“Tomate el derecho a tener nuevos valores, y a dudar de todo lo que te voy a decir. Existen tres transformaciones del espíritu. Cada transformación, no es la muerte, si no que es la integración de cada una de ellas en sí misma. Llegar a cada una de ellas es marcar un conocimiento imborrable que se adosará a tu alma hasta despertar otra vez, de ser cierta la teoría del interminable retorno, cosa que dudo, ya que me enteré , hace poco que LA VERDAD ha dejado de existir”
“El camello es el deber, el león la libertad, y el niño la inocencia, el olvido, crear. Nunca lo olvidés, aunque tu espíritu te lleve a recibir órdenes de algún noble peón de papel, o aunque desees convertirte en ese antiguo ermitaño soñador de libertades sin causas que todo transforma con oratoria, o aunque tu deseo sea matarte en este instante con aquel borde de glasé celeste. Charlar con lo más oscuro de vos, podrá transformarte, si realmente lo que buscas es trabajar tu consciencia, tu inconsciencia, tu espíritu, TU MENTE”
Así me habló Zaratrusta después de ver y entender claramente el flagelo de negarle a mi oscuridad inconsciente la posibilidad de tener personería espiritual e identidad.
Recordé mis bondades y llame a mi sombra para encontrarnos en un bar y dirimir la negación.
“El bar del infierno” me pareció un lugar propicio.
El retrato literario de Dolina fue claro al describir la calidez de la desdicha del lugar, y siempre me agradó el magnetismo especial que generan los ambientes notables .Me pareció interesante y acertada la decisión de conocer el bar justamente cuando de negación se trataba.
La cite a las 22:00hs, en cortesía y en señal de que nuestro encuentro no sería privación de nada. No habría detalles menores
“¡No sé dónde queda el bar!”, exclamé por dentro al darme cuenta que había cortado sin saber yo siquiera donde quedaba.
Pensé en llamarla nuevamente y cambiar el punto de encuentro por el “Bar de Cao”, pero reflexioné sobre todas sus virtudes y desistí (Siempre se las ingenio para encontrarme) Sólo tenía yo que encontrar el bar.
Miré algunos minutos sobre diversas posibilidades oscuras en un mapa de la ciudad. Mi corazón no daba señales de certeza. ¿Había mi corazón perdido eficacia, o el relativismo había tomado mi presente desacreditando así a Don Juan Matus y su teoría del camino cardio-acertado? Desencantado y vertiginosamente confundido pude salir del interrogante viendo más allá de las palabras.
Unas flores amarillas en la mano de un vendedor ambulante despertaron la epifanía. “¡Barrio de Flores!”-dije en voz alta- y me dirigí hacia allá.
Condarco, Bogotá, Yerbal y nada…sólo viejos fantasmas encerrados en sus cuadras, jugando a los mismos juegos de cuando vivos, con la misma tenacidad que desafiaban a la muerte, ahora desafiando a la vida, para recuperar sus cuerpos y así poder sentir nuevamente el placer del suicidarse paulatinamente, con la dolencia que implica elegir en la vida.
Comenzó a llover y poco me importó. Prendí un cigarrillo de Mapacho desafiando a la naturaleza; o más bien, buscando su protección. Seguí caminando por Yerbal recordando historias en cada umbral que veía, y fue entonces que recibí una verdad ineludible.
“¡Es inútil que busques puertas, buscá reflejos, esto se trata de vos!” – me gritó una señora desde su balcón mientras cerraba su ventana.
“¡Gracias!”-le dije y le tiré un beso que apenas pudo morir en su persiana sin llegar a ser un cariño.
Me miré a los ojos sobre el vidrio de la puerta de un Taunus coupé. Nublé mi vista, y quitando el foco, entré ciego.
Era verdad. La disposición de sus mesas era bastante caprichosa, pero el aroma terrenal, de buen gusto. Me senté cerca de donde el contador de historias narraba.
Por alguna razón bohemia se me antojó, el mismo vino tinto que estaba tomando un caballero a pocos metros de mí. Este hombre tenía aspecto a ser un abonado a la infamia de los años treinta. No por que estuviera silbando “tu sombra” de Discépolo, más bien, su alma gris lo delató al dejarse ver .No sé si me atrajo más la bebida; el vaso de vitreaux trasparente, o la empatía que me generó su desventura.
Una hermosa mujer se acercó con la botella llena, dos vasos y me dijo sensualmente clavándome la vista…
-¿ Querés estar solo o te puedo hablar de Foucault? Había excitado a mi intelecto curioso, con solo una pregunta compuesta.
Aparentando seguridad contesté -espero a un viejo amigo al que hace mucho tiempo le negué la atención, por una razón que, hasta hace muy poco creía razonable.
Inmediatamente me di cuenta que mi interrogante respuesta, no fue más que un intento de seducción literaria, tan espontaneo como aburridamente antiguo. Mis manos sudaban verde y Castaña, destilaban sangre patriarcal oxidada en mis venas. Me sentí mejor, pero desencajado. Eso me generó una incomodidad excitante.
Mi sombra había llegado en una forma muy básica dentro de mi actual estructura monógama. Su presentación había sido efectiva y realmente no la vi venir.
“Estuviste bien. Sentate por favor” -le dije sonriendo.
“Hace tiempo que estoy lastimándote. Si que sos resistente eh” – me contestó con un claro gesto de gocé y arrogancia
“Tanto como vos insistente” – deslicé suspirando nervios.
“A nadie le gusta que lo ignoren. Yo no soy la excepción. Pero entiendo que es más interesante declararse “incompleto” o “buena gente” .Es como si tuvieras la certeza o el deseo de seguir viviendo después de morir, en otro mundo, otro mundo igual a este, con “jueces moralinos”, con jerarquías, pero espiritualmente infalibles, justos. La misma VIDA dogmática pero liviano de cuerpo. Tan conservador de la vida sos que pensas en la muerte como una continuación de ella, como aquellos arrepentidos fantasmas de Yerbal, seguís negando todo como lo hiciste conmigo. Sos un negador profesional, pero te pido por favor… ¡no me ignores más!, ¡soy parte de vos!, ¡aunque te joda!”- sentenció sin dudar
Mi sombra había tomado la palabra, y con ella una sutil, pero directa manipulación mental. Ahora no solo me sentía alejado de la ansiada integridad de los polos, de la aspiración al sentido del existencialismo, de esa búsqueda a una realización, tan insoportable, como inagotablemente adicta a repensar la realidad constantemente. Ahora me sentía incomodo, ocupado, pero finalmente «completo».
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