(varios párrafos adelante)
EL SEÑOR (en ese momento miro enojado a un joven que parecía de más de tres décadas de edad que pasaba por ahí, lo miro enojado porque él no estaba de acuerdo en cómo se veía).- Mire seño a ese chavo, o señor ¡va todo cabizbajo! sin ganas de vivir, parece que va, pero sus pasos no tienen rumbo, ¡hasta parece que no es de este pueblo!.
LA SEÑORA.- …sshhht… ¡callese! …si otros parecen merolicos (camalamas), no le parece bien a usted y si parece callado, dice que no es de acá ¿quién lo entendería? Yo eh visto varias veces a ese… joven y sé de donde viene y sé que ahora se dirige a su casa, pero siempre regresa del mismo barrio o más bien, de pasar por la misma calle de siempre. Sabe que aparte de hablar con usted, también tengo a una comadrita con la que igualmente platico de vez en cuando. Ella también se ha hecho la disimulada durante muchos años y escucho, a unos conocidos de este joven, hablar sobre él. Ellos sienten pena por su vecino, porque supieron; no mas sacando conclusiones, de historias de quienes si fueron testigos de la desgracia de este hombre. Y dijeron que este, estaba muy… enamorado de una muchacha que para él, era de muy buen ver y que cuando eran unos chamacos, la joven lo despreciaba, porque ella se dio cuenta de que su apellido no era el de una familia rica, como los Oteros y que no se veía que se le fuera a quitar, alguna vez lo pobre. Y él, al no conocer a nadie más que a ella, que tuviera poder sobre su persona, cuando vio que nunca se le iba a ser con ella; y a pesar que supo desde ese entonces, de ese dicho con el que encuentran consuelo, ustedes los cuashepos; ese que dicen, para hacerle creer a otros inventores, ese invento triste de que de veras han tenido a muchas y también para que nadie sospeche, que la única que los fumo, fue su esposa de siempre. Los cuashepos dicen aseverando entre ellos y entre menos solos o entre menos alcohol tengan dentro, más a espaldas de alguien lo dicen, con una indignación imaginaria, producto de sus mermadas facultades, ocasionadas quizás por embriagarse en ayunas después de haber amanecido embriagándose, revolviendo diferentes tipos de licor, unas cuantas veces al año. Ellos dicen, haciendo un ademan que indica que no lo pueden creer y como si fueran a azotar su mano con la palma hacia arriba mientras la bajan y la detienen abruptamente en el aire, a la altura de sus costillas; justo cuando dicen: pero. Ellos “indignados” dicen:
“ummm…!pero!, si hay un… chiiingo de viejas!!!… ¡un… chìngo de viejas wey!”
Y los que están alrededor escuchando en ese momento, jalan aire ¡orgullosos! y ¡confiados! de que pertenecen a un grupo de ¡solo triunfadores! aun sabiendo que en el fondo están de acuerdo con una mentira, para que cuando a ellos les toque también mentir, sus mentiras sean pasadas por ciertas, por los mismos cuentistas que en ese momento, todos alrededor sostienen ¡una falsa sonrisita!
