En la nación de Dilerin, había costumbres distintas que las de otros reinos o comunidades del mundo, era un lugar con gente muy amable y con vibras ligeras, creencias muy místicas y espirituales. La infraestructura era peculiar también, ya que los techos compuestos de tejas, daban una figura cónica y triangular, su vegetación era basta, ya que en sus colindancias no había mar cercano, por lo que se valían de la agricultura y el agua que los ríos y arroyos les brindaban en abundancia. El físico de la gente radicaba en un común denominador, todos mayormente delgados, con color de pieles que variaban de las morenas claras y blancas, la mayoría de la gente no solía ser muy alta, y genéticamente establecidos como tipos lampiños de barba y las demás regiones corporales salvo sus cabellos.
En esta nación, había muchas cosas “peculiares”, así como costumbres y creencias poco ortodoxas, por lo que mitos, leyendas y narraciones fantásticas eran recurrentes, tanto a manera de cuentos locales, para evocar deidades, o para mero entretenimiento que los mayores proporcionaban a manera de cuento a los niños de aquel lugar. A propósito de todo esto, en este lugar existía una persona, un adulto mayor llamado Dywen Leen, un peculiar abuelo supersticioso, ávido del té verde, planta para infusión que abundaba en esa región geográfica. Este abuelo sufría de una enfermedad que provocaba unos desordenes de glucosa en su sistema. Afortunadamente en ese contexto histórico la humanidad ya se las había ingeniado para dar con una planta que controlaba esa enfermedad, la planta Samoroa, pero dicha planta solo se podía originar en otra región, y que la obtención de dicha medicina se veía comprometido algunas veces por distintos acontecimientos de la vida y principalmente por ciertos accidentes en las precarias vías de transporte. A continuación, la “viva voz” de Dywen, “el abuelo” y el narrador omnisciente, para narrar los raros sucesos alrededor de su supervivencia y la obtención de aquella planta.
“Es cierto, como ya sabes, vivimos en un país rodeado de plantas, plantas y fuentes de agua por doquier, y como sabes también, hay ciertas regiones que ni los más valientes guerreros y expedicionarios se atreven a visitar, sitios con la reputación mas desalentadora que se pueda encontrar por aquí, en las que lo frondoso del bosque guarda celosamente imágenes, sonidos y “entes” que nadie ha tenido la fortuna de contar a detalle sin antes pagar un alto precio, pero si no quieres ir, yo no tengo problemas, hija. No te lo pido, solo no entres allí”. Todo esto le decía a modo introductorio a su nieta ya huérfana, la apenas adolescente Xian, quien a toda costa se aferraba a que su abuelo siguiese con vida, ya que después de la muerte de sus padres en un siniestro, era la figura paterna que ella tanto quería, sin querer ver en sus tíos otra opción viable de paternidad. Xian, como todo descendiente de Dywen, mantenía el sosiego en su mente y en su rostro, era tranquila, empática con los demás, en rara ocasión se metía en problemas, aunque era un poco distraída, siempre buscaba ser precavida, y siempre buscaba el orden en su entorno y su mente. Era de los estudiantes más destacados de su clase, y como nieta de su abuelo, siempre le precedió una gran reputación como una señorita agradable y que seguía las buenas costumbres, siempre era visionaría y como sabía que su juicio nunca buscaba dañar a nadie lograba de alguna u otra forma que su camino para la obtención de cualquier encomienda fuese el que prevaleciera como el elegido y el más factible de todos. Era determinada, pero la determinación más discreta y “humilde” que se pudiera manifestar en cualquier humano, dada la naturaleza egoísta de éste último. Tenía quince años recién cumplidos, ojos rasgados y cafés oscuros por la herencia clásica de alguien de aquel país, una boca pequeña, la piel morena clara, casi blanca, delgada por antonomasia, tal y como su amigable y orgulloso pueblo Dileriano, medía un metro con sesenta y tres centímetros (bastante alta para ser una mujer de aquellas tierras) y siempre portaba un colgante con la figura de un colibrí, colgante perteneciente a su madre, de las pocas pertenencias que tenía de ella, y que servía para sostener su cabello lacio y negro en un peinado de mujeres con pintas decentes y de buena familia que se generalizaba en Dilerin, vistiendo siempre de vestidos kimonos y otros ropajes típicos de la región.
