Y si les cuento que en el rincón de ese cuarto hay un ratón, gris, que por las noches, justo a las 10pm sale a buscar un poco de música, queso y vino. Es irónico, pensarías, ¿acaso un ratón disfruta el vino?, pues sí, lo disfruta supongo yo, que todas las mañanas me deja un rastro moribundo de lo que denota una aventura sigilosa entre el ratón y el mareo que afecta sus patitas por el exceso de vino (¿Será francés? – Pregunta suavemente mi conciencia) y el retacón de queso que propina un desabasto en mi alacena. La música la obtiene del vecino, un vertiginoso del Jazz que demanda atención nocturna, en el sollozo que su piano que reclama un amor vencido, justificado por el olvido y quizá Ron (por lo que observo en el cesto de basura), es concertista del callejón, y un ratón (no olvidemos que es gris) vagabundo en mi sala, se aventura cada noche a disfrutar del queso, la música de fondo y un toque de vino.
El músico lo ignora << y quizá debería saberlo>> pero un ratón, arriesga su vida cada día por oír el mismo concierto, todas las noches, a las 10pm.
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