Apesar de eso y de otras estupideces, este muchacho quedo como… ido, cuando se quito de ella. Y ella con el actuar de una persona que atiende una vinatería, solo se sentó a esperar el dinero; como en la tiendita aquella. Llego un tecladista, muy del agrado de ella, pero ni aun con su talento, galanura y hábil palabrería, le alcanzo con el intermitente salario de un músico _!en el fondo es eso!_ . Y cinco años después, acompañada de cierta urgencia, en el terreno que ella misma confió para que se sembrara y que por poco no le levantaban la cosecha; ella se caso con la resignación del hijo de un reconocidísimo permisionario; heredero y conductor ¡de un carro de pasajeros!… El ido, supo después que esta línea trabaja de manera que el conductor debe llevar la cuenta al dueño y el resto de lo que saque, pues es para él; pero siendo él, el dueño pues… Estoy segura de nuevo que ¡en el fondo fue por eso!_. Dejando moribunda la existencia de aquel chamaco, que fue tomado por sorpresa, debido a su corta edad, por lo que algunas de nosotras… ellas, parecen ya traer remarcado en el itinerario de vida, desde el alumbramiento: … ¡la subasta!… Esa puja improvisada, que regularmente por estos rumbos, si se fija uno bien, esos eventos suelen ser muy contrarios a lo que se piensa señor… Porque están muy lejos de llevarse a cabo en circunstancias de verdadera ostentación. Porque si se llegan a efectuar ¡se celebran!… pero nunca… como correspondería… en salas ¡espléndidamente iluminadas!… recintos cuyos recursos para su edificación, provendrían de riquezas, inmensas e inimaginables que se amasarían con el manejo de la especulación… No hay terciopelo ni molduras de caoba en los asientos… las cortinas no son para nada de seda, no hay ni cúpulas extraordinarias con ¡rosetones de muy fina ornamentación!, ni del centro de estos, cuelgan elegantes candiles que reflejarían su esplendida luz, en los pisos de un exquisito mármol pulido. Ni detrás del martillo, hallaremos columnatas ricamente decoradas y de muy magnifica simetría… Y por la parte de afuera, no iremos seguros transitando, sabiendo que esas cornisas difícilmente se desplomarían… Mas bien, aquí mismo, los que atienden a estas pujas sobre suelos todos hechos a base de regateo, ¡que nunca se deshacen del polvo! y que la distancia entre la cabeza de las personas y el techo solo es aproximadamente, de la mitad de 16 veces un decímetro… ¡Estos! aunque con dinero… claramente se puede distinguir, si es que es usted buen observador, se dará usted cuenta, pues que… ¡no son más que pobres diablos!… y ni lo que no se debe ver como un objeto, ni la auto-evaluadora y ni mucho menos la última oferta… gozan de tener algún tipo de alcurnia, como la que ellos, en sí mismos creen poseer; ni los escalones que supuestamente están subiendo, los estarán llevando a donde ellos, también creen tener de sobra con que aspirar. Este umm …muchacho, bien puede reclamar dentro de su cabeza, cuando pasa frente a la casa de ella, que está casi toda en obra negra, como el estúpido que es, diría:
–¡pues si de todos modos… ni eres rica!-
Y si por azares incontrolables del destino, ella llegase a descifrar ese pensamiento, con el simple hecho de ver a detalle su mirada, en un encuentro casual, ella replicaría también; como poniendo sus dos manos encima de las hiladas de block, divisando desde uno de esos huecos rectangulares, de esas ¡eternas! segundas plantas sin revoque ni pintura… En donde algún día… ¡algún día!… ¡Habrá una ventana! …en su pensamiento ella diría:
-¡Pues tan siquiera!-
Y si a solas con sus amigas de este tema platicara, ella les diría nerviosa :