Se encontraban en aquel encuentro esos parientes, su tío Lien, calmado y docto como su padre, de no más de cuarenta y cinco años, delgado y de un metro setenta centímetros de estatura, acompañado de su esposa, la tía política Liang, educada, pero más indiscreta a la hora de señalar lo que se encuentra mal, un poco más baja que Lien, con una tez tan blanca como la nieve y un pelo azabache que atraparía cualquier destello de sol en su profunda oscuridad. Se encontraban dialogando en tranquilidad, pero con el ahínco que se necesitaba, sobre quien de ellos iría por la medicina del viejo Dywen, quien de nuevo después de siete años volvía a recaer en su enfermedad gravemente gracias a los deslaves de rocas que ocurrían en el camino que conectaba Dilerin con Ramoa, dichos deslaves eran de grandes proporciones, ya que en efecto, las grandes montañas rocallosas y con tierra antiquísimas se erosionaban fácilmente con las tormentas que dadas las estaciones que azotaban aquellos lugares en los caminos estrechos y de acantilados pronunciados por donde se trazaba la ruta comercial y de traslado con la región vecina que proveía algunas plantas que solo se daban ahí, en la nación de Ramoa, que distaba mucho de la flora y fauna que tenia con la vecina nación de Dilerin, que se proveían de forma reciproca y amigable algunos productos y materias primas que no se daban en sus respectivas tierras, por lo que era un trueque bastante valioso para ambas tierras, y que ciertas veces cuando pasaban estos acontecimientos naturales algunos productos escaseaban por un par semanas en lo que el deslave se movía y ambas naciones cooperaban para volver a optimizar la vía de comunicación. – De ninguna manera permitiré que te vayas por esto, papá, no te preocupes, yo iré por el bosque Dileriano, y lo cruzaré a toda costa -, le decía Lien. El viejo solo negaba con la cabeza, y decía que su tiempo ya había acabado, mientras que los dos ahí presentes argüían que eso no era así, que estaba en una muy buena etapa de la vida, que tenía que seguir viendo a sus nietos venideros, y sobre todo cuidar de Xian, quien tanto lo necesitaba. Xian solo observaba callada desde la puerta del cuarto bien iluminado de su abuelo, silenciosa y sin interrumpir, provocando sigilo en su presencia en aquel encuentro, tal como era la costumbre de los menores, no interrumpir en las platicas de los adultos.
A la par de todo esto, la jovenzuela solo pensaba, un raudal de pensamientos, escenarios y toda clase de cosas increíbles y hasta absurdas pasaban por su cabeza, temblaba del miedo al porvenir que le devenía por su inminente accionar, y sabía que no había vuelta atrás, pero su amor por su familia la haría ir más allá de lo que se podría esperar de ella, rasgo bien implantado en los dilerines, que siempre buscan dar su máximo esfuerzo en cualquier encomienda. Pensaba en realizar invocaciones prohibidas, vender su inocencia a cambio del favor de ir por aquella planta y que cruzaran el bosque, y toda clase de calamidades imaginarias pasaban por su cabeza. También sabía que no tenía que dejar ir a su tío, ya que estaba próximo a ser padre, y los ignotos misterios de aquel bosque eran casi seguro que lo dejaría sin vida, y a su primo no nato sin un padre. Así era, no había otra opción, en sus ojos se veía la determinación, el miedo, la desesperanza, pero también el amor y la fuerza que se obtiene por el bien de cuidar al ser humano más deseado, la decisión estaba hecha, partiría esta noche, como si no fuese menos terrorífico que hacerlo por el día, sabía que si esperaba más tiempo su abuelo no lo soportaría, así como la discreción que aportaría irse en un horario taciturno, por lo que hacerlo en ese momento era lo más prudente y oportuno.
El momento de partir se acercaba, Xian pensaba mucho, horas antes, suspiraba profunda y lentamente con regularidad, y trató de estar reposando lo más que pudiera antes de irse en una silla junto a su abuelo. Cuando llegó el momento de prepararse, se acerco a su abuelo, y besándolo en la frente le dijo, – abuelo, nos vemos pronto, todo estará bien, lo prometo -, su abuelo la miró detenidamente, y con el entrecejo fruncido y estricto le replicó – niña, ven hacia acá, yo se que te pasa algo, te conozco, y odio verte preocupada. Yo no sé si estaré contigo mucho más tiempo, tal vez hoy sea la última noche en que mire tu hermoso rostro, pero tienes que ser valiente, no seas aprensiva, tu abuelo siempre te quiso, pero tienes que dejarme ir, hija. Prométeme que no harás nada arriesgado, y que estarás aquí… – , Xian sabía que su abuelo la conocía tanto como la palma de su mano, y le avergonzaba mentirle, y saber que él sabía que mentía, pero no tenía otra opción, su destino estaba trazado. Pasado esto, salió de los aposentos de su abuelo para dirigirse a su habitación, la luz del ocaso entraba tenue sobre la ventana de su cuarto que daba al patio trasero, un viento suave entraba mientras que ondeaba las cortinas atadas con una cuerda para buscar la ventilación e iluminación deseada, mientras que ella se quedaba sentada unos pocos minutos sobre su cama, viendo hacia el piso en silencio, y tratando dar tranquilidad y descanso a la vorágine de pensamientos que le aquejaban. Respiró profundamente de nuevo, y se levantó de golpe, su cabeza y las partes cerebrales que en ella residían ayudaron segregando un sinfín de sustancias endocrinológicas que la ayudarían a posicionarla con las energías y ánimo que se necesitaban para realizar la tremenda encomienda que se ponía ella misma. La noche cayó sobre Dilerin, y Xian estaba lista ya, se puso un sweater ligero, cargó un magnesio con pedernal, una cantimplora, una navaja, algunas hierbas curativas y provisiones para el camino, por lo que su bolso de compras tejido a mano por su madre, estaba repleto, y con el escudo Dilerino
un tanto pixelado por la deformación que provocaban aquellos objetos. La hora llegaba, y la joven iba a hurtadillas por toda la casa hasta llegar a la puerta principal, salía por el acceso principal de la casa, ya que a la hora que salía la mayoría de la gente dormía, y solo vagaban por ahí guardias de la ciudad y algunos ebrios que gustaban de ir a las pequeñas cantinas a beber alcohol de arroz y gastar sus salarios en meretrices, por lo que su caminar podía ser calmo y regular hacia el área boscosa, de la cual no quedaba nada retirada de la casa del abuelo. En el camino pensaba en toda su vida, su infancia nada lejana, sus expediciones con el abuelo en busca de agua fresca, frutos y plantas de todo tipo, así como en sus amigos actuales, en figurar como sería el amor, romances, y ese tipo de cosas que empiezan a rondar por las cabezas de todos los seres humanos a esa edad. También surgía el remordimiento de la mentira que le había dicho al abuelo, que después de ese beso en la frente ya no volvió al cuarto después de cerciorarse de que estuviese bien y dormido, y que no hizo más que mirarlo un poco antes de irse, sin darle ese beso de saludo o despedida por miedo a despertarlo del sosiego en el que se encontraba en aquella suave y aromatizada cama.
