Los placeres sexuales que gustaba de ostentar en sus historias con frecuencia me hacían pensar que debía dar vuelta y no volver jamás, pero cuando el cerebro se enluta con ese cóctel hormonal, la erotomanía suele gobernar más allá de toda racionalidad.
Eso a lo que ustedes llaman enamoramiento, a eso yo le llamo erotomanía; el displacer de sufrir persiguiendo a alguien que vive sumergido en la promiscuidad de explorar cuerpos como si de continentes salvajes se tratase, mientras yo lo observo a la distancia.
¿Qué tiene de especial?
Te diré que no tiene nada, su inteligencia es normal, su físico no sobresale y su apariencia no denota algún atractivo especial, sin embargo, mi alma se alborota, se retuerce tan solo con pensar en las letras de su nombre. Durante mis largas noches de insomnio me he preguntado, ¿por qué? ¿acaso he caído presa de alguna especie de magia negra que me impide actuar con inteligencia?
No hallo respuesta a esas preguntas, no es que quiero tenerlo entre mis brazos o verificar si es cierta su gran destreza sexual, yo lo quiero de una manera singular, más allá de lo que su cuerpo puede ofertar, más allá de lo que su boca puede hacer, mas allá de lo que sus gemidos pueden provocar. No lo puedo explicar con certeza, lo quiero por la persona que se esconde detrás de semejante seguridad que gusta aparentar, detrás de su mirada se esconde un hombre singular, a ese personaje persigo, ese es el ser que quiero amar, pero él es un personaje difícil de desnudar, hombre que suele dejar la ropa con facilidad, pero del alma, de eso que realmente importa parece tener un candado en cada atadura.
Él es un promiscuo, un ser que no merece la más mínima atención, la mejor decisión sería dejarlo seguir por su camino de placer, pero cada vez que es besado y se presenta sonriente, puedo notar las grandes lágrimas que escurren entre sus dientes.
¿Merece ser amado como yo lo amo?
No, no lo merece, vive para saciar sus instintos naturales, egoísta de sentimientos, él ve en sus amantes objetos de placer, pero querido, usted es el objeto de sus amantes, usted es el juguete, ¿no desea evolucionar a un igual y convertirse en humano?
¿Vale la pena insistir?
No, no merece la pena, pero usted comprenderá que existimos humanos masoquistas que gustan de inspirarse en el sufrimiento causado por aquellas cosas que se quieren amar, pero no se dejan.
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