Oh
no conformaos con la piedra
la
que alzáis con simulado desprecio
agitad
la horda de puntas de sierpes
que
contrarían vuestras simulaciones.
Y
dejad este cuerpo en el vacío.
Disculpad
las hazañas, los regresos,
los
eternos instantes de celebración,
esos
huesos excavados en la oronda piedra
tatuarán
de sol vuestros reductos obsequiosos.
Y
en el placer las licorerías y de los vestigios de sal,
concentraréis
vuestro afán de cortesía.
II-.
Nazco
entre desiertos
pájaros
azules que divierten al maestro
golpead
los biombos y los baúles enfermos
las
alegorías de los sueños y las fraternales
capas
de obsidiana, tempestuoso tormento.
Repetid
vuestro insigne incendio de rosas
aquellas
que por primera vez destruyeron los patios
y
bebed de una ruina que se apodera de los sitios.
La
cabeza del bebe partido, resumirá vuestras
crueles
andanzas, vuestros baños repetitivos,
la
orina del cielo que organiza vuestros idiomas.
III-.
Ya
ascienden las hojas por la avenida
titubean
como esporádicas rosas que aliviaran
su
sonido, desmienten el tráfico de los ojos
percibiendo
sólo el flujo dogmático de las arterias.
Hay
una mano detrás de todo esto
una
mano gloriosa que resume ese ímpetu primaveral
que
bajo el soldado enemigo acude en masa
escupiendo
al trópico de sombras y estalactitas.
Ya
encienden sus hipogeos las rosas
las
cabras en descenso sumergen sus estatutos
en
el centro mismo del imperio.
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