Así por fin, se encontraba a las afueras de aquel bosque, el cual demarcaba una entrada por el incipiente sendero que daba a la profundidad del bosque. La noche era bondadosa en cuanto al frio, ya que apenas estaba por cambiar de verano a otoño, las hojas aún no empezaban a caer, pero hubo algún tipo de lluvia veraniega en días pasados. El viento era refrescante, pero no lo suficiente para sacudir con violencia algún árbol del frondoso bosque templado de frondosas y mixtos, tampoco para provocar algún tipo de frio insoportable a cualquier persona que estuviese al aire libre por aquellos días. Había nubes dispersas por todo el firmamento, la Luna estaba en fase de Luna llena, y las estrellas adornaban de manera majestuosa la noche dando una vista surrealista. Xian entraba por el sendero a la densidad del bosque, pasando un trago de saliva provocada por los nervios de entrar a dicho camino. Se sabía que el bosque abarcaba unos ocho kilómetros de largo, pero también que llegaba un punto en el que el sendero se borraba, y ya no se podía saber con certeza que ruta era la más segura y adecuada para tomar, Xian sabía todo esto.
Empezaba entonces, a caminar por el sendero, un bosque no tan grande, pero que al estar adentro te daba la percepción de que las dimensiones divisadas desde el exterior no correspondían con la extensión vista por el ojo humano cuando yacías completamente dentro de él, hasta las expediciones en grupos de aventureros coincidían en esta observación; Xian sentía lo mismo. Su paso era normal, como si caminara por alguna avenida curioseando con las imágenes que la luz de la luna le permitía ver, tanto árboles frondosos, algunos arbustos, pequeños animalejos, entre otras plantas. Iba alerta, por el momento todo iba bien, pero ella percibía algo en el ambiente y en ella misma que no dejaban implantar sosiego en sus pensamientos, ella no sabía qué era lo que podía pasar. Seguía caminando, había avanzado ya unos cien metros, cuando un viento recorrió su cabello, lo sacudió suavemente, y un algo corrió por su cuerpo, una sensación extra corpórea que irradiaba más allá de lo físico, pero que hizo estragos para poner su piel de gallina, y erizar sus bellos corporales signos de un mecanismo precario de defensa animal. Así, y con estas dudas, continuó caminando por el sendero que pareciese formado por el pasar de los humanos, pero que si se tenía en cuenta que no era transitado por casi nadie, dado el miedo de los lugareños, las señalizaciones de peligro, y las leyendas esparcidas hacía las naciones más alejadas y cercanas respecto al lóbrego bosque maldito, la duda justificada que ningún gobierno, vecinos o viajeros pudieron formar el camino por el constante transito, o por algún proyecto de urbanización, quedaban como el hecho más improbable posible, pero la joven (y mas allá de todo pronóstico) continuó andando, hasta que un ruido se escuchó en algún arbusto, respecto a la parte de en frente a la derecha de ella. Sin duda pensó que debían de exagerarse los rumores, ya que llevaba minutos caminando a buen paso sin que llamara la atención de cualquier cosa. Y por consiguiente, el ruido del cual se percató, no fuese más que algún animalejo propio del ecosistema. Cuando de repente un viento volvió a soplar de forma inesperada, dado que el clima estaba en una constante sin ningún tipo de perturbación, y que era propio de la estación que no ocurriese viento, ese mismo aire, movía el enramado de los arboles más grandes del sendero en el cual se encontraba transitando, así que dejó entrar con más claridad la luz lunar que se sentía intensa por aquellas fechas. Xian
volteó hacia arriba, y por unos segundos pudo admirar la hermosa luna, a la vez que sus destellos y luz directa hacia un área próxima y contigua de la cual se encontraba parada. Rápidamente las ramas grandes que dejaron entrar aquella luminosidad nocturna, celosamente cerraron sus brazos maderables al curso natural de su propia estructura vegetal, y cuando volvió su mirada a donde su camino, apareció lo mas horrido que jamás haya visto, de la manera más espontánea y rara posible, lo impensable aparecía frente a sus ojos; era lo que parecía un hombrecillo de aproximadamente un metro, llevaba un sombrero con un pico algo tosco, una hebilla de acero derruido en medio, un cabello oscuro, pero opaco por los vestigios de tierra que se miraban propios de un hombre desaliñado el cual no gusta por la higiene, una tez asquerosa; piel horrible, parecía hasta viscosa, arrugada y con algunos puntos negros que tímidamente se asomaban por algunas verrugas que al contrario se erigían toscas y asquerosamente en su rostro, unos ojos totalmente negros, carentes de pupilas o algún otro rasgo distintivo de estos, que aunque eran grandes, al extremo de los ojos tenían un poco el sello característico de los Dilerines cercanos al estar medio “rasgados”, una boca enorme, labios secos, y una camisa blanca que al igual que su cabello, era igual de opaco y gastado, unos pantalones negros, tirantes negros y unos zapatos negros puntiagudos con algún fango por donde quería mostrarse la suela. Era una escena que la dejaba pasmada, muda, sin respiración por un momento, y que ella sabía que podría tratarse de una de las leyendas mas aterradoras de Dilerin; se trataba de Gnomus, el ayudante de Oit – Ehcnip, dios o deidad que según los Dilerines, era encargado de dar mal a las personas, además, dios de la perversidad sexual, y enemigo del dios de bondad y fortaleza al cual rendían culto en esta misma nación, el dios Nisnartleb.