-pues claro pues si no soy tonta- Y si nuevamente por azares del devenir él, escuchara esta conversación, como entrometido, iría muy seguro de sí y le contestaría, aprovechando la muy poco probable, pero muy afortunada ocasión, con ese sentimiento que conmueve a uno mismo, cuando se sabe pronunciara, después de haber encontrado las justas palabras, que desde hace mucho tiempo traía guardadas, para hablar de su más desinteresado y sin par amor. Y que sale tibio de lo profundo del pecho, sube, cierra un poco el esófago y enternece los ojos… manteniendo esa distancia ejemplar y resignada, como dando algo por perdido o estando cerca de algo muy sagrado e inalcanzable. Levantaría las manos (no los brazos) medio abiertos sus dedos y comenzaría a hablar de cosas que ella nunca entendería, si los ojos suyos no vislumbraran a la izquierda, cerca de él a su derecha: charolas llenas de morralla… ¡siempre en los asientos del inicio! que le harían tener ganas de administrar ¡todas esas monedas, olorosas llenas del sudor de los que cree, la vida suya, ya está muy apartada!… ¡A veces creo que este muchacho se ha estado equivocando todo este tiempo! Luego se ha de regañar y rectificando vuelve a suspirar… irremediablemente…
Pero aun así y a pesar de todo él, le diría casi cerrando los ojos, haciendo conexión con lo que a muy pocos se les ha permitido experimentar en este lugar: se escucho, en algún momento, decir de su fea voz, estas palabras tan más sinceras, las cuales él creyó, que aunque alguien pudiera escucharlas… nadie las iba a poder memorizar, ni siquiera en partes. Así, hablo quedito y sollozando de madrugada:
– Yo no dije que fueras tonta… Yo solo sé que nací con la ninfa, nada más para conocerla a usted _(hasta ahí creyó hablarle directo a ella, después lo hizo a todo lo que se ve, cuando uno cierra los ojos)_… Que aunque la longitud de su cuello se vea ahora muy reducida por lo aseñorado de su cuerpo, yo todavía la voy a seguir queriendo, sea cual sea el año y sea cual sea la edad que tenga usted… ¡tal y como siempre ha sido! y de aquí hasta que en San Jacinto sea tan poca cosa lo que se entierre ese día, que la argamasa que selle el sepulcro de mi propiedad, aventada de mala gana sea y se desparrame a los lados porque no hubo cercanos animosos que se ocuparan de ponerle madera en rededor; ¡la procedencia mía, solo debía venir de ninguna gente, más que de una sola!…Pero mientras tenga usted por cierto… que yo daré por cierta ¡siempre! esta corazonada, que traigo aquí dentro y que está impaciente de confirmación, antes de que mi cuerpo llegue a ese mausoleo en la parte de los pobres ¡ya sin lo poco que llevaba de vida!; que desde que me aparte de estar cerca de sus costados, aunque con mucho dolor, tuve una sensación que se agrandaba, dentro del triste y ansioso comenzar de mi resignada locura, con esa antipatía que lo destroza todo ¡durante las madrugadas y los días! apartando lo muy poco bueno, de todo lo malo que lo acecha y quiere que diga malas cosas de usted ¡cosa que no será!. ¡Juro yo!, que esto no comenzó cuando la vi caminar en aquel pasillo y regresar de la puerta de un salón que no era el suyo y de regreso al que le correspondía, porque después de haber nacido, el recién nacido aquel, dejando de respirar por un momento, para alarma de la partera, comenzó a hablar volteando hacia sus adentros, ignorando por completo todo lo que se le pedía de fuera, que como correspondería; debía estar inhalando estos aires de San Pablo. Entendió en ese pequeño instante el lenguaje de los que no han nacido y de los que después de morir, se vuelven a asombrar de comprenderlo y de volverlo a dar a entender también; con sin igual elocuencia. Así como si despertaran muy azorados de un sueño, al cual con su misma voluntad se indujeron, para dar a entender que sea fácil, o no, estar allá, que no es debajo como se cree y teniendo la sensación de haberlo podido hacer de mejor manera; sea que se abra la nueva vista con los ojos nuevos, al momento o después de mucho tiempo. -Y ahora que vuelvo aquí, me vienen afanosas ganas de regresar y componerlo todo. ¡Con todo esto que se distingue aquí, parece que muy pocas cosas serian imposibles allá!; pero sé, con esta misma distinción, que cruzando esa, que no es una puerta, ni una línea; tampoco es un umbral y ni mucho menos un fuego que no quema como lo advertía el originario de Mantua. Con lo que se posee en ese lugar, no se puede transitar