Londres, Inglaterra, septiembre de 1800.
I
El sonido producido por los cascos de los cuatro caballos que tiraban de su carruaje, eran como campanadas que le recordaban lo lejos que estaba de su hogar, y observar desde la ventana como caía la incesante lluvia sobre las adoquinadas calles de la cuidad, no hacia más que ahondar en su tristeza.
Elena, suspiro, cerro los ojos y se recostó en su aterciopelado asiento, inmediatamente su memoria evocó a la hermosa cuidad italiana de Florencia , sus calles llenas de esculturas, la arquitectura asombrosa de cada una de sus edificaciones, pero lo que más le gustaba era como el sol del atardecer bañaba de muchos tonos de naranja el cielo y con ello al río Arno ; esa era una de las ciudades más hermosa de las que había visitado ; cuando su memoria intentó llevarla más atrás y casi pudo sentir el olor a café tostado, el dulce aroma de la caña de azúcar moliéndose en los trapiches y escuchar cantar a los trabajadores de las minas de carbón de su padre, en Venezuela, abrió los ojos asustada, no quería ir por ese camino, si recordaba a su madre o a su hermano o incluso a su perro, comenzaría a llorar tanto o más que la lluvia que caía afuera. Volvió a observar el citadino paisaje desde la ventana y entonces la resignación se unió a la tristeza.
-¿Te encuentras bien hija? – preguntó su padre preocupado.
– Si papá – respondió ella mostrando una casi sonrisa – solo me pregunto ¿cómo es que si ya tenemos una semana de haber entrado a Inglaterra, solo ha dejado de llover 6 horas? – Su padre mostró una gran sonrisa y preguntó
– ¿Pensé que te gustaba la lluvia?- Ella también rió un poco antes de contestar
– Si papá, la lluvia, los diluvios son otra cosa – y ambos rieron. Su padre le tomó una de las manos y se la beso, mirándola tiernamente le dijo
– Pronto llegaremos duerme un poco, te hace falta, necesitas descansar- Elena asintió y volvió a recostarse en su asiento. Pero esta vez si permitió que los recuerdos la invadieran por completo y se vio a si misma en la hacienda de sus padres en Venezuela, con su hermano Víctor, 10 años mayor que ella, corriendo mientras ambos jugaban entre los cafetales, sintió el dulce sabor de las guayabas en su boca y experimentó de nuevo las manos de su madre entre en su cabello mientras se lo tejía. Suprimió como pudo las lágrimas que pugnaban por salir y por primera vez en 6 años se arrepintió de su deseo de cumpleaños numero 13.
Recordó todo, como si hubiese sido ayer, su padre y hermano que la mimaban en extremo habían preguntado que deseaba para ese cumpleaños, y ella había dicho que quería conocer el mundo, viajar por Asia y África, su madre puso el grito al cielo, pero su padre y hermano consintieron nuevamente en otro de sus caprichos y fue así como 3 meses después se vio en el puerto de la Guaira, acompañada de su padre y de su madre, para embarcarse en un peregrinaje que ya llevaba 6 años.
Su madre, Doña María Victoria Istúriz e Ibarra, hija de españoles pero nacida en Venezuela, mujer criada en estrictas normas de decoro y etiqueta, se había enamorado de Don Manuel Felipe Tovar Castillo y Ponte, hijo de un español con una india, lo que lo convertía en un mestizo, al cual su padre había reconocido y dejado en herencia una pequeña hacienda, que don Manuel convirtió en la segunda hacienda cafetalera mas grande de todo el país.
Elena, heredó de su madre el cabello negro azabache que caía en hondas sobre su cintura, de su padre el color avellana de su piel, aunque mucho mas claro y de su abuelo materno unos ojos azules muy claros capaces de transmitir sus sentimientos por las tonalidades que tomaban.
Su madre le había contado muchas veces que se enamoró de su padre cuando tenía 16 años en una misa de Semana Santa y la madre de doña Victoria al ver aquel amor tan inconveniente, la obligó a regresar a España, así que don Manuel con solo 20 años fue a buscarla hasta allá, y que ha pesar de los ruegos y suplicas de la madre y familia de doña Victoria, ella se regresó para Venezuela con el mestizo, y ya tenían 33 años de feliz matrimonio y dos hermosos hijos que adoraba. A Elena, siempre le gusto escuchar esa historia, era su preferida para ir a dormir.
Su madre, viajó con ellos por ellos 3 años, pero sintiendo añoranza de su hogar, se despidió de ellos cuando salían de África para dirigirse a Asia y regresó a Venezuela, sin poder evitarlo 2 lágrimas salieron de sus ojos, al darse cuenta de lo mucho de extrañaba a su madre.
II
Elena, veía el paisaje cambiar a medida que salían de Londres para acercarse a Wraysbury pueblo ubicado al sur de la cuidad, allí se encontrarían con un amigo de su padre el Coronel Arthur Wesllesley, quien los acompañaría mientras se alojaban en la casa de otro amigo de su padre John Simón Harcourt. A pesar de estar acostumbra a viajar, el trayecto se había vuelto largo y pesado, estaba deseando llegar a la posada.
Era muy pasada la hora del almuerzo cuando llegaron a la posada » The Miller Arms”, aún caía una fuerte lluvia y el ambiente estaba lleno de espesa neblina. A Elena, la posada le pareció un sitio agradable, con sus paredes de piedra gris adornadas con cuadros de paisajes ingleses, sus habitaciones con tinas dentro y un hermoso salón con chimenea encendida, que daba cierto calor de hogar. Ya las habitaciones de todos estaban listas gracias al Coronel Wesllesley.
Para Elena, siempre había sido muy divertido ver la reacción de las personas al notar a su carabina y a sus guardias. Los guardias eran 2 medjais egipcios, casi tan altos como una puerta y su color de piel se parecía mucho al café muy tostado, vestían siempre con pantalones anchos y túnicas y usaban turbantes sobre su cabeza rapada, llevaban en su cintura un sable curvo , que ellos llamaban cimitarra. En total oposición a ellos estaba Liniang, su carabina, quien era asiática, de China específicamente, era de estatura muy baja, de complexión delgada y su piel era pálida, solo usaba ropa asiática y se negaba hablar cualquier otro idioma que no fuera mandarín a pesar de entender varios. Ellos 3, no solo eran los acompañantes de Elena, sino que también eran sus amigos.
Ella reía de forma disimulada mientras los empleados e incluso varios huéspedes veían de forma nada discreta a sus acompañantes, cuando escucho a su padre decirle en español
– Hija, necesito descansar, este viaje a sido sin dudas el más agotador, el Coronel nos vera en la cena, puesto que tuvo un inconveniente; ¡prométeme que te vas a portar bien y no harás ninguna travesura! Elena cruzó los dedos tras su espalda y mostró una sonrisa encantadora antes de decir
– Ve a descansar un rato papá, yo también hare lo mismo, en cuanto mi baúl este en mi habitación. Su padre la beso en la frente y sonrió no creyéndole nada.
Don Manuel subió la escaleras a su habitación y mientras lo hacia se detuvo a observar a Elena conversando en Mandarín con su carabina mientras sus 2 guardias Yaser y Omar estaban parados detrás de ella a muy poca distancia, los 4 hacían un grupo de los más original, también notó como los hombres veían a Elena, sabía que su hija era hermosa, pero también fuerte e inteligente, el mismo la había enseñado a manejar una espada cosa que ella perfeccionó durante su estadía en Japón, sabía usar un arco y su puntería era perfecta, era excelente cazadora a pesar de no gustarle ese pasatiempo , nadaba y montaba a caballo como una amazona, hablaba 4 idiomas y doña Victoria fue estricta al enseñarle normas de etiqueta y modales, así, que él veía a Elena como un diamante, hermoso, refinado pero fuerte. Y con la certeza de que sus guardias y carabina cuidarían de ella a pesar de todo, se fue a descansar.
Elena, observaba como los chicos de la posada subían sus maletas a la habitación, cuando escuchó a un caballero preguntarle a otro
-¿Sabes el camino más rápido para llegar a Wraysbury? El otro contestó
– Si, pero tendrás que tomar la vereda izquierda que pasa cerca del lago Hythe End Gravel Pits, debes estar al pendiente porque el lago esta muy rodeado de vegetación y se ve muy poco, además deberías esperar que dejara de llover y se fuera un poco la neblina, el camino hacia Wraysbury es largo y con el lodo en ellos…
Elena, no escuchó nada más, subió corriendo a su habitación, le dijo a Liniang que buscara su ropa de mozo, y le pidió a sus guardias que fueran a preparar 3 monturas y que la esperaran en las caballerizas , sus amigos, ya acostumbrados a las travesuras de Elena, obedecieron sin rechistar.
Liniang la ayudó a cambiarse de ropa y a salir a escondidas de la posada, sus guardias sin emitir palabra la esperaron con un caballo listo para salir, al cual ella trepó a lo amazonas y espueleo para que saliera a galope, cosa que sus acompañante imitaron. Ella, estaba deseando encontrar pronto ese lago, nadar bajo la lluvia era de sus cosas favoritas en el mundo.
III
Lucían, Conde de Carrick y Vizconde de Ikerrin venía galopando bajo la lluvia con su amigo el Marqués de Donegall a su lado. Estaban cerca de la posada o eso creyó él, la lluvia no lo molestaba pero a su amigo adicto a la moda si.
– Williams, continúa hasta la posada, nuestras cosas deben de haber llegado, mi montura necesita descansar.- Grito el Conde a su amigo mientras andaban, para luego detener amablemente su montura.
– ¡Como quieras amigo!- respondió Williams deteniendo también su caballo -Ya he dañado un perfecto traje sastre gracias a ti, por ser un buen amigo y cumplir tus caprichos, así que me debes un traje nuevo – Y se lanzó de nuevo al galope.
La lluvia caía sobre el rubio cabello de Lucían haciéndolo lucir un poco más oscuro, bajo de su caballo y camino a su lado, tenía que cerrar constantemente sus ojos verde intenso para evitar que la lluvia entrara en ellos, era extremadamente alto y fornido, algo que según decían sus familiares era un rasgo adquirido de sus antepasados vikingos.
Lucían, era el tercer Conde de Carrick, su abuelo había sido el primero cuando el Rey Jorge II en 1748 le otorgó el título. Él era el hijo mayor de un matrimonio concertado, tenía un hermano 14 años menor que él y fue en este parto en donde su madre perdió la vida. Sus padres no se habían amado con locura, pero llegaron a tener una vida tranquila.
Siguiendo la tradición precedida por casi 10 generaciones antes que él, fue enviado con su tío paterno a los 15 años para ser entrenado como militar. Su padre había muerto hacían ya 2 años y él tuvo que regresar a Irlanda no solo a ocuparse del título nobiliario que ostentaba su familia en Irlanda como el Vizconde de Ikerrin, también asumió su lugar en la cámara de los Lores como Conde de Carrick, pero la obligación que Lucían consideró más importante fue la de encargarse de su hermano menor a quien apenas conocía.
Meses después de su regreso se comprometía con Cecilia Foster, hija del Barón Alexander Foster, pero ella rompió el compromiso 3 meses después y se casó con alguien más. El rompimiento, dejó ciertas marcas en Lucían, no porque hubiese estado enamorado de Cecilia, sino porque la encontró en la cama con quien ahora era su esposo. Además, ella siempre sintió cierto recelo de Lucían, le repetía constantemente que su altura y corpulencia asustaban a cualquier mujer, que parecía unos de los bárbaros vikingos que hace cientos de años asolaron a Inglaterra. Ella nunca permitió que Lucían se acercara a ella y mucho menos que la tocara.
Ya había pasado más de un año de eso y entendió y asumió con dignidad lo que ella le profirió, pero igual se retrajo y comenzó a sentirse inadecuado para la sociedad londinense, así, que como no podía hacer nada para cambiar su aspecto físico, se dedicó aprender el juego de la política y poder estar con los Lores en el parlamento y a saber como tratar a su pequeño hermano, a quien amaba.
Venía caminando al lado de su caballo, mientras cavilaba sobre lo que haría al llegar a las tierras de su amigo el Marqués de Donegall, cuando por la vereda vio pasar a un grupo de hombres llamativos, andaban con los caballos al paso y no notaron su presencia gracias a los árboles que lo rodeaban, a la lluvia que caía como una cortina sobre todo y a la poca neblina que aún quedaba, decidió seguirlos , amarró su caballo en un árbol frondoso donde no caía casi lluvia para proteger al animal y él camino en línea paralela a ellos a través de los árboles y el follaje.
Los hombres dejaron la vereda para adentrarse en el bosque, anduvieron un rato hasta encontrar el lago, el grupo estaba compuesto por 3 hombres que hablaban un idioma que él no reconoció, 2 de ellos eran muy altos, aunque no tan altos como él y el otro era de escasa estatura, los 2 altos eran de piel muy oscura y llevaban bufandas enrolladas en sus cabezas, el más bajo vestía como mozo de establo y usaba el sombrero más grande que Lucían había visto, era como un enorme plato que cubría todo su rostro, camino a través de los árboles hasta quedar a pocos metros de ellos escondido entre la vegetación. Él más bajo desmontó dijo algo a los otros 2 en su idioma extraño a lo que ellos respondieron con asentimiento de cabeza y se fueron.
El extraño hombre amarró su caballo de una rama muy cercana al escondite de Lucían y caminó hacía el lago, busco un tronco y se sentó en el, primero se quito las botas, pero lo que impacto a Lucían fue el momento en que se retiró el sombrero y cayó un largo cabello negro como alas de cuervo, ¡era una mujer! y no cualquier mujer, ¡era hermosa! Gracias a los pocos metros que los separaban pudo distinguir sus rasgos, su piel era como el té negro con mucha crema, su rostro ovalado tenía una boca pequeña y carnosa, pómulos llenos y una nariz pequeña, pero lo que casi lo hace salir de su escondite para confirmar si ella era real, fueron sus almendrados ojos, eran de un azul tan claro que casi parecían grises y las arqueadas cejas sobre ellos no hacían más que resaltarlos. Lucían, pensó que ella era una alucinación, un producto de su imaginación o quizás una ninfa del bosque, él nunca había visto una mujer tan hermosa pero lo que más le gustó fue ese hermoso color de piel morena tan clara.
Fue cuando la chica comenzó a desabrochar su camisa y a quitarse los pantalones, que Lucían entendió lo que estaba ocurriendo, ella se quedó en ropa interior frente a él, notó como la ninfa miraba a los lados para continuar desvistiéndose; y siendo él un caballero no debía seguir viendo a la señorita, pero si se movía de allí podrían escucharlo y ser visto, ya había corrido con la suerte de que ignoraran su presencia.
Elena, observaba y admiraba el paisaje, los árboles eran tan altos y tupidos que creaban una muralla natural y la lluvia caía sobre las plantas y la tierra despertando un suave aroma, terminó de quitarse la ropa y se quedó totalmente desnuda, acomodó toda la ropa sobre el tronco y camino hasta el lago, se quedó parada frente a el por unos segundos dejando que la lluvia mojara todo su cuerpo y luego se metió a nadar al lago. Nadar desnuda bajo la lluvia era un placer culposo un secreto que ni Liniang conocía, sabía que estaba mal, pero el agua acariciándole la piel desnuda era una sensación embriagadora.
Lucían, no parpadeó ni una sola vez aunque la lluvia caía sobre él, al quedar totalmente desnuda, observó que toda la piel de la chica era del mismo color, sus redondos y generosos senos estaban coronados por dos pezones rosados, tenía una cintura pequeña, piernas torneados y un trasero redondo, los rizos de su entrepierna eran del mismo color de su cabello. Era hermosa, la mujer más bella en la que había puesto los ojos, el tuvo varias amantes en su vida, pero ninguna tan hermosa como esta mujer, ella era definitivamente una ninfa del bosque.
