ENSAYO SOBRE EL LAVADO DE LOZA, ANÓNIMO.
Para poder lavar la loza, usted debe permanecer calmado. Debe, además, estar cargadísimo de energía, pero no me refiero a la energía que usan las células para realizar trabajos forzados, sino energía mental. Debe de haber tenido un mal día, haber pasado malos ratos con algún personaje, si no fueron varios, debe estar apunto de llorar de rabia, de pena, no de alegría (si fuera de alegría, se tornaría un acto banal y mundano).
La calma sirve para realizar bien el trabajo, con gracia. La energía, para soportar el gran calor del agua, puesto que sin calor la suciedad de los implementos es difícil de corroer y de destruir.
Y, sobretodo y más importante aún, no cundir al pánico. “¿Pánico de qué?”, se preguntará usted, extrañado. Bueno, como usted verá, lavar es sinónimo de limpiar, limpiar es sinónimo de purificar, y purificar es “matar todo mal del cuerpo/alma”. Y si usted está lleno de ira y pena, tendrá que matar todo lo que está dentro suyo. Toda emoción, se verá mermada por nuestro acto sagrado. Naturalmente, al leer éstas palabras, tendrá algo de miedo.
Las personas miran el “Lavar la Loza” como un quehacer ordinario, incluso tedioso. No obstante, ignoran que al realizar tal bellísima acción, limpian todos sus males, males representados en la suciedad de la Loza.
Hay un cierto parecido entre un individuo lavando la loza, su loza, con Jesús lavando los pies de sus discípulos. Ambos son actos extremos de humildad, de gran dejación por el prójimo. “¡Pero cómo!, ¡Si la loza es un bien material, no tiene nada que ver un objeto con una persona!” dirá usted, incómodo y quizás algo molesto.
Como usted obviamente sabe, la loza se usa para comer, para beber. En otras palabras, nos ayuda a vivir. El humano, como sabrá según varios libros o artículos científicos, es un ser social: sin socializar, uno enferma (hay variados casos de individios que saben vivir en soledad) de mente. Por otra parte, sin comer, uno enferma, de cuerpo. La relación es, quizás algo esotérica, pero distinguible. Usted perfectamente puede idear cualquier teoría acerca de ésta relación, sólo le explico mi pequeño punto de vista.
Además es posible relacionar el Lavar la Loza con hacer el amor. “No hay relación alguna, usted es un charlatán”, seguramente está pensando. Déjeme explicarle detenidamente. Hay cambios corporales, como las yemas de los dedos arrugadas, intercambio de fluidos (entre el agua, el detergente y su sudor, aunque imperceptible) y, más importante, una amalgama gigantesca de sentimientos. Cuando uno ama, se debe confiar, se debe entregar. Lo mismo pasa en nuestra temática, uno debe confiar en el cambio, en la limpieza. Uno debe confiar en el otro, en éste caso, el detergente.
Imagine un restorán y un burdel. Por un lado, hay personas lavando platos, utensilios como tenedores, a veces con guantes, y quizás sin emoción, actuando mecánicamente. Ahora piense un burdel. Varias personas teniendo relaciones con otras personas, a veces con preservativos, y quizás sin emoción, actuando mecánicamente. La relación está ahí, sólo basta mirarla detenidamente. Yo, por otra parte, se la entrego en bandeja.
También podemos relacionarla con un duelo a muerte. Una batalla sin cuartel contra las bacterias y la suciedad de la comida ya dejada a las moscas, usando nuestras únicas armas: la esponja y el detergente. La amada esponja, la herramienta de máxima eficiencia y tecnología para nuestra tan anhelada purificación. Y qué hablar del detergente, la maravilla que la ciencia química ha elaborado durante años de desarrollo e investigación, nuestro máximo elíxir para alcanzar el estado de paz y limpieza. Podemos, incluso, relacionar la asquerosa suciedad con el otro yo. Ese ente psicológico que se apodera de nosotros en momentos menos previstos. Pero esto ya roza el campo de la psiquiatría.
Bueno, abandonando la teoría y volviendo a la práctica, si usted está calmado, lleno de energías y además sin ser seducido el pánico, puede lavar la loza con extrema eficacia, elegancia, y belleza.
Luego del acto de extremo valor espiritual y (aunque indistinguible) emocional, usted se sentirá liviano, feliz y completo. Verá todos sus platos, tazas, sartenes, ollas, convertidas en relucientes piezas de arte. A continuación pensará en sus estados anteriores, sucios, insalubres y antihigiénicos, y se sentirá de maravilla.
Pensará en su próxima acción, se desconcentrará, y dejará la loza secándose, o bien, la secará usted mismo y la guardará, mezclándose con su demás loza, ya limpia (quizás con algo de polvo) y esperando a ser usada, gastada, y (en actos de estrés extremo) rota.
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