo, pero no, ya había tomado una decisión, no debía dar marcha atrás, tenía que continuar con su vida.

Salió de allí, con una profunda nostalgia, como si una parte de su vida se quedara ahí tendida sobre su cama, los días de ensueño habían quedado atrás, debía borrar de su mente lo que había vivido, pero sus pensamientos la llevaban a él con cada paso que daba y se torturaba pensando en que la vida no había sido justa con ella, recordaba su mirada, sentía su ausencia como un eclipse de sol, la vida en verdad no era justa, puesto que no volvería a verlo nunca más.

Y la verdad era que cuando alguien se marchaba el que quedaba atrás era el que sufría más, salió de allí casi corriendo sintiendo que su mirada la seguía. Debía estar loca para creer que eso era posible y en su intento de escapar de su habitación tropezó con Pato que la miraba inquieto.

Al llegar al salón, todos la miraron asombrados, se sentía extraña nuevamente, pero era una sensación nueva incluso hasta agradable, sentía que la observaban pero ahora la miraban de una forma muy diferente, sentía que la desnudaban con la mirada, a los minutos de llegar, se arrepintió y quiso regresar de nuevo a su dormitorio, cambiarse, coger su moto e irse lejos de ahí, dio unos pasos retrocediendo pero su padre la cogió de un brazo y la llevo a presentar a los invitados.

Escuchar los murmullos a su alrededor la hacían sentir incomoda y con ganas de salir corriendo.

— ¿Esa no es la hermanita rara? —comento alguien

— Vaya al parecer se quitó todo el maquillaje gótico que llevaba —Dijo otro en voz baja

— Es realmente bella sin tanto maquillaje —Comento una mujer con desdén.

— ¿La habías visto antes? —Pregunto una mujer de nariz prominente y un feo vestido azul.

— ¿Por qué la tendrían oculta? Me comentaron por ahí que estuvo recluida en una clínica de descanso, por drogas. —Comento una joven agraciada de llamativos ojos verdes pero de lengua muy viperina.

Arusa no podía creer lo que la gente especulaba sobre ella, si supieran la verdad, si supieran que en verdad era rara ni la mirarían, se quedó parada en medio del salón, sin saber qué hacer, solo quería marcharse de allí, no soportaba la presión ni ser el blanco de las miradas, estaba cansada de esa situación, odiaba que todo el mundo hablara de ella.

Su cuerpo se escarapelo y un frio recorrió su espalda, alguien la miraba persistentemente y le causaba miedo, miro a su alrededor en busca de esa persona que la observaba y en el fondo del salón, sentada como una reina y rodeada de caballeros una mujer distinguida y hermosa con una inclinación de dedos le indico que se acercara.

Mientras avanzaba hacia ella, su cara se le hacía familiar, sus cabellos eran de un intenso color rojo y extremadamente largos, sus ojos eran del color de la esmeralda, mientras sus labios rojos indicaban que la sensualidad brotaba por todos los poros de esa mujer.

—Hola, ¿la conozco? —pregunto Arusa.

—Hola querida —respondió ella suavemente.

— ¿Quién eres?

—Soy Lily, la extraña hermana de tu madre, acabo de llegar de viaje, estoy súper cansada, ni te imaginas lo largo y agotador que fue mi viaje y ahora no tuve ni tiempo de arreglarme como es debido, estoy hecha un fiasco — y al decir eso forzó una media sonrisa— veo que ya estas grandecita, no te había visto desde el día en que naciste.

—Es verdad — pensó Arusa, jamás había visto una foto de ella en los álbumes familiares, pero su rostro le era muy familiar.

La mayoría de los varones de la reunión las miraban, como si fueran las únicas mujeres en el salón, Arusa asumió que era por su tía, pero tampoco podía negar que le gustaba esa nueva sensación de ser observada todo el tiempo y de ser el centro de todas las miradas masculinas.

Ella sintió que su cuerpo tenia vida con cada mirada que recibía, sonrió abiertamente mientras jugueteaba con su cabello coquetamente, jamás había hecho algo así, pero sentía que debía hacerlo, sentía que esa era su real naturaleza, por primera vez se sintió sexy y un fuego extraño la invadió internamente.

—Silencio por favor —se oyó decir a su padre.

Pero Arusa no escucho absolutamente nada absorta como estaba con la presencia de su tía, su corazón le pedía a gritos que saliera corriendo, pero sus pies estaban como pegados al piso de mármol y su cuerpo parecía que tenía mente propia.

Ya se habían hecho las presentaciones y la mano de su hermana ya había sido solicitada en matrimonio, aun así Ary pensaba que su hermana era demasiado joven para casarse, como alguien a los 24 años, podría pensar que casarse era la mejor decisión de su vida, cuando su vida recién empezaba, había tantas cosas que podría hacer, viajar, conocer gente nueva, tener una carrera.

Tan distraída estaba divagando en su mente que no se dio cuenta que el salón empezó a llenarse de humo, la gente gritaba mientras salía a empujones del salón, la casa se estaba incendiando, Arusa quiso salir también, pero algo la golpeó fuertemente en la cabeza y se desmayó.

—Ary, despierta por favor —escucho que le decían a lo lejos— sigue la luz, no te alejes, no mires atrás, Ary por favor, quédate conmigo, sígueme.

Esa voz, esa voz, ella la reconocería en cualquier lugar, esa voz era de Abbo, no había ninguna duda, era la voz de él, ¿es que estaba soñando de nuevo?, hasta cuando continuare con esta fantasía se dijo, pero ella no quería despertar, había logrado entrar al mundo de los sueños nuevamente, esta vez no se marcharía.

Alguien la jalo, trato de luchar para que no lo hiciera, no quería irse de ese lugar, afuera ya no había nada para ella.

— ¡Ary regresa! —Ordeno la sombra— ¡regresa! —y esta vez lo dijo con una voz que ella no le conocía, era una voz de orden, de poder y despertó, la casa estaba en llamas, pero Abaddona estaba ahí a su lado, tomándola de la mano.

—Ary, abrázate a mí por favor —le dijo esta vez con delicadeza— abrázame fuerte y no te sueltes,

Ella cerró los ojos pensando que aún estaba soñando, de pronto sintió como un agitar de alas, un viento extraño y segundos después estaba fuera a unas calles de su casa, el sonido de las sirenas era cada vez más intenso.

Su preocupación por su familia hizo que deseara salir corriendo para poder cerciorarse de que nada les había ocurrido, pero él la retuvo a su lado.

—No Ary, no es necesario que lo hagas, ellos están bien, tú eres la que me preocupas, te has dado un fuerte golpe en la cabeza, es un milagro que no se te haya partido, permíteme cuidar de ti unos instantes más, por favor.

Arusa se cogió la cabeza con ambas manos, la sentía a punto de explotar por el dolor, sus piernas se doblaron y cedieron provocándole una caída aparatosa, Abaddona la cogió entre sus brazos, la atrajo hacia si mientras besaba suavemente sus cabellos, ella sintió en el calor de su cuerpo el alivio que le hacía falta, se olvidó de todo y lo abrazo, como nunca antes lo había hecho, ya no era más una niña, era una mujer y tenía que aceptar que estaba perdida e irremediablemente enamorada de él.

Mantuvo los ojos cerrados, por el temor de que al abrirlos todo hubiese sido un sueño, pero se sentía tan bien su cuerpo junto al suyo, tocar su piel suave y sus fuertes músculos, quería creer que todo lo que estaba sintiendo era real, abrió los ojos lentamente y lo vio ahí, él estaba junto a ella, sentía su respiración agitada, el latido de su corazón acelerado, sintió sus manos tocar su frente, revisar entre su cabello algún rastro de sangre, se le notaba tenso y preocupado.

—Gracias a Dios que no hay nada —comento el— ¡qué extraño! hubiera jurado que ese golpe te había roto algo.

Arusa lo siguió observando detenidamente, él tenía un rostro tan bello, si hubiera conocido a un ángel juraría que tenía el rostro de uno de ellos, ¿pero que hacia el con el torso desnudo?, todo empezó a dar vueltas de repente en su mente, el fuego , el golpe y luego lo vio aparecer como en un sueño, sin camisa, con unas hermosas alas negras de tonalidades verdosas, sus ojos eran oscuros y pudo ver la desesperación en su rostro cuando la agarro antes de llegar al piso, justo antes de que se desmayara; como era posible eso se preguntaba, es posible que eso fuera realidad, o era más bien que estaba volviéndose loca finalmente.

— ¿Qué eres? —pregunto indecisa, se imaginaba que estaba sola conversando con la nada y que en cualquier momento alguien aparecería y creería que estaba loca, se imaginaba siendo encerrada en un manicomio, con camisa de fuerza, inyectada y dormida pasando sus días sedada para que no volviera a imaginar cosas. Pero él estaba ahí, junto a ella, podía sentirlo.

Su mente no sería capaz de imaginar al detalle cada musculo de su cuerpo, el brillo de sus ojos, el calor de su piel y la forma en que su cuerpo se deshacía al estar en sus brazos.

— ¿Que eres? —Volvió a preguntar con desesperación.

Soy lo que tú has visto —respondió Abbo, bajando la mirada mientras sus alas desaparecían de su espalda —soy un ángel caído —susurro— soy un demonio, como lo conocen ustedes, un ser maligno que solo causa daño, un ser que se aprovecha de los inocentes.

Un súbito miedo recorrió su espalda

— ¿Un demonio?, por Dios, ahora sí que me he vuelto loca de verdad —pensó silenciosamente.

—No, no lo estas Ary, estas cuerda, te lo juro.

Se soltó de su brazo y se deje caer sobre el piso, su mente pensaba a mil por hora, ahora comprendía muchas cosas, los sueños, su primer encuentro, todas las cosas raras que le habían sucedido desde entonces, pero… ¿y si estaba loca de verdad?, y ¿si todo lo que estaba sucediendo en ese momento era parte de su escapada del mundo? ¿Cómo los sueños?

— ¿Ary? —dijo el— ¿Ary? ¿Estás bien te sucede algo?, lo lamento no quise que lo supieras de este manera.

—No entiendo —respondió ella— Sé que esto es un sueño, nada puede ser realidad, yo no creo en ángeles o demonios, nada de esto es cierto, pero entonces ¿Qué está sucediendo?, quiero despertar, ya no quiero soñar contigo, me haces daño —murmuro mientras unas lágrimas corrían por sus mejillas.

—Ary, lamento que esto esté pasando, pero yo no quería lastimarte te lo juro, pero tampoco podía permitir que murieras, sobre todo estando yo presente, Ary lo siento, perdóname por favor, te prometo que me alejare de ti para siempre, nunca más volverás a saber de mí.

—Abbo, ¿esto es real? —Pregunto— júrame que no me estoy volviendo loca.

—No pequeña, no estas volviéndote loca, esto es real, más real de lo que puedas imaginar, existimos, estamos aquí, vivimos alrededor de ustedes pero no se nos permite tener contacto físico, eso se considera pecado.

—Pero si tú eres un ángel caído, ¿eso que puede importarte? —pregunto Arusa.

Soy un ángel caído tienes razón es la verdad, pero también te diré que estoy muy arrepentido, por eso mi nombre cariño, aun cuando sé que de nada me servirá mi arrepentimiento, ya que no obtendré el perdón jamás, fue un error muy grande el que cometí, si pudiera retroceder el tiempo, me alejaría y no lo volvería a hacer.

—Si todo esto es real, y no se les permite tener contacto físico con nosotros, ¿también se les prohíbe lastimarnos? —Arusa hizo la pregunta más para sí misma, pero aun así el respondió.

—No, no podemos lastimarlos.

—Uhmm, —murmuro ella.

— ¿Uhmm, qué? —Pregunto él.

—Pero y entonces, porque tú lo haces conmigo, ¿por qué me lastimas?, no te das cuenta que al dejarme, ¿me estabas lastimando? ¿Qué me hacías daño?, que mi vida se desmoronaba si no estabas a mi lado, porque no dejaste que terminara con mi vida, cuando pude hacerlo, porque me condenaste a este tormento, a este vacío, entiéndeme por favor… mi vida ya no es vida sin ti, por favor no te alejes de mí nunca más, quédate conmigo para siempre.

Arusa irrumpió en llanto, ya no podía seguir aguantando el dolor que sentía en su corazón, debería estar feliz porque el apareció, pero sentía miedo de que él se marchara otra vez. De un empujón se separó de él, la amargura y la tristeza se hacían presente. Abaddona la abrazo y la atrajo contra su pecho desnudo.

—Llora mi amor, bota todo lo que tienes dentro, desahógate, deshazte de lo negativo, purifica tu alma no la llenes de ira, la ira es para la gente ignorante, para gente despiadada, gente cuyo corazón es negro.

—Yo…

—Te entiendo, pero notaras que al terminar de llorar te sentirás más descansada, es verdad no mereces sufrir lo que estas sufriendo, y sobre todo que fuera provocado por mi culpa, pero recuerda que más allá de la oscuridad, está la luz, la misma oscuridad está compuesta por infinidad de colores. Solo piensa que mañana todo será diferente y que luego la paz y la calma vendrá, nada pasa por nada, hoy decidirás dar un paso, mañana darás otro y veras que muy pronto todo el mal que te aqueja ya no será más.

— ¿Por qué tiene que ser todo así?

—Cariño, los seres humanos fueron creados para amar y ser amados, pero el mundo actual ha llegado aún grado de degradación en el que hermano lucha contra hermano, ¿Por qué habría de ser diferente en tu caso? Tú también eres un ser humano y como tal estas a la merced de todos esos sentimientos negativos, solo piensa en aquello que te dije antes, la oscuridad es el preludio del amanecer. Así que desahoga tu alma hasta que llegue el amanecer, luego veras las cosas con claridad y podrás tomar decisiones reales, sin la presión de la culpa, la amargura o la tristeza.

—Yo te amo Abaddona, no sé cómo ocurrió, solo sé que lo siento y este amor me causa dolor.

—Yo también te amo, siempre estaré aquí contigo, no pienses que te he abandonado, jamás lo hice, a pesar de que no podías verme, yo te observaba y tu dolor era mi dolor, pero la decisión está en ti, puede continuar con tu vida o volver a mí. Puedo hacer que me olvides para siempre si eso es lo que deseas.

—Abaddona, yo no lo sé, yo solo quiero que te quedes conmigo para siempre, quiero poder verte, tocarte y saber que estás conmigo y que no me volverás a abandonar.

Abaddona, titubeo un momento, no podía prometerle que se quedaría, sabía muy bien que si lo hacía vendrían por él y por ella, pero ese fuego extraño estaba ahí y no podía negarlo más, la amaba y solo al tocarla sentía paz, una paz tan reconfortante que aliviaba su ser, ella era como el oxígeno, el amor que sentía por ella le estremecía el corazón, no, no podía alejarse de ella, le era imposible.

Durante todo el tiempo que permaneció en silencio observándola, viéndola crecer, su amor había surgido, la amaba tanto que no podía estar un día alejado de ella, había cometido tantos errores y este era quizás el más peligroso de ellos, ella tenía razón, no debió cruzarse en su vida, pero cuando la vio por primera vez, sintió que ella era parte de su mundo, como si la conociera de tiempo atrás y cuando le toco el rostro lo supo, ella era su ángel, jamás podría dejarla.

Pero la duda estaba ahí como podía ser eso, ella solo era una frágil humana en cambio el, había vivido por siglos, había visto caer y levantarse gobiernos, había sido un observador, un vigilante, pero todo un día había cambiado, el día de la rebelión.

—Me quedare contigo —respondió Abaddona, saliendo de su mutismo— te lo prometí una vez cuando nos conocimos y lo ratifico ahora, jamás te dejare sola, cumpliré mi promesa.

Sabía que esa promesa traería muchos riesgo tanto para el como para ella, pero estaba dispuesto a enfrentarlo, con tal de no romper su palabra, la levanto del suelo y la abrazo con fuerza, beso sus cabellos, sin impórtale que hacia algo incorrecto, ella era suya y él era de ella, Arusa era su ángel, su vida y pasara lo que pasara él la protegería de todo y contra todos.

La miro a los ojos y se reconoció en ellos viéndose como en un espejo, su aura era limpia cuando ella estaba alrededor, se sentía en paz. Bajo lentamente su rostro a la altura de ella y la beso en los labios tiernamente al principio y luego con desesperación, era el beso más ansiado de toda su vida, un beso que lo decía todo, un beso que hablaba de tristezas y despedidas, de encuentros y de alegrías, sintió el tímido roce de su lengua dentro de su boca y supo que ella también había deseado ese beso, sus lenguas se encontraron y se reconocieron mutuamente. En un instante se sintió el ser más dichoso de todo el universo.

Arusa no podía creer que él, la estaba besando, era su primer beso. Jamás había permitido que nadie la tocara, pero el era diferente, Abaddona era lo que más amaba en la vida, lo miro a los ojos, su ojos ahora eran tal como ella los recordara de un extraño color azul, su corazón quería salirse de su pecho, hinchado de tanta emoción.

Empezaron a caminar cogidos de las manos, ya no se oía el ruido de las sirenas, ya todo estaba en calma, a lo lejos vio a su familia, tal vez buscándola, pero la extraña pelirroja era la más preocupada y eso le causó mucha extrañeza, por ese interés tan repentino por ella.

— ¿Dónde has estado? —Pregunto su padre— hemos estado muy preocupados por ti.

—Yo —murmuro ella mirando a su alrededor en busca de Abaddona— Salí corriendo cuando empezó el incendio, tuve mucho miedo y hui —respondió mientras volvía a mirar a su alrededor, pero era definitivo, Abbo, no estaba.

¿Qué había pasado? Por qué él había desaparecido, así tan de repente, ¿es que todo había sido una ilusión de su mente? Como podría ella ahora saber si todo aquello había sido real, miro a su alrededor por última vez, bueno el incendio había sido real, pero controlado, si eso era real ¿lo demás? Ella se tocó la cabeza y aún le dolía un poco, eso también era real.

Siguió pensando cuando una voz la saco de sus cavilaciones

— ¿Dónde has estado? —Pregunto la voz de una mujer, ella la miro extrañada, ¿Por qué le preguntaba eso?, nuevamente insistió — ¿Dónde estuviste? y de pronto cogió algo de entre sus ropas.

— ¿Qué extraño? —Menciono— ¿una pluma?, Arusa la miro asustada, miro sus manos blancas, portadoras de una perfecta manicura, pero dentro de ellas una extraña pluma negra se posaba, Ary la tomo de inmediato, su Abbo era real, esa era una prueba de que el existía, de que todo había sucedido… si, todo había sido real.

