Después de varias noches sin dormir debido a los continuos ruidos en el dúplex y harta de tener todo patas arriba como en las películas de Paranormal Activity, Ágata decidió ponerse en contacto con una conocida vidente y tarotista de Londres que colaboraba algunos lunes por la noche en el programa Strangers Mysteries. La vidente se hacía llamar Lula Spencer, tenía alrededor de ochenta años, aunque aparentaba sesenta, siempre iba vestida con trajes de chaqueta monocromos y sombreros del mismo color, al estilo de la reina Isabel de Inglaterra.
A la mañana siguiente Lula se presentó en el dúplex de Ágata con su grupo de ayudantes y todo el material en una gran maleta rosa chillón a juego con su traje de Chanel. Lo cierto es que era imposible que Lula pasase desapercibida, era una mujer bella y esbelta, por cuyo rostro parecían no pasar los años, seguramente, como pensó Ágata, debido al uso diario de las milagrosas cremas de la marca Clinique o quizás a que tenía un pacto con Belcebú. Lula y sus ayudantes dispusieron grabadoras de voz, cámaras térmicas, detectores de movimiento y medidores del campo electromagnético por toda la casa. Después, inspeccionaron de arriba a abajo cada rincón, cuando cayó la noche, comenzaron a escucharse ruidos en las estancias del piso superior, en la cocina se movían las sartenes y la vitrocerámica se encendió sola, Lula bromeó: “Seguro que este alma tiene hambre, estar en otro plano astral no significa que se te quiten las ganas de comerte un buen sofrito de vez en cuando”. De repente, se escucharon unos toques en una de las habitaciones del piso superior como si alguien estuviera llamando con los nudillos. Lula hizo un gesto de subir a los ayudantes, Ágata subió cobijada detrás del resto. Al abrir la puerta se encontraron a una mujer mayor de espaldas que miraba por la ventana. Lula le preguntó: “¿Qué haces aquí? ¿Hay algo que te retenga en este lugar?”. La mujer continuó inmóvil, la tensión en el ambiente aumentaba, Lula hizo un gesto al grupo para que bajaran al salón. Ágata estaba inquieta, esa mujer le resultaba familiar. Lula consiguió acercarse a la mujer de la ventana y entabló una larga conversación con ella, pasaron las horas hasta que los ayudantes decidieron subir a la habitación, al abrir la puerta no había rastro de Lula ni de la mujer. Pasaron los días y Lula no aparecía. La noticia recorrió todas las cadenas de televisión del mundo: “La vidente Lula Spencer ha desaparecido durante una de sus investigaciones” esta frase sonaba en todos los telediarios. Una noche, Ágata escuchó un ruido en la habitación, bautizada como “maldita”, cerrada a cal y canto desde el suceso. Ágata llamó a su vecina Kitty para que la acompañara, Kitty era una culturista licenciada en derecho y con muchas agallas. Ambas subieron a la habitación y al abrir la puerta se encontraron a Lula mirando por la ventana. Había vuelto de un viaje por el plano astral de los muertos con Mary, la mujer que se apareció esa madrugada y había estado ayudándola a encontrar a Phelix, el gran amor de su vida y hasta que no lo consiguió esa misma noche, no pudo regresar.
Ágata descubrió porque Lula se conservaba tan joven cuando esta le explicó que los viajes al plano de los muertos no tienen la misma duración en el tiempo que en el plano humano. ¡Dónde esté un viaje a otra dimensión que se quite Clinique!
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