ANTE LA ORIGINALIDAD DE LAS LETRAS
La había visto unos días antes; no cesaba en sus tareas diarias. Casi siempre era impaciente por su ritmo acelerado. Al volver a levantarse, al caminar tanto en el descanso como en el trabajo.
Un buen día, releyó en el papel, la noticia que le causase gran impacto alternaba el pensamiento mientras saboreaba el café. La alarma sonó y en el trascurrir de las paginas, el café se enfrió.
Una vez más, el ritmo es el árbitro de la lectura. De esta manera recordó el encargo que debía hacer. Al incorporarse nuevamente, después de subir por la escalera, tomo el libro, l envolvió en su forro y le coloco en la mochila…
– ¡Cuánto tiempo sin verte! – dijo.
Por la lluvia y los relámpagos ni siquiera le oyó. No muy lejos de allí, la tormenta tomaba forma, las gotas que escurrían por las gafas habían impedido calcular la distancia del auto, el sonido del claxon. La sombrilla alzada, un frenar repentino. Al otro lado del charco, un niño observaba atentamente la oscilación del bullicio. Apagose la luz verde del semáforo.
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