—No es nada —replico— solo es una pluma, es de un trabajo que estuve revisando y seguro se quedó pegada a mi ropa.

— ¿Qué extraño? —Volvió a repetir la pelirroja— ¿puedo quedármela?

— ¡No! —Contesto sin parpadear— es mía, es la única que tengo y me hace falta.

—Bueno —respondió Lily— tú sabrás lo que haces con ella, pero debes tener cuidado —le advirtió— muchas enfermedades son causadas por plumas. Hay cosas que no son lo que parecen —Murmuro.

Haciendo caso omiso a lo dicho por Lily, Arusa miro a su padre

— ¿Qué haremos padre ahora? ¿Dónde iremos hasta que todo esté resuelto?

—Ary —respondió el— iremos a la casa de tu tía, mejor dicho irán ustedes; tu madre y yo nos quedaremos en un hotel, debemos averiguar que sucedió. Pero ustedes se irán un tiempo.

—Pero padre —rogo ella— puedo quedarme con ustedes, no me alejen de aquí.

Arusa, ya está dicho se van ahora, no pueden quedarse, es necesario que se marchen y que lo hagan ahora. Lilith, llévatelas ya sabes que hacer —ordeno él y sin más miramientos dio la vuelta y se marchó.

— ¿Lilith? —Se preguntó Arusa, su nombre es raro pensó mientras sentía una especie de escalofrió interno, sabía que algo malo estaba por venir, pero no sabía qué; de pronto sintió una mano sobre su hombro, observo cuidadosamente pero no había nadie, un susurro en su oído la tranquilizo.

—Ary, no te preocupes yo estoy contigo, tu solo has lo que te dicen.

Esa misma madrugada partieron rumbo a la sierra, su tía tenía una hacienda allí. Ary no quería marcharse, pero Abbo había dicho que todo estaba bien, que lo mejor era que se fuera con su tía y con sus hermanas.

Odiaba los viajes, y más si eran en auto, el camino por ratos era estupendo pero por otros se volvía insoportable, solo tenía nauseas de tantas vueltas que daban, ya estaba fastidiada, quería regresar a su casa, maldita sea la hora en que sucedió el incendio, decía para mí misma, gracias a Dios que su moto estaba en el taller, si no también se hubiera quemado.

Estaba molesta pero también sabía que si no hubiera sido por el incendio, Abbo no hubiera vuelto a ella, y para ser sinceros ella lo necesitaba más que a su propia vida, lo necesitaba junto a ella para poder vivir, solo a su lado era feliz, a su lado se sentía fuerte e inquebrantable.

Metió las manos en los bolsillos de su abrigo no podía creer que aun llevara el vestido de la fiesta, que incomodidad, necesitaba encontrar la pluma, era lo único que la unía a él en esos momentos, al fin la encontró era tan suave, pero ahora a la luz del amanecer ya no era negra como la recordaba, ahora era casi verde, era hermosa, cabía completamente en la palma de su mano, se quede observándola un buen rato, hasta que empezó a adormilarse, metió la pluma dentro del bolsillo interior de su abrigo y se quedó profundamente dormida.

— ¡Ary!, ¿quieres dar una vuelta? —Le preguntaron de pronto, ella creyó que ya habían llegado, pero no, no podía ser cierto, la hacienda quedaba a 18 horas de camino y recién llevaban seis, estaba amaneciendo cuando se había quedado dormida, abrió los ojos pero ya no estaba en el auto, miro su alrededor, y no podía creerlo todo estaba igual a como lo había dejado la última vez, hermoso paisaje, aunque ya estaba oscureciendo, jamás había visto un atardecer completo, los lilas y naranjas le daban un tono dramático al amanecer, Abbo siempre había dicho que era peligroso porque podía perderse «¿pero ahora porque estaba ahí?» como había llegado.

Giro entorno a sí misma, y lo vio, lo vio en todo su esplendor, sus hermosos ojos azules, su piel trigueña, sus fuertes músculos y el más fantástico par de alas negras que pudiera haber imaginado jamás.

Quedo embelesada al verlo, era tan bello, ciertamente era un ángel, un ángel hermoso y era su ángel, cerró los ojos pensando que todo era un sueño y que iba a despertar, volví a abrirlos pero él estaba ahí sonriéndole con esa sonrisa perfecta, que iluminaba todo a su alrededor.

Se acercó lentamente junto a ella y la abrazo con fuerza, pudo sentir en su abrazo tantas cosas, tenía ganas de llorar de felicidad, estaba ahí, estaba con ella, podía sentir su respiración agitada; correspondió a su abrazo y lo miro lentamente a los ojos, se vio en ellos y a pesar de que unas horas antes él le había confesado que era prácticamente un demonio, mirándolo a los ojos comprendió que eso no podía ser cierto, alguien tan bello y amable no podía ser un demonio, no lo podía comprender, siempre le habían dicho que los demonios tenían cuernos, alas como las de los murciélagos, con pelos en vez de plumas, pero agradecía a Dios, que no fuera así, agradecía a Dios por haberlo puesto en su vida.

Tomo su rostro con sus manos, tan frágiles y pequeñas en comparación a las manos grandes y fuertes de él, acaricio su rostro y lo acerco al suyo, se miraron detenidamente y por segunda vez en su vida, sus labios supieron lo que era un beso, un beso tan suave y cálido.

—Te amo, mi ángel —le susurró al oído.

—Te amo —respondió ella— te amo más que a mi vida.

—Lo se respondió el, lo sé, ¿me perdonaras algún día por haberte hecho sufrir tanto?

—No tengo nada que perdonarte —respondió ella, dándole un ligero mordisco en sus labios carnosos.

Se sentaron en el pasto mientras miraban el final del atardecer, viendo al sol ponerse y al cielo cambiar de color, besándose de rato en rato, probando el sabor de sus labios y el suave roce de su piel, Arusa sentía que su cuerpo ardía ante el roce de sus manos.

—Abbo, tengo una curiosidad.

—Dime, te responderé.

— ¿Cómo haces para ocultar tus cuernos? Y por qué tus alas tienen plumas y no son de piel como se describe a los demonios

—Que preguntona me habías resultado. A ver, como te explico.

—Con la verdad por supuesto.

—Claro que con la verdad, eso lo se… lo de los cuernos y las alas son un mito que propagaron los vigilantes para alejar a los humanos de los caídos, pretendían que por el miedo no se les acercaran, pero con eso solo lograron hacernos más llamativos.

— ¿Entonces no cuernos, ni aspecto monstruoso?

—No mi vida, pero si quieres yo puedo crear para ti unos muy lindos, ¿te gustaría?

—No bromees, es en serio yo quería salir de dudas.

Abaddona la miro intensamente no se cansaba de repetirle que la amaba, la beso intensamente, para luego intentar mirarla pero sus ojos se desviaron al ver el profundo escote del vestido que llevaba Arusa, el fuego de la pasión lo devoraba por dentro, quería más, más de ella, quería que le perteneciera en cuerpo y alma, que fuera suya, pero sabía que no era correcto, debía esperar.

Se separó de ella a regañadientes, respiro con fuerza mientras se mordía el labio internamente, no debía sucumbir a la pasión y menos en ese lugar, había demasiados observadores y se había percatado de ello desde el momento en que habían llegado, no debió descuidar su refugio tanto tiempo.

Extrañada Arusa se arregló el vestido, mientras lo miraba lánguida por el deseo que se había incrementado en ella, no deseaba detenerse, quería pertenecerle.

— ¿Es que hice algo mal? —le pregunto.

—No mi ángel —respondió el, aun agitado por lo sucedido—lo que pasa es que no quiero hacerte daño.

— ¿No quieres hacerme el amor? —Pregunto ella— ¿es que no te gusto?

—Claro que si —respondió el— me enloqueces, si vuelvo a tocarte no podré detenerme, quiero que tu primera vez sea especial, no quiero tomarte aquí, a la vista de todos, eres demasiado pura e inocente para tomarte de esta manera.

— ¿Todos? —Pregunto ella— creí que este lugar era solo tuyo.

—Si mi amor, es mío —replico el— es mío durante el día, pero en este momento empiezan a salir seres que no querrás conocer. Esa es la razón por la que no permitía que te quedaras más allá del atardecer, al llegar la noche esta zona se vuelve tierra de nadie y para una humana tan bella como tu es demasiado peligroso.

— ¿De verdad te gusto? —pregunto ella de repente.

—Claro que sí, mi vida; cómo crees que me quedaba cada que te veía desnuda en tu habitación, al salir de la ducha, cuando estabas a punto de cambiarte quería arrojarme encima de ti y decirte que estaba ahí, a tu lado y que nunca me había alejado de ti que solo no dejaba que me vieras.

— ¿Siempre estuviste cerca de mí? —pregunto Arusa.

—Te he observado todo este tiempo, te he visto crecer, te he visto hacerte daño, he corrido a auxiliarte las veces que como loca corrías en esa motocicleta del demonio. «Ja, ja, ja, yo hablando del demonio» pero es la verdad he compartido cada uno de los días de estos seis años que te creíste sola, para mí fue un dolor muy grande ver cómo te acababas la vida inconscientemente.

—Me has estado observando durante todos estos años, entonces esa era la razón por la que siempre creí que me veían, pensé que me estaba volviendo loca.

—No mi amor, siempre estuve ahí, a tu lado, observándote dormir y queriendo meterme a tu cama. —Abaddona la miro de un modo lascivo y le guiño un ojo y ella entendió que no le mentía, que la deseaba igual que ella a él, estaba conociendo un lado diferente de Abaddona, su lado sexy y pícaro, ambos le fascinaban; el serio y el divertido.

Abaddona la abrazo fuertemente contra su pecho, mientras le acariciaba los cabellos, Arusa empezó a sentir sueño nuevamente, pero esta vez, él no se preocupó ahora ya no debía ocultar sus alas nunca más ante ella, ahora era libre, ella sabía su secreto.

Se quedó dormida en su regazo, había sido un día de muchas emociones y muy intensas.


7

La Búsqueda

Asmodeo se levantó de su cama molesto por la premonición, todo lo que había creado y conseguido estaba a punto de venirse abajo; empezó a caminar de un lado a otro inquieto y a esto se sumaba la desaparición de Ariel, como era posible que se les hubiese escapado en sus propias narices, eso era lo malo de rodearse de inútiles buenos para nada.

Porque sus subordinados no tenían la inteligencia y la sagacidad de esos miserables arcángeles, sus secuaces se habían corrompido con el mundo humano y ahora más que ayuda eran un estorbo.

—Encuentren a Ariel —Grito con voz como de trueno — él no puede haberse ido muy lejos, busquen por todos los confines de la tierra, por debajo de la más miserable roca, él debe haberse ocultado nuevamente a llorar por la pérdida de su amada, cobarde traidor.

— ¡Astaroth! —Grito furioso — ¡Donde mierda estabas! te dije que lo vigilaras día y noche si era preciso, te advertí que si te descuidabas, tu ibas a pagarlo muy caro.

— Mi señor, no sé qué paso, de verdad lo juro, desapareció de un momento a otro, lo busque en todos sus lugares favoritos, edificios altos, acantilados y no lo pude encontrar.

—No sé cómo pude confiar en ti, animal rastrero, eres un inepto; algo tan fácil y lo hechas a perder, ¿es qué no has aprendido nada en todos estos siglos?

—Señor, tenga compasión, recuerde que jamás le he fallado, siempre he sido su mano derecha —Replico Astaroth, inclinándose hasta casi llegar al suelo.

—Bien, bien —dijo Asmodeo— te perdonare esta vez, pero necesito que lo encuentres como sea, no permitas que Naiara lo encuentre primero, si se encuentran se descubrirá todo y no lo puedo permitir, ella es mía ¿lo entiendes?, no puedo dejar que se encuentren.

—Amo, pero en todos estos siglos no se ha sabido nada de ella, como puede estar seguro.

—Porque la siento, su aparición está cerca, está a punto de despertar. Además Lilith se ha ido y eso es muy extraño.

— ¿Pero dónde está ella señor? — pregunto tímidamente Astaroth.

—Esta con los humanos, no sé qué les ve a esos asquerosos animales, que se revuelcan en su propia porquería, cuando aquí puede tener todo lo que quiera con solo pedirlo. Pero no importa eso, encuentra a Ariel y lo traes a mi presencia aunque sea encadenado, ya lo sabes a mí no me temblara la mano para acabar contigo, tu sabes que no soy Dios, y yo jamás óyelo bien, jamás perdono una ofensa o una traición y ahora retírate de mi presencia y no regreses sin él, ¿lo has entendido?

—Sí señor, lo entendí —pronunció Astaroth con una mueca de disgusto dibujada en su cara. Odiaba a Ariel, pero más odiaba a la sombra que se alejaba, odiaba al tirano, al embaucador.

Cuanto daría por estar en su lugar, por gozar del poder que se le había ofrecido al principio de la rebelión, pero lo único que había conseguido al seguir a Asmodeo era convertirse en un simple lacayo lameculos.

Donde demonios se habría metido Ariel, que era lo que se traía entre manos, su desaparición no era una simple casualidad y estaba muy seguro que la culpa de todo lo tenía esa humana que le había robado el sentido.

Pero si tenía que hallar a esa humana para dar con él, lo haría aunque le costara un gran esfuerzo a él tampoco le convenía que Ariel descubriera la verdad de lo que paso al principio de los tiempos.

Dar con la humana seria como robarle un caramelo a un niño, pensó.


Reencuentro

—Ary, despierta, despierta —le gritaron mientras sacudían sus hombros con fuerza, abrió los ojos asustada mientras miraba sobresaltada el lugar donde estaba, trato de enfocar bien, volvió a mirar a su alrededor el carro se había detenido, y las muchachas estaban bajando las maletas, al fin habían llegado.

— ¿Cuánto tiempo había dormido? —Se preguntó, hizo un cálculo mental quizás unas ocho a diez horas habían pasado desde su salida de la ciudad. Por fin habían llegado a su destino, la hacienda se veía tan grande y tan extraña, parecía una inmensa mole en medio de un verde campo, aun no entendía por qué habían llegado a ese lugar, solo sabía que debía estar ahí, según lo ordenado por su padre.

Que decisión más absurda pensó, si ellos tenían siempre habitaciones reservadas en un hotel exclusivo, porque de repente tenían que marcharse lejos de la ciudad a enterrarse en el olvido.

— ¿Señorita le ayudo? —le preguntaron, « ¿esa voz?, ¿esa voz?» se dijo internamente mientras su corazón latía con fuerza, ¿sería Abbo? no estaba segura, pero la voz ya la había escuchado antes, levanto la vista para ver a quien le pertenecía esa voz, tan conocida por ella.

Una mano morena, curtida por el sol, levanto su maleta sin mucho esfuerzo y le indico la entrada a la hacienda con un ademan de sus manos, el joven que le hablo al principio llevaba el torso desnudo, unos pantalones jeans gastados, botas de caña alta y un sombrero de paja que le cubría la mayor parte del rostro.

Atardecía cuando empezó a caminar tras el joven que la estaba ayudando, la puerta de la hacienda se alzaba imponente frente a ella, las sensaciones raras no se alejaban de ella, su estómago estaba contraído en un puño mientras el corazón lo sentía a punto de escaparse por su boca, tomo aire con fuerza y se obligó a seguir al joven mientras observaba con detenimiento las ventanas de gruesos barrotes estilo colonial que abundaban en la fachada de la hacienda, le parecían más las ventanas de una prisión que las de una casa.

No recordaba haber ido nunca a esa casa-hacienda, por más que trato de recordar no vino ninguna imagen a su mente, el personal estaba de pie en la entrada dándoles la bienvenida, no sabía cómo se habían enterado de la llegada pero al parecer ya tenían todo listo y preparado, seguramente mientras dormía su tía se comunicó con ellos.

Cruzo la gran puerta y en medio del salón una doble escalera les daba la bienvenida, el joven le indico con un ademan de su mano que subiera por la de la izquierda, ella siguió al joven que no había vuelto a pronunciar más palabras desde que la invitara a seguirlo.

Observo detenidamente al joven que la guiaba por las escaleras, era tan callado, tan enigmático, y le recordaba tanto a Abaddona, que eso le inquietaba aún más.

—Esta es su habitación señorita —le dijo muy parcamente— cualquier cosa que necesite puede solicitarlo a Mery, es la cocinera de la casa, ella hará que la atiendan como se debe, ahora con su permiso yo me retiro.

Y se marchó tan silenciosamente como había aparecido.

Recorrió su nueva habitación tratando de adaptarse a ella, era tan extraña pero a la vez tan familiar, tenía un ventanal de lado a lado en una de las paredes desde allí se podía observar los campos agrícolas que en esa temporada se mostraban verdes, se dio la vuelta y una cama inmensa ocupaba un lado de la habitación, parecía hecha para una princesa, un arcón a los pies de la cama le hizo suponer que ahí se encontraría la ropa de cama , hacia la izquierda un armario antiguo estilo colonial y un tocador moderno que desencajaba con la habitación, daba la impresión de que ese mueble había sido adquirido recientemente, se preguntó que le habría sucedido al mueble que antes estuvo ahí.

Se acercó a mirar minuciosamente y vio que la alfombra que cubría la habitación justo en la parte del tocador no había sido colocada correctamente, jalo un poco y se dio cuenta que el piso estaba quemado, « vaya— pensó — creo que descubrí como es que desapareció el antiguo».

Se sentía incomoda con el vestido que llevaba, demasiado apretado y muy revelador tenía tantas ganas de quitárselo y volverse a poner un jean y un top, pero ahí donde conseguiría algo de eso, se resignó y siguió observando la habitación.

—Tendré que ir a la ciudad más próxima a conseguir ropa — Se dijo mientras abría el antiguo armario y se daba con la sorpresa de encontrarlo lleno de ropa que al parecer era de su talla, comprada expresamente para alguien de su talla ya que incluso aun mantenían las etiquetas puestas, cogió unos shorts y un polo y corrió directamente a la ducha, necesitaba un baño con urgencia.

Ya más calmada saco su celular que era lo único que mantenía con ella y que no resultó dañado en el incendio y se dispuso a escuchar música, quería que su padre se comunicara con ellas y que se las llevara a casa de nuevo, la hacienda le producía escalofríos y una sensación de temor la inundaba.