Se quedó observándola mientras nadaba absorbiendo cada detalle y fue así como perdió la noción del tiempo y el espacio, fue por ello que cuando escucho el silbido se sobresalto, escuchó a la chica silbar en respuesta, la vio salir del agua y vestirse a toda velocidad, subió sobre el caballo y se marchó. Lucían, se quedó detrás de los matorrales, no supo por cuanto tiempo más, preguntándose si había sido real o producto de su imaginación.
IV
Al llegar a la posada, Elena, subió a escondidas a su habitación, donde Liniang la esperaba con todo arreglado. La hizo quitarse la ropa mojada, la envolvió en un lino y la sentó de espaldas a la chimenea mientras ella peinaba su cabello hasta que casi estuvo seco y la ayudó a vestirse, terminaron minutos antes de que su padre tocara la puerta.
En cambio cuando Lucían llego a la posada estaba aún como en trance, entregó su caballo a uno de los mozos y subió a su cuarto a cambiarse de ropa, su mente era un amasijo de recuerdos y todos se relacionaban con la ninfa morena del lago.
Bajo al salón común, donde sabía estaría Williams, y así fue, lo encontró sentado en una enorme butaca con los pies sobre un taburete vestido como el epítome de la moda en un prefecto traje sastre gris, con una copa de coñac en una mano y un cigarrillo en la otra.
Al verlo entrar Williams sonrió y dijo
– Lucían, estaba sumamente preocupado por ti, me encontraste a punto de salir con un grupo de búsqueda en tu ayuda – Lucían, puso los ojos en blanco mientras se sentaba frente a él en otra butaca.
– Si amigo, noto tu preocupación, lamento haberme demorado tanto y provocar arrugas en tu hermoso rostro- Respondió Lucían, tocándole la mejilla a Williams, quien esquivó su mano y se levantó para servirle una copa de coñac a su amigo y mucho más serio preguntó mientras le daba la copa a Lucían.
– ¿Se puede saber por qué tardaste tanto? Lucían, sonrió de manera enigmática, pero no dijo nada y dio un trago a su copa de licor. Williams suspiro y dijo
– Deberías olvidar tanto el incidente como los comentarios de Cecilia, esa dama no vale ni tus pensamientos. Lucían hizo una mueca de fastidio así que el Conde cambió el tema.
Mientras su amigo le comentaba algo sobre unos huéspedes de la posada, mentalmente Lucían regreso a su escondite entre los árboles del lago y vio de nuevo cada uno de los detalles del cuerpo de la chica, rememoró su color de piel, sus voluminosas y bien distribuidas curvas, y el color azul cielo de sus hermosos ojos, sintió su cuerpo despertar de un largo retardo de casi un año, de pronto escucho a lo lejos que alguien lo llamaba.
– ¡Lucían, Lucían, dios mío! – dijo Williams graciosamente indignado – Aquí estoy yo contándote los por menores de la posada y tu ignorándome, ¿sabes? eso no es de caballeros y mucho menos de amigos- Lucían, sonrió a modo de disculpa y lo palmeo en la rodilla.
– Lo siento amigo mío, estoy cansado, camine por mucho rato, tengo hambre y un poco de sueño, lamento ignorarte solo necesito comer y unas horas de sueño, ya mañana estaré mejor – Se levantó y añadió- ya casi es hora de cenar vamos al comedor- Williams se levantó y lo siguió.
El comedor era un salón rectangular enorme, frente a la puerta de entrada se veían 2 grandes chimeneas que estaban separadas por unos increíbles ventanales, en la pared de la izquierda habían 3 puertas que daban a los comedores privados, tenían otra inmensa chimenea en la pared de la derecha, el salón estaba lleno de mesas cuadradas y rectangulares de varios tamaños para diversos números de comensales, la luz del lugar la aportaban dos voluminosos candelabros, las chimeneas brindaban calor al lugar pero no era sofocante gracias al aire que entraba por las ventanas, era un sitio cálido y muy acogedor a pesar de sus dimensiones.
Lucían y Williams trataron de solicitar uno de los comedores privados pero todos estaban reservados, así que tomaron una mesa pequeña para 2 personas cercana a la chimenea de la pared de la derecha diagonal a los comedores privados, pidieron cerdo asado, papas al vapor, pan, queso y vino. Comían y hablaban tranquilamente, cuando se comenzó a escuchar un susurro en las mesas cercanas y todos miraban hacia la puerta de entrada del comedor.
Lucían, casi deja caer sus cubiertos, cuando vio a la nife morena del lago entrando al comedor del brazo de un hombre mayor , tal vez de unos 50 años pero distinguido y apuesto, quien venía en animada conversación con el Coronel de Wesllesley, todos seguidos por los extraños hombres que la acompañaron en el lago. Iba vestida de un azul muy claro que resaltaba su color de piel, el Coronel y el hombre mayor se detuvieron en el camino, observó como el hombre le decía algo a su ninfa en el oído y ella lo veía con adoración y le sonreía tiernamente, él la besaba en la mejilla, para ella continuar su camino sola a unos de los comedores privados flanqueada por sus guardias.
Observar esa escena, notar como lo miraba ella y como él besó su mejilla, hizo que Lucían sintiera ganas de ir y golpear al extraño caballero muchas veces en el rostro. Williams, siguió la mirada de Lucían y dijo
– ¿Sabes? si me hubieses prestado atención en el salón no estarías tan sorprendido- Lucían lo miro perplejo- ¡Oh por el amor de dios, quita esa cara Lucían! de ellos trataba de hablarte en el salón, el caballero que habla con el Coronel Wesllesley es Don Manuel Tovar Castillo y Ponte y la señorita es su hija Elena, ambos son de una provincia española llamada Nueva Granada específicamente de Venezuela, cuando llegue a la posada esta tarde era un hervidero gracias a ellos. Me dieron que era hermosa – Comentó Williams viendo a Elena pasar hacia el comedor privado con pasos seguros y algo altivos – Pero no le hicieron justicia, es muy bella. Los 2 hombres que van tras ella son sus guardias y son árabes y su carabina es asiática.
Así, que era su padre, pensó Lucían, ahora entendía su forma de mirarlo. Aunque intentó seguir la conversación de Williams, no pudo, notó como uno de los guardias de Elena reviso el comedor privado antes de que ella entrara, y luego ambos se quedaron en las puertas vigilando y él pensó que también protegería a una joya así. Vio como el Coronel y don Manuel entraban al comedor y cerraban la puerta tras ellos mientras los guardias seguían vigilando. Ya no pudo comer en paz su atención se dividía entre la puerta del comedor, los recuerdos de la ninfa morena en el lago y conversación someramente coherente que mantenía con Williams.
Fue dolorosamente consciente, de los pasos de Elena, al salir del comedor igualmente custodiada por los guardias, noto la mirada de admiración que levantaba entre los hombres y la de envidia entre las mujeres, pero ella nunca bajo la cabeza y camino con paso seguro entre todos hasta abandonar el salón.
Elena, subió a su cuarto, con Yaser caminado frente a ella y Omar a la retaguardia en las escaleras, suspiro, y deseo que todos pudieran relajarse pero eso no seria posible. Omar la llevó hasta su puerta, entró primero y revisó su habitación, luego entro ella. Él le dijo en árabe
– Yaser estará frente a su puerta y yo estaré debajo de su balcón toda la noche no dejaremos que le ocurra nada – Los ojos de Elena se humedecieron y reprimió sus lágrimas, en ese momento entro Liniang al cuarto y Elena Logró esbozar una sonrisa mientras decía en árabe
– Gracias amigo, lamento el mal que he causado a todos – a lo que Omar contesto
-Usted no provocó esto, no fue su culpa – hizo una reverencia y salió del cuarto. Elena se sentó en la orilla de la cama y comenzó a llorar, Liniang, se sentó junto a ella y la abrazó mientras le decía palabras dulces en mandarín hasta que ella se calmo un poco, la ayudó a cambiarse de ropa, la metió en la cama y le dio un té para calmar los nervios y ayudarla a dormir mejor, se quedó sentada al lado de la cama hasta que Elena logró quedarse dormida, salió al balcón e hizo señas a Yaser quien las respondió, ella volvió al cuarto a la silla donde estaba sentada y allí durmió toda la noche.
Elena, se despertó ya entrada la mañana, se levantó de prisa y tomó un frugal desayuno en su habitación, se colocó un traje de montar y bajo al salón donde la esperaban su padre y el Coronel, al verla entrar seguida de sus guardias, su padre sonrió
-Buenos días querida, me alegra saber que dormiste un poco más – Elena, hizo una perfecta reverencia a modo de saludo y dijo
-Buenos días papá, Buenos días Coronel, debieron pedirle a Liniang que me despertara más temprano. – El Coronel sonrió y contestó.
– Tonterías es bueno saber que dormiste un poco más, tienes mejor semblante, ahora vámonos que nos queda un largo camino por recorrer, tu carabina partió al amanecer con cuatro de mis guardias y todos nuestros baúles para aminorar la carga.
– Gracias por su hospitalidad – Dijo Elena- Nunca podremos pagársela -El Coronel beso una de sus enguantadas manos y le ofreció el brazo, la acompañó hasta el carruaje que luego los 3 abordaron, iban custodiados por Yaser y Omar acompañados de otros 10 hombres del Coronel.
Ya habían recorrido medio camino cuando tanto su padre como el Coronel insistieron en que bajara del carruaje y cabalgara un poco, el Coronel Wesllesley la conocía desde niña y sabía que era impropio de Elena ir retraída mirando por la ventanilla del carruaje, ella era vivaz, alegre, era un acto casi antinatural verla así, pensó que tal vez un poco de sol y brisa le devolverían algo de color a su rostro.
– Elena, insisto en que debes bajar y cabalgar hasta la casa, tu padre y yo tenemos temas muy aburridos que tratar- Elena, sonrió mirándolos a ambos sentados frente a ella.
– Dudo mucho- Dijo- Que tanto usted como mi padre toquen temas aburridos de conversación siendo hombres de tanta cultura e ingenio, pero si desean privacidad para ventilar sus cosas se las daré con mucho gusto – y mandó a detener el carruaje para bajarse de el.
Don Manuel la vio subir a una hermosa yegua y cabalgar al trote seguida de sus guardias, miró al Coronel y le dijo
– Lo lamento, Elena es muy natural siempre dice lo que piensa – El Coronel levantó los hombros restando importancia a lo dicho por Elena, sonrió y dijo
– Por favor Manuel, ¿tienes una idea de cuánto cariño le profeso a tus hijos?, para mi ambos son como mis sobrinos, solo debo acostumbrarme a esa forma tan espontánea de ser ustedes y estaré bien, ya sabes como somos aquí.
– Es bueno saber que anoche durmió un poco más, aunque Liniang me dijo que aún tiene pesadillas – comentó don Manuel- desde Italia ha estado con los nervios alterados- El Coronel miró fijamente a Don Manuel y dijo
-La protegeremos, nada va a ocurrirle aquí, nadie sabe donde están y ni a donde vamos- Ambos se quedaron mirando por la ventana como ella se alejaba lentamente del carruaje.
Elena, salió con el caballo al paso, sus guardias le propusieron una carrera para animarla un poco pero ella se negó, lo único que quería era alejarse de la mirada preocupada de su padre y el Coronel, minutos después comenzó a disfrutar del paisaje, ya no habían adoquines en las calles, así que los senderos estaban pantanosos por las lluvias, a ambos lados del camino habían árboles que los protegían del acuosos sol que brillaba en el cielo y la brisa traía hasta ella el olor a bosque q tanto le gustaba.
Salió del sendero y cabalgó por medio del campo disfrutando de los escasos rayos de sol que caían sobre su piel. Llevaba alrededor de una hora cabalgando entre los árboles, cuando escuchó el llanto de un niño, detuvo su montura y volteo a mirar a sus guardias de forma interrogativa, ellos asintieron con la cabeza, desmontaron y empezaron a buscar de donde venía el llanto.
– Creo que viene de allí- dijo Elena señalando unos matorrales – Voy a ver. -Ambos guardias negaron con la cabeza y ella continúo diciendo – Tranquilos, es solo un niño, además ustedes están aquí si necesito ayuda silbare – Yaser negó con la cabeza y dijo
– Yo iré primero y si no hay peligro silbare para usted me siga y Omar se quedara aquí cuidando los caballos- Elena, suspiro frustrada y no tuvo más opciones que aceptarlo. Vio como su guardia abrió los matorrales y se perdió entre ellos, segundos después escucharon el grito de un niño. Elena, tuvo que agacharse y gatear por debajo de los tupidos matorrales para llegar hasta ellos, la escena que encontró fue muy divertida, vio a un hermoso niño rubio, muy sucio tratando de abrirse paso entre el cerrado follaje mientras Yaser agachado le pedía que se calmara en perfecto inglés. Ella se acercó al niño de prisa y le dijo a Yaser también en inglés que saliera. Se agacho frente al niño quien la miró con recelo, pero al ver que el enorme hombre negro obedecía las órdenes de la mujer se quedó un poco más tranquilo. Elena le dijo
– Soy María Elena de los Ángeles Tovar Castillo Ponte e Ibarra, es un placer conocerlo – el niño la miró detenidamente y tras hacer una reverencia le contestó
– Yo soy Lucas Butler, es un placer conocerla hermosa dama, Ella noto que el niño no debía tener más de 11 años, era muy bonito con su cabello rubio y sus ojos claros. Elena se sentó sobre sus pantorrillas en el suelo y le dijo
– Dígame noble caballero ¿qué hace usted tan solo es estos parajes tan alejados?- El niño contesto
– Mi amigo Daniels, me dijo que cerca de aquí hay un árbol tan grande y alto que toca el cielo y allí es donde esta mi madre y yo quería verla pero me perdí y no encontré el árbol- Elena se conmovió casi hasta las lágrimas y le dijo
– Vamos te llevare con tu padre debes estar muy preocupado- El chico miro sus botas y diciendo
– Mi padre también murió, yo vivo con mi hermano el Duque de Leinster, pero él esta en Londres y volverá mañana- Elena se entristeció mucho por él, le ofreció la mano y le dijo
– Vamos salgamos de aquí te llevare con tu hermano- Lo hizo agacharse y gatear con ella debajo de los matorrales, el muchacho casi se hecha a correr al salir al claro del bosque y encontrarse no con uno sino con dos enormes hombres oscuros frente a él, ella volvió a ponerse de cuclillas y viéndolo a los ojos le explico que aquellos hombres eran sus amigos, que los protegerían a ambos y los llevarían salvos y sanos a sus casas. Lucas monto en Elena, pero aún así trato de no perder de vista a los guardias de Elena.
V
El Castillo de Windsor, estaba a muy pocos kilómetros de Londres, es por ello que el Rey Jorge IV lo usaba como residencia real, era realmente magnifico, su origen fue un castillo medieval que inicio su construcción en el siglo XI, tras la conquista normanda a Inglaterra, algunas de sus lujosas estancias como los Departamentos de Estados eran usados por los huéspedes del rey. Lucían y Williams cada vez que venían a Londres hacían uso de ellos, ya que tenían una relación cercana con el Duque de Cornualles, Rey de Inglaterra e Irlanda.
Al llegar al castillo se encontraron su amigo Beau Brummell, quien los esperaba con la noticia de que el hermano menor de Lucían, Lucas, estaba desaparecido desde tempranas horas de la mañana y ni siquiera su mejor amigo Daniels sabía donde estaba. Al ver Williams la desesperación de Lucían le dijo
– Lo encontraremos – coloco una mano sobre el hombro de Lucían – Ya preparamos los grupos de búsqueda, tu hermano es muy listo y más fuerte que nosotros a su edad, sabrá como cuidarse.
– Soy el peor hermano del mundo – dijo Lucían pasándose ambas manos por la cabeza – Debí llevarlo conmigo a Londres, si algo le pasa será mi culpa y jamás podre perdonármelo – Brummel lo vio de forma compresiva y agregó
– Ya lo dijo Williams, es más listo y valiente que nosotros a su edad, encontrará la forma de mantenerse a salvo hasta que vayamos por él – Lucían asintió con la cabeza y salieron a buscarlo junto con 30 hombres.
