Desde
una caverna sin nombre
amarilla,
impoluta cavidad errónea
donde
se administran los cadáveres
sonrosados
que la noche deja en lugar
del
alba, allí, es oscuro y la muerte
miente
como todos. Son sinceros
y
honestos sus abrazos sutiles, llenos
de
misericordia y corazón ambivalente,
se
llenan de regocijo los miembros sin un
crepúsculo
al que acercarse. Consuelo
de
una extremidad vacía, broma de un cielo
sin
dioses, he ahí el carcaj solitario y el hondero
misterioso.
Recíbanlo con inconfundibles
ecos
de sonido, con intermitentes luces de barro,
y
en lo creado, como un puño sin estridencias,
veremos
crecer la náusea de los sublevados.
Oh
mentirosa y pequeña rapaz! La noche
se
viste de meretriz para aparcar sus rencillas
y
abordar el secreto de los rubios sementales.
Visten
el cuerpo mas no los techos,
las
láminas consagradas al cielo y los febriles
acantilados,
de roja pulpa y sistemas abolidos.
Aún
quedan trozos donde dejar la dicha-.
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