Es muy frecuente que creamos que en nuestro camino de vida, la meta es encontrar la felicidad, como si fuese una especie de tesoro que se nos esconde en un lugar recóndito para que encontrarlo sólo nos cueste vida.
Como he reflexionado muchas veces, no es lo mismo «ser» que «estar». El «ser» es una cualidad o condición que se nos adjudica y que es permanente. El «estar» es todo lo contrario, es un estado transitorio que puede variar.
Podemos «ser» siempre seres humanos, pero no podemos «estar» siempre vivos.
Entonces, ¿Qué es la felicidad?
¿Será un camino, una meta, un objetivo o un estado?¿Podremos ser felices realmente o sólo podremos estarlo por momentos?
Mi opinión personal es que no podemos «ser felices» y sólo podemos «estarlo». La vida es una montaña rusa donde vivimos jugando a la rueda de la fortuna. Hoy tenemos todo y mañana podemos perderlo todo o a la inversa.
También es importante entender a qué cosas le adjudicamos el privilegio de la «felicidad», ¿Qué es eso que puede hacernos sentir extasiados hasta llegar a creer que nos encontramos en el punto más alto de nuestra vida?
Como he dicho varias veces, considero que la felicidad no es el final ni la meta a lograr, sino una suma de situaciones que nos completan. Seremos un millón de veces felices en la vida (con suerte y si sabemos apreciar cada detalle), así como también podremos sentirnos totalmente miserables más de una vez.
Creo que todos debemos aprender a vivir el aquí y ahora. La tristeza, a veces, puede deberse a esa añoranza del pasado o la incertidumbre del futuro. El entender qué nunca vamos a poder cambiar el pasado ni está en nuestras manos el futuro, nos va a dar más calma a la hora de vivir la vida.
La pregunta de si «sos feliz?» genera demasiada ansiedad. Porque para poder decir si lo somos, tendríamos que estar agonizando en los últimos días de nuestra vida donde ya no nos queda más por hacer ni por vivir. Sería imposible responder si somos felices, es más fácil explicar que «estamos» felices porque hoy sabemos eso, mañana las vueltas de la vida pueden cambiar y podremos estar mejor o peor.
Lo voy a ejemplificar para que sea más claro.
Para vos que estás leyendo esto, supongamos que te preguntan «A dónde te gustaría llegar en los próximos 5 años?» Y me respondieras que «viviendo en otro país con mi propia casa y auto». Entonces, nos encontramos cinco años después y te pregunto si conseguiste todo eso, a lo que me respondes que «si». Asumiría entonces que «SOS FELIZ», pero sorprendentemente me decís que «no». Cualquiera en su sano juicio no lo entendería, ya que llegaste hacia donde te propusiste llegar (meta), pero en ese momento se te murió tu mascota, quien se crió con vos durante toda tu adolescencia y parte de tu adultez. Entonces, me contas que «te sentís triste e infeliz».
¿Qué quiero decir con esto? Justamente, resumir todo lo anterior. No buscamos la felicidad, sino cosas que nos ayuden a sentirnos más felices y menos tristes. No es el final del camino, es parte del mismo. Podemos lograr nuestras metas y que eso nos de una inmensa felicidad, pero a su vez, tendremos metas nuevas a las que llegar, y si eso dependiera nuestra felicidad, siempre nos sentiríamos infelices porque nunca llegaríamos al final. Por esto digo que aprendamos a SENTIRNOS FELICES y dejemos de buscar SER FELICES. Buscar «ser feliz» implica la decepción absoluta, porque como decíamos antes, «ser» implicaría algo constante en el tiempo y la vida da mil vueltas que sería imposible mantenernos así hasta el final. Vivamos el momento, apreciemos todo lo que la vida nos pone delante, sea bueno o malo. La felicidad puede estar en una tarde con amigos, en un abrazo de quien más queres o en una comida que te gusta demasiado. No está al final del camino, sino que es PARTE DEL CAMINO.
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