Buscaron todo lo que quedaba de día en los bosques que rodeaban el castillo, al anochecer encendieron antorchas, pero la oscuridad volvió imposible la visibilidad y tuvieron que volver al castillo.
Lucían entró al departamento llenos de sentimientos encontrados, tenía miedo, preocupación, angustia y culpa, imaginaba cualquier cantidad de accidentes y atrocidades que pudieran haberle ocurrido. Williams estaba igual, ¿Cómo podía desaparecer así un niño de 9 años? Beau, fue a solicitar una audiencia con el rey para pedirle más soldados para encontrar al niño. Collins, el mayordomo, entró casi inmediatamente que ellos al salón, con una nota sellada con el emblema de Sir John Simon Harcourt.
– Ahora no Collins, no estamos de humor para Lores – dijo Williams mientras servía dos copas de coñac, Lucían en cambio media la habitación con grandes zancadas, el mayordomo los miró a ambos y camino hasta Lucían y dijo
– La carta va dirigida a usted, Excelencia y con los hechos recientes pensé que tal vez sería importante – Lucían, le arrebató la carta de las manos, rompió el sello y comenzó a leer, su rostro paso de la sorpresa a la felicidad agitó la carta al aire y dijo emocionado
– Mi hermano esta perfectamente bien, se encuentra en la casa de Sir John Simon Harcourt, hay que ir a buscarlo, gracias por esto Collins – dijo Lucían apoyando una mano en su hombro – por favor pide dos monturas frescas, vamos ahora mismo por él, y si no es mucha molesta comunícale al sr Brummell que mi hermano apareció.
Lucas y Elena, comían pan dulce con leche fresca en la cocina, mientras reían y hablaban. Pasaron el día juntos, el niño se bañó y una de las cocineras le prestó algo de ropa limpia de uno de sus hijos, Elena misma le preparó el almuerzo, lo hizo dormir una siesta en la tarde y cuando despertó lo llevó a la cocina donde estaban ahora. Riendo los encontró Liniang cuando fue avisarle a Elena que habían llegado por el niño.
– Vamos Lucas, ya llegaron por ti – dijo ella con tristeza, ese pequeño alegró mucho su día. Lo tomó de la mano y salió con él rumbo al salón.
Elena, llegó al salón y se detuvo en la puerta vio a su padre y al Coronel tan elegantes y distinguidos como siempre, pero aparte de ellos habían otros dos hombres más en salón, el primero que vio era un pelirrojo de rostro aniñado y ojos totalmente negros, tenía una mirada muy pícara, que invitaba hacer travesuras, estaba vestido de forma impecable y muy a la moda inglesa, era de una sonrisa agradable y ella pensó que era un espíritu amable, diáfano y alegre.
El segundo hombre, era extremadamente rubio, sus cabellos parecían rayos de sol, tenía los ojos de color verde oscuro y los acompañaba de una mirada profunda, sus pómulos eran marcados y su mandíbula era fuerte, pero lo que realmente impactaba era su altura, debía sacar cabeza y media a todos los hombres presentes en el salón cuya altura era ya considerable, era guapo, muy guapo de hecho, aunque su altura y corpulencia eran algo intimidantes no fue eso lo que la hizo parpadear como cegada por el sol, era el aura, la energía que él desprendía, provocaba huir a esconderse pero al mismo tiempo daban ganas de admirarlo; le recordó a los leones que había visto en África, esas hermosas criaturas cuya fuerza y poder intimidaban pero su majestuosidad te obligaban a admirar, el gigante frente a ella compartía esa misma energía.
Elena, sintió como de pronto su estómago se tensó y sus manos comenzaron a suda, se sacudió mentalmente y terminó de entrar al salón, logró disimular su desconcierto cuando escuchó a su padre decir
– Esta es mi hija, Elena, fue ella quien encontró a su hermano Excelencia – ella hizo una perfecta reverencia y su padre continúo – Elena, ellos son el Marqués de Donegall – Williams tomó su mano y la beso, la miró de una forma tan pícara y traviesa que la hizo sonreír – Encantado de conocerla miladi – dijo él manteniendo su mirada. Elena, contestó con una sonrisa
– El placer es mío Excelencia – su padre continúo
– Elena, él es el Conde de Carrick y Vizconde de Ikerrin, el hermano de Lucas – Lucían respondió desde su altura
– Encantado miladi, debo agradecer a la providencia que usted haya encontrado a mi hermano – ella estaba tan embelesada escuchando la voz tan profunda de Lucían que su cabeza no dio un solo pensamiento coherente, así que asintió con la cabeza. Y Coronel Wesllesley agregó
– Fue la propia Elena, quien ha cuidado todo el día de su hermano Excelencia, incluso cocinó para él – Elena, se sonrojó un poco y logró contestar
– Ha sido un placer cuidar a Lucas, es un verdadero ángel – Volteó hacía la puerta y le hizo un ademán al niño para que entrara al salón, pero el chico se quedó en el umbral de la puerta viendo sus botas.
Lucían, suspiró al ver la actitud del niño, caminó hacia a él y se puso en cuclillas frente a su hermano menor, le levantó el rostro con el dedo índice y vio sus lagrimas correr por sus mejillas, así, que lo abrazó hasta que el niño se calmó, secó sus lágrimas con un pañuelo, se levantó del piso con el chico cargado y dijo
– Agradezco profusamente las atenciones dedicadas a mi hermano lady Elena, jamás podré pagarlas – Williams agregó
– Por favor, permítanos invitarlos a nuestro departamento estatal en el Castillo de Windsor mañana, para almorzar, deseamos agradecer a lady Elena de alguna manera, con el debido permiso de su padre – Don Manuel miró a Elena antes de contestar, al notar el muy leve asentimiento de ella dijo
– Estaremos muy complacidos de ir mañana – Lucían dijo
– Los esperamos mañana, por ahora tanto mi hermano como yo agradecemos su hospitalidad, pero volveremos al castillo inmediatamente, estamos agotados y necesitamos descansar – Se despidió de todos y salió del salón con el niño en brazos tan rápido que Williams casi tuvo que correr para alcanzarlo.
Lucían, estaba feliz de haber encontrado a su hermano, lo acomodó en su montura y lo cubrió con una manta, al empezar a cabalgar el niño se quedó dormido. Lo que aún lo tenía impactado era que la ninfa morena del bosque era quien había encontrado a su hermano ¡Era más bella de lo que el recordaba!, casi se cae sentado al verla entrar al salón, notó que lo miró con curiosidad y cautela (suspiró con resignación) las mujeres siempre le tenían miedo y recelo, Elena no iba a ser la excepción (volvió a suspirar) y aceptó con mucha molestia que ella le había sonreído a Williams.
Tenía que admitir que la combinación de esa piel morena color caramelo, el cabello negro como el ébano y los ojos azules eran increíblemente llamativos, pero a él lo que más le gustaba era el color de piel, lo invitaba, lo llamaba a que la tocara, lamiera, besara. Había deseado tanto poder tocar su mano, pero por primera vez en su vida se sintió como un total idiota e inadecuado y volvió a recordar amargamente que fue a Williams a quien ella dedicó su sonrisa.
– Te doy 50 coronas por tus pensamientos – dijo felizmente Williams. Lucían respiró audiblemente y contestó
– Estaba disfrutando del silencio que tú acabas de romper – El Marqués sonrió sin ápice de sentirse ofendido, y continúo
– ¿Observaste a la dama? ¡Es hermosa!, ¿no es verdad?, el color de sus ojos llama como un canto de sirena – Lucían, lo miró sin ningún interés en la conversación, así que Williams continúo – ¡Vamos Lucían que hace falta estar muerto para ignorar a una mujer así! – Lucían, levantó los hombros antes de contestar
– Es cierto, es muy hermosa, te sonrió, creo que le gustaste, deberías pedir permiso a su padre para frecuentarla – Williams aún con una sonrisa le dijo
– ¡Vaya! si aparte de tonto y enfurruñado también eres ciego, él que debe pedir permiso eres tú, ¿qué no notaste como te miró?, estaba totalmente impresionada.
– Es la altura – dijo Lucían tratando de restarle importancia – las mujeres suelen verme de esa forma porque las asusto, ¿qué no recuerdas lo que decía Cecilia de mi?, que yo parecía un salvaje vikingo – Williams atravesó su caballo frente al de Lucían y le dijo muy serio
– Escúchame bien, Lucían, eres un increíble amigo y un excelente hermano, desbordas bondad con quienes te rodean, no permitas que las palabras de una mujer, tan vacía y tonta como Cecilia Foster socave tu confianza. Conozco a las mujeres, yo le agrade a la dama pero tú, Lucían, la impactaste, además no todas son tan frívolas y descerebradas como tu ex-prometida – Quitó su caballo del camino y volvió al lado de su amigo.
Lucían, levantó la vista al cielo, que estaba estrellado, mostrando una hermosa media luna y decidió cambiar el tema.
– ¿Qué sabes del país dónde ellos viven? – preguntó Lucían. Su amigo lo miró suspicazmente y permitió el cambio de tema.
– Debo reconocer con mucha vergüenza, que no se nada de ellos, y ¿tú que sabes?
– Pues, que es un país de sol benigno – contestó Lucían – que son productores de cacao, café y tienen una de las mejores hojas de tabaco del mundo. Williams sonrió
– ¡Pues conoces más que yo! de todos modos pediré a los cocineros que preparen algo muy inglés, que sea delicioso, con eso no podemos equivocarnos, ¿no crees? – y ambos sonrieron.
VI
Elena, despertó ansiosa, no entendía bien los sentimientos que la embargaban, así que decidió hacer los ejercicios que aprendió en China, la relajaban ya que la ayudaban a respirar mejor. Salió con Liniang al patio, ambas iban vestidas parecido, llevaban un pantalón que les llegaba hasta el tobillo y vestido de mangas cortas por encima del extraño pantalón, abierto por ambos lados hasta la cadera, y se abrochaba de medio lado con botones de madera, ambos conjuntos eran de una seda muy fina, Elena iba de pantalón blanco y vestido azul claro y Liniang de vestido amarillo y pantalón lila. Buscaron un frondoso árbol, se ubicaron bajo su sombra, colocaron sobre el césped una gruesa manta doblada y comenzaron hacer los ejercicios, bajo la mirada vigilante de Yaser y Omar.
Cuando Don Manuel preguntó por su hija al mayordomo, éste le contestó alarmado que ella se encontraba en ropa interior en el patio, haciendo unos movimientos extraños con su carabina, don Manuel sonrió divertido y salió al patio a buscarla. La encontró sentada sobre una manta con las piernas cruzadas en forma de ocho, los ojos cerrados y las manos sobre las rodillas, caminó hasta ella y le dijo:
– Elena, Elena – como no respondió la llamó más alto – Elena – ella abrió los ojos como quien sale de un profundo y reparador sueño, miró a su padre parado frente a ella, se levantó, recogió la manta y aceptó el brazo que él le ofrecía. Don Manuel, vio con resignación a su hija que fuera de la estrafalaria vestimenta también iba descalza, la beso en la frente y le dijo:
– Hija, las costumbres asiáticas no son bien vistas en este continente – Y comenzó a caminar con ella del brazo en dirección a la casa.
– Lo siento papá, pero de verdad necesitaba esto – dijo Elena haciendo un puchero – ya sabes que estos ejercicios me ayudan a estar más tranquila – su padre miró al cielo con resignación, mientras entraban en la casa y se detenían al pie de la escalera, dijo a Elena con una sonrisa:
– Pues tus ejercicios tienen aterrorizado a todo el personal de la casa, que creen que andas en ropa interior en el patio – Elena, rió divertida como tenía tiempo sin hacerlo, su padre casi pudo ver esa chispa vivaz en sus ojos, luego ella miró alrededor y la luz de sus ojos volvió a apagarse, en ese momento el Coronel Wesllesley estaba bajando por las escaleras, los saludó a ambos de manera muy natural, sin alarmarse por las ropas de Elena y le recordó:
– Elena, recuerda que vamos más tarde al Castillo de Windsor, imaginé que ibas a bañarte luego de tus ejercicios así que pedí que te preparan un baño – Elena, hizo una perfecta reverencia antes de decir:
– Gracias Coronel por su amabilidad – volteo a mirar a su padre y continúo hablando con voz alegre – ¿ves papá? no todos se alarman por mis costumbres – Y subió las escaleras dando saltos, tanto Don Manuel como el Coronel rieron al ver aquello.
A pesar de haber hecho los ejercicios, aún se encontraba ansiosa, con solo recordar la intensa mirada del Conde, sus manos comenzaban a sudar, ¡era una tonta! se reprendió Elena mentalmente, puede que el conde le recordara los leones, pero no era uno y definitivamente no iba a comérsela.
Decidió colocarse un sencillo pero elegante vestido amarillo claro, que le ajustaba a sus formas, le pidió a Liniang que le recogiera el cabello en una entroncada crineja, y usó una delicada gargantilla de diamantes amarillos engarzados en oro blanco, se colocó algo de brillo en los labios se perfumó con esencia de lilas y usó unos tejidos y muy delicados guantes blancos cortos, el resultado fue una chica vestida de forma no tan sencilla como para pasar desapercibida, pero tampoco tan elegante como para verse ostentosa. Liniang tuvo que repetirle unas 10 veces que se veía hermosa, aún así Elena, sentía que debía colocarse otra cosa que la hiciera verse mejor, se sentía inadecuada, y así se lo dijo a Liniang quien río alegremente, y le recordó que era un simple almuerzo con amigos del Coronel Wesllesley, y repitió lo que la había dicho la noche anterior, que el Conde le había robado los pensamientos y salió del cuarto.
Era cierto que el Conde llamó su atención ¿y cómo no? era imposible que un hombre con esa estatura, porte y mirada tan profunda pasara desapercibido. No era como decía su carabina, que él le había robado el pensamiento, simplemente la sorprendió, pero nada más, se vio al espejo por última vez y salió, todos la esperaban en el salón.
Lucían, paso una mañana en total desosiego, en su mente se mezclaban la ninfa que vio desnuda en el lago y perfectamente bien educada chica de la noche anterior ¿cuál sería la real?, no encontraba una forma de sacarla de su cabeza, era un pensamiento constante, incluso había soñado con ella. ¿Qué era lo que estaba pasando? tenía que reconocer que Elena, era hermosa y más conocedor él de lo que ella escondía debajo de sus vestidos, ese cuerpo de guitarra, haría que cualquier hombre en el mundo la deseara. Así que llegó a la conclusión de que era eso lo que le ocurría, que la deseaba.
Williams, entro al salón para avisar que los invitados habían llegado. Primero entraron los caballeros y luego Elena seguida por uno de sus guardias, quien se oculto haciéndose casi invisible.
Al Lucían, ver entrar a Elena sintió que todo el aire de la habitación se acabó, tuvo que respirar muy despacio para q el oxígeno volviera a sus pulmones, el vestido amarillo que lucía la hacia brillar. A Williams, no le paso desapercibida la reacción de Lucían cuando vio a la dama, sonrió con suspicacia, necesitaba confirmar esas sospechas, así, que se adelantó y de manera muy galante saludó a los caballeros y ofreció el brazo a Elena. Notó la mirada de fuego que le lanzó Lucían y entonces lo supo, solo para molestar a Lucían le dijo a Elena, después de haber besado su mano
– Miladi, esta usted más hermosa que ayer si es eso posible, parece un ángel – Elena, sonrió con coquetería y respondió
– Si es posible Excelencia y celebro que lo haya notado usted – Williams, la escoltó hasta una de las mejores butacas y la dejó allí sentada como la viva imagen del decoro y los buenos modales, todos tomaron asiento después de ella, Elena comentó
– Excelencia, debo alabar el buen gusto de este lugar, además el castillo es increíble, los alrededores son hermosos – Williams, mostró una amplia sonrisa por el cumplido.
