Para que nuestras palabras se escuchen como señas de lo que en silencio constantemente arriba por la traslúcida campana de lo ausente, cuerpo de lo invisible, fantasma de luz hasta confundir el tiempo. Cuando la sangre desborda sus estrellas, claro reflejo en la distancia. Y no hay silencio sin dos, ni lágrimas que resbalen por el espacio vacío, infinito que sostiene, carne, besos, aire, pulso.
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