Madre, aún tu afable mirada, la tengo estampada
en lo más insondable de mi corazón, almíbar de luz
que llenó mi vida de bonanza y adoración.
los recuerdos majos aún viajan en el tiempo,
como no olvidarme de ti, si aún vive en el viento,
latente la sapidez , de aquellos dulces panecillos,
que me comprabas, en la corredera Santiguina,
donde morabas, después de haber nacido nortina.
Aún viven en mí, aquellos aromas que me remontan, solemne,
al pasado más dulce de mi niñez, ahí donde eres la flor perenne,
majestad del paraíso, hada de mis sueños que nadie detiene.
Hamberstone y Huara conservan silente tus pasos cristalizados
cuando fuiste niña y corrías sin calzado,
nadie más sabe, solo esas margas lejanas, de tu pasado.
El seno de la familia te hizo afincar, a tierras Limarinas, sin pensar;
valles de ensueños para una niña, que no dejaba de soñar.
La vida te convirtió en madre, y entregaste a mi padre
y con eso el libro de mi vida que se abre,
donde en letras doradas, y como estrellas en el firmamento,
están plasmados los mas bellos momentos.
Madre, nada nubla tu recuerdo, ni siquiera el tiempo,
ni las olas del mar, que amenazan con llevar, junto al viento,
tus besos de mis mejillas, a los confines del lamento.
Aún tu bálsamo, eterna fragancia, no abandona tu recuerdo,
así como tu voz que viaja por el tiempo y se mece en mis oidos
y me recuerda, los mas hermosos momentos vividos.
El neviscon boreal nos separó,
pero la distancia no lo logró,
por que más aun te amé y las cartas que te escribí, devuelta,
siempre las esperé.
Tus viajes, me trajeron de vuelta tus besos, tu aroma y tu voz,
que ahora me pesan de un dolor feróz.
Siempre tu partida me partía el corazón,
mis sollozos de niño, no entendían razón,
pero solo me calmaba, porque tus hijos,
en tierras lejanas te esperaban con amor.
No existe un solo día, ni un solo segundo,
que en tu estadía en el mundo,
en toda mi vida, me diga,
que en algún momento existió una herida;
que me hayas tratado con enojo y que de tu cariño no hubo despojo,
y muy por el contrario me siento contento,
de saber que nunca alzaste tu voz,
para regañar mi mal comportamiento.
Por eso te amo, por eso aún te recuerdo, por eso aún el viento,
se lleva mi llanto lejos hacia el horizonte, en donde esta mi lamento.
Siempre desee arrancar lejos a abrazarte,
para besarte y honrarte y lo más importante,
para decirte que madre no hay una sola,
que tu también llevas la corona.
Me duele el alma y mi corazón aún solloza,
por la partida de las rosas la más hermosa,
mi espíritu gimotea de aflicción,
de no poderte ver dormida,
en tu partida,
que dolor…
El óbito nos separó y desde ese día,
en el infinito un lucero nació,
que le brinda luz a mi corazón,
para que jamás se borre tu amor.
OPINIONES Y COMENTARIOS