– Gracias miladi, es bueno saber que es de su agrado, quizás más tarde con el permiso de su padre pueda mostrarle los alrededores – El comentario hizo que malos recuerdos volvieran a la mente de Elena, pero ella supo disimularlos con una encantadora sonrisa. El Marqués entró en una cómoda conversación con su padre y el Coronel Wesllesley. Mientras que Lucían la observaba sin decir una sola palabra, así que ella se llenó de valor y se atrevió a preguntarle
– Excelencia, ¿tendré hoy el placer de ver a Lucas? – Lucían, pestañeo tratando de procesar la pregunta y respondió
– Si miladi, el almorzará con nosotros me lo pidió en cuanto supo que usted vendría y no tuve corazón para negárselo – Ante la respuesta de Lucían el Coronel le dio una mirada reprobatoria y él se vio impelido a explicar sus actos – Ya sé que es muy joven y no debe participar en eventos sociales hasta los 12 años, pero debo admitir que soy algo permisivo con él, puesto que quedo huérfano tan joven y mis compromisos con los títulos nobiliarios muchas veces me mantienen temporadas lejos de él – Don Manuel comento
– Excelencia, conozco el significado de sus palabras, sé lo que es ser un padre muy permisivo y consentidor, creó que no hay nada en el mundo que mi Elena me pida y yo sea capaz de negarle – Fue así como les contó del peregrinaje que había hecho con su hija a lo largo de 6 años. Ella aprovecho que su padre hablaba para detallar más profundamente a sus anfitriones, comenzó con el Marqués, claro que era un hombre apuesto, el cabello ensortijado y rojo lo hacían muy llamativo, además era de sonrisas rápidas y de un excelente sentido del humor, las pecas desperdigadas sobre su nariz y mejillas colaboraban con su rostro aniñado haciéndolo ver casi inocente; pero él no hacia que sus manos sudaran o que su estómago se tensara, fue cuando creyó escuchar que el Marqués le dirigía una pregunta y solo pudo entender las últimas palabras
– … países es su favorito? Elena le sonrió y le contestó
– Excelencia es difícil para mi escoger un país o un continente, cada uno tiene una característica que lo hace único – Y no pudo evitar voltear a ver a Lucían – De África me encantó el Serengueti, la fauna de esa lugar es increíble, de día el calor es sofocante, pero las noche eran fresca, su cultura es muy rica llena de bailes y canciones, la comida y la ropa árabe resultaron ser toda experiencia, en cambio de Asia me enamoró su cultura milenaria, sus artes, los hermosos amaneceres y su idioma cantarín, sus costumbres son tan diferentes a las nuestras, que hubo algunas que me fueron difíciles de entender.
– ¿Y no extraña su país? – volvió a preguntar el Marqués. Elena, suspiro y sonrió con tristeza, pestañeo para alejar las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos y contestó
– Si, lo extraño muchísimo, Venezuela, es un país de gente cálida, con un clima benigno y las frutas son únicas, extraño mucho el canto de los trabajadores de la hacienda y de las minas de carbón, así como el tambor propio de ellos en sus fiestas – miró a su padre – Pero lo que más extraño es a mi familia, a mi madre y a mi hermano – logró disimular su tristeza con un encantador comentario – Ya que Venezuela es una Capitanía General de España, nuestras costumbres son muy parecidas excepto por el té de la tarde – y todos sonrieron. A pesar de que supo disimular bien, Lucían, vio como la tristeza invadió sus hermosos ojos, haciéndolos verse un poco más oscuros. Así que preguntó
– ¿cuánto tiempo estarán en el Reino Unido? – esta vez fue Don Manuel quien contestó
– Por una temporada o hasta que Sir John Simon Harcourt y el Coronel Wesllesley nos echen de la casa – El coronel río alegremente.
– No vuelvas a decir eso, es para mi un placer ser tu anfitrión y el de tu hermosa hija, y Sir John esta de acuerdo conmigo, son una bocanada de aire fresco en un lugar tan desolado, además que sería de mi vida si tu hijo Víctor dejara de ser mi proveedor de café, cacao y esas increíbles hojas de tabaco – Mientras ellos se enzarzaban en una discusión sobre los actuales precios de los productos antes mencionados, Elena, detalló tranquilamente al Conde de Carrick.
Sus rasgos físicos lo hacían un hombre muy atractivo, pero no era eso lo que llamaba su atención, ella había conocido muchos hombres atractivos en sus viajes, eran las vibraciones que él desprendía, esa aura de majestuosidad y peligro al mismo tiempo, eso era lo que la tenía atrapada, sentía curiosidad por él, era todo, sonrió para si misma Liniang estaba equivocada, el no le había robado nada, solo tenía curiosidad.
Momentos después entró Collins el mayordomo, anunciando que el almuerzo estaba servido, todos se pusieron de pie y Williams sonriendo a su amigo que durante la conversación no dijo gran cosa se colocó entre Don Manuel y el Coronel para guiarlos al comedor le dejo que fuese Lucían quien hiciera lo propio con Elena. El Conde de Carrick le ofreció su brazo, Ella al verlo tan cerca sintió que su corazón se le aceleraba y el nudo en u estómago se hacia más grande, por primera vez en su vida se sentía inadecuada y pequeña, pero los modales inculcados por su madre ganaron, sonrió amablemente y aceptó su brazo.
La fragancia a lilas de despedía Elena, embriagó a Lucían, vio su pequeña, delicada y enguantada mano sobre su brazo, la sintió tan única que deseo que permaneciera allí, el sabía que la deseaba, pero durante la conversación notó que era lista y graciosa y cuando le sonrió supo que quería que todas sus sonrisas fueran para él, deseo poder borrar la tristeza que dejo entrever en sus ojos y tomó una decisión quería a esa mujer para él, buscaría la forma de conquistarla, entendió que no solo deseaba poseer su cuerpo, también quería ser dueño dese corazón.
El almuerzo fue impecable y delicioso, Lucas almorzó con ellos y eso alegro mucho a Elena.
Al terminar la visita todos subieron al carruaje, Elena, volvió a quedarse absorta mirando por la ventana, pensaba que tal vez ella no fue del agrado del Conde puesto que hablo muy poco con ella, solo la observó durante toda la visita, cerró los ojos mientras se recostaba del asiento. El Coronel y su padre cruzaron una mirada de preocupación y Don Manuel preguntó
– ¿Qué pasa hija? ¿No te sientes bien?, fuiste tú quien aceptó la invitación.
– Estoy bien papá – contestó ella aún con los ojos cerrados – yo quería volver a ver a Lucas – abrió los ojos y miró los de su padre – Solo que recordé lo mucho que extraño a Venezuela, los cañaverales, los sembradíos de café ¡el sol! pero sobre todo a mi madre y a Víctor, si de mi dependiera hoy mismo partiríamos para allá.
– ¿Tan mal te hemos tratado en el Inglaterra? – Preguntó el Coronel Wesllesley con una dulce sonrisa. Elena. Lo miró avergonzada
– ¡Oh, por dios, no! Usted ha sido tan amable soportando mis excentricidades y costumbres poco comunes – El Coronel rió de buena gana y Don Manuel comentó
– Hija pronto estaremos en casa, el rey Carlo IV me dio audiencia para dentro de 3 meses, está enfermo recuperándose de unas fiebres en su casa de campo, tú padrino el Marqués de Ustáriz esta muy al pendiente de eso. Aquí en Inglaterra estamos seguros, tienes a tus guardias que se han convertido en tu sombra y el Coronel nos apoya con algunos otros soldados – Elena, asintió con la cabeza, sonrió débilmente y regreso a su total mutismo.
Don Manuel, se percató de como el Conde de Carrick, veía a Elena, varios hombres ya la habían visto así, lo nuevo era como ella lo miraba a él, su hija sabía cuidarse sola como bien lo demostró en Italia, pero igual necesitaba estar alerta.
VII
Pasó una semana antes de que Lucían lograra reunir el valor y se decidiera hablar con Don Manuel. Soñaba con Elena casi todas las noches, aún despierto soñaba con ella, con besarla, acariciarla o simplemente escucharla reír, era un pensamiento constante que no le permitía concentrarse en nada, los recuerdos venían a su cabeza en cualquier momento, incluso una vez llamó a Williams por el nombre de Elena y el Marqués rió un montón y aún le jugaba bromas por eso, así, que esa mañana a pesar de suave lluvia que caía salió con paso decidido a casa de Sir John Simon Harcourt.
Elena, despertó sin apetito esa mañana, las pesadillas recurrentes lograban hacer eso en ella, quería ir a montar a caballo, pero llovió a mares la noche anterior y aún caía una suave llovizna y los caminos serian un desastre llenos de lodo. Estaba harta del encierro, estar constantemente metida en cuatro paredes no le sentaba bien, pero Liniang estaba bordando y sus guardia por primera vez en ocho meses estaban desayunando junto, siempre se turnaban para no dejarla sola y ella no iba a dañar la tranquilidad de nadie escapándose o haciendo algunas de sus acostumbradas travesuras, así que decidió que un libro sería su mejor opción, por lo general cuando se sentía agobiada hablaba con la esposa de Sir John mujer de mucho ingenio y buen humor, pero la dama había enfermado hace 5 días y la llevaron a Bath por su salud.
A media mañana el Conde de Carrick, fue anunciado y ella lo recibió en el salón. Lucían, se iría al infierno si no admitía, que al ver a Elena en ese vestido rosado no tenía ganas de arrancárselo a tirones besarle el cuerpo hasta escucharla gemir, ponerla debajo de él y hacerla suya hasta que gritara su nombre.
Elena, notó que Lucían la veía de pies a cabeza y pensó que aquel vestido nunca le había favorecido mucho, igual sonrió e hizo una reverencia a forma de saludo y como él solo continúo mirándola detenidamente, ella comentó
– Buenos días Excelencia, que sorpresa tenerlo por acá – Él se aclaró la garganta antes de contestar.
– Buenos días lady Elena – Y como el Conde volvió a caer en total silencio ella preguntó
– ¿Lucas se encuentra bien? – Lucían primero afirmó con la cabeza y luego contestó
– Si esta bien, lo deje en sus clases de equitación – Lucían se miro sus lustrosas botas Hessian y sonrió para si mismo, vio a ambos lados antes de decir
– Lady Elena, imaginó que muchos otros se lo han dicho antes que yo, le han dicho lo hermosa que es, pero de verdad su belleza me deja sin palabras – Elena le contesto con sonrisa irónica en los labios
– No me parece relevante el número de personas que me lo hayan dicho antes, lo que realmente me sorprende es escucharlo de usted, estaba segura que yo no era de su agrado, ¿o esta usted tomándome el pelo? – Su respuesta hizo sonreír a Lucían, era refrescante hablar con una mujer que parecía no tenerle miedo, así que se atrevió a mirarla directamente a los ojos cuando le preguntó
– ¿Y por qué pensó usted que no me agradaba? – Elena, no solo le mantuvo la mirada sino que le respondió de manera muy natural
– Pues, usted no me habla mucho, solo se dedica a mirarme como si yo fuese objeto de estudio – Sin dejar de verla a los ojos Lucían tomo sus manos y las beso y aún sosteniéndoselas le dijo muy serio
– Lamento que mis acciones la confundan, créame cuando le digo que en mis 23 años no había conocido a alguien como usted – Elena, se quedo perdida en los ojos de Lucían por unos segundos, hasta que de pronto recordó todos sus modales, invitó a pasar y a sentarse, le ofreció té que gustosamente acepto, ambos cayeron en una conversación fácil y natural, Elena, era ingeniosa, con muy buen sentido del humor.
– ¿Excelencia, a que debo el placer de su visita esta mañana?
– Vengo a ver a su padre tengo asuntos urgentes que tratar con él – Esa respuesta intrigó a Elena, pero no volvería a preguntar sería el colmo de la grosería, luego le pediría a Liniang que los espiara y le contará. Así que ella decidió cambiar de tema.
– Cuando salí de Florencia venía leyendo un libro sobre Irlanda y Escocia, de como los guerreros escandinavos se quedaron allí, totalmente seducidos por sus paisajes, ¿ha estado usted allá? – Lucían mostró una increíble sonrisa
– Yo soy irlandés, aparte de ser el Conde de Carrick, también soy el Vizconde de Ikerrin, aunque preferiría que usted me llamara por mi nombre, Lucían Blutler, mis tierras están cerca de Dublín y si Irlanda es incluso más hermoso de lo que se lee en los libros.
– Al mi padre mencionar el Reino Unido inmediatamente vino a mi mente Irlanda y Escocia, Inglaterra es muy hermosa pero su clima es bastante caprichoso, ¿lo importuno si le pido que me describa un poco Irlanda? – Lucían negó con la cabeza.
– En invierno puede verse una manta blanca cubriéndolo todo y aunque el frío es intenso, el sentarse frente a la chimenea envuelto en una manta con un vaso tibio de vino en las manos es un verdadero placer y de pronto los imaginó así envueltos los 2 en una manta frente a la chimenea desnudos después de haber hecho el amor – se sacudió mentalmente y siguió hablando – En cambio en primavera y verano el cielo se vuelve tan azul y los campos tan verdes, que me detengo siempre en el balcón de mi cuarto a admirar el paisaje por mucho rato – Elena suspiró totalmente cautivada por el brillo que había en los ojos de Lucían mientras describía su país y pensó
– ¿Y las colinas son tan verdes como sus ojos? – Al darse cuenta que lo pensó en voz alta, se sonrojo y bajo la vista totalmente apenada, pero la sonrisa de Lucían fue enorme y respondió con una mirada llena de brillo
– Y el azul del cielo es casi tan hermoso como el de los suyos – le tomó una mano y la besó, para disminuir la incomodidad de Elena agregó – Ya ve ambos tenemos cosas de Irlanda – Se quedaron en silencio por unos minutos, Elena fustigándose mentalmente por desacertado comentario y Lucían observándola totalmente embobado, de pronto lo escucho decir
– Permítame llevarla a conocer Wraysbury, el pueblo que esta cercano, seré su guía, es un pueblito pequeño pero muy agradable, sé le gustará – Elena parpadeo un par de veces antes de responder
– Si, me gustaría mucho, debo darle una oportunidad a este lugar, así que si, acepto la invitación encantada – Lucían volvió a sonreír pero esta vez la sonrisa irradiaba felicidad ¡que dios la ayudara, pero no entendía e este hombre! ¿Tanta alegría por ir a conocer un pueblo?
En ese momento entró Don Manuel al salón y ambos se pusieron de pie, su padre la beso en la frente y le pregunto
– ¿Dónde están tus guardias? – Elena, no supo que contestar, así que Lucían dijo
– Buenos días Don Manuel, ¿si me permite?, los guardias de Elena están detrás de las puertas entraron solo un minuto después de mi – Ella, estaba totalmente sorprendida, nunca nadie había descubierto a sus guardias eran casi invisibles, vio a Lucían extender una mano hacia su padre y decirle – Don Manuel me gustaría hablar con usted en privado, si es eso posible – Don Manuel estrecho su mano y contestó
– Vamos a la biblioteca Excelencia – Y dirigiéndose a su hija comentó – Querida ha dejado de llover, si quieres puedes salir a montar a caballo – Ella solo asintió con la cabeza, y dijo
– Excelencia, fue grato verlo.
– Quien disfrutó de su deliciosa compañía fui yo – Hizo una reverencia y salió del salón precedido por Don Manuel.
Elena, no fue a montar, su curiosidad era más grande que las ganas que tenía de salir del encierro provocado por el horrible clima. Así, que pidió a Liniang que llevara té y pastas a su padre y al Conde y que tratara de escuchar la conversación para contarle luego.
Don Manuel tenía una idea de lo que deseaba el Conde, el Coronel Wesllesley había dado muy buenas referencias de él y claro que notó la forma en que Elena lo veía, estaba totalmente embobada y era la primera vez que eso ocurría, pero aún así, no iba a ponérsela fácil al hombre por muchos títulos que tuviese.