Solo quería aturdirse y no pensar, había perdido el apetito con todo lo ocurrido y un fuerte dolor se había instalado en lo profundo de su cabeza, busco música en el celular, quería algo fuerte, pero a la vez lento, quería no comprender y nada mejor para sacarla de ese mundo que Shōnan no Kaze, le gustaba mucho el tema Sumire Uta, no comprendía el japonés, pero era perfecto para perderse por unas horas.

Se recostó sobre la cama y cerró los ojos, no pretendía dormir, había dormido tanto durante el viaje y ahora solo quería dejarse llevar por la música reggae, un súbito movimiento de aire la saco de su letargo, no recordaba haber abierto el ventanal, abrió los ojos y él estaba ahí, observándole.

—Te vez hermosa, con esos mini pantalones —le dijo, mientras le daba un beso en los labios —Aun más diría que estas sexy, estas como para comer y para llevar.

—Oh por Dios —dijo Arusa ruborizándose un poco — pensé que estaba sola, tenemos que hacer algo para que no me asustes cada que te aparezcas.

—Lo siento mi vida, es que no aguantaba más tiempo estar observándote en silencio y no poder acercarme a ti.

El corazón de Arusa empezó a latir con fuerza por la emoción de estar tan cerca, se incorporó sobre la cama, mientras él se sentaba a su lado y subía las piernas cómodamente sobre el colchón.

—Oye no seas tan sinvergüenza, por lo menos pide permiso para subirte a la cama —le dijo Arusa tratando de sonar ofendida, pero en el fondo muy complacida de que el fuera tan abierto y osado.

— Si quieres me levanto y me voy —Respondió él haciéndose el ofendido a su vez —pero sé que tu estas contenta de que este aquí al lado tuyo, se nota a leguas de que te mueres por mí.

— Ja, Ja, Ja —Rio ella sin poder contenerse — Pero que te has creído, pedazo de engreído, mira que he sobrevivido sin ti todos estos años, no me has hecho ni tantita falta.

— Eso ni tú te lo crees nena.

—Tienes razón me encanta tenerte tan cerca, me parece un sueño saber que estas aquí a mi lado.

—Siempre lo estuve Ary, jamás deje de estar a tu lado, te he protegido desde el día en que te conocí — Le dijo el muy quedamente.

—Nunca me contaste la verdad sobre nuestro encuentro.

Abaddona la abrazo tiernamente mientras acariciaba sus cabellos y los olfateaba se sentía embargado con el aroma a sándalo y rosas que brotaba de ellos.

—Me fascina como hueles —menciono mientras cerraba los ojos y volvía a aspirar su aroma.

—Abbo, cuéntame y no te salgas por la tangente, como fue.

—Bueno, yo estaba en una misión — Le dijo mientras le daba tiernos besos en la oreja, — mi jefe me envió a seguir a su mujer, que nuevamente se encontraba en la tierra, ella desapareció en mis narices y no pude encontrarla, pero te encontré a ti y desde el principio llamaste mi atención por la fuerza que desprendías, tu sola presencia me llenaba y me calmaba.

— ¿Pero cómo puede ser? —pregunto ella inquieta.

—La verdad —Dijo el mientras mantenía la cabeza gacha y las manos en un puño — es que yo, me alimento de las tristezas de los seres humanos, una especie de vampiro, podríamos decirlo, absorbo la negatividad de las persona y se convierten en energía dentro de mí. Y tú eres una fuente inmensa de ese poder, lo más extraño es que a pesar de que tomaba tu energía tu seguías como si no pasara nada, otras sin embargo se hubieran desmayado o finalmente suicidado. Pero tu no.

— ¿Es por eso que estabas ahí, aquel día? Inquirió curiosa.

— Si, pero no era la primera vez que lo hacía.

— ¿Tú eras esa fuerza que no permitía que me lanzara por el risco?

—Es correcto, era yo.

—Pero la última vez, llegue a lanzarme ¿no es así?

—Tienes razón, la última vez llegue tarde y vi cuando caías al barranco, no tuve otra opción más que salvarte. No podía permitir que acabaras con tu vida, tu no.

— ¿Por qué dices que yo no? Ah bueno supongo que dado que absorbes la energía negativa de las personas habrás estado presente en muchos suicidios ¿no es cierto?

— Tienes razón, pero solo hubo uno que me marco profundamente.

— ¿De quién fue? —pregunto Arusa aun sin querer saber, algo en su interior le decía que no preguntara más.

—Fue de alguien a quien ame con todo mi ser y que se suicidó al enterarse quien era yo — Respondió Abaddona muy tristemente.

—Lo lamento mucho, no quise traerte recuerdos tan tristes.

Continuaron en silencio, mientras una pisca de celos se había instalado en el corazón de Arusa, no tenían razón de ser, ya que la mujer estaba muerta pero le molestaba que él se hubiera enamorado antes, que hubiera un antes de que la conociera, le dolía no haber sido la única mujer en su vida. Abaddona volvió a tomar sus cabellos suavemente pero de pronto se levantó de la cama como un resorte alejándose de ella instantáneamente.

— ¿Qué paso? —Pregunto Arusa— ¿Qué sucedió?

—Ary, tú no tenías este mechón rojo, ¿te los has tinturado? –pregunto él.

— ¡No! —Respondió ella rápidamente— apareció de pronto. Mi tía me ha mencionado que es de familia, ella tiene el cabello completamente rojo, aunque mi madre y mi padre lo tienen completamente negros.

— ¿Por qué? —pregunto inquieta, ¿es algo malo?

— No lo sé —le dijo el extrañado, mientras volvía con ella a la cama nuevamente, sus ojos se quedaron mirando un punto fijo, mientras Arusa se acurrucaba sobre su regazo.

—No puede ser —pensaba internamente Abaddona — Mi ángel tenía el pelo completamente rojo algo extraño está sucediendo aquí y debo averiguarlo antes que suceda algo malo.

Se quedaron en silencio por un buen rato, abrazados el uno al otro, como si fueran uno solo, era tan bello tenerse cerca. De pronto él se puso tenso nuevamente, se respiraba en el ambiente algo extraño, un olor diferente, sobresaltado se levantó inmediatamente mientras la manija de la puerta giraba, le dio un beso rápido en los labios y desapareció.

—Ary, estaré aquí contigo, no te preocupes —le dijo, mientras se iba.

Arusa se fue directamente a la puerta y la abrió de par en par, su tía estaba frente a ella, completamente bella con su larga cabellera roja llegándole más abajo de la cintura, tenía una belleza rara, su piel era tan blanca y sus ojos verdes tenían un brillo especial que cambiaban de tonalidades de acuerdo a la luz, por un momento habría jurado que estos eran tan rojos como sus cabellos, pero como podría ser, jamás había oído hablar de ojos rojos, tal vez eran lentillas cosméticas.

Paso adelante sin ser invitada, algo que fastidio intensamente a Ary, siempre le había gustado su privacidad, pero comprendió que en esa casa no la tendría jamás, hubiera querido salir corriendo de allí, pero nuevamente tenía esa sensación, ella le producía miedo y hasta quizás un poco de repulsión, era bella pero había algo en ella que le incomodaba, y no sabía que era.

Lilith seguía mirando la habitación con una mirada inquisidora como si buscara algo. Arusa se sintió molesta por la intromisión y más molesta por que Abbo se había ido por causa de ella,

— ¿Tía que buscas? —Pregunto molesta.

—Nada querida —respondió con una extraña sonrisa, que pretendió ser amable —solo observaba, esta habitación fue mía por algún tiempo.

—Uhmm –murmuro Arusa— «de todas las habitaciones, me tenían que haber dado esta, una que le traía recuerdos a la tía» pensó.

—Tía si lo deseas te devuelvo tu habitación y asunto arreglado ¿te parece?

—No querida, quédatela, yo tengo la habitación principal y aquí entre nosotras, es la mejor de todas, solo fue un poco de añoranza, eso fue todo, pero en fin a lo que vine, tienes que bajar a cenar, ya nos están esperando.

—Si tía —respondió Ary con desgano pero ella no quería cenar, quería quedarse allí, sabía que Abbo regresaría.

—Por cierto —dijo Lilith, mientras daba la vuelta en dirección a la puerta — ¿con quién estabas hablando?, me pareció escuchar voces.

Arusa quedo de una pieza, pero trato de disimular,

—Nadie tía, solo escuchaba música —respondió rápidamente caminando hacia la puerta para abrirla, nos vemos en la cena, ya bajo, tengo que arreglarme un poco.

Su pregunta le había causado incomodidad, tenía que irse definitivamente de esa casa, así que llamo a su padre al celular, espero un rato, pero nadie contestaba, al parecer el maldito aparato estaba apagado, llamo a su madre y fue lo mismo «¿Qué podrían estar haciendo?,» se preguntó intrigada.


9

Nada que esperar


Todo estaba en silencio y la calma besaba su corazón, se dio cuenta que había llegado el momento de decidir qué era lo más importante, que era lo que tenía prioridad en ese momento, por un lado protegerla era importante y por otro no podía dejar que ella creyera que la había abandonado nuevamente, pero no había tiempo en cualquier momento llegarían.

Sabía que con su decisión ambos saldrían lastimados pero no podía permitir que le hicieran daño nuevamente, eso no sería justo.

Ahora estaba ahí, en un cuerpo que no le pertenecía, sin saber por cuánto tiempo más tendría que hacerlo, esconderse era una prioridad, no podía permitir que llegaran a ella por medio de él.

La última noticia que había recibido de E-Den era que lo estaban buscando, seguramente Astaroth no había podido callar y se lo había contado todo a Asmodeo, ¡No! Se dijo así mismo, él lo conto a propósito.

Aun no entendía el odio desmedido de Astaroth hacia él, tarde pero se dio cuenta de que había sido tontamente engañado por su mejor amigo.

Sacudió su cabeza tratando de concentrarse, no podía distraerse, lo que iba a hacer era demasiado delicado.

Recordó la primera vez que tomo un cuerpo humano, fue tan incómodo que se juró nunca más volver a hacerlo, era triste escuchar los gritos del anfitrión, lo aturdían y no lo dejaban pensar.

Solo una vez había tenido la necesidad de apoderarse de un cuerpo humano y desde entonces se había negado a hacerlo, solo le bastaba volverse corpóreo, pero sabía que debía ocultarse, no podía seguir siendo un ángel por mucho tiempo, Astaroth lo detectaría y vendría con los guardias a llevárselo y solo Dios sabía que harían con Arusa.

No, no había otra solución, no podía hacer nada más, tendría que ocultarse, ya antes lo había hecho tan bien, que no había sido detectado, hasta que decidió entregarse a los rebeldes con el único fin de salvar una vida.

Tan lejano le parecía ese aciago día, había tomado una decisión estúpida pero en ese momento había pensado que era la única forma de salvar la vida de su amada, que tonto fue al confiar en ellos y de nada sirvió, puesto que finalmente ella se suicidó.

—Ariel, decidiste volver —le recrimino Astaroth.

—Si —respondió este— decidí hacer lo que ustedes me pidan.

—Bienvenido hijo —le dijo una voz entre las penumbras del salón, Ariel se sobrecogió instantáneamente.

—Ven aquí a mi lado debemos hablar —continuo la voz— hay cosas que no son realmente lo que parecen, piénsalo, te estuvieron mintiendo todo este tiempo, mi querido amigo.

— ¿En verdad lo cree así, mi Señor?

—Por supuesto que ¡Sí! ¿Te parece justo que no puedas estar al lado de tu amada?

— ¿Cómo lo sabe?

—Yo lo sé todo, recuerda ¡soy omnipotente!, sé que te enamoraste, quien no lo haría, esa humana es muy bella, creo que es la más bella de su especie, hasta yo, si no estuviera enamorado de mi Lamia, lo podría haber hecho.

—Tenga cuidado mi Señor — dijo muy quedo Astaroth.

—No te preocupes, que Ariel es de confianza ¿no es así?

—Sí Señor. No se preocupe mis labios están sellados.

—Lo sé, lo sé; en fin, recuerda que si Lamia se entera de lo que estoy diciendo me mata y la mata a ella, ¿así que esto será nuestro pequeño secreto, entiendes?

Ariel, permaneció en silencio mientras con un movimiento de cabeza asentía, pero estaba seguro de que estaba cometiendo el error más grande de su vida, el jamás había visto la traición como un modo de vida, pero por ella él era capaz de hacer lo que fuera.

—Pero no te preocupes, la humana no me interesa — Dijo en voz alta —«no por ahora— pensó» Y al decir esto soltó una estruendosa carcajada que prácticamente dejo helado todo a su alrededor.

Ariel había escuchado tantos rumores sobre él, y ahora ante su presencia no tenía nada más que admitir que se encontraba ante el ángel más bello de la creación, no entendía porque se había sublevado ante la autoridad y de sobra sabía que no debía confiar en él, puesto que era un embustero y un traidor.

Pero hasta él mismo consideraba injusta la prohibición acerca de enamorarse de un humano y eso había sido lo que los acerco y ahora ante la cercanía de la muerte de su amada hasta el enemigo más peligroso podía ser un acertado aliado.

Solo tenía que mantener su posición, era neutral en la guerra que se estaba llevando a cabo, lo único que haría sería presentar las peticiones de los rebeldes ante el Anciano de días.

Su posición era clara, pero sus sentimientos se rebelaban ante la autoridad, no quería alejarse de ella aun cuando sabía que él había sido creado para amar y proteger a todos los seres humanos, él no podía amar como un hombre amaba a una mujer, él no era un hombre, era un ANGEL”


10

Amaneció nuevamente y Arusa no tenía ganas de levantarse de la cama, había estado sumida en una profunda melancolía, sin fuerzas para levantarse lo peor era que no la dejaban ni a sol ni a sombra, siempre estaba con alguien, si no era su tía, era cualquiera de sus hermanas, casi no podía respirar de lo asfixiada que se sentía.

—Ya no soporto más —se decía así misma— debo salir de aquí, huir si es preciso, algo raro esta ocurriendo, Lily me tiene completamente vigilada, no me deja ir sola a ninguna parte. Pero mis hermanas, ellas sí, claro ellas pueden ir venir del pueblo cada que les da la gana, pero yo… yo, debo quedarme aquí —Gruño molesta.

Se miró nuevamente en el espejo de mano, su cabello ahora era una mata roja con un mechón negro cayéndole sobre los ojos, solo estaba a un día de su cumpleaños veintiuno y su melena había cambiado inmensamente en las casi dos semanas que llevaba recluida en la hacienda.

Todo era extraño desde su llegada había tenido fiebres nocturnas, despertaba gritando, su sueño se veía inundado de pesadillas, pensaba que se estaba volviendo loca, ya no soportaba esa situación, unas ojeras inmensas rodeaban sus ojos y hasta esos estaban cambiando, cuando se miraba al espejo sus ojos negros adquirían tonalidades rojizas.

No había vuelto a ver a Abaddona desde que su tía sospechara que hablaba con alguien, hasta su celular había sido incautado bajo pretexto de que no había señal en la hacienda y que no era necesario.

Se sentía enferma de soledad y angustia, extrañaba a Abbo con todo su ser, pero por lo menos Pato se había aparecido de un momento a otro, todas se preguntaban cómo había hecho para viajar tan lejos y dar con ellas.

Bajo a desayunar como todos los días, un poco de pan y leche no deseaba nada más, últimamente su estómago resentía los alimentos, no los aguantaba terminaba vomitando y cada vez se sentía más débil.

Termino su frugal desayuno y quiso levantarse pero un mareo la hizo agarrarse de la mesa con fuerza para no caerse.

— ¿Ary, estas bien? —pregunto Mery inquieta.

—La verdad no, nanita —le dijo casi sin voz— me siento muy débil no sé qué me está sucediendo, es como si fuera otra, o como si algo quisiera salir de mí interior, tengo mucho miedo nanita.

— ¡Mery! —Grito Lilith que acababa de entrar al comedor—deja de preocupar a la niña, es normal lo que tiene, solo es el cambio de ambiente, ya se acostumbrara.

— ¡Tía! —Dijo Arusa en un ruego— Necesito ver a mis padres, necesito saber que ha pasado con ellos, porque no han venido a buscarnos. Ya tenemos quince días aquí y no hemos sabido nada de ellos, estoy muy preocupada, no sé qué haría si algo les hubiese pasado.

—Bueno Ary, las investigaciones continúan, hoy temprano hable con mi hermana, y me dijo que las llamarían por la tarde, lo más probable es que lleguen a final de la semana, así que ya puedes tranquilizarte.

Pero Arusa no estaba tranquila, le pareció tan ambigua su respuesta, su madre odiaba el campo, por eso nunca habían ido antes, pero bueno ella tendría que aceptar la decisión que tomara su padre.

Nuevamente intento levantarse de la mesa, pero al ponerse de pie su cabeza empezó a dar vueltas, miro alrededor suyo buscando en donde apoyarse, todo le parecía extraño, raro; veía a su tía de una manera diferente, tenía un halo de oscuridad a su alrededor, un frio súbito la envolvió miro hacia Mery en busca de ayuda, el rostro de esta mujer era de una ternura infinita, su cabeza seguía girando y girando sintió una punzada en el pecho y finalmente cayó al piso desmayada.

— ¡Abbo, donde estás! ¡Dónde estás! —gritaba, gritaba mientras lo buscaba por esas calles oscuras, nunca había estado en ese lugar y no sabía cómo había llegado hasta ahí, pero tenía la fuerte necesidad de buscarlo le hacía mucha falta, cada día que pasaba sin verlo se marchitaba su corazón.

Trato de recordar cómo había llegado a ese lugar, su mente empezó a recordar, había entrado por una puerta y llegado al prado, aquel prado al que siempre le llevaba Abbo, había recorrido casi todo cuando a lo lejos vio las luces de un pueblo, camino hacia allí, aunque le dolían los pies y empezaban a sangrarle por caminar tanto tiempo sin zapatos, sentía que tenía que seguir buscándolo, sabía que él estaba por ahí, en algún lado.

Las calles eran muy estrechas, la oscuridad empezaba a reinar mientras unas tenues luces iluminaban lo poco que podían, dando toques fantasmales a aquello en lo que se posaban.

Escucho ruidos detrás suyo, risas quedas cada vez más cerca de ella, camino más rápido el miedo la inundaba, su corazón se aceleraba a cada paso que daba, sus piernas ya no le querían responder de lo cansada que estaba, hizo un último esfuerzo y empezó a correr desesperadamente.

No podría durar mucho en esa situación, pronto cedería al cansancio y ahí terminaría todo, pero no le importaba, siguió corriendo, las risas a su espalda eran cada vez más fuertes, estaban por alcanzarle.

