Las lágrimas que no cayeron por el precipicio de mis ojos, han regado un jardín interior. Allí, entre vértebras y nervios de color púrpura, crecen amapolas que se confunden con la sangre. De alto de mi cabeza hasta mis hombros, ha comenzado a brotar una bonita cabellera de tulipanes.
El agua , aun siendo salada, siempre crea vida.
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