Llegaron a la biblioteca y de pronto Lucían olvidó todo el discurso ensayado los últimos dos días, estaba incómodo, se sentía expuesto, Don Manuel lo sabía y no hizo nada para que él se sintiera más tranquilo. Estuvieron alrededor de una hora en la biblioteca y Lucían sintió que sufrió más que en su entrenamiento militar para lograr obtener el permiso de frecuentar y escribirle a Elena, su padre cedió de muy mala gana pero a él no le importó, Lucían tuvo que hacer alarde de sus títulos y ejercer suficiente presión para que Don Manuel accediera, la único condición que él ni siquiera se atrevió a debatir fue que los guardias de Elena siempre estarían con ella.
Elena, vio salir a Lucían de la biblioteca e irse de la casa, corrió a ver a Liniang y a preguntarle que había ocurrido, pero por primera vez en cinco años su doncella, rió alegremente y dijo en su lengua
– » El corazón no habla, pero hay que escucharlo para entenderlo » – dejándola totalmente sorprendida.
VIII
Pasaron ocho días y aunque Elena salió a montar y a nadar, se sentía ansiosa, tenían muchas cosas que la que la angustiaban. No tenía noticias de su madre y hermano en meses, la audiencia con el rey Carlos IV se retrasó , debido a que seguía enfermo, extrañaba mucho a su perro, chocolate; y ese país tenía un clima tan caprichoso que comenzaba a agobiarla, nunca pensó que se hastiaría de la lluvia, pero estaba a punto de ello.
Y teniendo todo eso en su cabeza se le sumaba el Conde que era un pensamiento constante, representaba un enigma para ella, cuando reía se veía cálido lo que contrastaba con esa mirada tan fría del color de las esmeraldas ¿habría algo capaz de calentar esa mirada? ¿Qué se sentiría al poder ver esos ojos más de cerca?, fue entonces cuando la realidad la golpeo como un rayo, ella no estaba allí para descubrir acertijos, ella estaba huyendo, estaba escondida en ese lugar mientras lograban la audiencia, ¿pero como mentirse a si misma? si de verdad el Conde parecía un rayo de sol, después de un día lluvioso, pensar en él calmaba su angustia y eso era bueno para ella.
Al ver a Elena tan pensativa sus guardias le propusieron practicar arquería, ella, aceptó alegremente, así que los tres se fueron al patio.
Era muy divertido ver a sus guardias más relajados, se mantenían en estado de alerta desde los hechos ocurridos en Florencia, Elena se divertía muchísimo al escucharlos discutir
– ¡Por amor a Ala, deja de medir las flechas Omar sabes que te gane!
– ¡Calla Yaser! Elena, fue quien ganó pero yo te gane a ti y con eso me basta – Elena, volvió a reír al ver la cara de Yaser y observar como caminaba hacia la diana. Y entonces se preguntó si de verdad ella ganaba o ellos la dejaban ganar.
Lucían, llegó a la casa de Sir John Simon antes de la hora del té de la tarde, recordó felizmente que la última vez que estuvo allí, casi tuvo que pagar con una libra de carne el permiso para frecuentar a Elena, y aún así se mantuvo la condición de que sus guardias estarían siempre con ella, esos guardias eran algo más que simples chaperones, para eso estaba Liniang, algo ocurría pero el no se atrevía a preguntarlo, en la correspondencia que intercambiaba con Elena a diario hablaban de cosas simples y sencillas, pero averiguaría que pasaba.
Preguntó al mayordomo por Lady Elena, éste puso cara de contrariado y le dijo que lady Elena estaba jugando con sus guardias en el patio, y que si quería hablar con ella, era libre de ir a buscarla. La respuesta sorprendió a Lucían, quien se fue al patio a buscarla.
El patio de la casa de Sir John era enorme, al salir a el, uno se encontraba con un círculo de adoquines de aproximadamente cuarenta metros, alrededor del círculo, había césped salpicado por flores azules, amarillas, lilas, rosadas y otros colores, también se veían árboles de todos tamaños y formas, la vista se perdía en bastedad del terreno, del lado izquierdo del patio como a setenta metros se encontraban las caballerizas y frente a ellas estaba un granero enorme, decidió caminar hacia allá, cuando estaba cerca del granero escuchó la dulce risa de Elena así como el extraño idioma que ella hablaba con sus guardias, continúo caminando y al finalizar la enorme pared del granero se encontró como 5 metros de ellos, en ese momento Elena realizaba un tiro certero a la diana que estaba como a veinte metros de ellos, su técnica era sublime y su puntería certera, los guardias voltearon hacia cuando ello lo noto también giro a verlo.
Lucían, sintió el acostumbrado puñetazo en el estómago, cuando ella le dedicó una enorme sonrisa y se hecho a caminar hacia él.
Elena, se sorprendió de ver a Lucían allí, el aleteo de mariposas en su estómago ya casi era una costumbre al verlo, sonrió para disimular su desconcierto y decidió acercarse a él. La luz del sol, que se colaba entre las hojas de los árboles, caía sobre Lucían arrancándole destellos dorados de su rubio cabello y lo hacían lucir más alto e imponente, Elena, pensó que así debieron verse los guerreros vikingos de antaño, así de majestuosos, se detuvo frente a él, bajo la enorme sombra que proyectaba su corpulento cuerpo, y aunque parecía una tontería se sintió segura, protegida mientras el gigante rubio frente a ella la miraba como ella fuese un joya, se quedaron así, mirándose a los ojos por unos segundos, Elena observando cada detalle del rostro de Lucían y él admirando como el largo cabello de Elena ondeaba tras ella, el viento le llevaba la fragancia a flores.
Elena, escuchó a unas de las criadas decir que las mujeres de Londres le temían a Lucían, por su contextura, porque parecía un bárbaro, unos de los vikingos que asolaron Inglaterra hace cientos de años, era cierto que parecía uno de esos guerreros dorados, pero ella no veía lo malo en eso, de hecho la energía que desprendía Lucían, no hacía más que llamarla, él era como una vela encendida en medio de la oscuridad y ella era la polilla que volaba hacia a la luz. Elena, volvió a sonreír y se coloco un mechón de cabello detrás de la oreja.
– Buenas tardes Excelencia – dijo haciendo una reverencia – que grata sorpresa tenerlo por acá – Lucían dio un paso para más cerca de ella y le quitó el arco de las manos con mucha delicadeza.
– Buenas tardes – respondió él mientras le ofrecía su brazo al ella aceptarlo se hecho a caminar hacía la casa – Vengo a hacerla cumplir una promesa – Ello lo miró deforma interrogativa y él continúo hablando – pero primero debo pedirle encarecidamente que me llame Lucían – Elena detuvo la caminata y se coloco una mano sobre los ojos para protegérselos del sol al mirar a Lucían a la cara y contestó
– Pues entonces tú también deberías llamarme Elena – él hizo un gesto afirmativo con la cabeza y reanudaron la marcha – Ahora Lucían, dime cual es la promesa que te debo cumplir por favor – El escuchar su nombre en los labios de ella despertó una calidez en el pecho de Lucían. Tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no besarla, con ella se sentía tan aceptado, en la correspondencia que intercambiaban a diario él notaba que era una mujer inteligente, honesta, no entendía como era que aún no se había casado pero daba gracias a dios por ello.
– Prometiste que me permitirías llevarte a conocer el pueblo y aquí estoy para hacértelo cumplir – Elena, afirmó con la cabeza.
– Tienes razón, lo hice, además me encantaría salir a montar un rato y mi doncella me dijo que el pueblo es muy colorido – Lucían agregó
– Espero que no te moleste pero quiero llevarte a otro lugar que también quiero que conozcas – Elena sonrió y afirmó con la cabeza, Lucían continúo hablando de algo referido a un lago o eso creyó ella, Su atención estaba totalmente puesta en la boca de Lucían, que tenía unos labios carnosos y se veían tan suaves ¿Qué sabor tendrían? Así, que cuando él la miró como esperando una respuesta ella mostró una media sonrisa y afirmó con la cabeza y rogó al cielo que fuese la respuesta correcta no quería quedar como una tonta.
Al entrar a la casa, Lucían, le puso en pecho el arco a sorprendido sirviente y dejó que Elena fuese a prepararse para salir.
En pocos minutos estuvieron en marcha seguidos de cerca por los guardias de Elena, la conversación con ella siempre le parecía tan sencilla, tan fácil, hablaron de tantas cosas mientras iban hacia el pueblo, que el camino se les hizo muy corto.
El primer pensamiento de Elena al llegar al pueblo fue «Liniang tenía razón esto es hermoso» el lugar era muy pintoresco con sus pequeñas casas con humo saliendo de sus chimeneas, las calles empedradas y estrechas daban la sensación de estar en otra época, todas las calles del caserío convergían en una fuente de agua que marcaba el centro del pueblo, muy cerca de allí estaba un mercado donde se podía ver a los lugareños comprando víveres, telas, enseres y otras cosas, justos frente al mercado estaban unos artistas cantando mientras otros hacían malabares, la mirada de Elena se iluminó al verlos, así que el Conde le propuso que desmontaran.
Lucían, la tomó por la cintura para ayudarla desmontar y al sentir sus las manos de él sobre su cuerpo, todo pensamiento coherente salió de su mente, percibió el tiempo más lento, mientras Lucían la pegaba a su cuerpo y la dejaba deslizar por el, sin dejar de verla a los ojos. A Elena, le gustó percibir el duro cuerpo de Lucían, le encantó saber que no pesaba nada entre sus brazos no dejo de verlo a los ojos aún cuando sus pies ya habían tocado el piso, en la mirada de Lucían se veía una luz tan intensa, ya no parecía dura sino cálida y apacible, lo sintió soltar una mano de su cintura para colocar un mechón de cabello detrás de su oreja y pensó que sería perfecto quedarse bajo la sombra que proyectaba el cuerpo de Lucían, mientras la veía de esa forma tan tierna, notó la mano del Conde una en su cintura y la otra detrás de su oreja, y entendió lo que le dijo Liniang semanas atrás, su corazón le estaba hablando y ella iba escucharlo.
Se turbo por los sentimientos que descubrió dentro de ella, así que bajo la mirada y camino hacia los músicos de los pueblos. Él, fue tras ella, agradecido que ella se hubiese alejado, porque solo faltaron unos segundos para que la besara, lo cual habría sido bastante inapropiado.
Elena, se acercó a los artistas, el verlos actuar trajo a su memoria buenos recuerdos de su estadía en China y acto seguido recordó los carnavales en Florencia y deseo fervientemente no haber pisado esa ciudad jamás,
– ¿Estás bien? – Escuchó preguntar a Lucían. Ella decidiendo quedarse con los buenos recuerdos y miro a Lucían mientras le decía
– Gracias por traerme al pueblo – La sonrisa que le dedicó Elena hizo que el corazón de Lucían se saltara un latido.
Se quedaron allí hasta que se acabó el espectáculo y entonces caminaron por el mercado, ella guió por muchos puestos vio telas hermosas, frutas, flores, verduras, pero lo que llamó su atención fue un puesto donde una mujer vendía lo que parecían ser galletas con forma de hombrecitos. Ella se detuvo frente al puesto y le pregunto al Conde
– ¿Qué son? – Él miro lo que ella le mostraba y contestó
– Son galletas, aquí las llamamos » hombres de jengibre», cuenta la leyenda que debes comer varios al día para tener un esposo dulce y amoroso, como las galletas – Elena, rió ante la ocurrencia de Lucían.
– ¡Quiero probarlas! – dijo, y mientras se buscaba monedas en los bolsillos de su vestido, ya Lucían venía del tenderete con una bolsita llena de galletas que entregó a Elena, ella las aceptó y dijo
– Gracias – abrió la bolsa y sacó uno de los hombrecitos y lo mordió, inmediatamente su boca fue inundada por el sabor picante del jengibre pero el dulce que iba apareciendo tras el picante hacia de aquel sabor algo único, cerró los ojos para disfrutar de los sabores que se despertaban en su boca y cuando los abrió, notó que Lucían la veía de forma intensa y que de su respiraba como si hubiese corrido mucho tiempo, pensó que se había molestó porque ella no le ofreció de las galletas, así que saco otra y se la ofreció.
Lucían, mordió la galleta en la mano de Elena y mientras la masticaba no dejó jamás de verla a los ojos con la misma intensidad, ella sintió los dedos de Lucían acariciándole una mejilla muy delicadamente, de pronto el levantó la vista y le dijo con voz algo distante
– Será mejor que nos vayamos antes que se haga más tarde – Elena, quedo desconcertada por el cambio tan repentino pero lo aceptó. Apenas la tocó cuando la ayudo a montar en el caballo.
IX
Elena, era la mezcla perfecta de inocencia y sensualidad, hacía que su cuerpo volviera a la vida después de un largo período de invernación, al ver el deleite que se dibujó en su cara al morder esa galleta, sintió que su hombría se le tensaba y empeoró cuando ella le ofreció la galleta de su mano. Si se hubiese quedado frente a ella más tiempo estaba seguro de que la habría besado y no se detendría sino hasta tenerla desnuda debajo de él, considerando que estaban en mitad del pueblo y encima vigilados por dos hombres de casi su tamaño y contextura, lo creyó un poco inconveniente, así que pensó que lo mejor sería volver a los caballos, dando tiempo que volviera su locura.
Cabalgaron en silencio un rato, Elena, iba encantada con el paisaje, observó que los guardias de ella iban a una distancia prudencial, suficiente para darles algo de privacidad pero al mismo tiempo no tanta como para dejarla desprotegida.
Llevaron los caballos al paso por una vereda rodeada de árboles enormes que los protegían del acuoso sol que caía sobre ellos, se oía el canto de las aves, el olor a tierra mojada era intenso y se mezclaba con el aroma de las flores. Cuando acabó el sendero se encontraron a pocos metros de un enorme lago, donde el cielo se reflejaba como en un espejo.
Elena, desmontó antes de que Lucían fuera ayudarla y caminó hacía el lago como hipnotizada, se olvidó de todas las personas que lo rodeaban, hasta que Lucían preguntar a sus espaldas
– ¿Te agrada? – ella contestó aún observando el lago
– Es hermoso, si toco el agua es como tocar el cielo – Hecho a caminar en dirección al lago pero Lucían la detuvo tomándola de la mano y guiándola hacia un claro poco alejado. Tendió una mullida manta, coloco una cesta sobre ella y le indicó a Elena que se sentara, ella la imitó.
– Estamos en tierras de Sir John Simons Harcourt – Dijo el Conde Mirando el Lago – ¿No lo conocías? – Elena respondió también viendo el paisaje
– La verdad es que nunca había llegado tan lejos, es hermoso gracias por traerme a este lugar.
Mientras disfrutaba de las vistas, él buscó discretamente a sus guardias y se sorprendió de lo cerca que estaban. La brisa desordeno el cabello de Lucían y unos mechones cayeron sobre su frente, Elena alargó su mano y colocó los mechones tras una oreja y antes de que ella pudiera retirar totalmente su mano, el se la tomo y le besó la palma. Y Lucían le dijo con voz vibrante.
– Elena permíteme mostrarte cómo es este país, yo pienso que si le das una oportunidad podrías enamorarte de el – Ella mostró una media sonrisa y viéndolo directamente a los ojos le dijo
– No creó que nadie pueda hacer que me enamore de Inglaterra, tiene un clima catastrófico, pero podrá enamorarme de Irlanda y sus verdes praderas – La sonrisa que mostró Lucían hizo que Elena parpadeara como cegada por el sol, se veía diez veces más hermoso cuando sonreía así, ella se ruborizó un poco por sus pensamientos y apartó la mirada.
La respuesta de ella hizo que el pecho del Conde estallara en felicidad, estaba tan cómodo con Elena, podía sentir que ella lo aceptaba sin importarle nada, no era como las damas londinenses que ha pesar de tenerle reservas se acercaban a él por su riqueza y posición; Elena era honesta en lo que sentía por él. Tras esa respuesta, quiso abrazarla y besarla con locura, pero se conformó con tomarle ambas manos y besárselas. Se quedaron en silencio unos minutos, observando el paisaje, hasta que Lucían preguntó
– ¿Dónde conociste a tus guardias? – Elena, sonrió y pensó que ese era un tema más seguro para ella.