Abaddona le había dicho que jamás se aventurara a ir sola, pero era tanta su necesidad de él que su inconsciente la había trasladado sin mirar las consecuencias.

Se detuvo frente a una casa destartalada, un fuerte dolor en la espalda la hizo doblarse en dos, sintió que su piel se rasgaba en su espalda, los ojos le ardían como si tuviera fuego dentro de ella y la cabeza parecía querer estallarle, su cuerpo ardía como si se estuviera quemando, de pronto las risas pararon y todo quedo en silencio. Finalmente la habían alcanzado.

—Mi señora, disculpe usted —dijo una voz desde la oscuridad— creímos que era un humano perdido.

Arusa se quedó quieta, mientras ellos retrocedían haciendo una reverencia; eran más de cinco, todos grandes y fornidos. Miro hacia atrás para ver a quien se dirigían en ese tono, pero no había nadie a parte de ella.

— ¿Qué era lo que me habían dicho? — se preguntó, aun no comprendía lo que estaba sucediendo.

—Mi señora —volvió a repetir la voz— por favor no le diga al amo, se molestara mucho con nosotros, y seremos castigados por confundir a su Lamia, con una vulgar humana, por favor señora, no nos delate.

—Está bien, no diré nada —contesto rápidamente, con la voz más áspera que podía fingir—pero aléjense inmediatamente de aquí.

—Señora, este lugar es muy peligroso, si usted desea podemos acompañarla a buscar lo que sea que esté buscando. —le dijo el que parecía ser el líder de los cinco.

— ¡No! —Dijo ella en un último intento— aléjense de aquí de inmediato. Déjenme sola, no los necesito.

Y ellos se fueron rápidamente, tal y como habían aparecido. Pronto se quedó sola nuevamente, el dolor que sentía era intenso, no supo cómo había aguantado el dolor cuando se enfrentó a esos cinco extraños.

Trato de respirar, el pecho le dolía con fuerza, pero la espalda la estaba matando, de repente su rostro se perturbo, acababa de verse en un charco de agua.

—No puedo ser yo —se decía— es imposible.

El rostro reflejado en el charco era el de su tía, no podía ser ella.

— ¡Nooooooooo! –grito presa del pánico.

— ¡No! —volvió a gritar, hasta que le dolió la garganta, no podía ser cierto, no podía ser cierto aquello que estaba viendo, esas aberraciones en su espalda, seguro estaba soñando de nuevo.

Su profundo grito rompió con el silencio de la noche.

Cerró los ojos con fuerza y trato de despertar, los abrió nuevamente, seguía en el mismo lugar, el mismo charco, pero ella había vuelto a ser la misma.

Súbitamente tomaron fuertemente su brazo.

— ¡Qué hiciste! —le dijo una voz saliendo de la oscuridad.

— ¿Abbo, eres tú? —Pregunto desesperadamente— estaba buscándote.

—Ary, este lugar es muy peligroso —respondió el más tranquilo, mientras acariciaba sus cabellos— te lo dije cariño, no debes venir aquí sola, es muy peligroso, podías haberte cruzado con los guardianes, y si ellos te encontraban, jamás hubiera vuelto a verte —comento Abaddona con un tono de preocupación, mientras sus alas aparecían tras su espalda.

—Vamos toma mi mano, te llevare a la entrada de tu mundo, tienes que despertar, todos están preocupados por ti, por favor hazme caso.

Tomo su mano y la condujo rápidamente a la salida de ese lugar, el campo estaba muy oscuro, mientras sus alas resplandecían con unos destellos verdosos.

Se detuvo a la entrada, del umbral, depositándola muy suavemente.

—Cariño por favor, has caso a todo lo que te diga Mery, ella es una buena persona y cuídate de los demás, ¿me lo prometes?

—Si —respondió Arusa— te lo prometo.

Cruzo el umbral del portal y empezó a caminar, mas consiente esta vez miro hacia los lados, estaba en un corredor angosto y muchas puertas estaban distribuidas a lo largo, siguió caminando apresurada, a lo lejos una luz salía por las rendijas de una puerta cerrada, se acercó y giro la manija, la puerta se abrió lentamente y se encontró en su habitación, se vio recostada en la cama rodeada de sus hermanas, todas ellas de cabellos largos, su tía le tenía la mano suavemente cogida, mientras un extraño le miraba desde la esquina de su habitación, era el mismo joven que le había ayudado con las maletas al llegar a la hacienda, pero en su rostro se veía pena.

Quiso regresar por donde había venido pero la puerta había desaparecido, se sintió atraída por su cuerpo y fue absorbida nuevamente dentro.

Que era todo aquello que había visto, porque le pareció tan familiar aquel lugar. Algo estaba sucediendo y tenía que descubrir la verdad de todo eso.

Poco a poco un sopor empezó a envolverla y ya no pudo más.


11

Sin Recuerdos

—Es tu hijo, Asmodeo —suplico ella, casi exigió— no puedes permitir que lo maten, recuerda también es hijo tuyo.

—Lo se mi amor —respondió el cínicamente — Pero yo no puedo hacer nada, bien sabes que mi hermano los ha enviado para vengarse de mí.

—Él bebe no tiene la culpa de nada Asmodeo, no tiene que pagar por esto, ayúdame por favor.

—Entiende que no puedo, yo no suplico si ha de morir que lo haga, podemos tener otros.

—Maldito seas Asmodeo, has algo, habla con tu hermano, él te escuchara.

—No Lilith y es definitivo comprende que el miedo de mi hermano a perder su lugar en E-den es tan grande que tuvo que convencer al Anciano para que se librara de mi exiliándome en la tierra, en este lugar de miserables; su temor es muy claro al haber enviado a sus perros para amedrentarnos, pero no lo lograran.

—Asmodeo —volvió a suplicar ella.

—Vayan y díganle a ese miserable, egoísta que yo; Asmodeo, no me rindo y que no se preocupe que yo no quiero su lugar, ese lugar no es digno de mí. El único lugar digno de mi es el de mi padre y cuando lo obtenga, el no será más que mi esclavo y tendrá que rendirme pleitesía.

— ¡No mientas más Asmodeo! —Gritaron al unísono los visitantes— Miguel no nos ha enviado, solo vinimos por la fugitiva, debemos llevarla de regreso a donde pertenece.

— ¡Lilith!, Por favor acéptalo —suplicaron— tu sabes que tu lugar es E-Den, no puedes permanecer aquí, rodeándote de traidores, de estos seres viles que rechazaron la gobernabilidad y las decisiones tomadas por el Anciano, comprende Lilith tu rebeldía será castigada y esa decisión sabes que es inquebrantable.

Lilith los observo indecisa, pero con la rabia corroyéndola por dentro, había pasado demasiado tiempo con Asmodeo y la corrupción había hecho presa de ella irremediablemente. La corrupción es como el moho siempre termina contaminándolo todo. Cuánta razón tenía el Anciano al decir “Si tu ojo derecho te hace pecar, es mejor sacarlo antes de que termine corrompiendo al resto”

—Lilith reacciona por favor —volvieron a suplicar, pensando que con los ruegos ella accedería — el Anciano de días nos envió a buscarte, debes volver con tu esposo, si no vuelves con él, serás castigada y no podrás responsabilizar a nadie por tus decisiones equivocadas.

— ¡Jamás! —grito ella finalmente — jamás volveré con ese hombre que cree que yo soy su esclava, él no puede decidir por mi vida, somos iguales, tenemos los mismos derechos y es más, incluso yo soy más inteligente y hermosa que él, el solo es la roca en la que me poso, aun no entiendo por qué el Anciano tuvo que dármelo como pareja, yo no lo quiero y no lo acepto. Me rehúso a doblegarme ante tanta humillación.

— ¡Lilith!, siempre orgullosa y vanidosa, ¿no cambiaras de parecer? —Preguntaron al unísono — te lo advertimos nuevamente, si te quedas, todos los hijos que tengas con algún traidor morirán, ni uno quedara con vida.

— ¡No! por favor tengan piedad —suplico ella abrazando a su pequeño niño recién nacido contra su pecho, un niño que tanto había ansiado — es tan solo un bebe, no pueden hacerlo, sería un crimen.

—Lo lamentamos Lilith, pero está decidido si tú no regresas, el tendrá que morir en castigo a tu desobediencia. Recuerda la ley Lilith, el pecado de los padres será cobrado en los hijos, y en los hijos de sus hijos, hasta la cuarta generación.

—Asmodeo, por favor —suplico ella nuevamente mirando a su pareja —Asmodeo por favor has algo, debes impedirlo. Habla con Miguel.

Pero él ni siquiera la miro, simplemente se retiró del lugar, entrando nuevamente a la cueva donde se ocultaban de la mirada del Anciano de días, aun cuando sabía, que para él no había nada oculto, ni en el cielo ni en la tierra.

Un fuerte dolor en el pecho, le hizo abrir los ojos muy grandes, sus hermosos ojos esmeraldas mostraban señales de angustia y desesperación mientras gruesas lágrimas amenazaban con inundarlos, miro al niño que tenía en sus brazos, pero este ya no respiraba, estaba muerto como si solo se hubiera dormido en sus brazos.

—Noah, mi vida despierta, abre tus ojitos para mí por favor, soy mamá, soy mamá. Mi vida no me dejes por favor, quédate conmigo —Rogo, mientras lo besaba en sus manitas rosadas, tan frágil e inocente, pero ya no le respondía, su cuerpo estaba flácido e inerte.

— ¡Que hicieron malditos! ¡que hicieron! —grito ella aún con lágrimas en los ojos, como pueden decir que nos aman, que nos protegen, si no tuvieron compasión de un niño, él no podía defenderse y ustedes lo mataron.

Levanto la mirada iracunda, sus ojos tenían un tinte extraño, eran rojos como la sangre y unas enormes alas negras brotaron de su espalda.

—Les juro que pagaran por esto, ustedes los vigilantes, pagaran muy caro el haberme quitado a mi hijo, ¡yo lo juro! — Grito mientras se elevaba en el aire llevando a su niño muerto con ella.

Mientras volaba empezó a planear su venganza contra el Anciano, uno a uno; cada uno de sus hijos caería y así ella calmaría su dolor, primero tendrían que caer los guardianes y luego Asmodeo caería junto a los demás, todos y cada uno de los que no la ayudaron sufrirían las consecuencias.

Ya no tenía nada que perder su primogénito había fallecido en sus brazos, si en algún lugar de su corazón existió el amor en ese momento desapareció dejando lugar a un odio tan inmenso por todo y por todos.

No le importaría el tiempo que tomara su venganza, lo conseguiría.

—Además ¡la venganza es un plato que se come frio!


12

Se sentía muy extraña cuando despertó, ellos la observaban de un modo muy raro, quiso levantarse pero su tía se lo impidió.

—Tienes que descansar querida, has tenido un día muy agitado, sé que te preocupas por todo y eso es lo que provoco tu desmayo, el doctor indico que debes quedarte en cama.

—Pero tía —murmuro ella.

—No, no, querida quédate en cama, nosotros cuidaremos de ti, hasta que te recuperes.

— ¡Bruno!, has que venga Mery, necesito darle unas indicaciones —dijo Lilith, mientras que el joven que estaba de pie en una esquina de la habitación, se movía rápidamente e iba rumbo a la cocina. Arusa lo observo detenidamente antes de que se marchara, sabía que lo había visto en algún lugar antes de su llegada a la hacienda pero nunca dejaba ver su rostro siempre lo mantenía oculto.

Unos instantes después regreso, trayendo a la vieja nana.

— Mery —dijo Lilith— mi sobrina necesita cuidados especiales, te la encargo, tengo que salir a la ciudad, debo conseguir las medicinas que me indico el doctor.

—Si señora —respondió Mery— Vaya sin cuidado, que yo cuidare de la niña, hasta que usted regrese.

Arusa se quedó a solas con Mery, ella le daba tanta confianza, y ahora más puesto que Abbo había mencionado que era la única persona en esa casa en la que podía confiar.

Se estaba quedando dormida, cuando sintió que Abbo acariciaba sus cabellos, cerró los ojos más tranquila, sabía que él estaba ahí y cuidaría de sus sueños.

—Te amo —le dijo— mientras seguía acariciándole.

Su espíritu emigro de su cuerpo y se encontró con Abaddona, el tomo su mano y la condujo a la puerta negra de inscripciones misteriosas y salieron de ahí raudamente.

Pero esta vez no estaban en la pradera, era un lugar diferente, estaban en una habitación de colores brillantes, parcamente amueblada. Abaddona la atrajo hacia su pecho, mientras le besaba tiernamente en los labios.

— Tenía tantas ganas de verte y sentirte así de cerca, mi amor. Que no encontraba la forma de acercarme a ti, con tanta gente a tu alrededor impidiéndote dormir.

—Yo también lo anhelaba, pensé que me habías abandonado nuevamente y me sentía morir.

—No mi amor, jamás te dejare sola.

—Tengo mucho miedo, me parece que algo va a pasar.

—No temas yo estaré contigo, no permitiré que te pase nada malo.

— ¿Abbo, te quedaras para siempre conmigo? –pregunto.

—Si —respondió el— me quedare todo el tiempo que tú quieras, solo me iré el día que tu decidas que ya no formo parte de tu vida.

—Eso no pasara jamás —respondió ella rápidamente, mientras lo abraza con fuerza.

— Abbo, debo decirte algo.

—No amor, no me digas nada en este momento, eso puede esperar. Lo único que yo quiero ahora es estar así contigo, besándote y acariciándote.

—Abbo, si yo te pidiera algo ¿lo harías?

— ¿Qué es? —Pregunto el inquieto.

—Deseo que me hagas el amor, quiero ser tuya.

— ¿Ahora? ¿En este momento? Ary tal vez deberíamos esperar un poco. Tú estas nerviosa y yo no quiero aprovecharme de ti, con lo sensible que estas en este momento.

—No Abaddona, después será demasiado tarde y tengo la sensación que más nunca volveré a verte. Abbo, por favor no me niegues esto —Suplico mientras rozaba su cuello con sus labios.

— ¿Estas segura? —La única respuesta que obtuvo de ella fue la presión de su cuerpo contra el suyo, Abaddona, la beso en los labios tiernamente al principio, luego con locura desenfrenada, hacia tanto tiempo que la deseaba y ahora estaban ahí juntos sin interrupciones, libres para amarse. Mientras la besaba el calor de sus labios lo abrazaba por completo.

La separo por un instante como para darle tiempo de arrepentirse, pero ella se impulsó y lo tumbo sobre el sofá mientras encontraba el camino hacia sus labios y los entreabría con su lengua.

Nada los separaría esta vez.

Abaddona la levanto del mueble mientras no paraba de besarla y la llevo a la cama que estaba en una esquina de la habitación, con manos temblorosas recorrió su espalda mientras trataba de soltar el sujetador, al ver la torpeza con la que se manejaba Arusa se alejó un poco, solo lo suficiente para poder quitarse la camiseta y retirar el fastidioso elemento, que no les permitía estar completamente desnudos, tiro con la punta del pie el pequeño short que llevaba.

El hizo lo mismo, ambos desnudos por primera vez se reconocieron con la mirada y con la fuerza de su pasión. Sería la primera vez para ambos, volvieron a besarse y luego el poco a poco descendió hasta sus turgentes senos y bebió de ellos cual niño de pecho.

Arusa sintió que él se abría paso entre sus piernas y ella estaba ansiosa por pertenecerle para siempre, poco a poco el cuerpo de él se fue tensando en su entrada del placer y con movimientos suaves y penetrantes se abrió paso dentro de ella, un ligero dolor le hizo apretar los ojos con fuerza, pero él se quedó quieto tratando de que el cuerpo de ella se acostumbrara a su presencia.

Se sentía llena al límite con el adentro, pero su cuerpo ansiaba más y adquirió vida propia, empezó a moverse tratando de sentirlo, al darse cuenta Abaddona que ella ya estaba lista empezó a moverse con mayor rapidez y fuerza, sentía su humedad recorriéndolo y eso lo excitaba enormemente.

—Te amo, mi Ary — le dijo entre sus labios.

—Y yo a ti —respondió ella totalmente embriagada de placer y apunto de correrse.

—Mírame Arusa, mírame correrme dentro de ti, siénteme.

Arusa abrió los ojos y mientras lo veía algo exploto en su interior, sentía como un volcán en su interior a punto de erupcionar, no quería que el parara, se sentía desfallecer de placer, sintió que él se agrandaba un poco más en su interior con cada embestida, se miraron a los ojos y todo exploto, poco a poco los movimientos de él se hicieron cada vez más lentos hasta que finalmente cayo rendido sobre su pecho. Ella se sentía lánguida de placer jamás había sentido una sensación así, era como si hubiese estado a punto de morir de felicidad.

Sus manos recorrieron suavemente la piel desnuda de su vientre, mientras ella daba pequeños gemidos de placer, le parecía un milagro estar así con ella tan íntimamente.

— ¿Abbo?, tengo que contarte algo.

—Dime —respondió el, mientras envolvía sus dedos entre sus cabellos.

—Cuando estaba dormida y empecé a buscarte me sucedió algo extraño.

—Cuéntame amor, que fue lo que viste que te ha conmocionado tanto— respondió el mientras besaba sus pechos.

—No podré hacerlo si continuas con lo que estás haciendo— dijo ella mientras suspiraba de placer.

—Ary un momento tienes que despertar alguien está tratando de ingresar a tu dormitorio — gruño el molesto y visiblemente afectado por la interrupción.

Ary abrió los ojos de inmediato y solo vio a la nana, parada en la ventana, pero Abbo no estaba, el único que estaba a su lado era Pato, su gato negro de ojos azules que se incorporó lentamente mientras miraba fijamente hacia la puerta de la habitación.

Tocaron muy suavemente y luego entraron.

—Hermanita como estas —dijo Betzy mientras se tiraba al lado de ella en la cama.

Arusa se impaciento, quería decirle que se fuera que era inoportuna, que estaba muy bien y que ella la estaba interrumpiendo, quiso matarla por hacer que Abbo se fuera, pero al mirarla, toda la rabia se le paso, su hermana a veces parecía tan infantil, no entendía cómo iba a casarse, no lo podía comprender.

La miro un tanto distraída, su cabello había crecido y ya no tenía el negro intenso, que caracterizaba a las mujeres de su familia, ahora era castaño con destellos rojizos, le pareció hermosa, aunque nunca habría sido considerada bella, ahora tenía un aire distinto, algo sofisticado, pero seguía siendo una niña cariñosa y engreída.

— ¿Hermanita, todavía te sientes mal? —le pregunto.