a este mundo en donde, no sería posible llevar en la memoria, el modo en el que se entienden allá las cosas, que son de un tan distinto modo-… Se entendió entonces, con el encomendado que remedia este tipo de situaciones, un cercano subalterno, del que dirían aquí, ¡es el que todo lo ha creado! Un ser que se anda extrañado y se resigna de darse cuenta, cómo a duras penas, poco le entendieron los que él, eligió para que escribieran, lo que él mismo se ocupo de dictarles y de cómo, los que los sucedieron, han malinterpretado todo lo que él, les mando a escribir a los primeros. Con quien, en ese momento, formalizaron sagrada alianza, que allá se le interpreta ¡no con esas palabrejas!. Para evitar que muriera y poder permitirle conocer la luz del mundo, en este pueblo, donde abunda la fe de gestos muy mal disfrazados, donde al sentir sobre los hombros el peso de la andita, se suelta la cara de compungido, pidiendo recompensa monetaria en sus adentros y asegurar después, que les basta con la salud, por la parte de fuera-… con la importante encomienda, después de un gran chillido, de encontrarse una docena de años más tarde… con el motivo por el cual de estos asuntos y desde ese momento… ¡jamás pudo volver hablar en plural sobre las mujeres! Siendo así de ese modo, este… ¡El más hermoso y memorable! de sus encuentros…
“En los paredones del atrio de la iglesia de La Santísima
(Dentro, bajo la sombra de los grandes fresnos, en una tarde calurosa y tranquila de finales de Octubre)
…Años atrás recuerdo haber entrado, por este antiguo arco que custodia un ángel en la parte de arriba. El, carece ya de su espada. Al cruzar por esa reja de forja centenaria, me llega la memoria de haber caminado por aquí cuando era niño; y recuerdo, que el suelo de este atrio estaba desquebrajado, dividido en secciones que tenían pequeños óvalos de talavera en blanco y azul, que en vez de cruces, ahí estaban en escritos cursivos, los nombres de los difuntos, cuyos restos y memorias; la mayoría, habían sido olvidadas por sus familiares. Había huecos, redondos, llenos de agua verdosa y estancada; con hojas y tallos, algunos secos y pétalos de gladiolas y flor de nube, que desprendían ese olor, tan característico, del mismo panteón que está ahí, al lado. Oigo el susurro del vientecillo que mueve lento las hojas y las grandes ramas de esos cuatro arboles de grandes raíces, en donde como pudo, estaba ya sentado un joven, mientras rodeando con los brazos, tenia abrazada a su novia de nombre Beatriz, ella estaba de pie. Ese día tenia puesto un vestido color melón. Ella tenía en la boca un gesto alegre que indicaba que estaba a punto de sonreír y miraba atenta, a los ojos de su novio mientras él, hablaba mucho como si estuviera muy seguro de quién sabe qué… Niño era yo… tal vez pase por ahí por hacer un mandado, que me hacia caminar mucho y cruzar más de un par de barrios y ¡así el pueblo se asemejaba inmenso!… Niño era yo y curioso y deseoso de experimentar algo semejante a lo de aquel muchacho, cuando grande; dibuje en mi imaginación, la silueta y la imagen de una muchacha joven de figura muy femenina, ¡que no tenía rostro en aquel entonces!… pero desde ese día supe, que cuando te encontrara… !debía usted de ser muy bonita!.
…En años posteriores, pase por la parte de fuera, en la calle y mientras cruzaba caminaba junto a esos paredones muy viejos, anchos, hechos de piedra, que terminan en punta en la parte de arriba; las capas de pintura eran ya gruesas que sonaban huecas, con cualquier roce de manos y mientras me iba en la noche, mire a un gentío dentro de aquel atrio, hablando; que por la lejanía parecía que lo hacían entre murmullos y decían cosas de santos, mientras con gran sonoro estruendo se escuchaba un triste repicar de campanas. Y el agua de la llovizna que caía, era menos, que el vientecillo frió hacia trazos en diagonal con ellas… Mientras me iba, me daba gusto saber que cuando del mundo me valla me iré gustoso de haber visto acertado en demasía ¡sobre la mas bella de mis suposiciónes!