– Los conocí en Egipto, de allí provienen, unos meses después de llegar a África salí a pasear con mi padre y mi madre y allí en medio de un ruidoso mercado estaban ellos, estaban en el mercado de carne y alguien gritaba que ellos eran unos medjais y se habían quedado sin amo y por ser quienes eran debían morir, ya que solo tenían lealtad hacia una sola persona, los estaban vendiendo para que trabajaran en las minas de sal, le rogué a mi padre que los comprara, después de eso les di su libertad ahora son mis guardias personales y unos de mis más queridos amigos, siempre están conmigo incluso cuando no se ven, como ahora.
– ¡Ella es muy singular! – Elena, rió de buena gana.
– ¡Si lo es! la conocí en China hace cinco años cuando buscaba un traductor que me enseñara mandarín, ella trabajó para unos comerciantes de esclavos y aprendió varios idiomas, su madre la abandonó porque tuvo la mala de suerte de nacer en una noche de eclipse, así que cuando iba a salir de China le propuse venir conmigo, ahora es mi doncella y carabina, además de ser mi mejor amiga.
«La conversación siempre es fácil con ella”, pensó Lucían, Elena, le contó de sus viajes, de su familia y de Venezuela y Él le contó sobre la vida con su tío, el entrenamiento militar y lo difícil que era la política y las responsabilidades que tenían sus títulos nobiliarios. Hablaron y rieron por mucho tiempo allí frente al lago comiendo uvas, queso, pan y galletas de jengibre, cuando el ocaso comenzó a caer, Lucían, recogió todo y volvieron a los caballos. Ellos guió por una senda estrecha y oculta entre la vegetación que unía el lago con la casa de Sir John, era un atajó que hizo mucho más rápido el tiempo de regreso.
Entraron a la casa y se detuvieron en las escaleras, Elena subió dos escalones para casi quedar de la altura de Lucían, Él tomó sus manos mientras ella se veía los bajos del vestido.
– Elena, por favor mírame – le pidió él con voz suave, le gustaba como lo veía ella, no había miedo o reservas en su mirada. Elena, levantó el rostro para ver como Lucían besaba sus manos, así que él la vio a los ojos de nuevo y noto como la mirada de Elena se detenía en sus labios, los observaba sin pestañear, Lucían entendió.
Se acercó muy lentamente a ella, permitiendo que cambiara de opinión, pero ella no retrocedió y esperó ansiosamente el roce de los labios de Lucían sobre los suyos, eran suaves, delicados y sabían a gloria, la primera vez que la besó, la besó suave, despacio y por muy poco tiempo, o eso le pareció a Elena quien deseaba que continuara haciéndolo, sintió sus labios huérfanos el instante que él los abandonó. La segunda vez que la beso lo hizo con más confianza, con igual de lentitud, dejando que ella disfrutará de esa sensación deliciosa, cuando él masajeo su lengua con la de él Elena experimentó la necesidad de pegarse a más a él, de tenerlo más cerca, así que colocó las manos en sus hombros y apoyó su cuerpo contra de él. Lucían, profundizó el beso, la notó relajarse por completo y pegarse más a él, pero la quería más cerca, colocó una mano en su cintura y otra en su espalda para amoldarla a su cuerpo, las voluptuosas curvas de Elena descansaban sobre su pecho y él las sentía, así como sentía las manos de Elena vagar por su pecho, percibió como el contacto del cuerpo de Elena sobre el suyo lo hacía despertar y ansiar más cosas y cuando estuvo a punto de perder el control, dejó de besarla súbitamente y puso su frente sobre la de ella. A Lucían, le parecía que comenzaba a respirar después de mucho rato bajo el agua y cuando ella hizo el intento de volver a buscar sus labios, le dijo de forma entrecortada
– Tenemos que parar, tenemos que parar – Elena, abrió los ojos de golpe y mortificada le dijo
– Lo lamentó nunca antes había besado a nadie yo… – Él la calló colocando un dedo sobre sus labios, la miró a los ojos y le confirmó
– Tenemos que parar, confía en mí – la besó en la frente y se fue casi corriendo.
Elena, se quedó sola y desconcertada en medio de la escalera, preguntándose ¿qué haría mal? ¿Por qué Lucían se fue corriendo como si hubiese fuego en la habitación?, dejándola sola, con las piernas temblorosas y una sensación de vacío en su vientre, nunca en toda su vida había sentido su cuerpo levitar, y eso era lo que ese beso le provocó, la sensación de poder flotar en los brazos de alguien, pero no de cualquiera, de volar en los brazos de Lucían. Subió a su habitación hecha un mar de sensaciones.
Lucían, subió a su caballo pensando en que si la hubiese besado por unos minutos más la habría desnudado y poseído allí mismo, esa mujer nublaba por completo su razón. Él imagino que por el temperamento de ella sería una mujer apasionada, pero Elena era fuego puro y que dios lo perdonara, pero si el fuego del infierno era como el de esa mujer, él ardería con todo el placer del mundo.
Llegó a habitación el en el castillo de Windsor, entregó las riendas a uno de los mozos y entró al salón donde estaba Williams, quien lo miro detenidamente mientras Lucían se sentaba en la butaca frente a él.
– Vienes de ver a Lady Elena – dijo Williams con una voz que no admitía replicas. Lucían, ladeo la cabeza y mirándolo con curiosidad le preguntó
-¿Y tú como sabes de donde vengo? – Williams puso los ojos en blanco y dijo
– ¡Por dios Sr Conde! ¡Mira tu rostro brillas como una vela en la oscuridad, además – se aclaró la garganta – creo que tus pantalones comienzan a quedarte algo ajustados – y soltó una carcajada. Lucían, le arrojó un cojín y se unió a su risa, ya más calmado le confesó
– Esa mujer me tiene embrujado, ella es como el agua, tranquila y majestuosa por encima, pero en el fondo es una fuerza arrolladora que te arrastra a las profundidades – Lucían, suspiro viendo el fuego brillar en la chimenea y pensando en que tal vez Elena no fuese como el agua sino como el fuego, y continuó – Y cuando me mira siento que puede ver a través de mi, es como si no pudiera ocultarle nada, en sus ojos jamás ha existido el miedo hacia a mi, ella es… –
-¡Oh por dios! – Lo interrumpió Williams tapándose los oídos – Caíste por una mujer y considerando tu altura amigo mío, debo decir que fue de muy alto – Miro a Lucían con algo de tristeza – Esa mujer ya te atrapó. ¡Por supuesto es hermosa e inteligente! pero a una dama así hay que dedicarle tiempo y yo mi querido Conde prefiero las cosas rápidas como bien sabes – Terminó diciendo mientras subía los pies sobre un taburete y entrelazaba las manos sobre su abdomen. Lucían negó con la cabeza.
– No tienes remedio, pido al cielo te envíe una mujer a la que convencer que sirves para algo – Y le lanzó otro cojín que Williams atrapó.
– Pues yo, en cambio, suplico a dios me libre de caer en eso que las personas llaman amor, ya que los hombres se vuelven idiotas, y si no me crees, solo voltea a ver tu reflejo en ese espejo – Dijo señalando el que estaba frente a ellos, Lucían se levantó de su asiento, haciéndose el ofendido
– ¿Está usted llamándome Idiota, Excelencia? – Preguntó mientras caminaba hasta donde estaban los paraguas, tomó dos y arrojó uno a su amigo.
– Estoy dispuesto a restituir mi honor, ¡en guardia Marqués! – Y empezaron una lucha de esgrima con los paraguas, así los encontró el mayordomo jugando como niños cuando fue avisar que le cena estaba servida.
X
Pasaron varios días antes de que Lucían viera a Elena de nuevo, lo abrumaban los compromisos con el Parlamento, los Lords, su pequeño hermano y con el Rey, quien había reído hasta las lágrimas cuando el Marqués de Donegall le contó lo que le ocurría al Conde de Carrick. Pero mantenía correspondencia a diario con ella y con las cartas siempre enviaba una caja con galletas de jengibre. Pero ese día él mismo llevaba las galletas, estaba ansioso por ver a Elena.
El mayordomo de Sir John fue quien lo atendió al llegar, así que le preguntó por Lady Elena, El mayordomo trasmudó el rostro y dijo con voz acerada, que Lady Elena jugaba en el patio con sus sirvientes de nuevo. Y lo dejó parado en medio de la sala, era evidente que el hombre no aprobaba que Elena practicará con el arco pero a Lucían eso no le molestaba era muy poco común, pero el no veía problemas con eso. Camino hacia el patio, en busca de Elena, esperando encontrarla con arco y flecha en mano, pero lo que encontró casi lo hace dejar caer la caja de galletas.
Allí, en medio del adoquinado patio, estaba Elena con sus guardias, tenían lo que parecía ser un combate con espadas, pero las espadas eran hechas de madera, Elena usaba un pantalón gris tan ancho y con tantos tachones que parecía una falda que se sujetaba a su cuerpo por unas tiras que se entrecruzaban en su cintura, la camisa blanca era igual de ancha que el pantalón pero era cruzada y la llevaba dentro del pantalón, las mangas eran tan anchas que emitían un sonido al ella hacer movimientos con la espada, los zapatos que lucía parecían más escarpines para bebés, puesto que eran tejidos y la suela no tenía ningún tipo de tacón, era totalmente lisa, sus guardias iban vestidos igual pero uno de negro y gris y el otro de blanco y negro. En sus cabezas llevaban mascaras parecidas a las suyas de esgrima pero más grandes y atrás se amarraban por unas correas de cuero. Él nunca había visto nada igual.
Se acercó con cautela no quería desconcentrarla, vio con admiración como ambos guardias atacaban a Elena y ella no solo se defendía sino que arremetía contra ellos de manera fiera, era muy rápida y hábil esquivando los golpes y asaltos que ellos le prodigaban. Nunca en sus años de vida, había visto a una mujer con esas habilidades.
Las damas de sociedad solían evitar actividades que la hicieran sudar, se desmayaban con cualquier cosa y solo pensaban en la ropa que usarían en las diferentes estaciones del año. Elena, era una señorita de la alta sociedad Venezolana, » una mantuana» como ella le comentó que los llamaban, pero era graciosa, directa, ingeniosa y muy honesta, ¿cuántas mujeres podían decir que recitaban a Moliere o a Rousseau? Elena, si era lo que su padre le había dicho, ella era un diamante, hermoso y delicado por fuera, pero fuerte e invencible por dentro, comprendió el error que cometía al llamarla ninfa, ella era una valkiria, los ángeles guerreros que le contaba su abuelo, que venían y protegían a los hombres en batalla y que llevaban sus almas al cielo. Elena, ya había atrapo su alma y sabía que en el momento en que la hiciera suya alcanzaría el cielo.
Liniang, observaba desde la distancia las diversas emociones que se presentaban en el rostro del Conde. Notó que era cierto lo que decían las mozas de la casa, el Conde intimidaba con su altura y su porte, pero no a su Elena, ella había visto más allá que todas las demás. Elena, estaba enamorada del Conde, aunque ella misma aún no se hubiese dado cuenta. Lo dejó disfrutar del combate por un largo rato y de pronto gritó
– Alma´trah -(disculpen en árabe), eso detuvo la practica de inmediato, y ella señaló algo detrás de Elena, y ella se giró para ver a Lucían parado a unos metros.
Elena, se sintió fuera de su elemento, recordó todas las veces que su padre le comentó sobre las costumbres asiáticas y la forma de verlos los europeos, ¡sabía que no eran bien recibidas! Y se vio impelida a explicarle a Lucían lo que sucedía, se abrió lo más rápido que pudo las correas de la careta, se colocó la espada de madera debajo del brazo izquierdo y sujetó la careta con la misma mano, con la derecha trato de peinarse un poco los mechones que salían de su desecho moño, sabía que ella estaba hecha un desastre, que aparte de despeinada, estaba sudada. Ninguna señorita de sociedad de sociedad debería encontrarse en esas fachas y menos en esas condiciones, aquello era inaceptable, su madre se moriría de verla así.
– Buenos días Lucían – Dijo ella haciendo una perfecta reverencia – Lamento que me encontraras en esta situación, pero estaba practicando con la katana – Se saco la espada de madera debajo del brazo y se la mostró – Y para eso necesito usar esta tipo de ropa llamada Hakama – Caminó hacia sus guardias a quienes les pareció escuchar riendo detrás de sus mascaras, y le entregó a uno la katana y a otro la careta, se giró, caminó hacía Lucían y siguió hablando -Mi padre me dijo que esto no era bien visto aquí en Europa, y por ello te pido mis más sinceras disculpas, pero considerándolo todo, debiste advertirme de tu visita; ahora si me disculpas un momento, subiré y me colocare algo más adecuado – Terminó diciendo ya parada frente a él, pero Lucían solo seguía observándola.
Mientras ella hablaba sin parar, el no escuchó todo lo que ella decía, en cambio admiró sus mejillas sonrosadas por el ejercicio, la respiración agitada por el esfuerzo y lo despeinada que estaba y nada más pudo pensar en que así se vería después de hacer el amor. La imaginó así, como se veía ahora, pero con la luz del sol bañando su cuerpo desnudo sobre su cama en su cuarto en Irlanda mientras la besaba apasionadamente y la hacia suya. Acortó la distancia que los separaba, la cabeza de Elena le daba al pecho, le enmarcó el rostro con la manos para levantárselo y la besó, no de forma suave como la primera vez, sino apasionadamente, con ansias, dejando que ella sintiera todo su deseo en ese beso, ella entreabrió los labios, él introdujo su lengua y jugó con la de Elena, trató de amoldar su enorme cuerpo al de ella, de acercarla más, pero recordó que estaban en patio, rodeado de miradas indiscretas, así que aunque fue doloroso físicamente paró de besar a Elena, pero le mantuvo el rostro entre sus manos obligándola a verlo a los ojos.
El beso que le había dado Lucían hizo que la mente de Elena se quedara en blanco. Ella se dejo guiar por él en el beso, no quería que saliera huyendo como la última vez. Al separase la miró a los ojos y mientras con una mano metía mechones de su desordenado cabello tras una oreja, con la otra le acariciaba suavemente la mejilla, le pregunto dulcemente
– ¿Que decías, disculpa no puse mucha atención a tu diatriba? – La intensa mirada de Lucían aún la tenía atrapada, la mantenía como en trance, cerró los ojos para poder organizarse mentalmente y responder algo coherente, manteniendo los ojos cerrados dijo
– ¡Ah, um…! que si me esperas un minuto subo a mi cuarto y me coloco algo de ropa más apropiada – Volvió abrir los ojos para encontrarse con una media sonrisa de Lucían, lo escuchó decir
– ¿Por qué harías algo tan aburrido? tu ropa es como tú, única, no importa lo que uses para mi siempre luces perfecta, por eso me gustas, porque eres diferente a todas las demás – le dio un corto beso y separó de ella. La sonrisa que Elena le dedicó hizo que Lucían quisiera volver a besarla, pero ya había sido lo suficientemente inapropiado al hacerlo la primera vez, así que tomó su mano y la besó.
Don Manuel entró al patio unos minutos después, saludo a Lucían y besó a Elena en la mejilla, sonrió para él mismo al ver como la mirada de Lucían no se apartaba de su hija, estaba totalmente embobado por ella, eso se le vía a distancia, a él le agradaba el muchacho, era sincero y directo, pero a quien debía gustarle era a Elena, ya hablaría con ella a solas después.
– Excelencia, me gustaría hablar con usted en privado. ¿Puede acompañarme a la biblioteca?
