¿Quién se lo hubiera imaginado? Durante décadas se fue germinando poco a poco, oculta y latente, una rebelión. A veces se hacía notar levemente, otras era tan silenciosa que solo ocurría en el interior de las personas más sensibles, en el inconsciente. La cultura milleniam volvió al hombre más dulce y tierno, preocupado por su apariencia, volviéndose metrosexual, hasta el punto que lentamente, poco a poco, como perla en una ostra, perdió lo masculino, lo viril, cazador, dominante, protector, de gesto fuerte y varonil, preocupado por su hogar y familia, el sostén económico de la familia, la comunidad y el país. Desapareció ese prototipo de “varón”, ahora no existe, se disolvió.
Esta revolución de género -por llamarla de algún modo- pasó a tornarse independencia, dejando secuelas irreversibles: el hombre “varón” no opuso resistencia, todo este cambio colocó al mundo de cabeza -literalmente-. El mundo conocido, lo azul para el niño, lo rosa para la niña, desapareció. Ahora todo es distinto, utópico y nuevo. El hombre perdió su fuerza y agresividad que lo caracterizaban, para ser dulce y cariñoso. La mujer se volvió la especie dominante poderosa. Algunas son abejas reinas: presidentas, senadoras, dueñas de consorcios, de industrias y hasta dueñas de países. Otras son abejas obreras: doctoras, abogadas, comerciantes, aviadoras, etcétera. Todo esto sucedió incluso en los países donde el hombre “varón” prevalecía.
El pasado lo encuentro muy distante, pero a pesar de la revolución de géneros, sigo siendo a la antigua, de la vieja escuela, diría que hasta tradicionalista, conservador, sencillo e idealista. He de agregar que ni todas las personas inteligentes, sabias, visionarias, pudieron hacer nada, absolutamente nada… sin embargo a pesar del cambio colmenar yo coexisto en este nuevo mundo mundial. ¡Jajá!
Rumbo al trabajo abordo el metro de la Ciudad de México. Los túneles parecen colmena en plena actividad. Miles de abejas obreras y pequeños zánganos, se trasladan por sus líneas. En su mayoría, las abejas obreras se dirigen a sus trabajos, a sus tareas. Entro con nerviosismo: inmediatamente una de ellas se levanta para cederme el lugar, guiñándole el ojo a su compañera con sarcasmo, mostrando su dominio de género. ¡Siéntese! !Un hombre no debe ir parado! Uno se siente intimidado, alerta. Estas abejas obreras no se andan con juegos, te desvisten con la mirada lasciva, te manosean al menor apretón. El acoso y la violencia por parte de ellas es extremo, no se oculta a la vista de nadie, diría que más agresivo que en el pasado como cuando el macho agredía a las hembras. Al salir del metro, temeroso, camino por las calles de la Colonia Buenavista, la cual se encuentra llena de obras en construcción, por lo tanto, las abejas albañil están presentes en demasía. Como es de esperarse, los piropos, chiflidos y frases obscenas de parte de ellas, hacen que apresure el paso. Los Ministerios Públicos, donde se levantan las denuncias, se encuentran llenos de expedientes de hombres maltratados, exigiendo justicia y pensiones alimentarias. Me preguntó ¿en qué momento la mujer se volvió tan agresiva, poderosa, y perdió su delicadeza y feminidad?
Esto es lo que pasó, el hombre y su gremio ahora zánganos, ocultó la verdad, era tan devastador saberlo, acababa con siglos y siglos de mentira, de someter a las mujeres, la religión siempre lo ocultó: ¡DIOS ES MUJER! Lo supimos cuando regresó el salvador en su Apocalipsis hace unos años atrás. Curiosamente, ese era el nombre de su nave, y los jinetes eran los propulsores dimensionales. ¡Todo lo que sabíamos era mentira! La Abeja Reina Madre de todos, Diosa de todos, Creadora del Universo y sus seres, regresó a poner orden en su colmena y supimos que la naturaleza no miente: las hormigas y abejas son gobernadas por reinas, que tienen miles y miles de súbditos. La Abeja Reina Madre puso un auténtico orden, control y organización. En la naturaleza el zángano solo sirve para fecundar a la abeja reina, vive para una sola copulación y después es desechado y pisoteado. Cuando el alimento es escaso, los tiran de la colmena, ya que estos inútiles ni siquiera saben comer por si solos: morirán de hambre afuera y ninguna abeja sentirá piedad por ellos.
A diferencia de la abeja reina, la nueva mujer descubrió que no necesita machos zánganos, porque la mujer siempre por siglos ha cuidado del hogar, del zángano y las crías, como es de esperarse… con los años y el maltrato, descubrió que no necesita a estos inútiles, si quiere sexo va y lo consigue; solo es una necesidad más, una función biológica de períodos de fecundidad, y por lo tanto, controlable y pasajera. Hoy, una mujer con dinero tiene todo lo que quiere. Si quiere un hijo se da a la tarea de buscar un hombre atractivo, sano, inteligente y le paga; simplemente lo utiliza para la función biológica. Ya embarazada lo olvida, anhela un hijo nada más. Los matrimonios de hombre y mujer dejaron de existir, ahora se casan mujeres con mujeres, los machos muy pocos, y la monarquía colmenar es absoluta.
En mi mente loca, recuerdo que a todos los mexicanos nos enseñaron en las escuelas que la Revolución Mexicana inició el 20 de noviembre de 1910. Fue la lucha para quitar el poder a un dictador, donde la presencia de la mujer era indispensable. Ellas iban con sus esposos, novios, padres y hermanos, cuidaban a sus hijos y a los hijos huérfanos, educaban, cocinaban, curaban heridas y todavía ayudaban cargando los fusiles en la batalla. El hombre en la lucha solo tenía un destino: ¡morir! Quien se quedaba con la carga de los hijos y sin apoyo económico y moral era la mujer, sola, enfrentando el mundo. ¡Pues claro! De ellas no daban sus nombres, sólo de los héroes se hacían biografías.
Pero ¿de qué me admiro? Si no recuerdo mal, en el propio Edén, Lucifer ofreció primero la manzana del saber a Adán, quien la rechazó por temor a Dios, o por terror a ser osado; luego prosiguió a ofrecerla a Eva, quien inmediatamente la aceptó. Solo por este acto, la iglesia -y luego la inquisición católica-, mató, torturó y acusó a las féminas, de manera injusta, de ser el pecado original y la seducción de los hombres. La iglesia colocó a la mujer por debajo del hombre, subyugada y controlada. El hombre macho se puso en un pedestal de poder infinito que parecía nunca acabar, pero no contaba con que la naturaleza restablecería el orden nuevamente… a lo mejor debió ser así desde el inicio de las civilizaciones.
Pero en fin… ¿qué se puede hacer? Mucho hombres están felices con esta nueva organización colmenar, viviendo como zánganos. Tenemos tiempo para mirar la televisión, que ahora es tridimensional, ponernos bellos con nuevas cirugías, implantes de todo, y pues, aunque no queramos, si no hemos encontrado una abeja obrera que nos mantenga, tenemos que salir a conseguirnos el pan del día. Y yo, en este nuevo “yo”, le he encontrado el gusto a mi nuevo oficio: la prostitución. ¿Quién quiere diseñar casas, si los machos no servimos para otra cosa que complacer a las damas abejas del mundo colmena?
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