– Te van buscar Matute. La muerte de aquí en adelante te seguirá los pasos. Andate con cuidado si es que Dios te perdona la vida.
Le dijo el guardia un hombre de cabeza mal encachada, ojos negros como el buitre de la montaña cuerpo de toro y con olor a azufre en el hocico.
– Que me van hacer esos hijos de la verga. Yo soy Matute el mil muertes.
– Yo no mas te digo.-Dijo el presidiario cerro la puerta de la prisión hizo la señal de la cruz en el pecho y encendió un cigarro.
Matute se fue caminando. Había perdido todo, hasta la dignidad en prisión, esa dignidad que los cholos tienen en la sangre. Mato a dos hombres del cartel de Juárez y aunque el lo negaba, su alma se lo decía que la tenia sentenciada. Habían pasado siete años desde aquella noche cuando mato a dos hombres. No los dejo ni darles purita muerte digna. Matute un hombre recio de palabra pero un hambre de respeto que busco en todo momento por las calles. Media 1.80 metros ancho de espalda, robusto como la obra de albañil le había dejado. Cargaba con navaja de muey en sus buenos tiempos cuando era un león en el barrio, ni una fusca en el bolsillo cargaba. Pero ahora la necesitaba. A veces la vida nos devuelve lo que cobramos. Les había robado la mercancía que valía puro merito oro, dos bolsas de cocaína pura, de esa que hacen la piedra que los jóvenes de la esquina de los muertos comen.
Allá en ese barrio el hambre no se siente por las venas. Se muere con la piedra, era un barrio bravo como cualquiera. La sangre corre en la noche y las balas se las tragan los drogadictos, el cartel de Juárez eran los de la plaza de la esquina de la muertos una calle que parecía un baldío donde solo la muerte anda, ni el diablo se acerca. Dicen por ahí los pandilleros.
Matute camino algunas cuadras antes de sentir el mero cansancio. Vio un joven parado en la terminal del camión. Se veía que tenia plata una esclava de oro y un celular de varios miles. Matute tenia buen ojo eso en el barrio nadie se lo negaba, encontró una botella de vidrio en el piso la rompió y le saco filo y se la enterró en la espalda al joven que esperaba el transporte le quito la esclava de oro y el celular y le pidió dinero.
-Saca el dinero pendejo. O aquí te dejo muerto para que te chinguen los putos por el rabo.- Le dijo Matute mientras le enterraba mas la botella por la espalda. El joven asustado hasta los puros huevos, cedió entrego la cartera con unos miles de pesos, la esclava y el celular. Matute lo dejo herido en la calle se perdió en la malesa de un baldío y espero unas horas que pasaran los policías para hecharce andar.
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