Sangre, sudor y desalojos

Sangre, sudor y desalojos

Alphonse le mort

09/04/2021

“Otro día otra moneda”. Para ser franco debería decir: “otro día, otro desalojo”. Me han preguntado algunas veces por qué hacia ese tipo de trabajo. La respuesta es: la paga era buena y, el cotorreo, mejor. Si vemos desde otra perspectiva, dicho trabajo se podría comparar con el Circo Romano, donde dos esclavos peleaban a muerte, sólo porque no tenían otra forma de vida, se les ordenaba y tenían que hacerlo.

Los dueños de los inmuebles, los actuarios y abogados, eran nuestros dueños por unas horas, ellos no perdían nada y ganaban mucho, ellos no arriesgaban el físico, ellos sólo ven desde un lugar seguro que se lleve la diligencia.

A mi parecer un desalojo, es canibalismo social, donde los pobres golpean, roban y mandan a la calle a otros pobres, para que el rico siga aumentando su riqueza, sin importar el costo. Y digo robar porque es el bono que obtienes como trabajador.

Un lanzador gana alrededor de 150 pesos por desalojo, pero, mientras desalojas y te encuentras la maleta, te rayas. He conocido gente que sólo busca ir a un desalojo simplemente para robar. Los policías en la mayoría de las ocasiones están de tu lado: ¡también se chingan las cosas, los culeros! Hasta a veces son más rateros que los mismos cargadores.

Por otro lado, a los afectados (si se ponen renuentes), les pasa de todo, es decir: son golpeados, robados, desalojados y hasta pueden terminar con diabetes por el coraje. A veces me daba tristeza la gente a la cual la sacábamos a la calle, pero eso se quita con el tiempo. Un desalojo es como regresar a la Edad Media donde había batallas campales, donde el más fuerte sobrevivía, donde si te apendejabas terminabas madreado. Un lanzador no tiene ética, sólo busca la adrenalina, la destrucción y encontrarse la maleta para no chambear durante un buen tiempo.

Ése era el pensamiento común de la banda. Por mi parte tenía reglas: nunca robarle a un pobre, (eso no era ético, además yo también soy pobre). No obstante, si se trataba de ricos, que se pudran y que se vayan a la verga. Me chingo lo que me encuentre, lo que diosito ponga en mi camino, aunque a veces el hijo de puta, me he puesto con unos buenos chingadazos.

Recuerdo perfectamente cuando me tocaron unos. Era como cualquier otro día de trabajo; no siempre había un desalojo. Me desperté a las 3:30 a.m, tomé una taza de café, me lavé le rostro y los dientes, luego esperé el chiflido de mi compa “El jabalí”. Después fuimos a buscar a los demás culeros. Por lo regular al jabalí le pedían de 10 a 20 gentes. Pero esta vez era algo especial, le pidieron alrededor de 40 mal nacidos.

Los culeros que llevábamos variaban casi siempre: algunos eran drogadictos, otros eran de los anexos, vagos y amigos nuestros. El perfil de los trabajadores era muy sencillo: le tenían que echaran huevos a los madrazos y no se abrieran cuando se ponía culero el asunto. La recompensa era en ocasiones grande. Lo que muchas veces me sorprendía era ver que el Jabalí uniera a todos los que se querían partir la madre en el barrio. Quien pensaría que ese chaparro tan cagado, con preparatoria trunca, proveniente de una familia disfuncional, tuviera manera de líder, con palabras (en su mayoría mentiras) convencía. Los convencía que incluso por un instante olvidaban sus pedos. A la vez creó que ese pinche Jabalí si fuera un culero más pensante, podría ser un político; la gente lo sigue.

La primera vez que llegamos al tribunal, éramos la carne de cañón, a esos que traían como pendejos. Pero poco a poco fuimos ganándonos nuestro lugar. Nos conocían como ¡Los de Iztapalapa! Éramos uno de los grupos más locos y cabrones. En nuestras filas eran pocos los viciosos (los que nunca nos perdíamos un desalojo); éramos pura energía y juventud a diferencia de los otros grupos.

Uno de los grupos grandes y temidos eran Los Molachos. Se les respetaba porque eran de la doctores, no le temían a ninguna de las zonas. Casi siempre hacían el desalojo, traían a la banda bien aterrorizada. A nosotros nunca nos aterrorizaron, toparon con pared los culeros. Se podría decir que nos ganamos su respeto. Ellos fueron los que nos invitaron al desalojo, era tiempo de demostrarles los huevos que teníamos.

Llegamos al tribunal a las 5:30, y ya había gente. Algunos de nosotros llevábamos sueños todavía. El Jabalí no consiguió a los 40 que le pidieron, sólo juntó a 20. Como a las 6:30 abordamos unos micros contratados por Los Molachos. Siempre que subíamos a un transporte teníamos que tener cuidado con los madrazos en la cabeza. Si te descuidabas te acomodaban un buen zape. Era para estar al tiro y se te quitara lo dormido. Luego no faltaban los pinches marihuanos que siempre cerraban las ventanas del microbus. Esto lo hacían para que no se saliera el humo de la mota. Siempre me producía asco el olor de esa mierda, aunque no era al único, pero teníamos que soportarlo por un rato.

