Juntos, juntitos.

No, no te pierdo ni por un instante. No, no me pierdes ni siquiera de vista. Porque amanecemos sobre la misma cama, y nos vemos al despertar.

Porque cuando comienza a tocarnos el sol sobre nuestras pieles, se abre la ventana de nuestras almas, y como portal hacia otro mundo somos transportados al mirarnos con la dulzura con la que se nos ha sido dotada, con ese amor intransferible a otros seres, amor que solo tenemos tú y yo.

Pasando por colinas, por algunos valles llenos de placeres, por momentos en helados paisajes que con solo un beso puede hacer caer caer a la nieve más insistente. Ven, entremos a la cueva de nuestras pasiones, recorriendo con cautela cada rincón de este suelo, con ternura recorriendo cada pisada, sabiendo que muslo con muslo evocamos la calidez de un solo cuerpo, cada movimiento, cada certeza de sentir.

Sabiendo que meciéndonos entre estas cuatro paredes podemos sentir lo que nadie siente, pero seguimos haciendo lo que todos hacen, porque teniendo la esperanza de una vida plena, se convierte en certeza al tenerte recostado al final de cada movimiento entre mis piernas, revoloteando con tus palabras silenciosas entre mi vientre, cerrando portadas que al ser abiertas revelan secretos impensables, pero que al cerrarse pueden gozar se mucho más. 

Entre el esbozo de tus voces ha llegado el momento de decirte que te amo, que solo a ti entregaría lo que siento, que solo contigo ha existido el temor de unas manos separadas, de no tenerte pecho a pecho, de no regresar a tener tu boca en mi frente, de no poder sentirnos en la fuente de nuestras palabras, de no poder admirar tan grande composición divina. 

No, no me pierdes ni estando en distintos planetas. No, no te pierdes ni contando cada lunar de mi cuerpo. No, no te pierdo al caer los días, ni siquiera viendo a Mercurio pude entender que eras tú el más grande avistamiento. 

No nos perderemos, tomados de la mano, juntos, tan juntitos. 

-Kristel.