Solo recordar el presagio final de un cuento, hace de mí un mísero pesar.
Amada mía, el solo recordar aquel aroma cual fresco néctar de ciruela hace palpitar mi viejo idilio.
Tú allá y yo acá, y sencillas palabras que derrumban al más fuerte: el no querer olvidarte me tortura, el no dejar de amarte no tiene razón ni cura.
Amada mía, como cielo estrellado, mis ojos reflejan la melancolía de un infeliz olvidado…
En el segundo mundo la flor marchita será regada, espera un poco más, mi dulce amada.
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