Mientras viajábamos a nuestro destino siempre imaginábamos: podrá ser una fábrica, una casa, una residencia, una vecindad, un terreno. Todos querían que fuera una pinche residencia, pues podías chingarte cosas y no habría chingadazos. Porque eso sí, dependía mucho a qué colonia ibas para hacer el chingado desalojo. Si era una colonia como la Escandón, Santa María la Rivera o alguna que fuera por la línea 7 o la línea 2 del metro, era un 90% que eran madrazos con la Asamblea de Barrios. El Jabalí siempre sabía que era lo que se desalojaría, pero nunca decía, así evitaba que la gente desertara. Era mejor dales una ilusión falsa a decirles la verdad.

Llegamos alrededor de las 8 de la mañana a nuestro destino. Era en Aragón, teníamos que desalojar 17 viviendas. Por un momento pensé que no estaba tan mal, no era una zona culera y eran casas, además éramos alrededor de 100 lanzadores. Todos los de mi barrio creíamos que sería en corto, que no nos llevaría más de dos horas y, sobre todo, que habría una buena maleta.

Los micros se estacionaron unas calles cerca de donde se haría el desmadre. Descendimos de los micros para desapendejarnos del olor a mota. Hacía un poco de frió, el jabalí me dio un cigarro sin que los otros se dieran cuenta, no quería invitarles. Al poco rato Los Molachos nos pidieron que nos formáramos, poco después nos dieron un moñito anaranjado. Según esto era para reconocernos. También al Jabalí le pidieron una lista de toda su gente. Al parecer ya estaba preparado el tiro, sólo teníamos que esperar al chingado actuario.

El actuario y el dueño del terreno llegaron como a las 9:00 a.m. También llegaron 3 camiones de granaderos. Los granaderos en corto tomaron posición. Se formaron con sus escudos y cerraron la avenida de ambos lados. Uno de Los Molachos chiflo, entonces avanzamos. En algunos se notaba nerviosismo, en otros emoción, algunos rezaron para encontrarse la maleta, nosotros simplemente bromeábamos. Todos los de Iztapalapa íbamos juntos, esa era nuestra estrategia, nunca dejar a ninguno del barrio solo.

Parecíamos pandilleros, llegando a una fiesta de quince años. Rápidamente el actuario dio la orden de romper chapas. Los residentes estaban en shock, no sabían qué madres sucedía. En corto varios de nuestro equipo fueron a los tanques de gas para sacarlos a la verga, así evitamos que cualquier pendejo se le ocurra hacerlos explotar, como en otras ocasiones. Rápidamente sacamos muebles, ropa, etc. Todo sin excepción alguna.

El lanzamiento transcurría normal, había hecho dos viajes de una de las viviendas. Me encontraba con pocos de los que conocía, a todos nos habían separado. De pronto la gente estalló en cólera. Se empezó a escuchar “Pinches rateros”, “Chinguen a su madre, Putos” “Les vamos a partir su puta madre” Inmediatamente empezó la guerra. Comenzaron a atacarnos con palos, piedras, vasos de vidrio, con lo que tuvieran a la mano. Nos defendimos con lo que encontramos, algunos que estaban en la avenida empezaron a romper las jardineras para tener municiones. Era una tormenta de piedras y vidrios. Había peleas donde quiera, era un completo desmadre. Se escuchaban gritos llantos y maldiciones.

Una señora en su desesperación por esconderse, la muy pendeja se metió dentro de un refrigerador. Mis amigos lo tiraron mientras se reían, bloqueando la puerta, impidiendo que la señora saliera, ella sólo gritaba: “Déjenme salir, hijos de su puta madre” mis amigos simplemente se seguían riendo y le decían: “Cállese pinche vieja, eso le pasa por verguera”

“El Barda” y yo tuvimos que madrear a un ruco que se quiso pasar de chingon. El hijo de perra había roto un palo de escoba y nos quería picar, no contaba con nuestra astucia. Mientras enfrentaba al Barda, le llegué por detrás, le di un madrazo con palo que había encontrado, y cayó desbalanceado, luego le empezamos a patear le dije: “Para que chingues a tu madre, pinche ruco”

No obstante, me distraje en pleno desmadre y me cayó un tabique en el rostro. Mi primera reacción fue tocarme la cara y salir rápidamente a la avenida. El Barda me ayudó, me dijo: “Güey ¿estás bien?” Le dije: “No mames, no mames, ya me chingaron el ojo” No podía abrirlo, la sangre me salía a cántaros.