Gnomus se encontraba con la cara fruncida, como enojado sin ninguna razón aparente, pero al encontrar la mirada con Xian, este asqueroso y malvado ser cambió su gesticulación a una grotesca, lasciva y llena de maldad, y pensaba en hacer de las suyas con otra inerme presa como la que tenía en frente. Por otro lado, la joven estaba paralizada, y sabía que ya tenía pocas oportunidades de vivir, las lagrimas empezaron a brotar de sus ojos, como a su vez el miedo, que provocó que no pudiera gritar, y que al ver esta escena Gnomus le dijo – tranquila, te juro que no te va a doler, primor -, con voz chillona y horripilante. A lo que sin responder y con el corazón a punto de salir de su pecho, Xian corre en dirección contraria, y da el primer grito/alarido con su voz tan suave y dulce que lo alterado de su estado parecía no ser producto del peligro inminente, mientras que la criatura corría desesperada hacía ella. El abyecto ser no tardó mucho en alcanzar la pobre joven, a la vez que se ponía frente a ella con la intención más que clara de despojar de sus ropajes a la puritana joven, ya que como vil ser, lo que hacía con sus víctimas antes de acabar con sus vidas a manos de su fuerza aterradora, era una serie de actos depravados que hasta los mismos exploradores que han encontrado los restos de algunas mujeres y jóvenes hombres ultrajados y sodomizados, que prefieren guardar el secreto y los detalles en aquellos cascarones sin vida dado lo atroz de la descripción que darían. Al aproximarse lo suficiente para empezar con la campaña de sus inefables actos, y en un intento súbito e instintivo para salvar su vida, Xian le propinó una patada en los bajos a aquella criatura y un grito agudo salió de él, cayendo y revolcándose dando pataleos pequeños y rápidos mientras que medio giraba el cuerpo en la tierra, levantando una pequeña nube de polvo a su alrededor dado el movimiento. La chica no espero nada y soltó un sprint lo más fuerte que pudo mientras que solo escuchaba quejas y letanías de dolor por parte de aquella aberración, corrió todo muy espontáneo y avanzó increíblemente rápido resultado de quien sabe que efectos de la adrenalina en su cuerpo; cuando de repente en su camino vio un tronco grande y viejo casi cubierto en su totalidad por arbustos y otras plantas endémicas, que tomaría como escondite por unos minutos para esperar que aquella entidad se perdiera en lo espeso del lóbrego bosque.
Xian se metió en aquella oquedad del tronco que había visto, y que confiaba en que se mimetizaría perfectamente dado las plantas que lo rodeaban y el musgo que esbozaba el exterior del mismo tronco, así como en su interior. Una vez dentro, puso sus manos en su boca para evitar que el llanto provocado por su miedo pusiera en descubierto su escondrijo, cuando a los segundos de encontrarse dentro, pensó que debía calmarse para que su respiración tampoco la delatara, y que si se tranquilizaba podría pensar mejor en cualquier escenario; los rezos con su suave y buen alma emanaban de su mente para que el dios Nisnartleb le concediera la ayuda y sabiduría para salir de esta pesadilla, de ese bosque maldito. Los ruegos sinceros, y que procedían de un fin tan noble como salvar la vida de su abuelo no paraban de salir de toda la energía espiritual y vital de la joven, a cada segundo lo hacía sin parar, a su vez que su parte femenina de hacer dos cosas a la vez, le permitía prestar suma atención a cualquier estimulo o ruido al exterior del tronco en el que se encontraba, y siendo así logró captar los muchos horridos sonidos que estremecerían su mente hasta casi el punto de la locura. Era Gnomus de nuevo, haciendo ruidos nasales, arrancando ramas y arrojándolas a la nada, pataleando y rugiendo como animal salvaje, todo esto por el dolor en su entre pierna, sus testículos y su órgano “reproductor”. Se paró a unos pocos metros de donde estaba escondida Xian
oculta, y gritó casi chillando y rugiendo a la vez, con furia infernal, – ¡pequeña puta!, ¡te voy a matar!, ¡te voy a hacer trizas!, ¡y te haré cosas impensables, no sabes lo que acabas de hacer, perra pendeja! -, cuando terminó estas palabras y otras soeces mas volvió a soltar otro alarido de furia; – iiiiiiieeeeeeeeggggkkkkkk – (algo así fue su indescriptible onomatopeya), y el súbdito de Oit – Echnip corría hacia adelante a galope rapidísimo y furioso, mientras que la joven no paraba de llorar lagrimas de inmensa desolación e impotencia.