—Aún me siento algo débil —respondió Arusa— pero ya estoy mejor, tal vez si me dejaras descansar un poco más, ¿podría recuperarme más rápido no crees?

— ¿En verdad quieres que me vaya hermanita? —le pregunto.

—Si —respondió ella, bajando la vista avergonzada — discúlpame, pero deseo estar sola.

—Uhmm —murmuro su hermana muy quedo— ¿sabes qué?, no, no me iré, me quedo contigo además tu cama es más cómoda que la mía, por otro lado no puedes levantarte e irte, así que me quedare a molestarte un poco más.

—Betzy por favor —replico Arusa— ¿vete si? Déjame sola.

—No —dijo ella; mientras se acurrucaba a su costado y la abrazaba, quiero estar a tu lado, no me iré.

Vencida, cerró los ojos, no iba a poder hacer nada, contra esa chiquilla malcriada, y se dejó abrazar por ella.

Su gato negro se acurruco en sus piernas mientras ronroneaba cariñosamente, su mano instintivamente se estiro para acariciarle detrás de las orejas, se sentía tan suave al tacto y tan tranquilizador.

—Betzy, ¿puedo preguntarte algo?

—Claro que si hermanita —le respondió.

— ¿Por qué quieres casarte?, ¿no te parece que eres demasiado joven?

—Yo sé que si —le respondió mirando seriamente al techo— pero creo que ya es hora de que lo haga, necesito a un hombre a mi lado, que sea solo para mí. Todas mis amigas tienen novio, pero yo no quiero un novio que cuando se aleje de mí, se vaya por ahí con cualquiera. Quiero que él no se vaya, quiero que él se quede a mi lado para siempre.

—Betzy, ¿no te parece que es egoísmo lo que te mueve a casarte?, las personas no son propiedad de nadie, somos seres libres de actuar y decidir, somos libres para estar con quien queramos en el momento que lo deseemos hacer.

—Lo sé, pero siento esa necesidad.

—Hermanita, aun estas a tiempo de retractarte, no hagas las cosas simplemente por capricho— suplico Arusa.

Mery, que había permanecido en silencio al pie de la ventana, se acercó y las miro con ternura.

— ¿Niñas quieren que les traiga algo?

—A ver Mery —dijo Betzy— Tú eres mayor, así que serás un buen punto de referencia ¿te casaste alguna vez?

—No —respondió ella— pero si estuve enamorada.

— ¿Y qué paso? —Preguntaron las dos jóvenes al unísono— ¿puedes contarnos?

—Bueno —dijo ella— yo me enamore, pero al parecer el no, éramos muy amigos y un día desapareció sin explicaciones, me quede sola y jamás me volví a enamorar, hasta que…

—Continua nanita, por favor —rogo Betzy.

—Bueno conocí a alguien años después, y me enamore nuevamente, pero siento que si continuo con él, solo le causare daño, tengo demasiado pesar en mi corazón.

— ¿Y cómo es el? —preguntaron curiosas.

—Él es un ser maravilloso, que con su sonrisa ilumina el día más oscuro, su cercanía da felicidad a mi corazón, en el encontré aquello que siempre anhele, pero como les decía niñas yo no puedo aceptarlo, porque sé que lo lastimaría, cargo con demasiados secretos. En definitiva sería injusto con él.

—Pero nanita —dijo de pronto Betzy— si lo amas no debes dejarlo, si yo fuera tu no lo dejaría escapar…

De pronto la puerta se abrió, y entro Lilith con una pequeña bolsa en sus blancas manos, Arusa la quedo mirando fijamente, esa situación le parecía conocida, ya la había vivido antes, sintió como si estuviera viviendo un dèjávu, era como si todo aquello se estuviera repitiendo otra vez, cerró los ojos y al abrirlos, no dudo mas todo se estaba repitiendo, no sabía si había sido un sueño pero estaba segura de que todo se repetiría, ella ahí de pie con esa bolsa y el aroma, el aroma de ella le quemaba la nariz, no podría describirlo pero ahora tenía un miedo que jamás antes había tenido, ¿o tal vez si?.

— ¿Mery? —dijo Lilith, mientras se sentaba al borde de la cama, trae un poco de agua para mi sobrina, tengo que mezclar estos remedios que me dio el Doctor Oyarce, debe tomarlos inmediatamente.

—Si señora —respondió Mery, mientras salía presurosa rumbo a la cocina.

—Tía —atino a decir Arusa, tratando de contener el temblor en sus labios— ya me siento mejor creo que el descanso me sirvió de mucho, no necesito las medicinas.

—No querida Ary, debes tomarlas o si no tendrás una recaída.

Ary quiso levantarse y salir corriendo pero sus fuerzas le fallaron y cayó redonda al piso, mientras Betzy asustada miraba a Lilith.

— ¿Es necesario? Pregunto ella.

—Betzy, retírate déjame a solas con tu hermana, es necesario que tome las medicinas, ya sabes que podría pasar.

—Tía por favor —suplico ella— solo un poco más, déjala un poco más, yo la convenceré de que tome las medicinas.

—Está bien te doy unos minutos, pero nada más —dijo Lilith furiosa mientras salía de la recamara.

—Betzy que sucede, dímelo por dios… ¿tengo algo malo?

—Lo lamento, Arusa querida, pero debes tomarte las medicinas o podrías morir, no habíamos querido decírtelo pero estas sumamente enferma, lo siento no hubiera querido ser yo quien te lo contara.

Escuchaba a su hermana, pero algo dentro de ella le decía que no debía beber ese líquido, su cuerpo estaba tenso y se negaba a beber lo que sea que quisieran darle, el gato maulló molesto intentando apartar a Betzy, su bello pelaje estaba erizado y en plan de ataque, dispuesto a lanzarse.

—Huye antes que sea tarde — escucho una voz en su cabeza—No lo bebas.

Lilith entro nuevamente a la habitación, con un vaso lleno de un líquido blanco.

—Es hora de que tomes la medicina —refunfuño.

Resignada estiro la mano y se llevó el vaso a los labios, aspiro profundamente el aroma y empezó a beber lentamente el contenido. Mientras el líquido pasaba por su garganta empezó a recordar todo, quiso salir huyendo de ahí, pero ya era demasiado tarde el líquido haría su efecto y olvidaría todo, olvidaría nuevamente quien era, ¿qué pasaría con su amor?, ¿ya no lo recordaría? Pero al menos sabía que había sido suya una última y única vez.

Él estaba tan bello igual como lo recordaba, sus fuertes brazos la habían abrazado nuevamente, sus labios fueron suyos, quería regresar con él, pero tampoco lo conseguiría en esta vida.

— Ariel, nunca sabrás que finalmente fui tuya —sollozo mientras unas gruesas lágrimas surcaban su pálido rostro.


13

El amanecer

—Madre, madre — grito desesperada mientras cruzaba el pasillo casi corriendo.

— ¿Qué sucede Naiara? — respondió la bella mujer que estaba sentada al borde del balcón, mientras miraba hacia el basto horizonte y acariciaba distraídamente a un hermoso gato negro de ojos dispares.

—Madre, necesito hablar contigo es muy importante —Respondió Naiara tratando de mantener la respiración.

—Querida no empieces con lo mismo, otra vez.

—Madre por favor —suplico Naiara cayendo de rodillas ante ella.

—Hija no te preocupes, ya te lo dije; no permitiré que castiguen a Asra’el.

—No madre, no es sobre el que deseo hablarte.

— ¿Entonces sobre que deseas hablarme? Oh, ya entiendo es sobre el ángel ¿no es cierto?

—Si madre es sobre él, ¿Por qué lo permitiste? Eh madre; ¿Por qué me alentaste a hacerlo? Tu sabias quien era y aun así dejaste que me ilusionara, te dije que lo amaba y no te importo, sabias bien que yo nunca lo hubiera lastimado de haber sabido quien era, ¿por qué permitiste que lo hiciera? ¿Por qué me ocultaste algo así? —Pregunto la joven desesperada mientras gruesos lagrimones surcaban su rostro.

—Hija, no es nada no te preocupes, veras que todo se calmara.

— Madre tu sabias lo que me estaba pasando, siendo mi madre te aprovechaste de mí, tu venganza fue más importante que el cariño que decías tenerme.

—No, hija no es lo que tú crees, solo trataba de protegerte, de mantenerte oculta, nadie debe saber quien eres realmente.

—Sabes que no puedo hacer lo que me pides madre, lo amo demasiado para callarme todo esto.

—Naiara, detente.

—No madre le contare de los planes que tienen ustedes, le hablare de la rebelión, aun cuando él deba saber quién soy en realidad.

—Naiara, hija debes callar, todos corremos peligro si hablas, el será el primero en morir —respondió muy quedo la mujer.

—Naiara, por favor te lo suplico, tienes que callar.

Lilith despertó sobresaltada, no podía permitir que ella dijera la verdad, era demasiado peligroso que lo divulgara, un frio sórdido le recorrió la columna vertebral, miro a su costado, pero él ni se había inmutado.

Esperaba que su compañero jamás descubriera la verdad. Se levantó sigilosa, cruzo los pasillos raudamente, solo el sonido de la noche la acompañaba, quiso elevar una plegaria al cielo, pero sabía que tenía un juramento inmortal; jamás volvería a recurrir al Anciano, no podía perdonarle la muerte de cada uno de sus hijos.

Las palabras de su hija seguían repitiéndose una y otra vez en su mente, no; no podía dejar que su niña revelara la verdad, era como condenarla a una muerte inmediata, tenía que hacer algo para que ella callara, para siempre.

Mi señora, ya estoy aquí, ¿en qué puedo ayudarle? — susurro una voz en la oscuridad.

—Gracias por acudir a mi llamado Asra’el, sabía que tú no podías fallarme.

—Señora, yo le debo mi vida y con ella mi lealtad infinita.

—Lo se querido, lo sé; necesito de tus conocimientos sobre la muerte para salvar la vida de alguien muy querido para ti y para mí.

—Tus ordenes son ley para mí, iré a buscar lo necesario para salvar a nuestra Naiara, mi señora.

—Corre mi amigo, ve de inmediato antes de que sea muy tarde y la perdamos para siempre.


14

La luz entro a raudales por la ventana de la habitación, alguien había olvidado de cerrar el tapasol por la noche, no tenía ganas de seguir en la cama pero un intenso dolor de cabeza la mantenía con los ojos cerrados, sentía una fuerte opresión en el pecho que no le dejaba respirar y una sensación de vacío que le atormentaba, su mente estaba en blanco y por más que trataba de recordar seguía sintiendo que algo le hacía falta, pero no sabía que era.

Un fuerte dolor la aturdió aún más, mientras un flashback de imágenes de ella siendo abrazada y acariciada por un hombre se hacían presentes en su mente, ¿Pero quién era él? ¿Dónde estaba? ¿Por qué no estaba con ella?, se preguntaba insistentemente.

Se levantó de la cama al fin, su cabeza seguía molestándole pero era mejor estar de pie que seguir tirada en la cama, termino de correr las cortinas de la habitación, y se quedó mirando el horizonte inmenso que se abría frente a ella, giro sobre sí misma y observo la habitación en la que se encontraba con detenimiento, quizás si reconocía algo ahí dentro eso la haría sentirse más calmada y se sentiría mejor, pero nada dentro de ella le parecía conocido, era como si de pronto hubiera olvidado todo, como si hubiera olvidado quien era.

Escucho unos ruidos en el pasillo, la puerta se abrió de golpe y una extraña ingreso presurosa.

— ¡Ary, hermanita al fin despertaste! — Grito la joven que acababa de entrar —Ya nos tenías preocupadas.

— ¿Quién eres? — Pregunto ella asustada, mientras se alejaba de la extraña.

— ¿Cómo? — Pregunto ella — ¿es que no me recuerdas?, hermanita soy yo; Betzy.

—No, no te me acerques —grito la muchacha, presa del terror.

—Esto está mal, muy mal —repitió la extraña mientras movía la cabeza en señal de preocupación — llamare a mamá, para decirle lo que está pasando —murmuro mientras salía corriendo de la habitación.

— ¡Oh, mi Dios! — susurro la joven mientras volvía a la cama y se envolvía como un ovillo dentro de ella — No entiendo nada ¿Qué es lo que me está sucediendo? ¿Por qué no recuerdo nada? ¿Será verdad que esa chica sea mi hermana? por Dios en donde me encuentro y porque no recuerdo nada, la cabeza me va a explotar.

Un grito de angustia y desesperación salió de su garganta, su mente colapso y se desmayó.

Empezó a recorrer un pasillo angosto pero largo, muchas puertas se veían a cada lado, gritos de dolor y de tortura se escuchaban, mecánicamente se tapó los oídos no quería seguir escuchando aquello, siguió avanzando y el sonido cambio ahora solo escuchaba gemidos lujuriosos y de rato en rato el golpe de un latigazo que provocaba más gemidos, quería salir corriendo de ahí, no soportaba el olor rancio del ambiente, el olor a sexo y degradación.

Una puerta al final del camino se veía, era negra con raras inscripciones que parecían moverse cambiando de lugar constantemente, cogió la perilla y la giro, todo estaba en penumbra, achico los ojos tratando de acostumbrarse a la oscuridad reinante, la habitación era de regular tamaño, pero estaba vacía a excepción de un lado de ella que contaba con una especie de ventana por la que entraba algo de luz, pudo ver que habia una tarima y en ella algo parecido a un ser humano se encontraba recostado, se acercó sigilosamente y en efecto un joven yacía dormido, su torso estaba desnudo y sus pies descalzos de uno de sus tobillos pendía una cadena que estaba enganchada a una argolla en la pared.

Se veía tan tranquilo así dormido, que sintió ganas de tocarlo, en silencio se acercó para poder observarlo más de cerca, su rostro era bello y su cabello de un negro infinito, su corazón se acongojo al ver la situación tan precaria del joven y unas lágrimas corrieron por sus mejillas, sentía que lo conocía de algún lado, y le causaba dolor verlo así, tan indefenso ¿Por qué estaría encadenado? ¿Sería peligroso?

Estiro su mano para tocarle el rostro pero se arrepintió, dio un paso atrás para regresar por donde había llegado, pero el cogió su mano con fuerza y no la dejo irse.

— ¿Cómo entraste aquí? ¿Ellos te trajeron? —Pregunto el joven sin abrir los ojos mientras presionaba su muñeca — ¿Qué intenciones tienes?

— Yo, yo solo pasaba y abrí la puerta, lo… lo siento —Respondió ella nerviosa y tratando de ver la forma de huir de ese agarre tan férreo.

—A mí no me engañas, nadie puede cruzar esa puerta, respóndeme como entraste —volvió a insistir el joven aún sin mirarla.

— Ya me voy, si me sueltas podré hacerlo —Replico ella tratando de zafarse del agarre de su mano.

Su intención había sido asustarla para que confesara, pero el olor de su perfume lo embriagaba; sándalo y rosas habían inundado el ambiente, finalmente se decidió a averiguar quién era, ya antes lo habían engañado pero esta vez no caería tan fácilmente.

Él se sentó al borde de la tarima y la miro detenidamente, su corazón dio un vuelco, no era posible; ante él se encontraba su Naiara, ¿pero que hacia ella ahí? ¿La habrían capturado finalmente? O seria alguien fingiendo ser ella, lo más probable es que fuera una impostora igual que la anterior. ¿Hasta dónde llegarían para conseguir su sumisión? Estaba harto de que intentaran reducirlo y ahora solo tenía una forma de saber quién era realmente la mujer frente a él.

Lentamente se sacó las vendas ensangrentadas de su mano derecha, unos días atrás habían tratado de cortarle la mano y al no poder hacerla intentaron destruir el sello de su palma, lo observo con detenimiento y con rabia, a pesar del intento de destruir ese obsequio aún se podía notar que estaba compuesto por dos triángulos invertidos que adquirían la forma de una estrella de seis puntas, en cada ángulo exterior formado por el cruce de las líneas se podían ver los signos escritos por el mismo dedo del Anciano, palabras sagradas que lo acompañaban siempre « תאמין לי, אני נהיה בסביבה … תמיד.» “Confía en mí, yo estaré a tu lado… siempre”

Suspiro con nostalgia recordando el día de su creación y la felicidad que vio en el rostro del Anciano al decirle que era su padre, que era su creador, luego tomo su palma derecha e imprimió su sello; sello que lo designaba como su vocero y que advertía a todos los seres que él era su enviado y que como tal debían escucharlo.

El sello le permitía saber si alguien mentía y esa era la razón por la que habían querido destruirla, pero era indestructible.

La única forma de saber la verdad era tocándola directamente. Al tomar su mano miles de hebras de energía inundaron la habitación, solo hay una persona en este universo que provoca esa reacción en mí se dijo. Su corazón se contrajo de dolor al darse cuenta que su Naiara estaba frente a él.

—Naya, como llegaste aquí ¿Quién te trajo? —Pregunto asustado.

—Yo… yo no te conozco, además ese no es mi nombre

—Naya, soy yo; Ariel —Le dijo mientras la cogía por los hombros y la miraba directamente a los ojos — ¿Amor no me recuerdas? por Dios que te han hecho.

—No sé quién eres — Dijo zafándose de su agarre, mientras se frotaba la muñeca— debes estar confundido.

—Dime quien te trajo, por favor, es muy peligroso que estés aquí —estaba realmente preocupado y no dejaba de mirarla, como era posible que su Naya estuviera con él, ahí en ese lugar tan detestable, si supiera lo que le habían obligado a hacer, se sintió sucio de solo recordarlo.

— ¿Cómo llegaste? —volvió a preguntar mientras se sentaba al borde del camastro.

—No lo sé —respondió ella —Yo estaba en mi habitación sentí un fuerte dolor de cabeza y creo q me desmaye y cuando desperté aquí estaba en ese pasadizo y luego vi la puerta y entre, sentí que debía hacerlo.

Unos gritos en el exterior, los pusieron alerta; Ariel sabía que venían a buscarlo y solo Dios sabía qué tipo de tortura utilizarían ahora, ella tenía que irse, no podía quedarse con él, pero cómo hacer para que se escondiera en esa habitación que solo tenía una cama como mobiliario.

Las voces se escuchaban cada vez más cerca y un sudor frio la recorría, ella tenía que irse ¿pero cómo?, ¿Dios cómo? —Pensó.

El trato de acercarse a la puerta hasta donde la cadena se lo permitía, para tratar de anteponerse entre los que estaban llegando y ella, lo miro agradecida justo al tiempo de ver como se abría la puerta negra y como poco a poco ella se desvanecía.