Cuando salí a la avenida rápidamente me auxiliaron otros, me dieron un trapo para, contener la hemorragia, como pudieron me llevaron a los micros. Para mi sorpresa ahí estaba “El Richi”, tenía una cara de espanto, sólo lo veía con mi ojo bueno. A pesar de mi situación no sentía ningún tipo de temor, tal vez fue por la adrenalina. Un ruco que iba con nosotros me llevó en su carro al hospital. El Barda me dejo en la entrada de urgencias, me dio su celular y me dijo: “Te voy a llamar dentro de una hora, para ver como estas, deja regreso para ver cómo sigue el pedo.”

En el hospital me atendieron rápido, fueron doce puntadas que me dieron en el ojo derecho. Pensé que el doctor me cuestionaría pero no fue así, sonriendo me dijo: “¿Tú también vienes del pleito?” Sólo sonreí. Poco a poco fueron llegando heridos por el desalojo. Llegó uno de la banda de los verga muerta, que también iban con Los Molachos, traía la cabeza abierta. Cuando me terminaron de atender, inmediatamente me fui al tribunal. No quise esperar a nadie, porque no vaya a ser la de malas que me reconocieran alguno de los afectados y resultara peor que un ojo madreado.

Me quité la chamarra que tenía sangre y caminé hasta una avenida lejos del hospital, lo bueno que llevaba dinero y que se andar por la ciudad. Tomé un micro que me llevó al metro San Lázaro, de ahí transborde en Balderas hasta llegar a Niños Héroes, donde se encontraba el tribunal. La gente me miraba de una manera fea, les producía terror o incluso asco mi herida. Me fue un poco difícil llegar, pues no estaba acostumbrado ver con un sólo ojo. El Barda me marcó cuando ya estaba a tres cuadras del tribunal, me dijo que estaban en el puesto de Doña Cucaracha.

Me reuní con mis amigos alrededor de las dos de la tarde. Me preguntaron que como me sentía, que si está bien. El Jabalí me dijo: “No mames cabrón, sí te chingaron culero, que mal pedo, pero bueno, sabes cómo es esto. Sólo hay que esperar al Josué y al Toga”.

Ellos llegaron como a la media hora, El Toga tenía fracturado el tobillo. Nos movimos del tribunal para que nos pagaran, pero aún no tenían el dinero. Los Molachos nos hicieron subirnos de nuevo a los micros y nos dirigimos a un salón por ahí cerca. Nos dijeron: “Banda, aguanten con el pago, el pinche dueño se pasó de verga, no nos quiere pagar, porque según no se hizo el desalojo, pero que chingue a su madre, este es su salón y no nos vamos a ir hasta que les paguen. No se agüiten”.

Estuvimos esperando la paga en el chingado salón calmados, en los rostros de todos se notaba la fatiga. Durante la espera comenzamos a platicar la anécdota del día. El Jabalí me dijo: “Cuando empezó el desmadre comencé a buscar a mi gente, cuando salimos todos los del barrio y no te vimos volvimos a entrar, ya después me dijeron que estabas en el hospital y yo así de no mames”. El Josué nos dijo: “No mames, al pinche Toga casi le vuelan la pata, un pinche ruco sacó su escopeta y le apuntó en la pata. Corrió con suerte, ya que se encasquilló, encabronado el ruco le dio tres cachazos en la pata. Los policías tiraron esquina, le dieron una madriza al pinche ruco con los escudos y le dijeron ¡culo le va hacer falta! y lo metieron a una patrulla”.

Otro contó cómo al verga muerta que había visto en el hospital, lo habían agarrado como al tigre de Santa Julia. También salió lo del refrigerador y como el Richi se echó a correr al micro cuando empezó el desmadre. El Josué poco después me invitó un chesco, con el dinero que se había robado. El muy cabrón le quito el monedero a una señora que se había puesto al pedo, incluso me enseño el cabello que le arranco, era un mechón de color negro. Cada que me reía me dolía la herida.

Cuando fuimos por el refresco estaba en la tienda uno de los que movía en Los Molachos, me vio y me dijo: “No mames, si te madrearon cabrón, ahora serás el pirata” sólo sonreí, él me dio 50 varos, me dijo que era para el chesco.

Como a las 6:30 llegaron a los que esperábamos. Sin embargo, llegaron unos reporteros y nos tomaron unas fotos. Poco después comprendimos que nos tenían para apoyar a un chingado candidato del PRD. También llego la asamblea de barrios. Esos se sorprendieron al vernos, hasta cambiaron de color.

Al término del evento nos dieron de comer. Nos dieron tacos de guisado. Todos estábamos molestos, después de la madriza, nos hicieron esperar la paga como pendejos. El Jabalí les pagó a los que llevaba y los mandó al barrio. El Toga y yo tuvimos que esperarnos para el pago de las heridas.

Llegué alrededor de las 11 de la noche a mi casa, herido y cansado, pero con $1,500 en la bolsa. Me pusieron una regañada, les dije que se me había caído un tubo. De pendejo les contaba toda la ventura.

Al final la mitad de mi pago se fue en medicinas, terminé con un ojo hinchado y sobre todo, con ganas de retirarme por un tiempo del desmadre.

                                          

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