Luego de unos minutos, se decidió a salir, primero asomando su pequeña cabeza a todos los ángulos que le permitía mirar la maleza, plantas y árboles dado el lugar en el que se encontraba, buscando cualquier rastro de huellas, objetos o los pies de aquella horrida criatura. Posteriormente, y luego de realizar la misma acción por arriba de su cintura y cabeza misma, logró ver que el área se encontraba libre de aquel ser (por el momento), y que si quería una mínima oportunidad de sobrevivir, debía seguir su camino, a la vez que estar atenta de Gnomus para escapar de él a toda costa. Así siguió su paso, y continuó todo bien por varios metros, pero los efectos de la paranoia hacían estragos, ya que cualquier sonido provocado por el viento, o por los pequeños animalejos que allí habitaban, la ponía histérica y aterrada, y no era para menos por lo apenas vivido para una jovencita inocua y puritana. El ritmo a su paso continuó, no quería correr para no provocar mayores ruidos, pero también puso paso raudo para salir de ahí lo antes posible, y así iba por aquel sendero, aún no se veía a la lejanía la salida de aquel espeso y misterioso bosque, pero solo avanzaba al son de sus rezos y sus pasos ligeros. De repente, escuchó algo fuerte por un arbusto a su izquierda, pensó que estaba perdida, que era él, pero sucedió, algo inesperado; un ente similar a Gnomus aparecía, y le dijo lo siguiente – hey, chica, ¿tienes algo dulce contigo? – , al escuchar estas palabras, y con una voz tanto carrasposa como chillona, demasiada similar a Gnomus, Xian no pudo mas, y como si de algún mecanismo de defensa corporal se tratara, cayó desmayada al instante, con ciertas convulsiones y ojos totalmente blancos. Cuando despertó, estaba viéndola fijamente esta otra criatura similar a Gnomus, y ella estaba a punto de soltar el grito cuando esta entidad le puso su mano larguirucha y peluda sobre la suave, tersa y pequeña boca de la joven perturbada. La criatura le dijo susurrante – ¡sssshhhhh!, ¡nos va a encontrar Gnomus!, te voy a quitar la mano, pero no grites, o te va a encontrar, ¿ok?, yo solo quiero algo de dulces, o algo con ese sabor -, la jovencita pensó en miles de cosas, menos en que estaba segura. No sabía si reír o llorar por lo que le decía aquella «cosa» que era idéntica a Gnomus, pero que poco a poco empezaba a hacer sentido lo que aquella criatura le decía a la joven. – Hola jovencita, mi nombre es Duendus, y soy súbdito de Nisnartleb, me dijo que podrías tener algo de dulce para mi, por eso he venido a ayudarte -, la joven con aun lagrimas que no secaban por sus mejillas, sonrió, y no podía creer que las historias que le contó el abuelo Dywen cuando era una niña fueran ciertas. La historia de Duendus es particular, ya que en un principio Nisnartleb lo había creado para llevar fortuna y cuidar a los viajeros, con un alma noble, y un sentido del deber amplio, que sentía que había hecho a la perfección, y a su semejanza en cuanto a las cuestiones morales y de ideales se refiere. Así vivió mucho tiempo, ofreciendo su ayuda a buenos viajeros que se metían en problemas, hasta que cierto día, y con la envidia y sagacidad maligna típica de él, el dios Oit – Ehcnip creó a Gnomus con la intención de pervertir de una manera tan simple, pero como ingeniosa e inesperada. Cierto día, Gnomus se topó con Duendus, este último ya sabía que tratar con su enemigo, era tratar con un ente asqueroso y maligno, por lo que gracias a su fuerza e inteligencia lo sometió y estuvo a nada de matarle, pero momentos antes de que Duendus le diera el golpe final, Gnomus le ofreció un ambigú para que le perdonara la vida, y Duendus aceptó, no sin advertirle que esa sería su última oportunidad, y que si volvía a sentir maldad y peligro emanando de él, no tendría tanta suerte la próxima; cuando terminó de advertirle todo eso, Duendus probó el bocado hecho de dulce de higos que tanto se daban en la región, pero investidos con magia y hechicería negra solo sabida por Gnomus, provocándole un rictus de dolor enorme al haber masticado y tragado el alimento. Una vez recuperado de ese dolor, Duendus empezó a sentirse de una manera extraña, muchas cosas que sabía, sentía ahora que ya no las sabía mas, o que simplemente no las miraba claramente, a su vez que sentía una impetuosa necesidad por consumir azucares, cualquier cosa de sabor dulce lo calmaba; si, Gnomus le dañó la cabeza, y le creó la adicción a los monosacáridos, misma que le impedía oír los ruegos de los viajeros en peligro, a no ser que tuvieran algún dulce entre sus alimentos, como también ignorando a Nisnartleb; la gran deidad sentía pena por la criatura, que no tuvo la determinación de acabar con su vida, si no de dejar aquella naturaleza en él, y que ayudara a por lo menos algunos viajeros afortunados con azucares entre sus pertenencias. Este cuento era utilizado por los abuelos dilerines para hacer que los niños consumieran verduras y frutas, así que no comieran solo dulces y otras comidas de bajo contenido nutrimental.
