porque siento que allá arriba, en el cielo, los ángeles que se hablan dulcemente al oido, no pueden encontrar entre sus radiates palabras de amor una expresión más ferviente que la de «madre», he ahí por qué, desde hace largo tiempo os llamo con ese nombre, querido, a ti que eres para mí más que una madre y que llenáis el santuario de mi corazón en el que la muerte os ha instalado, al libertar el alma de mi Virginia. Mi madre, mi propia madre, que murió en buena hora, no era sino mi madre. Pero vos fuisteis la madre de aqulla que quise tan tiernamente, y por eso mismo me sois más querida que la madre que conocí, más querida que todo, lo mismo que mi mujer era más amada por mi alma que lo que esta misma amaba a su propia vida.
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