Paso esta noche por ese mismo atrio en donde, ahora el suelo ya no tiene ni nombres ni flores, esta noche, está muy desangelada y después de comprobar aquella figuración y de tener que retirarme de cualquier posibilidad, me recuerda también, que aquella tarde soleada mientras me iba del atrio. Las raíces ahora mismo ya estaban cubiertas. Pero hoy cuando salgo esta noche, no hay llovizna… pero este frió que jala mis brazos poniéndolos bien juntitos a mis costillas, tensa mi estomago, encorvándome al frente, cosa que se empeora al transcurrir de la noche a la madrugada…
Al paso del tiempo pues.»
…Y a pesar de que el tratado marcaba, que la precariedad de su persona no le garantizaba que ella lo fuera a corresponder, aun así emocionado quiso aparecer aquí para verle su hermosa carita de doce añera y dar gracias por tener de buenos aunque sea los ojos y ¡los oídos también! para escuchar esa voz… ¡tan bonita! la que alguna vez le escuche decir ¡en un día muy soleado!… ¡allá! por la calle Venustiano Carranza, rumbo a donde empieza esa y griega, de donde parte a la izquierda la calle de tan condicionado domicilio, donde por más que busque, creo que ya no hallare, nunca más, ninguna de esas glorificadas emociones. Después de hacerle tímidamente una pregunta, yo le escuche pronunciar con mucha dulzura y supe que con eso; que hasta usted misma presintió moviendo graciosamente la cabeza, que yo con el simple hecho de acercármele, había conseguido uno de los más grandes galardones en esta vida y que también, me había desasido de gran parte de mi ser, como uno de los dos regalos de parte mía, que por desgracia, nunca quiso usted sostener con sus manos… Indicándome que debía levantar un poco más la voz, pero a la vez fingiendo modestia; al mismo tiempo iba orgullosa, de saberse afortunada, de que los cambios de esa edad, simplemente no dejaban de favorecerle ¡ni un solo día del año!… Ella dijo sonriendo con una singularidad que me atrapo para siempre… le escuche decir de sus labios y con esa voz y en ese modo ¡tan particular! decirme, como a un extraño al que hay que tratar con cuidado, dijo y después de escucharle tuve un desguance muy especial al que difícilmente, en el resto de mi vida, le encontrare un certero adjetivo y eso hará que cuando salga de mi cuerpo, deje en mi cara una tenue sonrisa; que a consecuencia de la palabra suya que interrogante y algo pausada fue: -…¿mande?-
…Y luego fue, que vino ese desguance…
Y así se iría cumpliendo ese comprendido tratado, que pintaba para ser diferente desde aquel lugar… Porque su verdadero destino (según él), partiendo de esa anécdota que le contó su madre: era el de morir al nacer, no dar vuelta en curva, frente a la hacienda de la Concepción y por ende no llegar nunca ¡hasta San Jacinto!-…
-(la señora jalo aire, hizo pausa y dijo) Dicen… ¡dicen!, que así lo escucharon hablar de madrugada cuando balbuceando sosteniéndose con las dos manos en la pared, afuera de una vinatería, muy cerca del medidor, que en esa madrugada, en la que supongo tenía los ojos cerrados y su cabeza dando de golpecitos a la pared con la parte de la mollera, cuando la señora de la vinata, detrás de la puerta estaba pendiente de que no se llevara sus embases. Y por coincidencia, mientras acercaba su oído a la cortina metálica, se pregunto, hablando como las tiernas abuelitas: -¿Qué tanto dice este loco?- _¿Quién era?_ Le pregunto una señora de esas que son muy curiosas, a la mañana siguiente y la tendera le respondió: -Es de aquel lado; es de donde la bajadita… Es su hijo de doña Idelfonsa Gaspariano- -Ahh… es de los Gasparianos- Dijo aquella señora de esas… ¡que de todo quieren saber! ¡Y que saben muchas cosas o todo, de las demás gentes! pero que si se trata de rateros, resulta que son sordas y también son ciegas.