Se despertó sobresaltada, que extraño sueño el que había tenido, ¿por qué él decía que la conocía? ¿Lo conocería ella a él también?¿Sería solo un sueño?, se froto los brazos para tratar de entrar en calor y un dolor en la muñeca la hizo mirar, tenía una marca roja en forma de una estrella de seis puntas, asustada se bajó la manga de la camiseta para tratar de ocultarla, algo muy dentro le decía que no había sido un sueño, todo lo que recordaba era real.

La puerta de su habitación se abrió con rudeza dando paso a una hermosa mujer, de cabello rojo y ensortijado que llevaba suelto hasta la altura de la cintura, parecía una modelo de esas que aparecían en las revistas de moda.

—Un momento — pensó — ¿Cómo se yo de esas revistas? ¿Por qué reconozco todo menos quién soy?

Su pulso se alteró nuevamente y entro en pánico, la mujer se acercó apresurada mientras le alcanzaba una bolsa de papel y le decía que respirara dentro de ella.

Más calmada la miro mientras se sentaba en la cama y cruzaba las piernas en posición de yoga.

—Hija, dijo la extraña mujer, al fin despertaste, ¿Cómo te sientes? Me dijo Betzy que no recordabas nada, ¿es eso cierto?

Si señora —respondió escuetamente —no recuerdo absolutamente nada.

— ¡Oh¡ mi vida, algo así me dijo el doctor que te pasaría, te golpeaste muy fuerte la cabeza y has perdido la memoria, ¿en verdad no recuerdas nada? ¿Nada de nada?

—Bueno se muchas cosas, lo que no recuerdo es quien soy y que hago aquí —respondió ella de nuevo presa del pánico.

—No te preocupes querida, ya verás que entre todas te ayudaremos, por lo pronto déjame decirte que soy tu mamá, y la joven que salió a buscarte es tu hermana Betzabe, voy a salir un momento, tengo que llamar al médico para decirle que despertaste, quédate aquí y recuéstate, no te preocupes por nada. Juntas solucionaremos cualquier cosa que se presente.

—Fácil es decirlo —se dijo internamente mientras sentía que su cabeza era un mundo — ¿Por qué no recuerdo nada? ¿y porque tengo tanto miedo al estar delante de esta mujer que dice ser mi madre?

No supo cuánto rato estuvo a solas, cuando la puerta se abrió nuevamente y entro una anciana mujer.

—Hola niña, ¿Cómo estás?

— ¿Quién eres? —pregunto ella a su vez

—Soy Mery, tu nana

— ¿Mery?, la verdad es que no la recuerdo señora, pero usted me da mucha confianza y no entiendo por qué.

—No te preocupes niña, estoy para ayudarte, ¿deseas un poco de agua?

—Si por favor.

Mientras veía su rostro pensaba donde la había visto antes y por más que trato de recordar lo único que consiguió fue acrecentar su dolor de cabeza, oh por Dios, como es posible todo esto. Trato de dormir pero por más que lo intentaba no podía, daba vueltas y vueltas en la cama y lo único que venía a su mente era la cara triste y preocupada de Ariel mientras le preguntaba que hacia allí.

Mery se acercó a su lado y se sentó al borde de su cama.

—Venga mi niña preciosa recuéstese en mis piernas como cuando era una niña pequeña —Ary dudo un momento pero al final puso su cabeza en el regazo de la mujer, cerró los ojos mientras la anciana le acariciaba los cabellos y entonaba una antigua nana.

Lalla, lalla, aut dormi aut lacte

nisi lactes, dormi, dormi.

Blande somne, somne veni,

claude Naiara nostro ocellos,

artus occupa tenellos;

sunt ocelli somni pleni:

somne veni.

Lalla, lalla, aut dormi aut lacte

nisi lactes, dormi, dormi.

Alta in caelo splendet luna,

errant noctis umbrae inanes,

per silentia latrant canes,

micant stellae mille et una,

splendet luna.

Lalla, lalla, aut dormi aut lacte

nisi lactes, dormi, dormi.

Longe rubent dulcia poma,

cadunt lilia, surgunt rosae,

stellae in caelo sunt radiosae…

stertit… ridet… super coma

sentit poma.

Lalla, lalla, aut dormi aut lacte

nisi lactes, dormi, dormi.

—Esa tonada ya la escuche antes — pensó —Si, ya la había escuchado antes, una imagen de una noche estrellada se presentó en su mente, una ligera sonrisa se empezó a formar en sus labios y poco a poco se fue quedando dormida.

Se despertó sintiendo unas cálidas manos acariciar su rostro y luego lentamente pasar un dedo por la comisura de sus labios, se demoró un poco mientras recorría el borde de sus labios suavemente para luego partir a sus cabellos y levantarlos ligeramente mientras los olía y un profundo suspiro salía de sus labios.

Le agradaba esa sensación, le daba tranquilidad y sosiego.

Una cálida lagrima cayo en su frente y luego le siguió otra y otra, ¿Quién llora se preguntó? Quería saber quién era, pero no podía abrir los ojos, sus parpados estaban muy pesados además tampoco quería hacerlo tenía miedo que al abrirlos toda esa sensación se esfumara como en un cuento de hadas, se sentía tan bien esas manos sobre ella. Se dio cuenta que su cabeza estaba en su regazo y se sentía tan bien ahí, se sentía perfecto como si ese fuera su lugar.

—Te amo, Arusa —Le escucho decir con una voz gruesa que removió todo su interior, sabía que esa voz la conocía que la había escuchado antes, ¿pero cuando? Se preguntó.

—Te amo —volvió a repetir esa voz masculina, mientras besaba su frente tiernamente, luego poso sus labios suavemente en los suyos, quiso corresponderle, abrazarlo y besarlo, pero seguía sin poder moverse.

— ¿Qué le paso a tu cabello? ¿Por qué es de este color? ¿Qué te hiciste cariño? no te preocupes mi amor, yo cuidare de ti, nada te va a pasar, pero despierta que necesito escucharte y saber que aún estas ahí, esperando por mí.

Arusa ya empezaba a inquietarse, quería verlo, saber quién era y porque le hablaba así.

—Ary mi vida, abre los ojos por Dios, no me asustes, he escuchado tantas cosas desde que llegue ¿Qué fue lo que paso mi amor? Si te fuiste tan feliz de mi lado, lo que menos imaginaba era que sufrieras un colapso nervioso.

Arusa trataba de responderle, quería verlo, saber porque lloraba y le suplicaba, pero sentía que algo no se lo permitía, un ligero sopor la mantenía adormecida. El seguía hablándole mientras le acariciaba y todo su interior gritaba tratando de despertar.

—Mi vida, yo sabía que no tenía que precipitarme, seguro mi contacto te lastimo ¡maldito sea yo! ¡Mil veces maldito!, pero yo no puedo negarte nada cariño y no podía negarme a hacerte el amor y más aún cuando me lo pediste con esa mirada tan dulce. Pero fui egoísta y te quise para mí al igual que tú lo deseabas, por favor amor vuelve a mí. Te necesito.

Una intensa lucha se libró en el interior de Arusa, lucho con garras y dientes por despertar no podía seguir escuchando la tristeza del hombre que le hablaba tenía que verlo, saber quién era, finalmente venció y abrió los ojos lentamente, pero no había nadie a su alrededor, estaba completamente sola.

Sus ojos se llenaron de lágrimas inmediatamente y un grito de dolor quiso salir de sus labios, inmediatamente se cubrió la boca con las manos, no podía dejar que nadie la escuchara. Quería verlo, saber quién era. Trato de calmarse, mientras respiraba hondo y exhalaba el aire lentamente.

Se levantó de la cama descalza y camino en la habitación mientras trataba de tranquilizarse, no podía estar volviéndose loca, solo había sido una pesadilla, tenía que tranquilizarse.

Arusa no tenía ni la menor idea de lo que estaba sucediendo, habían pasado dos semanas desde que despertara sin recordar, y cada noche el mismo sueño, él se acercaba y le daba un beso en la frente, le decía que la amaba y luego se marchaba.

Empozo a recordar algunos detalles de su vida, pero eran recuerdos inconexos, trataba de descifrarlos y cuando los comento con su madre ella le dijo que nada de eso era real, que su mente lo estaba inventando, que dejara de preocuparse que su mente y sus recuerdos volvieran poco a poco.

Nada tenía sentido. Se sentó en el tocador y mientras se miraba una imagen de ella con los cabellos negros pasó por su mente. Extraño se dijo, no recordaba tenerlos negros, se miró las raíces del cabello para ver si se lo había tinturado últimamente, pero seguía siendo pelirroja, no había rastros de cabellos negros creciendo.

— ¿Ary, puedo pasar? — Preguntaron mientras tocaban a su puerta.

—Pasa, Betzy —Respondió mientras seguía pensando en su vida anterior.

—Hermanita, ¿Cómo estás? —Le pregunto Betzabé, Arusa la miro detenidamente, ella también era pelirroja de ojos verdes, volvió a mirarse en el espejo y ella era casi una réplica de su hermana, pero por que no recordaba haber tenido ojos verdes y por más que se miraba al espejo sentía que lo que estaba viendo no era correcto.

—Estoy bien Betzy, solo preocupada porque aún no regresan mis recuerdos y eso me tiene alterada.

—Mira lo que te traje.

Un hermoso álbum de fotografías brillaba en las manos de su hermana, si ya la consideraba hermana, porque sentía que era correcto, sabia en su interior que alguna historia había entre ellas.

—Tengo tu vida, aquí en mis manos, ¿quieres verlas?

Con curiosidad miro el álbum extra grande forrado en cuero negro y con letras rubí, lo recibió con ansiedad, estaba segura que algo de lo que vería despertaría sus recuerdos perdidos en su mente.

La primera página tenía la fotografía de una bebe regordeta, de escaso pelo y lo poco que tenía era de un rojo intenso.

Sintió decepción y más decepción conforme pasaban las páginas, nada de lo que veía ahí se sentía real, era como si las imágenes no fueran parte de su vida, presentía que la estaban engañando, pero ¿porque tendrían que hacerlo?. No lo entendía.

—Me estoy volviendo paranoica —murmuro, mientras llegaba a la última página, ese rostro si lo reconocería entre todo el mundo, lo había visto en sus sueños tantas veces.

—Betzy, ¿Quién es él? —pregunto inquieta

— ¡Oh! Hermanita, reconociste a alguien, déjame ver —brinco mientras le contestaba — Sabia que esto te ayudaría.

—Bueno Betzy, quien es el.

—Él es Bruno, tu novio.


15

Blanco o Negro

“Nunca hagas cosas buenas que parezcan malas, ni malas que parezcan buenas”

Era una frase que se repetía constantemente, y ahora más mientras la miraba dormir, respiró hondo y sus pulmones se llenaron de un aire asfixiante, todo se había vuelto tan confuso y le producía migraña, ¿en qué momento se jodio todo? Se preguntaba fastidiado. Pero si habría de ser honesto consigo mismo sin importar el que… lo volvería a hacer.

La respiración de ella era agitada, y se preguntaba que estaría produciendo ese estado de exaltación, en que estaría soñando esta vez. La miro embelesado mientras el remordimiento le comía las entrañas.

Su intención nunca fue lastimarla, la quería demasiado como para hacerla sufrir y solo Dios era testigo de su verdad, una sola lagrima broto de su ojo derecho, azul como el mar, un ojo que le permitía ver el futuro, un futuro incierto que no le agradaba para nada, pero las leyes estaban hechas para romperse, el libre albedrio de los seres humanos era una ingenuidad, miles de caminos a escoger y un solo destino, la vida cambiaba de un momento a otro, una simple decisión como la de tomar un café podía cambiar el curso del destino.

Cerro los ojos lentamente no le gustaba atisbar en el futuro pero por ella lo haría, tenía que ayudarla, ayudar a su gatita a salir del lio en el que se había metido. Nadie la amaría tanto como él lo hacía. Abrió su ojo izquierdo de un hermoso verde esmeralda, mientras se deslizaba en el pasado, la época en que toda su vida cambio, empezando por el color de sus ojos.

—Padre, aquí estoy —Dijo mientras se inclinaba y apoyaba la rodilla derecha en el suelo en señal de sumisión.

—Mi muy querido Asra’el, no te arrodilles, tú nunca por favor.

—Padre, tu sabes que te debo respeto y mi amor hacia ti es inmenso, jamás lo dudes.

—Lo sé querido, lo sé —Dijo el anciano mientras lo miraba entristecido, cuanto dolor se encerraba en su alma por este hijo, de todos sus hijos era el que más sufriría, siempre luchando al borde de la línea, al borde de la cordura entre el bien y el mal, un solo paso en cualquier sentido y todo acabaría, no habría más justicia ni equidad.

—Padre, nada de lo que dicen es cierto, soy tu más leal servidor —murmuro muy quedo.

—No tienes que darme explicaciones hijo, yo sé quién realmente eres y se de tu lealtad hacia mí y por eso es que te pido, no… te suplico que continúes por ese camino, te necesito ahí en ese mismo lugar para llevar a cabo mis planes, sin ti todo estará perdido.

—Pero padre…

—Asra’el, sé que te pido demasiado pero algún día entenderás mi decisión, eres el único que me puede ayudar confió en tu criterio y en tus decisiones, en tu lealtad hacia mí.

—Padre, lo comprendo y aunque me duela acatare tus decisiones, no te defraudare, ese tenlo por seguro.

—Hijo, ¿Sabes a lo que te enfrentaras, verdad? ¿Ya lo tienes claro?

—Si padre y asumo el riesgo, no importa lo que pase o a quien tenga que enfrentarme cumpliré tu deseo, aunque al final solo sea yo el que sobreviva.

—Lamento hacerte esto, pero es necesario ¿lo comprendes?

—Si padre, lo comprendo.

—Ven acá hijo, dame un abrazo y recuerda lo mucho que te amo.

—Te amo padre.

—Haz lo que tengas que hacer y hazlo rápido, alguien se acerca y debes marcharte, recuerda que nadie debe saber lo que hablamos. Muchos te juzgarán, pero recuerda que confió en ti a pesar de todo.

Las lágrimas, corrieron por sus mejillas cuando cogió la daga de su cintura y la hundió directamente en el corazón de su padre, no había querido hacerlo pero era su deber si quería que todo saliera como era correcto.

Sangre inocente mancho sus manos y callo directamente al piso de mármol blanco, oscureciéndolo inmediatamente.

Un profundo dolor se instaló en su cabeza y alrededor de su ojo izquierdo, sabía cuál sería la consecuencia de su accionar, el color de su ojo se alteraría y nunca más volvería a ser el mismo.

Su corazón se endureció, la justicia era dura, pero tenía que hacerla.

Suspiro profundamente al recordar aquello, desde ese momento se convirtió en juez del infierno, sin límite de tiempo y sin rendir cuentas a nadie, ni al cielo ni a la tierra.

Estaba solo en el universo, no tenía a nada ni a nadie, hasta que la conoció, una bebe tan bella que enterneció su corazón endurecido, se acercó a su cuna directo a tomar su alma, pero la bebe le sonrió y algo dentro suyo se rompió, no, no podía hacerlo no podía llevársela a pesar de que era su obligación.

Las leyes, muchas veces estaban hechas para romperse y esta era una de ellas.


16

— ¡No!, Esto no puede ser cierto —grito desesperada mientras se cogía con ambas manos la cabeza, sabía que algo raro estaba pasando, eso no podía ser cierto. Algo en su interior le decía que nada de eso era correcto.

—Arusa

—No, déjame, no me toques —grito exasperada

—Ary, tranquilízate por favor si hubiera sabido que te pondrías así, no te hubiera mostrado nada, perdóname hermanita por favor —Dijo asustada Betzabé — ya regreso ¿puedes quedarte sola unos instantes?

Arusa no respondió, pero se quedó en silencio, un silencio que la envolvía y no le dejaba respirar, si él era su novio porque no lo recordaba, ¿Qué le había pasado para que ella no recordara a nadie?

Su puerta se abrió de un golpe que la sobresalto y el joven de la foto entro raudamente, con una cara de enfado y preocupación.

—Gatita, ¿estás bien? –Le pregunto mientras miraba furioso a Betzabé, que no se atrevía a cruzar el marco de la puerta.

— ¿Quién eres? —Pregunto Arusa.

—Soy Bruno, pero no te preocupes no te lastimare

—Arusa, se arrincono en un costado de la cama, mientras con ojos desorbitados los miraba a todos.

—Gatita, confía en mi —Dijo Bruno, mientras echaba chispas por los ojos mirando a Betzabé.

—Cariño, no me tengas miedo, ven por favor —Le extendió la mano con ternura. Arusa lo miro nerviosa, pero algo en su interior le decía que podía confiar en él, extendió su mano y se acercó suavemente, aunque con cierta reticencia.

—Bruno yo —Suplico Betzabé desde la puerta, temblando de miedo.

—Cállate Betzabé y aléjate de esta habitación ¡Ya!, tu y yo hablaremos más tarde. Ahora aléjate de mi presencia inmediatamente.

Arusa, trato de alejarse por el miedo que le produjo la reacción de Bruno, pero él le suplico con la mirada que no se alejara.

—Gatita, si estoy molesto es porque Betzabé no tenía por qué haberte dicho nada sin mi consentimiento, tu aún no estas preparada para saber algunas cosas. Y hay cosas que se tienen que decir cuidadosamente.

—No te molestes por favor, ella no tiene la culpa simplemente trato de ayudarme a entender.

—Nunca cambiaras ¿verdad? Siempre tratando de salvar a los demás, esa faceta tuya es la que me hace quererte tanto.

Le dirigió una pequeña sonrisa para ver si de esa forma se tranquilizaba, Arusa lo miro detenidamente y algo en su interior se quebró, una pequeña luz se ilumino, lo observo por unos instantes más y tímidamente levanto su mano hacia su rostro, lo recordaba… si, lo recordaba.

Se aferró a su pecho, mientras las lágrimas brotaban a raudales y mojaban la camiseta de Bruno.

—Cálmate pequeña, aquí estoy yo, y te ayudare siempre, no importa lo que pase, solo confía en mí.

—Bruno, no sé qué me pasa, no entiendo nada ¿Por qué no recuerdo? ¿Tú sabes que me sucedió?

—Solo has tenido una reacción a los sucesos de los últimos días, veras que poco a poco iras recordando quien realmente eres. Y mientras tanto yo estaré aquí apoyándote.

— ¿De verdad? ¿No me dejaras sola?