Xian, aun confundida, pensó que esta especie de milagro, era obra de Nisnartleb para socorrerla, pero que a su vez le parecía absurdo que esa criatura un tanto perturbada mentalmente fuese el súbdito de tan perfeccionista deidad. Duendus era incapaz de lastimar a ningún ser vivo de buenos sentimientos, pero si no lo comprabas con algún bocadillo o ambigú que saciara su adicción a los dulces, este prefería ignorarte y simplemente pasar de largo, irse a buscar otros aventureros, o algunos otros frutos dulces que naturalmente ofrecía aquel bosque en algunos árboles frutales que por allí se daban. – Hola, me llamo Xian, mucho gusto.- dijo la joven con voz titubeante, tímida y asustadiza. – Vengo a estos parajes para lograr pasar a Ramoa, necesito unas hierbas que curen los males de mi abuelo, por favor, protégeme hasta llegar al final de mi camino, y te prometo tantos bocadillo como tenga en mi morral -, complementó su saludo inicial con una convicción férrea en su rostro delicado. – Siempre que tengas bocadillos dulces para mí, yo estaré feliz de llevarte al final del camino, para que el «otro» no te haga nada. Por favor, ¿me podrías dar un pequeño adelanto de mi paga? – le dijo casi desesperado por algún dulcecillo, aquella entidad devenida de la divinidad. Sin más, Xian le dio uno de los siete dulces de higo que llevó como refrigerios al viaje junto con otras frutas de temporada y agua en una bota de cuero de cabra, mismo dulcecillo que aprendió a hacer desde muy niña, y que era lo que con más claridad recordaba con su madre, preparar esos bocadillos junto a ella para dárselos de regalo a su papá cuando llegaba de su jornada laboral a casa. Aquella criatura olió rápidamente el bocadillo, siguiendo por devorarlo en un santiamén con desesperación, quedando absorto por un momento dado el sabor tan delicioso de aquel dulce. Duendus le dijo – ¡está delicioso! ¡¿Cómo no probé esto antes?, dame otro, por favor! -, Al ver ésta escena, la joven estaba aun confusa por lo raro y bizarro de aquella escena, ya que Duendus era bastante vivaracho con su modo de expresarse, consecuencia sus facciones y sus rasgos faciales que lo hacían muy expresivo, con un semblante noble, inocente y hasta infantil. Duendus era casi igual que Gnomus, solo que omitiendo las protuberancias que brotaban de su rostro, ya que el cutis de su ahora aliado era inmaculado, casi con gracia de niño o bebé, su vestimenta aunque muy parecida a la de su antónimo, el conservaba aun limpias sus prendas de vestir, y su barba era blanca como un copo de nieve, aunque sus ojos conservaban ese negro profundo aunque sin tener esa frialdad de su contra parte, y su sombrerito con hebilla, era de un color azul marino un tanto gastado por el tiempo y por presión sobre el, o al menos así parecía. Ella replicó de manera envalentonada y algo juguetona – no puedo hacer eso, si no, no me querrás ayudar todo lo que queda del trayecto, mejor conforme avancemos te voy dando los dulces hasta que me dejes en la salida de este horrible bosque -, Duendus solo la miró fijamente, con un semblante que buscaba provocar la lastima de Xian para que esta la diera otro bocado, pero sucumbió en su intención al ver que ella no cedería y solo le dijo – está bien, acepto, nada mejor que cuidar de alguien y recibir bocadillos a la vez – con una suerte de decepción y poca incomodidad sarcástica en sus palabras.
Y así fue, que se encontraban caminando por el sendero el nuevo dúo inusual, y mientras esto pasaba platicaban de diversos temas, los motivos por los cuales pasaba por allí sola, ella le preguntaba cosas curiosas respecto a su existencia, y otros temas triviales y generales, mientras que cada cuanto Xian desembolsaba un bocadillo de higo para su peculiar guardia personal, y este se extasiaba al momento de saborearlo en su boca como si del mas adictivo opiáceo se tratara. La dilerina le preguntó que si tenía familia, amigos, o si de donde venía, por lo que aquel ser le respondía todas sus dudas como si de un pequeño interrogado se tratara; así le respondió sus dudas a la curiosa joven. Duendus le explico que recordaba ser un ente sin cuerpo ni forma, solo algo «invisible» flotando en otro plano existencial distinto al nuestro, pero que fue menester de Nisnartleb mandarlo a los parajes desolados y con algunos peligros para ayudar a sus fieles creyentes que se metieran en apuros de cualquier tipo, todo esto dotándolo de vida y presencia física cierto año en el pasado, nacido, surgido y creado de la nada con el cuerpo y ropa que estaba mirando, pero que de hace algún tiempo atrás para ese momento se sentía «diferente» (el no recordaba ni sabía lo que Gnomus había hecho para que se sintiera de esa manera), preguntó su enemistad con el persecutor de la chica, y este también explicó que lo odiaba, y que quería vencerlo y que no regresara, pero que el «padre» de Gnomus (refiriéndose a Oit – Ehcnip) hacía que de alguna u otra forma volviese a aparecer por más que él le aporreara; así, entro otros misterios que dejaban helada a Xian, pero que saciaban sus preguntas para tratar de racionalizar aquellas increíbles cosas que le habían sucedido esa noche.
