Tras el golpe el silencio
y escondida en la amenaza
se fueron las perlas,
siete dientes sobre un charco de
sangre.
En silencio, sin declarar,
sin rendirse, sin darles el gusto.
Tal vez pensando en álgebra elemental,
aunque ya que ni pienso, solo me dejo
ir.
Palurdos tus golpes que no ven
que ya no estoy aquí.
Y cada vez que el puño se hunde
la memoria se acerca un poco más.
Y eso le jode al que golpea,
le cabrea que la historia hable,
y por sobre todas las cosas
que hable mal de él.
Esta noche de abstinencia
me vistió el vino
y la paranoia de mi verdugo.
OPINIONES Y COMENTARIOS