—No reina, nunca te dejaría sola, eres muy importante para mí.

La abrazo tiernamente, mientras pasaba una de sus manos por sus cabellos, ¿hacia cuanto tiempo que no la tenía así? Muchos años habían pasado desde la primera vez que la vio sumida en ese estado y se había jurado que nunca más la vería así, que no permitiría que la lastimaran nuevamente.

Pero Lilith, esa bruja malvada siempre se salía con la suya, a veces la odiaba pero otras veces le tenía lastima. Cuánto daño se había hecho en su afán de ser libre, pero era más prisionera de lo que era Arusa en este momento.

Pobre Lilith, era prisionera, de sus miedos y de su venganza.

Miro, nuevamente a Arusa, que se había quedado dormida en sus brazos, le dio un casto beso en la frente mientras la recostaba con cuidado en la cama, y la cubría con una manta.

— ¿Te quedaras con ella?

—Lilith —respondió sin siquiera darse la vuelta para mirarla — lo mejor que puedes hacer en este momento es marcharte de aquí, no deseo verte y dile a esa inconsciente que no se cruce por mi camino, que no sé qué sería capaz de hacerle en este momento.

—Lo lamento, esto se me escapo de las manos.

— ¿Se te escapo de las manos? Vamos Lilith, entre gitanos no nos leamos las manos. Tú sabes muy bien que toda esta situación la tenías planeada.

—Por favor Bruno, por quien me estas tomando.

—Vamos Lilith, deja de fingir que no sabes nada y acepta lo que hiciste.

—Para que te digo que no… SI, Si. Pero dime ¿acaso no fue maravilloso que se aferrara a ti? ¿No era eso lo que siempre soñaste?

—Basta Lilith, no estoy para bromas en este momento, ¿tú sabes que pasara cuando ella se entere de la verdad? Va a odiarte, con toda su alma.

—No querido, es a ti a quien odiara, tu que eres el responsable de que ella aun este con vida.

—Eres una bruja detestable, por algo fuiste desterrada, pero no creas que me tienes en tus manos, yo no tengo nada que perder ¿en cambio tú?

—Basta, hoy estás más insoportable que nunca, Brunito; por Dios relájate, pero recuerda algo… Esa que esta acostada ahí ¡Es mi hija! Mia y de nadie más, y con ella yo puedo hacer lo que se me venga en gana. Recuérdalo. Tú no eres nadie. —Dicho esto salió dando un portazo.

Bruno se paró al costado de la cama de Arusa mientras la observaba dormir. Suspiro profundamente mientras cogía una silla y le daba la vuelta para poder sentarse y seguir observándola, un libro y una pluma aparecieron en su mano y mientras la miraba empezó a escribir.

Arusa

Hay mucho que quisiera decirte, pero no sé por dónde empezar y la única verdad es que no sé qué haría si tú un día te marcharas y me dejaras, intente ayudarte pero me perdí en el camino y en ese mismo camino me enamore de ti.

Te amo, lo sé, pero esto va más allá de mí.

Sabes, cada vez que te miro intento decirte que no quise romperte el corazón, quisiera devolverte la luz que un día te robe, no quiero verte más sumida en la oscuridad. Me duele verte así.

Pero sabes, cada vez que te miro no importa por lo que yo esté pasando, todo se borra y cada vez que te abrazo, las cosas que intento decirte vienen tímidamente a mis labios, pero no puedo pronunciarlas, mi conciencia es más fuerte que mi amor.

Y sé que no sería justo aprovecharme de ti en estos momentos aunque a veces quisiera ser tan egoísta y robarte ese beso que tanto ansío.

Te amo lo sé, pero tú no eres mía, aunque tú lo seas todo para mí.

Realmente nunca quise dejar que entraras en mi corazón, quise creer que esto terminaría pronto, que solo era un capricho de mi corazón solitario, pero me enamore, pensé que no me dolería si esto se acababa, pero ya vez estoy aquí suplicando al cielo que no te vayas y que me des una oportunidad, sé que te he herido y eso tu no lo sabes, pero aún puedes confiar en mí, no importa lo que pase.

Te amo lo sé y daría mi vida por verte feliz, una vez más.

Cerró los ojos, mientras intentaba descifrar porque Arusa parecía tan inquieta al dormir.

Arusa, abrió los ojos desesperada por los gritos a su alrededor y se encontró nuevamente en el pasillo oscuro, los gritos eran cada vez más intensos y se metían inmisericordes en su cabeza, le aturdían, le hacían daño.

Camino temerosa por el pasillo que ya había recorrido otras veces, la puerta negra de extrañas inscripciones se presentaba ante ella, giro la manija y lo vio, sumido en el sueño como en la vez anterior. Entro sigilosamente, ya no oía los ruidos, su cabeza empezó a tranquilizarse, mientras se preguntaba por qué tenía esos sueños extraños. Y porque se sentía tan nerviosa ante la presencia de Ariel.

—Viniste — Le dijo Ariel desde la penumbra— te estaba esperando, estas horas sin ti se me hicieron eternas, mi pequeña Naiara.

— ¿Por qué me llamas así? —susurro ella.

—Porque ese es tu nombre.

—No, eso no es verdad… yo me llamo Arusa —Replico un tanto nerviosa.

— ¿Arusa? ¿Quién te dijo que te llamas así?

—En casa todos me llaman así, aunque yo no recuerdo, pero me gusta más el nombre que tú me das ¿Qué significa?

—Significa la deseada; pero ven a mi lado, siéntate junto a mí por favor.

Arusa obedeció sin dudarlo, su presencia la calmaba, sentía que lo conocía de siempre ¿pero porque?, no lo entendía.

Ariel, tomo su mano tiernamente mientras la miraba, no había ninguna duda ella era su Naiara, aunque dijera llamarse Arusa y vistiera ropas extrañas que no se parecían en nada a la ropa que se usaba en E-den. Tímidamente toco su prenda superior.

— ¿Cómo se llama esta prenda?

—Es un top ¿no lo había visto nunca?

—No… aquí en E-den, ese tipo de ropas no existe. ¿Dónde la conseguiste?

— Mi armario está llena de ellas —respondió mientras trataba de cubrir su vientre plano con sus manos y un pequeño rubor se encendía en sus mejillas.

—Me gusta ¡sí! me gusta cómo te queda, te ves infernalmente sexy, y ese es uno de los motivos por el que estoy tan loquito por ti, tú me tienes completamente en tus manos, eres dueña de mi corazón y de mi vida.

Arusa se sonrojo aún más, mientras su corazón latía con fuerza, miraba sus labios y ansiaba besarlos, un extraño calor le recorría por completo, quería estar en sus brazos y apagar el incendio que empezaba a sentir en el medio de las piernas.

Ariel, vio la mirada ansiosa de su Naia, y poco a poco se fue acercando, junto su boca a la suya, primero en un beso breve, pero era muy poco, la deseaba con pasión, con locura. Se permitió ser egoísta quería más y lo obtendría. Poco a poco entro en su boca sus lenguas se encontraron y empezaron una danza sinuosa, salvaje, una danza que hablaba de entrega, todo parecía poco para los dos, Arusa correspondía a sus embates con ansia extrema y emitiendo ligeros gemidos, que lo único que hacían era enervar más su creciente deseo.

Las manos de Ariel subieron por su vientre, levantando lentamente el top que cubría sus senos, abarco uno de sus pechos con su mano, ansiaba estar en su interior, se separó de sus labios mientras agachaba la cabeza y se apoderaba de su pecho con la boca, sus senos turgentes lo hechizaban, en este momento podían preguntarle lo que sea, pedirle lo que sea y el aceptaría gustoso solo por el hecho de poder disfrutar de ese intenso placer.

Ariel, sabía que era suya que siempre lo seria, lentamente le bajo los pantalones y la tuvo desnuda frente a él. Su Naiara estaba hermosa, expuesta completamente para él, solo para él, con su rostro arrebolado por la pasión. Se tomó su tiempo para admirarla, tenía que poseerla o se volvería loco.

—Te amo, no sabes cuánto y aun cuando esto sea solo un sueño, quiero entrar en ti, quiero poseerte completamente, que me sientas en tu interior y que disfrutes de mi pasión, ¿me lo permites?

—Hazlo, no sabes cuánto te deseo Ariel, quiero ser tuya, aunque luego despierte y me dé cuenta que todo solo ha sido un sueño.

Ariel termino de desnudarse y se abrió paso dentro de Arusa, todo se sentía tan real, estaba haciéndole el amor como siempre lo soñó y aun cuando todo esto era un sueño, lo disfrutaría al máximo.

Lentamente, se acercó a su centro, sabía que tenía que ir despacio, no quería asustarla, sería su primera vez y tenía que ser cuidadoso al menos eso era lo que creía.

Poco a poco entro en su centro de placer, pero no encontró la resistencia que esperaba, estaba muy apretado si pero, no era la virgen que él imaginaba, los celos lo invadieron por completo, ¿Quién habría sido el primero en tomarla?, pero no importaba el haría que ese otro fuera borrado completamente de su mente y de su cuerpo, solo lo recordaría a él.

Arusa, se sentía plena con el dentro de ella, todo se sentía tan correcto y en ese instante supo que lo amaba, que él lo era todo para ella, respondió a los embates de Ariel arqueando su espalda y pidiendo más, a cada embestida de él, ella salía a su encuentro, cada vez se sentía más y más cerca de la gloria.

Finalmente algo estallo en su interior, una lava ardiente se abría paso en su cuerpo, y un dulce gemido salió de sus labios, Ariel no pudo aguantar más al ver la reacción de su Naia y exploto en su interior derramando por completo su simiente dentro de ella, cayo extasiado sobre el pecho laxo de Arusa, mientras escuchaba el acompasado latir de su corazón.

—Te amo — dijo finalmente— Te amo, Naiara, Arusa o como quieras llamarte, te amo y siempre serás mía.

—Yo también te amo, Abaddona, siempre serás mío por toda la eternidad —respondió Arusa muy quedo.

Ariel, se irguió de inmediato, no podía creer que ella lo hubiera nombrado con otro nombre.

— ¿Quién ese al que acabas de nombrar? —le pregunto mientras la sacudía fuertemente, los celos lo invadieron, acababa de hacerle el amor y ella nombraba a otro en sus narices.

—Yo… Ariel, lo siento, no sé qué me paso, por favor perdóname —gimió angustiada, mientras los sollozos no le dejaban continuar.

—Aléjate de mí, no quiero saber nada de ti, eres falsa, mi Naiara jamás se comportaría de esa manera, me has mentido —Grito mientras la sacaba a la fuerza del camastro que hacía poco habían compartido —Has eso que tú sabes y desaparece no quiero volver a verte.

Arusa angustiada se arrincono en una esquina mientras lloraba desesperada, no entendía lo que había pasado. Por Dios esto solo era un sueño y se sentía tan real, quería despertar y no seguir soñando con algo que la estaba lastimando. Cerro los ojos y deseo despertar fervientemente.


17

Desbalance

— ¿Qué demonios paso aquí?

— No lo sé Astaroth, escuchamos ruido y vinimos inmediatamente. Melquiades fue el primero en llegar.

—Melquiades, por un demonio, dime que rayos pasó aquí.

—Yo estaba haciendo mi ronda Astaroth, cuando me pareció ver la silueta de una mujer que iba rumbo a la puerta negra, pero cuando me di la vuelta para seguirla ella desapareció en el interior. Pensé que era una de las enviadas para torturar al Ángel.

—Que más, habla… descríbela, dime cómo era.

—No lo sé señor, solo la vi de lejos, pero llevaba una ropa extraña, que dejaba ver sus brazos y su vientre.

— ¡Maldita sea!, ¡es que nadie aquí puede hacer un buen trabajo!

— ¡Astaroth! ¡Que es lo ha pasado!

—Nada Señor, solo que vieron una mujer entrar al cuarto restringido, ¿usted envió a alguien sin comunicármelo? —pregunto temeroso de la reacción de su amo.

—Yo no envié a nadie, ¿ya entraron a ver quién es?

—No, No señor, acabo de enterarme.

—Y que mierda esperan para saber quién entro en ese maldito cuarto.

—Sí señor, estamos en eso —dijo Astaroth mientras se dirigía con premura al cuarto de la puerta negra.

Abrieron la puerta de un golpe y solo encontraron al Ángel, murmurando en su camastro, mirando hacia la pared. Un aura oscura lo cubría totalmente, se sentía un inmenso poder encerrado dentro de la habitación.

— ¡Hey Ariel! Quiero hablar contigo

—Pues yo no Astaroth. Lárgate y déjame en paz.

—Ariel, tengo que preguntarte algo… dame la cara.

—No me jodas Astaroth, ¿no están conformes con lo que hicieron?

— ¿De qué hablas?

—Astaroth, déjate de estupideces —Dijo Ariel, levantándose de un brinco y acercándose lo más que le permitía la cadena — ¿No has escuchado lo que te estoy diciendo? ¡Lárgate! Es mi celda y quiero estar solo.

—Está bien Ariel, me iré, pero regresare eso no lo dudes.

—Por cierto dile a la puta que enviaste, que no regrese… si lo hace la matare.

—Ariel, de que estas hablando. No hemos enviado a nadie.

—No me vengas, con esas cosas… no sería la primera vez que lo hacen.

—Es cierto, pero esta vez caíste —se aventuró a decir Astaroth.

— ¡Lárgate! —Rugió el ángel mientras sus ojos brillaban con un fuego oscuro.

Astaroth salió de ahí, con la completa seguridad de que Ariel había pecado, había intimado con esa mujer y por fin había desatado su furia. Asmodeo había dicho que la furia contenida dentro del ángel los beneficiaria para derrotar a Miguel y hacerse con la gobernación de E-den.

— ¿Pero quién sería ella? —Se preguntó Astaroth. Tanto que Ariel se había cuidado de no ceder ante Naiara, sufrir por el esfuerzo de contenerse y luego luchar contra todas las tentaciones que le habían enviado… ¿Quién sería esa mujer? Que había conseguido romper sus límites. Tendría que averiguarlo.

— ¡Astaroth! Que paso ahí dentro.

—Solo fue una falsa alarma señor.

— ¿Estás seguro?

—Si señor… solo una falsa alarma.

Astaroth, miro como se marchaba su amo, mientras una sonrisa burlona se dibujaba en sus labios.

—Yo gobernare a E-den — se dijo… esta vez los tenía a todos.


18

Los hombros de Arusa, se convulsionaban por los sollozos, las lágrimas caían como torrentes por sus ojos, no podía despertar de la pesadilla que la envolvía.

—Cielo, despierta ¿Qué te sucede? —pregunto Bruno inquieto mientras trataba de descubrir que era lo que había sucedido, odiaba verla sufrir.

Arusa abrió los ojos desesperada, sentía que se ahogaba con todo el dolor que sentía por dentro, no comprendía porque tenía que soñar con él, y porque su presencia le causaba tanto daño.

— ¿Arusa? ¿Qué sucedió?

—No es nada Bruno, solo fue un mal sueño.

— ¿Un mal sueño te ha puesto de ese modo? Es imposible nena, estas temblando, porque no me cuentas lo que paso.

— ¿Estás seguro?

—Claro que sí, ya te dije que puedes contar conmigo, siempre y por siempre —dijo mientras cruzaba su corazón con dos dedos juntos.

—Últimamente tengo sueños extraños — le dijo entre sollozos — me veo caminando por un pasadizo angosto que tiene puertas a los lados y al fondo se encuentra una puerta negra, cuyas inscripciones para mí son fáciles de leer, paso mis manos y la puerta de abre, dentro encuentro a un joven que dice conocerme… yo no lo recuerdo, pero su rostro se me hace conocido.

— ¿Puedes describirlo? —Pregunto curioso Bruno.

—Es alto, de cabellos negros y ojos azules, pero él me llama con un nombre diferente algo como Naya, no lo entiendo.

— ¿Naya?

—Si él me dice así. Dice que soy suya y que le pertenezco, pero yo me llamo Arusa ¿no es cierto Bruno?

—Si cariño, te llamas Arusa —por lo menos en esta vida, pensó —Pero ese no es motivo para llorar de ese modo, ¿paso algo más en el sueño?

—No —Respondió Arusa, pensando en que no podía revelarle más, como se sentiría si le contara que en sueños se entregaba a un hombre que no era él. Todo era tan confuso.

Arusa trato de levantarse de la cama, quería sacarse los besos que él le prodigo en sueños, quería deshacerse de los recuerdos, no quería sentir sus manos en su cuerpo. Sabía que todo había sido una pesadilla, pero necesitaba bañarse para tratar de desaparecer esa sensación que la agobiaba.

—Bruno necesito ducharme

— ¿Cariño deseas que te lleve a la ducha?

—No es necesario Bruno, solo quédate fuera de la puerta por favor, no te vayas lejos, no quiero estar sola.

Bruno salió de la habitación, se recostó contra la puerta mientras su mente trataba de descifrar el sueño de Arusa, era imposible que ella pudiera soñar con ese lugar, a solo que… ¿podría ella bilocarse?

— Noo, — se dijo —Es imposible ya lo sabría. Se quedó parado en la puerta de la habitación de ella no quería que nadie la molestara, ya había estado demasiado tiempo al margen y Lilith había hecho con ella lo que se le había dado la gana. No más, no lo permitiría.

Arusa, abrió la llave de la ducha, el agua salió fría y a ella no le importo, solo quería sacarse esa sensación del cuerpo, estaba a punto de meterse bajo el chorro helado cuando sintió que algo corría entre sus piernas, un líquido blanquecino se escurría lentamente, lo cogió entre sus dedos era una mezcla parecida a un gel con un fuerte olor a almizcle.

No puede ser, se dijo mientras retrocedía a una esquina de la ducha, no lo había soñado, era cierto, había tenido sexo con ese extraño del sueño, ¿pero cómo?, su cuerpo empezó a temblar, mientras caía fuertemente contra el piso de la ducha.

Bruno entro corriendo a la habitación, el fuerte golpe le había sorprendido, abrió la puerta del baño y la encontró desnuda tirada en el piso con sangre saliendo de un costado de su cabeza y el agua corriendo rosada a su alrededor. Asustado la levanto en sus brazos y la saco de ahí.

— ¿Quién eres y porque la tienes en tus brazos?

Bruno giro lentamente, aun con Arusa desmayada y desnuda en sus brazos, su respiración se volvió agitada, ante él tenía a su peor pesadilla, no podía permitir que se le acercara, pero tampoco podía negárselo, el intruso tenía más derecho sobre ella que él.