– Por supuesto Don Manuel – Y caminó tras él, solo había dado tres pasos cuando dio la media vuelta y le dijo a Elena
– No te cambies de ropa, te ves perfecta y esto lo traje para ti – dijo Lucían entregándole la caja de galletas. Elena, tomó una de las galletas, quería gritar de felicidad al escuchar lo que Lucían le había dicho pero no habría sido muy decoroso así sonrió tanto que sentía dolor en las mejillas, se paso una mano por el cabello para peinarse, y le dijo a Liniang en mandarín
– ¿Le escuchaste lo que me dijo? ¡Le gusto y cree que soy hermosa y perfecta! ¡Podría morir de felicidad ahora mismo! – Liniang sonrió y le respondió
– ¡El amor puede hacerte volar, así como estas ahora, es un buen hombre, amaló sin miedos, que si mis sospechas son correctas él está tan o más enamorado que tú!
– ¿Lo crees? – Le preguntó Elena, cuando Liniang se acercó a ella y tomó una de sus galletas.
– Si lo creó – Y la abrazó al ver como brillaron sus ojos – Creó que está totalmente enamorado de ti – Elena se cubrió el rostro con las dos manos y le dijo
– Eso espero, ¡porque mi corazón ya es suyo!
Elena, cumplirá diecinueve años, en una semana. Eso era lo que le había dicho Don Manuel y que él, el Marqués de Donegall y Lucas estaban invitados.
Aún, la recordaba vestida en esa forma tan extraña, disfrutando de las galletas, tenía que admitir que le había encantado la cara de desilusión que mostró Elena, cuando él le informó que tenía que ir a Londres y se tardaría ocho días en volver, claro que el motivo que presentó fue el Parlamento, pero la verdad era que quería comprar varias cosas para ella.
XI
La semana fue infinita o eso le pareció a Elena, tenía ocho días sin saber de Lucían, excepto por las galletas que llegaban a diario y hoy era su cumpleaños numero diecinueve, el que ella pensaba que pasaría en Venezuela con sus familiares y amigos, en cambio estaba en un país con un clima tan caprichoso que apenas toleraba y encima huyendo y escondiéndose como si fuera una criminal. Lo único bueno de todas aquellas circunstancias era Lucían.
Debía admitir lo que ocurrido en Florencia era su culpa, su curiosidad le había provocado todo lo demás. ¡Ella no iba a llorar, ni a lamentarse! ¿Para qué? el mal ya estaba causado, ahora tenía que esperar por la audiencia del rey.
Se levantó de la cama, no desayunó, su estómago era un enorme nudo. Sabía que su padre le haría una fiesta de cumpleaños, aunque no sería como el año anterior. Paso casi toda la mañana y parte de la tarde cabalgando y practicando arquería con sus guardias, cuando subió a su cuarto a tomar la siesta de la tarde, se sentó en la cama a cavilar sobre Lucían. ¡Era hermoso, no importa lo que pensaran las demás! ¡eran unas tontas! hasta ahora solo había visto de él ternura, comprensión y amor, la había besado dos veces y cuando la veía a los ojos ella podía sentir como bajaban sus defensas y era capaz de convencerla de hacer cualquier cosa., siempre olía como a rayos de sol y sus labios eran tan suaves al igual que su modo de tocarla, como si ella fuera de porcelana, le encantaba saber que no pesaba nada en sus brazos ¿ qué se sentiría que le tocara la piel? o ¿qué le besara otras partes del cuerpo?, se sonrojó antes tales pensamientos y cayó de espaldas en la cama tapándose el rostro con una almohada, y estando así recordó la conversación que tuvo con Liniang hace unos años atrás, pero hasta ahora ella nunca había deseado que alguien la tocara o la besara, volvió a sonrojarse por lo impropio de sus deseos, una señorita de sociedad no pensaría así.
Se reprendió mentalmente, fue a darse un largo baño y esperó a Liniang para que la ayudara a vestir. Usó un vestido rojo con una zapatillas de raso del mismo color, le pidió a Liniang que amarrara su cabello en una media cola y le hiciera bucles en todo el cabello, se detuvo frente al espejo y se pasó brillo de labios , se perfumó con el aceite de rosas que Liniang le preparaba, se colocó unos guantes blancos largos, volvió a pararse frente al espejo y se dio cuenta de que se había vestido así porque quería borrar de la mente de Lucían el recuerdo que tenía de ella con la Hakama, quería verse bonita para él.
Salió del cuarto y fue hasta la biblioteca donde se encontraba su padre, después de abrazarla y desearle feliz cumpleaños por tercera vez, le entregó dos pequeñas cajas de madera exquisitamente labradas
– Son tus regalos de cumpleaños, ábrelos -Le dijo su padre en español, Elena, abrió la primera caja y al retirar el terciopelo azul oscuro que se encontró, vio un hermoso collar de rubíes de hermoso corte a juego con los zarcillos y un bracéate, todo engarzado en oro blanco, sonrió un poco, abrió la segunda caja y se llevó las manos a la boca por la sorpresa, eran cartas, varias cartas de su madre y su hermano que por haberse venido tan rápido de Florencia no habían llegado a sus manos.
– Gracias, papá – dijo visiblemente emocionada – Estás cartas valen mucho para mi – Y acunó las cartas en su pecho.
– ¿Entonces no te gustó el collar? – dijo sonriendo Don Manuel.
– ¡Oh Dios, si, me gustó mucho, es hermoso, gracias! – Luego lo miró con suspicacia – ¿Cómo sabías que iba a usar este vestido? – Su padre contestó con cautela
– Pensé que querías verte bonita para el Conde – Elena, caminó hasta la ventana de la biblioteca desde donde podía ver el paisaje de todo el patio y quedó de espaldas a su padre,
– Hija, quiero que seas feliz y necesito saber si él es de tu agrado – Ella, suspiro antes de girar para ver los ojos de Don Manuel
– Papá ¿recuerdas los leones que me llevaste a ver en África? – Él asintió con la cabeza – el Conde, me hace sentir algo parecido, es como un nudo en estómago de pronto se transforma en miles de alas de mariposa, me provoca quedarme contemplándolo y al mismo tiempo ir a esconderme, siento que estas emociones me superan, son más fuertes que galopar a caballo o practicar con mi katana real, papá yo… – Se vio interrumpida por un abrazo de su padre, quien emocionado le dijo
– ¡No puedo creer que te hayas enamorado! Aunque mantengo la opinión de que nadie te merece, ni siquiera él, por muchos títulos que tenga, Tú eres mi diamante -Ella sonrió y continúo abrazada a su padre
Alguien tocó a la puerta, era el mayordomo quien traía una cesta con rosas rojas, una pequeña caja y una carta sellada. Todo el conjunto hizo que Elena reviviera malos momentos.
– Son para Mi lady – las coloco sobre el escritorio, hizo una perfecta reverencia y salió pensando en que por lo menos está noche la señorita Elena estaba correctamente vestida.
Elena, se acercó a las flores con mucho miedo y las contó, habían exactamente diecinueve, desató el lazo que amarraba la pequeña caja, su rostro se iluminó al ver el contenido de la caja, eran galletas de jengibre, inmediatamente abrió la carta y comenzó a leerla, la sonrisa que ella esbozó fue ampliamente entendida por su padre, Don Manuel se aclaró la garganta y pregunto dulcemente
– ¿Imagino que son del Conde? – Elena, levantó la vista de la carta y asintió con una mirada brillante. Su padre la miró con indulgencia, la beso en la frente y salió de la biblioteca.
El reloj, daba exactamente las seis de la tarde cuando Lucían, Lucas y Williams llegaban a la casa de Sir John. Elena, los esperaba en la puerta en compañía se su padre. La impresión que Lucían se llevó al ver a Elena en ese vestido rojo lo paralizó en la puerta, creyó que sus ojos se veían más azules, que ella era más hermosa de lo él ya sabía, era perfecta, no tenía ningún defecto a sus ojos, no podía creer que ese ángel de rojo se había fijado en él, en el hombre del que todas las mujeres de Londres hablaban atrocidades, daba gracias a la providencia por ese milagro, se olvidó por completo del resto de las personas presentes, fue gracias a Williams que al pasar a su lado lo tropezó deliberadamente que pudo volver a la realidad y recordar sus modales.
Todos entraron al salón y se sentaron en las cómodas butacas, pero el niño caminó hacia Elena y le entregó un pequeño cofre de piel.
– Mi lady esté es mi regalo, espero que sea de su agrado – Ella sonrió dulcemente y abrió el cofre. Se encontró con un hermoso broche en forma de mariposa de oro amarillo con varios engarces de piedras preciosas, era de una elaboración muy fina, delicadamente elegante, miró asombrada al niño.
– ¿De dónde sacaste esto? – Lucas miro sus lustrosas botas, respiro hondo, tomó la mano libre de Elena el beso y le dijo
– Lady Elena, esa joya pertenecía a mi madre y es mi deseo que ahora le pertenezca, fue usted mi salvadora en momentos de apremio y por ello le agradezco, permítame desmostárselo con esa joya – Terminó haciendo una perfecta reverencia. Elena, Sintió tanta ternura que abrazó al niño
– Eres el niño más bello y tierno que he conocido – Y le dio un beso en cada mejilla. Mientras todos veían la escena, Williams se acercó discretamente a Lucían y le susurró
– ¿Lo ves ahora? ¡Te lo advertí! las mujeres besan a los hombres que les regalan joyas, en cambio tú decidiste ignorar mis grandiosas ideas y le diste a la dama flores y galletas, a tú, mi querido amigo nadie te besará hoy – Lucían, sacó el codo de manera muy natural y lo golpeó eficazmente en el estómago, cortándole la respiración, provocando que el marqués tosiera un poco y se enrojeciera. El Coronel Wellesley quien notó la reacción de Williams preguntó
– ¿Le pasa algo al Marqués de Donegall? – A lo que un sonriente Conde de Carrick contestó
– ¡No! solo esta abrumado por la tierna escena, discúlpelo, así es él, muy sentimental –
Estuvieron un rato más sentados en el salón conversando y bebiendo vino, hasta el mayordomo les indicó que la cena estaba servida. La cena fue increíble, una auténtica comida española, pero lo que más gratamente la sorprendió fue que el Coronel Wellesley le consiguió guayabas, que era su fruta favorita, ella sabía que no era fácil de encontrar en ese país y menos en esa época del año, así, que lo agradeció profusamente a su anfitrión por el detalle. Williams, le regaló un brazalete de plata y granates, cuando fue el turno de Lucían, entraron por las puertas del salón los malabaristas y artistas que ellos vieron juntos en el pueblo, a él le encanto la luz que brillo en ojos de Elena, al terminar de actuar, el les dijo a todos que el próximo regalo estaba en el patio y todos salieron.
Como ya era de noche y no había luces encendidas, estaba muy oscuro, Lucían, aprovecho para susurrarle a Elena al oído
– Espero que te gusten – Y la besó fugazmente. De pronto se escuchó una especie de silbido, como si algo saliese volando y segundos después se escuchó una explosión y el cielo se iluminó en colores y siguió así por un buen tiempo. ¡Eran fuegos artificiales! y su mente le jugó la mala pasada de recordarle la última vez que los vio en el Palazzo Pitt en los Carnavales de Florencia, y el miedo le heló la sangre. Tomó con fuerza la mano de Lucían, quien en un momento la estaba abrazando por la cintura para acercarla más a su cuerpo, con ese simple gesto de él, se sintió más segura, más protegida y el miedo fue remitiendo lentamente hasta ya no dejar rastros, y de verdad disfrutó los fuegos artificiales. Los invitados se fueron minutos después del juego de luces.
XII
Eran las doce de la noche, cuando Elena ayudada por Liniang, se escabullía a las caballerizas de la casa a escondidas de todos, incluso de sus guardias. Se había quitado el hermoso vestido rojo y colocado un simple vestido lino blanco sin adorno o volantes, los delicados zapatos de raso rojo fueron sustituidos por unas sencillas zapatillas chinas blancas, llevaba el cabello recogido en una cola e iba cubierta por una gruesa capa de color azul muy profundo para protegerse del frío. Sacó un caballo y caminó a su lado por unos minutos luego montó en el y salió al trote. Mientras se dirigía a la cita recordó la nota que Lucían dejó a escondidas en su mano al despedirse de ella » Te espero en el lago, sigue el sendero y verás un árbol con mi caballo atado a el, desmonta y espérame yo iré por ti».
Ella, sabía que era una locura andar sin escolta bajo las circunstancias presentes, pero siendo honesta consigo misma, confiaba en Lucían, pero una verdad más grande era que quería estar a solas con él, no quería más ojos curiosos a su alrededor. Rememoró la conversación que tuvo con Liniang años atrás sobre lo que ocurría entre un hombre y una mujer, cuando su doncella le habló del tema, a ella le pareció imposible que pudiera hacer algo como eso, ahora solo pensaba en poder besarlo sin que nadie los interrumpiera, luego pensó tristemente en tal vez si ella besara mejor él no tendría que salir huyendo.
Llego al árbol donde él amarró su caballo, desmontó y esperó por muy poco tiempo, puesto que apareció casi de inmediato. Lucían, la miró dulcemente, le quitó la capa la dobló y la colocó sobre su hombro
– ¿Confías en mi? – Ella asintió y el continúo – Voy a vendarte los ojos y llevarte en brazos un trecho, te tengo otra sorpresa. – Elena, volvió asentir. Estaba tan nerviosa, que sus manos sudaban, en su estómago revoloteaban mariposas muy grandes y sus piernas parecían de gelatina, creía que su corazón iba a salirse de su pecho. Dio gracias a dios en silencio que la luz de la luna era escasa por los árboles que lo rodeaban porque se imaginó tan blanca como un papel. Él, hizo exactamente lo que le dijo, de pronto tuvo los pies puestos en la tierra y sintió a Lucían parado detrás de ella, al quitarle la venda de los ojos ella pestañeo un poco hasta adaptarse a la poca luz que había, cuando lo hizo, abrió los ojos como platos. El paisaje que estaba frente a ella era mágico!
La luna llena, se reflejaba perfectamente sobre el lago al igual que la gran cantidad de estrellas visibles, los cocuyos que brillaban entre la vegetación cercana lo hacía lucir idílico, acompañado del suave olor a tierra mojada y dulce sonido de animales nocturnos, ella no podía creerlo, ¡no se lo ocurría otra palabra para describirlo que no fuese mágico!
Lucían, la escuchó jadear y cubrirse la boca con ambas manos al quitarle la venda de los ojos, le dio unos minutos para que disfrutara del paisaje, luego la tomó de la mano y la guió hasta una antorcha que iluminaba una manta colocada en el suelo, en ella habían dos acolchadas cobijas dobladas en una esquina al igual que una cesta que solo dejaba ver una botella de vino, coloco la capa sobre las cobijas y le hizo un ademán para que se sentara y él la imitó.
Él, la notó nerviosa, así que sirvió el vino en dos copas y le dio una a ella. Elena, recibió la copa pero no se atrevió a probarla, tenía el estómago con tantos nudos que no se creía capaz de tragar nada, ella miró en todas las direcciones antes de fijar la vista en él, Lucían, le quitó la copa y colocó ambas a un lado. Le tomó ambas manos y le preguntó
– ¿Qué pasa Elena? ¿Buscas a tus guardias?, si no te sientes cómoda puedo escoltarte hasta tu casa, pensé que tal vez disfrutarías ver el amanecer desde aquí, en esta parte del lago se ve como los primeros rayos de sol caen sobre los árboles iluminándolo todo de verdad es digno de admirar – Elena, suspiro.
