Crimen = limonada, sándwich y flores

Crimen = limonada, sándwich y flores

Eduardo F. Gerez

21/03/2021

                                          Quería ser fuerte, que el optimismo fuera una parte fundante y durativa de mi vida, el alfa y el omega de mis deseos que hace tiempo habían fenecido. Los cataclismos avanzaban sobre los pueblos, campos y ciudades; las enfermedades comenzaban a diezmarnos pero la mentalidad humana seguía persistente y obstinada en sus prácticas disfrazadas. Mientras unos cuantos luchábamos por el bienestar del planeta, los otros no cesaban en sus acciones destructivas avalados por los eslogan de la política de turno.

En tanto que en algunos países de Europa las cárceles comenzaban a utilizarse como museos debido a la considerable baja de la delincuencia, en América debían edificarse más y más. La violencia de los delincuentes era cada día más abrumadora y dolorosa, en tanto que las organizaciones de derechos humanos exigían un trato humanitario para sus protegidos. La enseñanza de Cristo renacía para ponerse en práctica con los otros “ofrecer la otra mejilla”, excepto por una gran incongruencia, no había tiempo de ofrecer la otra mejilla porque uno ya estaba completamente apaleado y sin mejilla, o en el mejor de los casos, no podía hacerlo por haber pasado a mejor vida.

El Guardián trataba de explicarme, pero más que nada, trataba de hacerme entender porque él debía quedarse de brazos cruzados:

-Los delincuentes tienen una vida violenta y es de esa forma como se manejan. Para tratar con ellos es necesario apelar a esa misma violencia u otra más fuerte. No es posible la ecuación matemática de este mundo decadente que podemos traducir en crimen = limonada, sándwich y flores. He ahí el gran problema, los delincuentes no temen delinquir -y justamente no temen- por el trato que reciben por parte de la “justicia”. El castigo no existe. Saben que serán bien tratados, alimentados y que incluso el estado se encargará económicamente de su familia, en el caso de que a estos seres les importe la familia. Los delincuentes son tratados como damiselas neoclásicas y la policía ensaya continuamente el discurso del unitario, sin creerlo nadie. No es posible hablar, no podemos expresarnos porque todas las palabras están resignificadas, y si alguna aún no lo ha sido, no faltará quien encuentre un discurso de odio o cualquier maleficio mundano.

Recuerdo que en el año 2021, cuando aún había un poco de calma y el mundo intentaba salir de la primera cuarentena y todos eran vacunados para hacer frente a la primera pandemia, mi amiga Rosita, que en ese momento se desempeñaba como maestra de segundo grado, pidió a sus alumnos una cartulina color piel y enseguida la mamá de una alumna -que no pudo conseguir de ese color – vio ante el pedido de Rosita un discurso discriminatorio y preguntó haciéndose la ofendida “qué color de piel”. Todos entendieron y apuntaron hacia donde el discurso de esta mamá quería. Yo movía la cabeza y mostrabame mi espanto a mí mismo mientras recordaba a tía Negrita cuando iba a comprar medias cancán en la tienda de Don Manolo y pedía color piel, Don Manolo le preguntaba “en qué tono” y mi tía que era de piel más bien oscura pedía “piel oscura, aunque no tan oscura, ya sé que soy negra por eso me dicen Negra, pero bien sabrosa”. En las clases de actividades prácticas la maestra nos pedía papel glasé de todos los colores “y también de color piel” para hacer la parte del rostro de nuestros dibujos collage. Recuerdo que me sentía un poco ofuscado por todo el revuelo que habían armado y un mes después busqué en el servidor más solicitado de internet “cancán color piel” y la búsqueda me devolvió 316.000 referencias en 49 segundos, luego busqué solamente “color piel” y encontré 440.000.000 de resultados. El color piel remitía al color carne, pero si usábamos “color carne” estaríamos en una nueva confusión, pues no faltaría quien señalara “qué color de carne” aparte ahí estaríamos entrando a otro lugar, pues también preguntarían si se trata de carne de pollo -cruda o cocida-, de cerdo, de vaca, de murciélago, de rana, de ratas, etc. etc. etc.

La libertad de expresión fue paulatinamente muriendo en un acto que parecía normal y natural, todos tenían miedo de hablar y ser malinterpretados y señalados como golpistas.

La modernidad se había encargado de la muerte de Dios, mientras que la posmodernidad había puesto en el centro de todos los lugares la imagen trabajada del hombre. La palabra hombre refería solamente al sexo masculino, en tanto que las descendientes de Eva comenzaban a ocupar sus puestos y a refundar el mundo con sus propias palabras, pues sostenían que aquello que no se nombra, no existe. La estética verbal había muerto de un síncope neurocardiogénico, la filosofía se envalentonaba de recuerdos platónicos, aristotélicos y jasperianos, la literatura seguía entubada con respirador. El mundo se movía con lo instantáneo: fotos trucadas, videos cortos, historias cantadas –nadie soportaba la lectura de nada- el libro había muerto hacía tiempo, pero muchos los conservaban en sus casas en sendas urnas funerarias.

El culto a la imagen habíase exacerbado, todo debía ser registrado, todo quedaba grabado por alguna cámara. Aunque no todo salía a la luz, pues muchos intereses estaban en juego.

Lejano quedaba ya el tiempo donde el hombre había sido el centro del universo. La posmodernidad se había encarnizado con su imagen especular y ahora era desechado de manera fugaz. El Instantaneísmo había asesinado al hombre posmoderno y dado nacimiento a todos los reflejos posibles de una misma persona. El hombre, la mujer o cualquier persona transgénero descendía y se tipificaba en su avatar mortal, hasta que el aburrimiento lo encarcelaba y decidía que había llegado el momento de transmutar de cuerpo holográfico.

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