Hoy necesito contarte lo que es amar, a la orilla de un recuerdo que lleva tu nombre. Un recuerdo que socavó mi voluntad porque te traía de regreso y ahí te quedabas por momentos, impávido ante tantas cosas y ante mí.
Ya te lo había escrito alguna vez, hay amores que son completos aunque fugaces y ser completos no significa darlo todo, ser completos significa hurgar el corazón, sentirlo, añorarlo aún con cicatrices y cuartos oscuros, aún con el dolor.
Hay misterios que construyen el milagro de mi vida y bien sabes que eres uno de ellos. Tantas conversaciones con Dios en medio del dolor, el físico y ese que abraza el alma fueron dando peso a tu nombre en mi historia aunque no lo comprendiera, aunque me encontrara lejos de imaginar que me hablaba de ti.
Me cautivaste el alma porque a cada paso desde el primer momento fui conociendo al joven noble, al amigo cercano, al filántropo incansable, al de los chistes malos, al hijo desentrañado, al hermano desconcertado, al tío cautivado, al hombre enamorado y al nieto maravilloso… al niño que nunca abandonaste aunque muchas veces lo ocultaras o quisieras lejos.
Me cautivaste el alma porque siendo protagonista de tu historia me permitiste tomarte de la mano y llevarte a conocer otros rincones sombríos, pero sobre todo la luz que se puede lograr aun cuando se está en tinieblas. Y esto no fue solo por ti, sino por ayudarme a recordar que el amor no solo se transforma sino nos transforma, que cuando se llega a amar a alguien desde el alma, desde ese lugar profundo que lo aguarda todo, desde la esencia del ser, tú y el mundo pueden dar infinitas razones para marcharse pero aun así el corazón seguirá insistiendo hasta el último momento en hallar una para quedarse.
Quizás no fue tan evidente la persona mística y soñadora, pero fui la misma que se desbordaba en sentimientos expresados en palabras y el anhelo de lograrlo todo a costa de todo.
Te uniste a mi historia de muchas formas y creo que logré confirmar que en más de un camino porque cuando quise alejarme solo me hallaba más cerca. Acepté tareas en tu nombre y con amor lo hice no solo por soñarte bien sino por anhelarte feliz. Quise como misionera acercarme a tu proyecto de vida, aportando buena tierra para apoyar la siembra y sé que algo logré porque así lo afirmaste y así lo creí a pesar de querer a veces sentir lo contrario.
Finalmente aunque no nos quedamos tampoco supimos irnos y siempre me hallaste y siempre te hallé, siempre nos tuvimos. No por saber de correctos e incorrectos, de lo bueno o de lo malo, de lo que debía ser o de lo que no, sino por ser conscientes que de cualquier manera siempre nos tendríamos.
Recordarte en mí más que llevarme a la excitación me llevaba a la exclamación de lo que era la vida por instantes desarraigada de preocupaciones, de prejuicios y cohibiciones, porque contigo siempre y desde el primer momento pude darlo todo, pude darme toda y fue descubrir que pueden coexistir desde el alma sentimientos y deseos que nos dan forma, que aunque duelan también ayudan a recordar lo que es la vida en otras dimensiones.
Recordarte en mi piel no suponía mayor esfuerzo porque en verdad nunca quise olvidarte, nunca quise alejarme y siempre busqué la forma de remarcarte como un tatuaje, no en mi piel sino mucho más allá.
Contigo dolieron momentos, palabras y ausencias, pero también se gozó y se agradeció la vida sabiéndote respirar, sabiéndote sentir, sabiéndote querer.
Mi lección siguió su curso, aprendiendo y enseñando, motivándome e inspirando a persistir siempre un poco más. Mi lección siguió su curso y de cualquier forma seguiste allí, cerca o lejos, en la fragmentación en que nos convirtió la vida con todas sus labores y misiones, unas veces más incompletos que otras siempre seguimos ahí.
Hoy me hallo aquí entre tus manos, concluida en una sustancia etérea a punto de liberarse ante el viento, a punto de disiparse en el agua a la que prometiste un día entregarme. Hoy me hallo aquí entre tus manos ahora eterna y con la esperanza firme de acogerte siempre el corazón, con la esperanza firme de habitarte el alma. Hoy me hallo aquí confirmándote que si hubo una historia que mereció no solo los momentos sino las palabras, que mereció ser escrita aunque fuéramos sus únicos lectores.
OPINIONES Y COMENTARIOS