Tenían ya unos cuantos minutos caminado por aquellos parajes, Duendus le comentaba, – ya casi llegamos jovencita, he hecho bien mi trabajo, por favor dame otro bocadillo -, le decía con suma felicidad de haber concluido casi su encomienda y recibir otro manjar, a lo que la chica respondió que le dejaría los restantes una vez que se encuentre fuera del perímetro del bosque. Cuando de repente algo salió a toda velocidad arañando fuertemente a Xian, una zarpa hecha por las uñas afiladas como chuchillas rasgaban piel y carne de la joven, mientras que un caudal de sangre emanaban de aquella parte del hombro y pecho de la joven. Habiendo realizado su mortífero movimiento, aparece parado y furibundo Gnomus, sacando espuma de la boca, e inflado, como preparado para realizar actos violentos y con suma fuerza. – ¿Ahora resulta que traes al pendejo de guardia real, puta?, Xian empieza llorar sin quererlo, por los traumas causados en su recién primer encuentro, y por el temor fundado a aquel maligno ser, mientras Duendus lo mira con seriedad, misma que es el primer vestigio de este estado mental desde que la joven lo vio por primer vez. – No le harás nada a la chica, así que más vale que te largues por donde llegaste. Niña, en cuanto me le lance, tú te vas corriendo, el final del bosque está cerca ya, solo déjame unos bocadillos antes de irte -, le dijo su protector, mientras que la joven sin despegar la mirada de Gnomus al pensar que le podría provocar otro ataque desastroso como el que ya tenía, y con su extremidad no dañada por aquel embate sorpresa, saca los tres últimos bocados de higo que le restaban, mientras que con su misión periférica miraba con asombro como Duendus se empezaba a inflar, a lo que parecía una posición corporal igual que Gnomus, y que sus manos empezaban a deformarse igual que las manos de su contra parte. A lo que el aliado de la inocente joven se abalanza de manera estrepitosa a su enemigo, y empezaba el feroz intercambio, que parecía Duendus ganaba aquella mortífera camorra; arañazos, mordiscos, puñetazos, horridos gruñidos y chillidos se escuchaban a grandes decibeles, y un olor similar al de una carnicería combinado con un dejo de chocolate se podía percibir fuertemente. Una vez que esto empezó, la joven se echó a correr, con su brazo ensangrentado e inútil dado su herida, con mucho miedo, pero con la probabilidad a su favor, ya que sabía, que milagrosamente, estaba a punto de lograr salir de allí, y así conseguir la ansiada medicina de Dywen Leen, el abuelo.
Corría y corría, sus pasos se sentían pesados, cortos, y su trayecto largo, pero que la adrenalina no la abandonó, y gracias a estos esfuerzos podía ver a la lejanía la salida; mientras que escuchaba los chillidos, rugidos y golpeteos de aquellos seres sobrenaturales, en la salida podía ver las luces de la ciudad aún en penumbras, ya que de haber entrado en la incipiente noche, aun faltaban un par de horas para el amanecer, pero cada vez veía más luminoso su camino, lo cual era la esperanza para ella y su abuelo al que tanto quería. Diez pasos, nueve, ocho… Un paso; hasta que se encontró afuera, y aun le faltaron unos metros de un sendero en planicie y pasto alto, hasta que llegó a las casetas de vigilancia de las fronteras para entrar al reino libre de Ramoa, y Xian, se encontraba sudorosa, cansada, asustada, y ensangrentada, pero con suficiente adrenalina para saber lo que se tenía que hacer a continuación.
Los guardias ramoanos, siempre sabios, disciplinados, con portentosos cuerpos y habilidades extraordinarias, como inteligencia en lo relativo a la guerra y la protección de los suyos, vieron a la joven con ojos rasgados y vestimenta clásica de la nación hermana corriendo, pero a su vez miraban el esfuerzo que hacía por llegar hasta en donde se encontraban, por lo que raudamente ambos vigías colocados en torres paralelas hechas en su mayoría de madera cubierta por acero y en el techo por hojas de palmas que abundaban en aquella región, rompieron posición bajando de sus torres de vigilancia para auxiliar a la joven de su país vecino, que era requisito de cualquier figura de autoridad de ambos países velar por la seguridad de sus avecindados, al estar en un tratado bilateral aquellas naciones hermanas, que parecían tener una simbiosis en cuanto a la supervivencia del otro, y que nunca en la vida habían peleado alguna guerra en su contra. – ¡Señorita!, ¿pero que le ha pasado? ¿Se encuentra bien? – le pregunta uno de los guardias también algo exasperado al no dar fe de lo que estaba viendo, la jovencita respiraba rápidamente para poder recuperar el aliento, y poder explicar y solicitar lo mas concisamente posible que le fuera, todo lo que había acontecido, y el porqué de su llegada en tales condiciones a aquella frontera. Las primeras palabras de Xian, y como si el estado en que se encontraba no impediría que cumpliese estrictamente su misión. – ¿tendrán aun disponible Samoroa en sus boticas? -, después de esto, la joven cayó desvanecida, y uno de los dos guardias la alcanzó a tomar en el aire aún, por lo que espantados por lo azaroso de la situación, la llevaron al nosocomio ramoano mas cercano para atender sus heridas. A los minutos, Xian
despierta, ya con su herida debidamente limpia y vendada, pero aun adolorida, con una intravenosa en su mano izquierda para recuperar los líquidos perdidos por su inverosímil epopeya, y aun somnolienta por todo lo ocurrido.