Mire…Y fíjese señor… como es que !hasta de que! se llegan a dar cuenta los vecinos y lo demás, a oídas siempre se sacan muy aproximadas conclusiones, porque en este pueblo nos sabemos la biografía de todos los conocidos y seguro debe estar usted que hasta la nuestra también ha sido ya documentada. Y tanto parientes como extraños al pasar de frente y al lado, cuando camínanos por las calles, con la mirada nos dicen y a la vez, les decimos lo que por todos lados ya es bien sabido, pero después de un saludo, o de un simple pasar de largo, guardamos silencio, agachamos la cabeza; tal vez sin hacerlo y resignados abrimos la mano para soltar la piedra. Y llevamos cargando nuestras respectivas vigas y no como los morillos los burritos de San Isidro en sus lomos, sino entre nuestros respectivos parpados. Y ahora, yo por lo que veo, desde entonces él (el ido), comete dos pecados ¡im-per-donables! a la vista de los demás cuashepos: seguir enlazado de una manera, tan especial, de lo cual ellos nunca tendrán entendimiento, ni pensamiento para comprender; enlazado y a distancia con la misma “vieja” ¡de toda la vida!. Y tambien: que debido a que solo ella hubiera provocado que el hiciera su humilde esfuerzo, después de su supuesta, pero gran pérdida; este joven comete desde entonces su segundo pecado: no dar muestra de tener ambiciones en la vida… ¡Ambiciones en la vida! ¡Óigalo bien usted! Y tristemente, estarse yendo a la vejez y a la tumba ¡entre lagrimas de sangre!, sin siquiera haber celebrado… ¡ni un gran compromiso!… ¡el es un pecador para este pueblo!… El es alguien que parece nació con una trayectoria marcada, aun mas, desde lo que le paso y le hace dar vueltas y vueltas al mismo ciclo: un ciclo de desesperanza y apatía, tal vez porque también alcanzo la conciencia, de que es mejor, no darse cuenta de muchas cosas. Y se le ha echo raro que un gran numero de personas, tenga un ciclo contrario al de el y encima de todo, son echados para adelante… !Bueno ya!… Mas bien, el es alguien parecido, así como las personas que parecen, no tener nada bueno que ofrecer… ni que decir… el es alguien, parecido…
Parecido pues… pues (casi cierra sus ojos y moviendo la cabeza con sospecha)… pues… como vera…como le digo…
Pues… ¡Pues así!… (Los abre bien y en voz alta, dirigiéndose al señor, señalándolo le dice)… !Como usted!
EL SEÑOR.-… jajaja… ¿nada más yo?… bueno pero recuerde que en parte, en esta ocasión, solo nos hacemos los disimulados. Pero, como en alguna de esas biografías, tal vez el, al perder sus improbables felicidades, lo detuvo todo de golpe y sin saberlo se salió de esa larga fila de apresurados emprendedores. Con el tiempo, resignado jalo una silla y sentado se puso a mirar y por coincidencia y con atención; se quedo atento de ver ¡maravillado! que tan ricos se vuelven los ambiciosos… ¡Y hasta donde les ha alcanzado! Y como siempre ellos saben bien que lo que pensaban tener jamás llego y se complacen volteando a ver a los que están abajo de ellos, con los que ciertamente viven muy cerca y guardan con ellos, muy corta distancia… pero nunca con los que están muy por encima de ellos, de donde les aguarda lo doble de un abismo y de regreso de trayecto. “Por lo menos” será siempre su respuesta. Eso tendría que pensar, si es que se pareciera a mí, pero no creo.
LA SEÑORA.- Ah bueno eso sí y la verdad, me suena familiar. Pero ahora que es de noche y hace poquito frió, me toca platicarle también del pasado y de esas tiernas abuelitas que ya escasean en San Pablo. Yo por ejemplo…
(continuan mas párrafos)
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