Verlo frente a frente, no hizo más que traerle tristes recuerdos.

—Acaba de desmayarse en la ducha yo pasaba y oí el ruido de algo caer, entre a la habitación y la encontré desmayada en la ducha, parece que se ha roto la cabeza, hay que atenderla inmediatamente. Ven tómala tú tienes más derecho que yo a cuidar de ella.

— ¿Cómo lo sabes?

—Mira no pierdas el tiempo y tómala… ella necesita atención está sangrando.

Abaddona, la recibió en sus brazos y la cubrió con una toalla, furioso de que ese extraño la hubiera visto desnuda, pero al hacerlo vio rastros de semen en las piernas de ella.

La deposito en la cama y furioso se dio la vuelta para encararlo.

—Que le hiciste maldito, la violaste — vocifero.

—Estás loco, como voy a hacerle eso, no necesito llegar a ese extremo para acostarme con una mujer, lo que paso es lo que te dije, y ahora cúrala. Sabes muy bien que puedes hacerlo Ariel.

Abaddona, se quedó mirándolo asombrado ¿Cómo sabia el quien era?, rápidamente volteo hacia Arusa y paso su mano por su cabeza, una luz blanca y brillante la cubrió y poco a poco, el corte profundo que tenía cerca de la oreja fue sellándose y sanando. La cubrió con la colcha que se encontraba tirada en el piso.

Bruno se quedó mirando complacido al ver que ella estaba bien nuevamente, pero le preocupaba lo que había mencionado Abaddona. Quien se había atrevido a mancillar el honor de Arusa, ese maldito tendría que pagar, por haber tomado lo que no era suyo.

— Ariel ¿Puedes quedarte con ella? No quiero dejarla sola, es peligroso.

— ¿Cómo sabes mi nombre?

— Porque que te conozco, no me preguntes más, déjame marchar quiero averiguar qué es lo que sucedió con Arusa. Por cierto ¿sabes si ella puede bilocarse?

—Si… ella puede hacerlo, pero solo cuando está dormida.

—Me lo imaginaba. Nuestra pequeña, ha dado un paseo a un lugar en el que no debía estar, algo le pasó ahí y voy a averiguarlo.

—Voy contigo, quiero matar al malnacido que le hizo daño.

—No. Tu quédate aquí, así la protegerás no permitas que nadie entre mientras yo estoy fuera, inventa cualquier cosa, lo que sea. Sabes que… hazte pasar por mí, soy Bruno. Pero no caigas en nada de lo que te diga Lilith.

— ¿Lilith? Estas hablando de la Lilith que creo que es.

—Sí, de ella misma… de la madre de los íncubos y de los súcubos

—Pero cómo es posible, yo pensé que ella estaba en E-den, junto a Asmodeo.

— Ella está aquí y es la madre de Arusa, no permitas que se le acerque ¿lo entiendes? Es una orden. No lo permitas.

—Espera no te vayas, respóndeme algo más.

—Ariel, déjame ir maldición —respondió dándole la espalda— Está bien pregunta, pero será la última.

— ¿Quién es Arusa en realidad?

—La amas como un loco y ¿aún no sabes quién es ella? Por Dios Ariel, a veces me cansas, de verdad. Me voy pero recuerda no permitas que nadie se acerque a nuestra Naiara.

Ariel (Abaddona) se quedó sobrecogido por la información, Arusa era Naiara… ¿eran la misma persona reencarnada? ¿Cómo se le paso por alto todas las señales? ¿Pero hija de Lilith?

No, no podía ser cierto, no podía ser hija de Lilith, eso la convertiría en un demonio. Y no Arusa no era nada de eso.

Se sentó al borde de la cama mientras la veía dormir, era terrible todo lo que había pasado, ¿pero quién era el sujeto que lo llamo por su nombre? aparentemente estaba enterado de todo pero… ¿Por qué su rostro le parecía familiar?, lo más probable es que estuviera cubierto de una bruma ilusoria, pero esa era una habilidad que solo pertenecía a los ángeles.

Frente a él se encontraba la puerta negra, sí; no se había equivocado al pensar que el pasadizo que vio Arusa pertenecía a las mazmorras de Asmodeo, a esa sanguijuela le gustaba estar rodeado de depravación.

El conocía muy bien el camino, muchas veces había hecho ese recorrido, para liberar almas arrepentidas.

Se acercó a la puerta negra mientras estudiaba los signos con detenimiento, era runas angelicales, quien diría que dejarían de ser llamadas de esa forma con el tiempo. Abrió lentamente la puerta no sin antes mirar que no hubiera nadie alrededor.

Atado a una cadena se encontraba un ángel, sus alas estaban lastimadas y su rostro estaba cubierto por una mata de cabello negro ensortijado, no había la menor duda, sus sospechas eran ciertas. Naiara jamás habría consentido ser tocada por nadie excepto por Ariel.

— ¡Ariel, despierta! —Susurro —he venido a sacarte de aquí.

— ¿Quién eres? ¿Eres otro esbirro de Asmodeo?, dile que no conseguirá nada de mí, que se vaya al cuerno.

—Ariel, mírame. ¿No te acuerdas quién soy?

—Claro que lo recuerdo, asesino, traidor —respondió furioso, mientras trataba de alcanzarlo.

—Escúchame, he venido a sacarte de aquí, no seas imbécil y deja los rencores para después.

—No pienso ir contigo a ningún lugar, tú eres otro esbirro de Asmodeo.

—Mira estúpido, yo no tengo amo… soy un ser libre. Y si estoy aquí es porque Naiara te necesita, corre peligro.

—Otra mentira más, dile a Asmodeo que sí; que me acosté con la puta que me envió, estoy perdido… el gano.

—Por Dios Ariel ¡Que hiciste! Ahora comprendo todo, por eso Arusa está así de inconsolable, la heriste pedazo de mierda y ahora ella se siente como una basura.

—No sé de qué hablas.

—Claro que sí sabes, no puedes ser tan cerrado para no haberte dado cuenta que la mujer con la que te acostaste era tu Naiara. Eres un cabrón malnacido — Y dicho esto le tiro un puñetazo que le rompió el labio.

—No eso es mentira —respondió Ariel mientras trataba de secarse la sangre con un puño—, olía a ella, pero no lo era… ellos estuvieron mandándome mujeres con su rostro todo este tiempo, y yo no cedi, pero esta última llego y se hizo pasar por ella y yo le creí. Pero no podía ser ella mi Naiara.

— ¿Cómo puedes estar tan seguro?

—Porque mi Naiara jamás había estado con otro ser y esta que llego aquí no era virgen… estaba usada sabe Dios por quien. Por eso descubrí el engaño y la arroje de mi lado.

— ¿Qué es lo que te han hecho, hermano?

—No me digas así, yo no soy tu hermano, no puedo ser hermano de un traidor.

—Basta, te lo dije, si vengo a ayudarte es por Naya, no por ti, ella no merece sufrir. —Un rayo azul salió de su palma derecha e impacto en el pecho desnudo de Ariel.

— ¿Asra’el, maldito traidor que me has hecho?

Asra’el, lo levanto en vilo y lo saco de la celda, no había nadie más poderoso que el en todo E-den. Hubiera querido hacer más por él, pero no podía hacerlo sin cambiar la historia. Tenía que respetar el libre albedrio.

—Maldito albedrio —rugió lleno de rabia.


19

Encuentro

— ¿Padre? — pregunto desconcertado.

—Asra’el, hijo mío… te extrañe tanto.

—Padre, que haces aquí… sabes que es peligroso alguien puede verte y echar a perder todo lo que hemos conseguido hasta el momento.

—No te preocupes Asra’el, recuerda quien soy yo. Pero eso no viene al caso quería verte y saber que estas bien a pesar de todo.

—Ya vez padre, has podido comprobar que estoy bien, excepto por nuestras charlas vespertinas, todo está marchando de maravillas.

—Lo se hijo y te lo agradezco. Te agradezco tanto el haberte sacrificado por mí y por tu hermano Miguel.

—Padre no tienes nada que agradecer, tu sabes que yo soy tu más fiel servidor. Pero que es lo que te llevo a romper las reglas y venir a mi reino.

—Gran reino el tuyo hijo —dijo el anciano tristemente mirando a su alrededor — reino de sombras y oscuridad, cuando tu estas entre los más puros de mi creación. No mereces estar aquí., pero ten por seguro que serás recompensado. Llegará el día en el que la muerte ya no será necesaria y serás libre al fin.

Asra’el sonrió dulcemente, amaba a su padre más que a nada en el universo y no le importaba ser su peón en esta dura batalla que se estaba librando. Tal vez no sería un Comandante como Miguel o un capitán como Ariel, pero su decisión era la que equilibraba la balanza entre el bien y el mal.

Como decía su padre, tenían que dejar que los seres humanos aprendieran a gobernarse a sí mismos y que su libre albedrio los hiciera escoger con quien quedarse.

Nada ni nadie deberían imponerles una elección, fueron creados con la libertad de elegir y él era el encargado de no permitir que ningún bando los obligara a ponerse de su lado.

Gran tarea pero no por ello grata, Asmodeo lo odiaba pero tenía que aceptarlo, Miguel no lo soportaba pero tenía que aguantarse y los humanos, benditos humanos lo detestaban a morir,

Asra’el, el gran juez del Infierno «pensó» rey de un reino de muertos, de seres dormidos que esperaban ser recordados por sus buenas acciones u olvidados por las malas.

Miro hacia su reino, vacío y oscuro no tenía a nadie a su alrededor, nadie lo quería excepto su Padre

—Padre, debes marcharte últimamente he visto demasiados espías de ambos bandos.

—Lo se hijo, solo vine a advertirte, que te cruzaras con alguien que en su momento fue la mujer más hermosa de todo E-den, ella te pedirá un favor sé que eres inteligente y sabrás ayudarla. Encuentra la forma de romper la maldición que recae sobre ella es preciso que lo hagas.

— ¿Padre, no puedes tu decirme que hacer?

—No hijo, recuerda el libre albedrio, yo no puedo romper mis propias reglas, de hacerlo Asmodeo ganara y se erigirá como el líder supremo. Y eso no sería correcto, todo sería caótico los más dañados serían los seres humanos.

— ¿Padre te has puesto a pensar que en algún momento los seres humanos deberían de saber la verdad y que ellos son los que deberían luchar por su propia supervivencia?

—Eso pasara hijo, pero aún es muy pronto para eso, aún tengo algunos ases bajo la manga. Pero recuerda esto, cuando más oscura se ponga la noche será señal de que esta amaneciendo.

El anciano desapareció tal como había llegado.


20

— ¡Ouch! —Dijo mientras saltaba de la cama y se tocaba el pecho al sentir el ardor — ¡Qué diablos me está pasando!

Se fijó en Arusa que aún dormía profundamente, su cabello rojo abierto como un abanico sobre la blanca almohada parecía un manto de seda brilloso, dio un suspiro ahogado y se metió en el baño, tras cerrar la puerta se sacó la camiseta blanca y observo su pecho en el espejo de cuerpo entero que había tras la puerta.

Una marca se iba formando en su pectoral izquierdo, tenía la forma de la palma de una mano, unas lenguas de fuego azul brotaban de la marca dándole un aspecto siniestro.

El dolor era insoportable, sentía que la piel se le quemaba y el olor a carne chamuscada inundaba el ambiente, se cogió con fuerza del lavabo, gotas gruesas de sudor corrían por su cara, el dolor cada vez era más intenso; por momentos pensaba que se desmayaría.

Su mente actuaba a mil por hora, eso no podía estar pasando, él era un ser angelical y muy pocas cosas lo lastimaban.

Finalmente el dolor cesó.

La marca ahora se veía vieja, como si hubieran pasado siglos, como si tal marca hubiera sido hecha en el pasado. Miro su palma derecha que empezaba a arder también y poco a poco empezó a vislumbrar una marca mucho más antigua que la primera, una estrella de seis puntas apareció en todo su esplendor.

Si definitivamente, habían usado una bruma ilusoria en él, pero las brumas solo duraban un tiempo específico y solo podía ser usado en uno mismo… pero también habían borrado de su memoria el instante en que le habían hecho ambas marcas ¿pero cómo? ¿Quién tenía ese poder? Se preguntaba.

El único que podía haber utilizado una bruma ilusoria de tal magnitud era el Anciano, pero hacía ya más de seis mil años que había desaparecido, dejando a Miguel en el poder y el jamás se atrevería a realizar semejante acto. Y él no recordaba haber sido marcado por el anciano, ¿Qué es lo que está sucediendo? Se preguntó.

Unos ruidos en la habitación lo alertaron alguien había entrado sin su consentimiento e hizo lo único que podía hacer.

— ¡Miau! ¡Miau! — se escuchó decir al gato negro de ojos azules mientras saltaba hacia la cama y se sentaba sobre sus dos patas traseras interponiéndose entre el visitante y Arusa.

El extraño toco la cara de Arusa e intento despertarla pero el gato dio un rugido furioso mientras la piel se le erizaba y hacia el ademan de saltar hacia el rostro del intruso.

Arusa despertó lentamente y mientras abría los ojos, el gato negro ronroneo cerca de su pecho.

Se irguió inquieta mientras miraba al tipo alto de ojos violeta y cabellera castaña que la miraba insistentemente. Se cubrió con la cobija al darse cuenta que estaba solo con unas minúsculas prendas.

— Hola —dijo el extraño.

— ¿Quién eres? Y que haces aquí —Pregunto con la voz entrecortada.

—Solo pasaba, vi la puerta abierta y me asome, eres muy linda ¿Quién eres?

—No sé quién seas, pero sal de mi habitación —murmuro temerosa mientras cogía la colcha con fuerza

—Mi nombre es Astaroth, pero puedes llamarme Roth, preciosa.

—Retírate o voy a gritar —dijo Arusa asustada mientras su corazón bombeaba a mil por hora.

El gato se interpuso nuevamente y salto hacia la cara del intruso, este le dio un golpe y lo envió contra el piso, el gato toco el piso con fuerza pero se lanzó contra el intruso nuevamente arañado su rostro y dejándole una marca en su mejilla izquierda que empezó a sangrar profusamente. Astaroth envió al pequeño gato contra la pared dejando una marca por la fuerza con la que fue lanzado.

— ¡Pato! —grito histérica Arusa, su pobre minino había sido lastimado, pero aun así todavía se irguió, tratando de lanzarse nuevamente contra el extraño.

— ¡Pato, no! — Lloro Arusa —Ven aquí bonito, por favor.

El gato se acercó a su dueña cojeando, mientras ella se levantaba de la cama, ya no le importó su semi-desnudez, su pequeño gato había sido lastimado y la rabia empezaba a brotar de su pecho.

—Lárgate de mi habitación —grito con más fuerza, mientras sus ojos se volvían rojos de la ira.

—Calma, preciosa —Dijo Roth mientras se pasaba la lengua por los labios, verla así le provoco excitación y lujuria. Se dijo así mismo que sería suya. —Ok. Ya me voy, pero controla a ese animal, la próxima vez no seré tan compasivo.

Arusa temblando abrazo a Pato y regreso a su cama.

La puerta se abrió nuevamente y ella asustada vio como Bruno entraba en la habitación.

—Bruno, Bruno —chillo —un tipo horrible entro en mi habitación, Pato trato de defenderme y él lo lastimo. Creo que le rompió una costilla, hay que llamar a un veterinario por favor.

—Ok pequeña, dame al gato y déjame ver si realmente esta lastimado.

«—No me toques traidor — dijo él gato dentro de la mente de Bruno mientras se arrastraba en la cama tratando de alejarse de su toque.

— ¿Por qué me dices así? —Pregunto Bruno sarcástico, mientras lo cogía de una pata.

—Asra’el, suéltame maldita sea, deja la pantomima, se quién eres. Lo que no se es porque estás aquí.

— Vaya, vaya… el pequeño gatito está sacando las garras. ¿Hermanito cómo has estado? —pregunto mientras le sonreía a Arusa.»

—Tu gato es salvaje bonita, ¿está vacunado contra la rabia?

—Por favor haz algo Bruno

«—Asra’el contesta de una maldita vez y dime que haces tú con Arusa, como la conoces y porque dijiste que ella es hija de Lilith.

—Ariel basta, déjame revisarte mientras me cuentas quien vino. Te prometo que luego te contare todo ¿ok?

—Está bien —dijo Ariel mientras trataba de estirarse cuan largo era para que Asra’el la revisara, trato de contener unos quejidos, realmente el bastardo lo había lastimado demasiado — Astaroth estuvo aquí y descubrió a Arusa. Me preocupa que vaya a decírselo a Asmodeo.

—Maldito lambiscón, que diablos hace aquí —dijo furioso Asra’el, mientras sanaba a su hermano reparando la costilla que tenía fracturada — No creo que Lilith esté enterada.

— ¿Confías en esa bruja?

—No. No lo hago, pero es la madre de Arusa y no permitirá que Asmodeo sepa de ella, tengo que buscarla y hablar con ella. ¿Crees que podrás cuidarla en tu forma de gato?

—No lo sé, pero lo intentare.

— ¿Arusa?

—No tiene nada tu gato, solo fue un golpe sin importancia.

—Pero Bruno, el pobrecito no podía moverse.

—Claro cariño, lo hizo porque su cuerpo había quedado resentido por el golpe, pero ya está mejor. « ¿Sí o no Patito? —dijo Asra’el mientras le daba un golpe en las ancas traseras.

—Vuelve a hacerlo y te araño la cara —Dijo Ariel en la mente de su hermano.»

—Que nombre tan tierno tiene tu gato cariño—dijo mientras se reía fuertemente— Pato —y volvió a reír.

«—No te burles Asra’el—volvió a decirle el gato telepáticamente— mientras saltaba hacia su cara.»

Asra’el lo esquivo y Pato cayó al piso.

—Vamos a tener que castrarlo Arusa, me parece que con eso se le quitara la agresividad a tu gato.

— ¡Oh! Tú crees que con eso recupere su amabilidad.

—Miau —dijo el gato mientras se iba a un rincón de la habitación enfurruñado.

—Querida tengo que buscar a tu madre, puedes quedarte sola. Bueno no sola, de seguro Pato te defenderá.

—Está bien Bruno, pero por favor no te demores, no quiero quedarme sola y que ese tipo Roth o como sea que se llame vuelva a colarse en mi habitación.

Asra’el salió de la habitación en busca de Lilith, Arusa estaba en peligro ahora con Astaroth en la hacienda tenían que tener mucho cuidado y sobre todo tenía que enterarse cuanto sabia sobre Arusa.


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