Xian empieza a relatar los hechos, el motivo de su internación en el peligroso bosque con tan temible reputación, lo que le aconteció estando dentro, y de cómo quería irse lo antes posible a casa para poder llevarle la medicina a su abuelo. Rápidamente llegaron el embajador de Dilerin en Ramoa, y el Rey mismo de aquel reino, y poniéndose ambos en enterado de todas las vicisitudes pasadas por la valiente chica, en coordinación con las autoridades y dependencias inherentes al caso, dotaron a la chica de una buena ración de la planta Samoroa, así como la orden real de un equipo de 15 guardias Ramoanos de elite que escoltaran a la chica de vuelta a Dilerin por el trayecto horrible por el que había llegado, ya que aun faltaban un par de días para que ambos reinos en conjunto removieran el deslave del camino que los conectaba, así como también teniéndose en cuenta que la critica condición del abuelo Dywen Leen empeoraba a cada momento que transcurría. También en el trayecto iría un medico Ramoano, y el embajador Dilerin en persona, para poner al tanto a los reyes Dilerines sobre lo ocurrido con la menor de edad originaria de aquella nación.
Así ponían rápidamente marcha un tanto rápida hacía Dilerin a través del bosque la comitiva de guardias ramoanos y los demás. Internándose en el bosque, inicialmente vieron los restos de unos empaques de bocadillos húmedos por lo que parecía saliva, dada su viscosidad, Xian, quien iba en brazos de un portentoso guardia ramoano, los vio, y supo en seguida que eran de Duendus, que esa misma señal era una de que lo más probable es que éste salió avante de aquel duelo, y que por lo mismo levantó una plegaria sincera a Nisnartleb agradeciendo la ayuda para llevar a cabo su cometido. También fue la mayoría del camino con los ojos cerrados, y a veces temblaba, cosa que no era exageración, y a lo cual el guardia que la cargaba, como el embajador dilerino le daban palabras de aliento, haciéndole saber que ya se encontraba a salvo; ella solo los miraba a los ojos, asentía con la cabeza, sonreía forzadamente para no dar más problemas, abría los ojos, observaba un poco el panorama, para después volver a dejarse sumergir por la paranoia nuevamente y cerrar los ojos en el mismo ciclo. Avanzando un poco mas fueron encontrando rastros de sangre, pero no del color rojo convencional, si no uno más oscuro, pero que lo comentaban los guardias entre ellos en voz baja para no alterar a la protegida; sin otros detalles, y sin que apareciesen ni Gnomus ni Duendus, pasaron sin contratiempos el trayecto del bosque maldito, y pasando el amanecer, se encontraban ya en las puertas de la frontera de Dilerin, pasando lo esperado; explicando el embajador que tenían que llegar a la calle Roca de Coral, número 82 para poder entregar una medicina, haciendo los guardias y policías Dilerines la apertura del tráfico de personas y carretas mercantes que se preparaban a esas tempranas horas del día para empezar el comercio de la ciudad y activar la economía, misma gente que se quedaba absorta al ver tantos grandes y fuertes guardias Ramoanos reunidos en un mismo espacio, y en general en la ciudad. Así llegaron a la casa del viejo Dywen Leen, y como si de un bálsamo de poder hubiese entrado en Xian, se levantó de golpe y entró a su casa a ver al abuelo del que tanto estuvo preocupada. Al entrar se encontró con sus tíos, que no tardaron en querer regañarla y reprenderla por su atrevida acción, y que a su vez, la joven los ignoró por completo, ya que entró casi corriendo con rumbo a la habitación del abuelo. Una vez ahí, vio que se encontraba dormido, pero con una cara notoriamente molesta por algún mal físico que le afligía, y con un sudor que delataba su precaria salud. Y así suscitaron los hechos, que al llegar la comitiva formada por autoridades Dilerines, guardias Ramoanos y Dilerines, médicos y embajador Dilerin, se quedaron un rato levantando los reportes de lo sucedido con Xian y sus tíos, mientras que los médicos se hacían cargo de administrar las medicinas al viejecillo casi al borde del abandonar este plano existencial. Terminó la arriesgada aventura, de la cual aquella joven oraba todos los días en agradecimiento de haber terminado con vida, pero eso no era el éxito que aquella esperaba. El caso de Xian llegó a ser muy mediático en ambas naciones, el miedo colectivo incrementó por la llegada a la prensa de que esos seres míticos en realidad existían, y que eran (o era, Gnomus solamente) la causa de todas las tragedias que azotaban a los viajeros que pasaban por aquellos rumbos. Mas mediático fue cuando se supo del deceso de la joven Xian un año después, por una enfermedad desconocida al principio, pero que realizando la necropsia por parte de los médicos forenses dilerines, dieron con una bacteria sumamente agresiva que tenía la joven en una herida que aun no cerraba bien en su hombro, que hizo en los últimos días de la joven que ésta ardiera en temperatura, tuviera delirios y que cayera en un coma profundo hasta que un paro cardio respiratorio acabara súbitamente con su vida.
A raíz de esto, ambas naciones hermanas, y en cooperación, decidieron acabar con el 95 por ciento del bosque para crear una carretera en forma que diera acceso constante entre los dos reinos, que a su vez acabaran con las criaturas que allí pudieran morar y que nadie más fuese victima de ellas nunca más. Acción que fue duramente criticada por ambas poblaciones, ya que tuvo que morir una joven con un futuro brillante por delante para que los gobernantes tomaran esa tardía decisión, y que esa determinación es duramente criticada hasta la actualidad. En honor a la joven, la carretera es conocida hasta la actualidad como “Tramo Xian Leen”, que cuenta con todos los servicios para que las personas lleguen seguras a su destino, con el mejor asfalto y los mejores servicios de peaje del mundo, y que hasta hoy, no hay mejor camino para viajar en coche, caballo o cualquier otro medio terrestre en el mundo.
OPINIONES Y COMENTARIOS