Aquella mañana de verano no era como cualquier otra, era diferente. Era el aniversario del fallecimiento de mis padres en aquel fatídico atentado. Desde ese día todo cambio para mis hermanos y para mí. De a poco y sin darnos cuenta nos fuimos distanciando hasta que ya no nos vimos más.
Decidí ir a dar un paseo por las playas de Marbella y mientras caminaba un viento suave pero refrescante hacia volar mi chalina al son de las olas que golpean la playa. Siento que algo toca mi pie miro hacia abajo y veo una fotografía. Me detuve a mirarla y una lagrima rodó por mi mejilla. Aquellas personas eran totales desconocidos para mí, pero, sin embargo, me hice el retrato de mi infancia. Todos los veranos íbamos a pasar las tardes a la casa vieja y derruida junto al mar. Nuestros padres nos acompañaban mientras mis hermanos y yo disfrutábamos del ocio de las vacaciones de verano. Junto a nuestra familia estaba Bobby nuestro amado perro compañero de aventuras y juegos. Incansable amigo fiel.
¡La tarde iba cayendo el sol se empezaba a ocultar y de pronto una briza me arrebato la fotografía la cual ahora le susurra a otra persona mil historias más!
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