– No Lucían, estoy bien – Él la miró sospechosamente, le soltó las manos, se alejó un poco y le preguntó
– ¿Me tienes miedo? – Elena, mostró una tímida sonrisa y le contestó
– No Lucían, confío en tú – Respiró profundamente y se miró las manos antes de continuar – Es solo que este lugar es mágico, juró que casi puedo ver las hadas revolotear por allí – ella le hizo un gesto para que le pasara la copa, bebió un pequeño sorbo para darse valor, se la devolvió y continúo hablando – La luz de la luna hace que tu cabello resalte – Lucían, medio sonrió – Y me gustaría besarte, de verdad quiero hacerlo, pero – Elena, miró el lago antes de volver a verlo a él y seguir hablando, él notó lo mucho que le costaba decir las cosas pero no la interrumpió – La última vez que lo hice saliste huyendo de mi – observó como él bajo la cabeza y sus hombros empezaron a temblar, así, que continúo – Era la primera vez que besaba a alguien, no se hacerlo bien obviamente, y no quiero que vuelvas a huir de mi –
De pronto escuchó burbujear la risa en Lucían que se convirtió en una sonora carcajada. ¿Se estaba ella? ¿ Pero como se atrevía? ¡ Ella le abría su corazón y le contaba sus temores y el los tomaba a guasa!, ah no eso no lo iba a permitir, se levantó molesta de la manta y maldijo para sus adentros cuando no vio los caballos, es que ni siquiera sabía donde estaba. El aún reía cuando la detuvo tomándola suavemente por el brazo.
– Disculpa si te ofendí, pero no me reía de ti, sino de lo que decías – Elena, achicó peligrosamente los ojos se sacudió de su agarre y lo empujó, aunque realmente no lo movió ni un centímetro y volvió a caminar sin rumbo lejos de él, volvió a seguirla la hizo girar por el hombro y le dijo
– ¡Tranquila no quiero que tus guardias se alteren! – Elena, veía el enorme pecho de Lucían cuando le contestó enérgicamente
– ¡Estoy aquí sola, no traje a mis guardias – A Lucían lo sorprendió la respuesta, ella se alejó un poco más de él para poder verlo al rostro y continúo – ¿ Sabes por qué? ¡ Porque quería estar a solas contigo! – y se alejó dos pasos más – ¡ y entonces cuando te abro mi corazón y te confío mis temores tú te burlas de mi y sabes Luc… – Se vio interrumpida por un beso de Lucían.
Él, le enmarcó el rostro con las manos y la besó apasionadamente, ella, colocó sus manos sobre su pecho, se relajó y entreabrió los labios, Lucían profundizó el beso y Elena se dejó guiar por él, como era muy alto la tomo en brazos y aún besándola la llevó hasta la manta, la sentó en su regazo sin dejar de besarla pasó un brazo alrededor de su pequeña cintura para pegarla más a su cuerpo, sintió los brazos de Elena alrededor y notó como todas sus curvas se iban amoldando a él, ella se movió sobre sus piernas y Lucían sintió miedo que ella pudiera sentir su erección
– Tenemos que parar – susurro sobre su boca y abrió los ojos para verla, ella aún tenía los brazos alrededor de su cuello y los ojos cerrados, Elena, colocó su frente sobre la de él y acarició la nariz de Lucían con la suya, mientras le preguntaba suavemente
¿ Y si yo no quiero parar? – Abrió los ojos para encontrarse directamente con la mirada de Lucían – ¿Qué tan malo sería que yo no quiera parar? – Lucían se alejo de ella un poco para poder ver la cara de Elena
– ¿Crees que te traje con esas intensiones? – Y le colocó un mechón de cabello detrás la oreja, ella intentó bajarse de su regazo pero él se lo impidió, la beso castamente en los labios y continúo – Te atesoro, y si, te deseo de esa forma, se que no es muy propio pero lo hago – ella lo miró a los ojos y le acarició la mejilla – Pero juro que mis intensiones no eran otras que pasar tiempo en tu deliciosa compañía, gracias por confiar en mi lo suficiente como para venir sin escoltas – Elena sonrió
– Me siento segura a tu lado – Bajo de su regazo, se sentó junto a él y tomo un sorbo de la copa de vino, observó por unos segundos el paisaje del lago, suspiró y dijo
– Cuando salí de Florencia, venía muy triste, porque después de Italia partiríamos a Madrid y convencería a mi padre para no ir a Portugal sino directamente a Venezuela, ansiaba ver a mi madre, a mi hermano, a mis amigos, a mi yegua llamada algodón, extrañaba tanto los sembradíos de cacao, café y caña de mi padre, nadar en mi pozo – volvió a suspirar – Al entrar aquí y encontrarme con un país de clima tan cambiante y caprichoso, casi logra sacarme de mis cabales. La noche que entre al salón y te vi, sentí como si el sol solo brillara para mi. He escuchado a la servidumbre de la casa decir que las mujeres de Londres te temen, por el carácter que tenía tu difundo padre y que quizás tú heredaste – Él se movió algo incómodo – Pero yo creo que todas son unas tontas – Él sonrió, ella giró el rostro para verlo a los ojos mientras decía – Ellas no han conocido a un verdadero monstruo, a un demonio capaz de arribarte la alegría y la felicidad solo porque quiere y tiene el poder para hacerlo – Acarició brevemente la mejilla de Lucían – Tú no me haces sentir miedo o inseguridad, tú eres mi rayo de sol personal en medio de tanta tormenta, por ti Lucían, agradezco haber venido a Londres, porque de otra manera no te hubiese conocido, y yo se que quizás solicito mucho de ti, pero – tomó la mano de Lucían besó sus dedos y los colocó sobre su pecho – ¿ Sientes latir mi corazón? – Él afirmó con la cabeza – ¿Sientes lo rápido y la fuerza con la que lo hace? – Volvió a afirmar – Es por ti, nunca había latido así a pesar de toda mi aventura y travesuras, yo deseo estar contigo, pero si tú no lo deseas en este momento lo entiendo – Y mostró una comprensiva sonrisa.
XIII
Lucían, aún no podía creer lo que Elena le estaba ofreciendo, estaba sorprendido ¿ a qué se refería con eso de un verdadero monstruo?, decidió que lo analizaría luego. La bruma del deseo bloqueaba cualquier otro pensamiento que pudiera tener. La deseaba desde hace ya tanto tiempo que le dolía el cuerpo.
Se volvió acercar a ella y la besó suave, despacio, lentamente hasta que la sintió totalmente relajada y entregada a ese beso, fue acostándola poco a poco sobre la manta y se acostó a su lado, la vio tan pequeña y frágil a su lado, estaba más nervioso que cuando tenía 16 años y su tío lo llevó a iniciarse en los placeres del cuerpo.
Elena, estaba presa de un delicioso calor que en aumentó a medida que Lucían la besaba y con manos expertas acareaba su cuerpo por encima de la tela del vestido, haciéndola sentir anhelos, deseos, pero ella no sabía que hacer así que dejó que fuese él quien la guiara en la experiencia, lo escuchó decir como una exhalación en su oído mientras le besaba y lamía el lóbulo de la oreja y su cuello
– Sueño contigo, aún despierto, sueño contigo, con tus ojos – y se los besó – Con tus labios – besándoselos – Con tu perfecta piel color caramelo – y deslizó su nariz sobre el cuello de Elena, embriagándose con aroma, volvió a apoderarse de su boca, pero esta vez con unas ansias y una pasión desmedida el deseo de arrancarle la ropa y poseerla lo abrumaba, así que contuvo sus deseos y volvió a preguntarle
– ¿Estás segura que es esto lo qué deseas? porque puedo detenerme ahora mismo – Como respuesta Elena, enredó los dedos en su cabello y lo atrajo hacia boca para que continuara besándola.
Las manos de ella vagaban inquietas por su espalda, por su pecho, en su cabello y sus inocentes caricias lo enloquecían.
El rozó con su boca los senos de Elena por encima de la ropa hasta verlos erectos y excitados, la sentía agitarse, moverse buscando, anhelando, sonrió un poco cuando la notó abrir las piernas para que él introdujera una rodilla allí y pudiera darle un poco de alivio a su deseo.
Cuando ya no soportó más la barrera de la ropa, se arrodilló frente a ella, se despojó de la chaqueta, la camisa y la botas lo más rápido que pudo, solo se dejo el pantalón donde se veía un abultado entrepierna, al terminar de semi desvestirse la encontró observándolo, tomó uno de sus pies le quitó el zapato e hizo lo mismo con el otro, besó sus pies, lamió y masajeo sus arcos, cuando la escucho gemir, subió por sus tobillos y pantorrillas haciendo lo mismo hasta llegar a sus rodillas y dedicarle especial atención a la corva de ellas. Lucían, fue recogiendo poco a poco el vestido, mientras le besaba la cara interna de los muslos ella levantó la cadera y le facilitó el trabajo de quitárselo al levantar los brazos.
Volvió a quedar arrodillado entre las piernas de Elena y se quedó admirando como la luz de la luna sacaba destellos plateados no solo de su cabello extendido en la manta, sino que hacía a su piel brillar y la deseo tanto más que a punto estuvo de hundirse en ella, fue entonces cuando vio lugares del cuerpo de Elena que aún no había besado, no había probado, además ansiaba verla jadear y llorar de placer. Respiró profundo y la siguiente hora se dedicó a despertar toda la feminidad de su cuerpo. Besó y lamió sus senos hasta dejarla totalmente fuera de si. Lucían, sintió las manos de Elena moverse por su cuerpo delineando los músculos de su espalda, abrazándolo, acariciándolo, la percibió moverse debajo de él más ansiosa, así que bajo por su abdomen mostrando la misma dedicación que le había dado a sus senos.
En Elena, se agitaba todo su ser, el calor casi la consumía, las manos. La boca, las palabras susurradas por Lucían sobre su piel, la arrastraban en un torbellinos de sensaciones, pero ella necesitaba algo más, fue cuando advirtió que él retiraba su ropa interior y le abría más las piernas y besaba el centro de su cuerpo, la sensación fue tan abrazadora que arqueó todo su cuerpo en ofrecimiento a él, el suave roce de la lengua de Lucían, el calor húmedo en esa zona, la intensidad de la mirada de los ojos totalmente oscurecidos de Lucían, la elevaron a cimas insospechadas a lugares totalmente desconocidos, y cuando el introdujo dos dedos dentro de ella, su cuerpo explotó en una luz cegadora, en medio de tan deliciosas sensaciones experimentó un poco de dolor, pero no fue algo fuerte, ese filo de dolor hizo mejor aún la sensación de placer.
Abrió los ojos y vio a Lucían aún con el rostro entre sus piernas y los dedos dentro de ella, sus ojos se veían muy oscuros, lo observó sonreír de manera traviesa, percibió su respiración mientras se acerba de nuevo a su sexo y pasó su lengua suavemente sobre él, contempló como él retiraba los dos dedos y se los llevaba a la boca cerrando los ojos en total deleite, como si comiera un manjar o probara ambrosía. Abrió los ojos e introdujo los dedos nuevamente en ella para empezar a moverlos en círculos y con su pulgar frotó su botón hasta que todas las sensaciones en ella se renovaron, el placer era tal que ya no pudo mantener los ojos abiertos y repetía el nombre de Lucían como una suave plegaria, como un ruego.
El escuchar, su nombre en boca de Elena dicho en medio de su placer, casi borró su conciencia por completo, de pronto tuvo la necesidad de su sabor a miel, a pureza en sus labios, Elena era más deliciosa, más exquisita que cualquier vino francés, posó la boca nuevamente en su botón y sometió a suaves succiones y ligeros roces con la lengua, estaba tan perdido en su sabor que olvidó por completo la noción del tiempo, al abrir los ojos para observarla, se percató de como el sudor le perlaba la piel, de pronto la sintió tensarse y la escuchó gritar su nombre por segunda vez esa noche.
Elena, se sentía tan suave, tan ligera que se creía capaz de volar, su cuerpo se había convertido en un solo latido, estaba hundida en un mar de sensaciones que no le permitían abrir los ojos. Lucían, sabía que ella ya no era virgen el la había desflorado en su primer clímax, pensó que era la mejor manera de hacerlo, para que no sintiera tanto dolor. Comenzó a subir por su cuerpo llenándolo de besos mientras se quitaba el pantalón, al volver a besar su boca se posicionó entre sus piernas y fue penetrándola muy lentamente sin dejar de besarla, se quedó muy quieto esperando que ella se acostumbrara a su invasión, después de un momento empezó a mover las caderas muy suavemente.
Lucían, era muy grande, pero a Elena no le importaba, él le daba la sensación de estar arropada, protegida por una cálida manta, lo rodeo fuertemente con sus brazos y piernas y se cimbreó a su ritmo. Los movimientos de ella lo volvieron loco, olvidó la delicadeza, colocó ambos brazos a los lados de la cabeza de Elena y se movió dentro de ella más rápido, en medio del tornado de placer abrió la ojos y la vio con lo ojos cerrados, las mejillas sonrosadas y los labios entreabiertos mientras gemía de placer y el único pensamiento que llego hasta el fue » mía, mía, mía» que se repetía como una letanía en su cabeza. Fue un momento de epifanía, entendió que ya no había nada más fuera de ella, fue tal posesividad que sintió que comenzó a moverse de forma salvaje dentro de Elena, experimentó las uñas de Elena clavadas en su espalda y la escuchó gritar su nombre. Lucían, ardió en un fuego abrazador por completo y se derramó dentro de ella.
Él, trato de levantarse, pero ella se lo impidió abrazándolo, así, que desplazó el peso a uno de sus brazos , y se quedó allí, besando sus ojos, sus mejillas, su frente, acariciándole el rostro con la nariz. Pensó siempre que él era un hombre de mundo, pero hacer el amor con Elena, fue único, nunca fue tan cuidadoso con ninguna mujer, jamás se había sentido tan vulnerable y poderoso al mismo tiempo, el verla, sentirla, tenerla debajo de él, regresando a la conciencia, mientras todavía podía sentir las convulsiones del cuerpo de Elena en su falo enfundado en ella, era algo que le parecía irreal, pero Elena era suya, completamente suya.
Elena, acariciaba rítmicamente la espalda de Lucían, nunca antes había visto a un hombre desnudo, el tocar la suave piel que envolvía músculos tan fuerte como el hierro, era una sensación adictiva, pero mucho más adictivo, era sentirlo dentro de ella, que la acariciara, que la estrujara, era exquisito sentir su boca besándole la piel y el centro de su cuerpo estallaba por su lengua, nunca había sentido nada igual. Lo había hecho con Lucían no se parecía en nada a lo que Liniang le explicó hace ya tantos años. Su cuerpo aún palpitaba por las sensaciones que él le provocó.
Se quedaron así unos minutos más, hasta que sin decir nada, Lucían, se levantó, buscó en su chaqueta un pañuelo, ella admiraba como los músculos de Lucían se contraían mientras el caminaba hacia la orilla del lago, lo vio mojar el pañuelo, regresó se arrodilló frente a ella, abrió sus piernas con suavidad y empezó a limpiarla de forma delicada, la ayudó a sentarse, le dio la copa de vino, tomó una de las mantas se sentó detrás de ella envolviéndola con las piernas y los cubrió a ambos con la manta, apoyó su barbilla sobre su cabeza y besó su cabello,
– ¿ Te lastimé? ¿ Estás bien? – Preguntó tratando de ver su rostro. Elena se pego más a su cuerpo y negó con la cabeza. Esa noche ella había dejado de ser una niña para convertirse en mujer, en la mujer de Lucían, quería gritar, reír y llorar todo al mismo tiempo, era feliz, muy feliz, se volteó y lo besó por un tiempo que a ella le pareció muy corto.
Lucían, tenía una sucesión de pensamientos en su cabeza que no le permitían hablar, de lo único que estaba seguro era de que Elena le pertenecía y que la amaba. La deseo en cuanto la vio bañándose bajo la lluvia en el lago, pero su ingenio, fuerza, atrevimiento y espontaneidad, lo habían conquistado, sintió miedo de perderla y la abrazó un poco más fuerte para sentirla segura en sus brazos. Ahora entendía un poco mejor las disparatadas palabras de su amigo Williams, el amor era algo aterrador. En medio de sus pensamientos la escuchó decir
– Lucían ¿ si estuvo bien? -preguntó ella suavemente. Bien , no era la palabra con la él lo describiría quizás «glorioso magnifico» … y esas solo para empezar. Como él no contestó nada, Ella continúo – Mi carabina me hablo hace muchos años de esto, pero debo admitir que lo que ella me explico no tiene ninguna similitud con lo que nosotros hicimos – Lucían, sonrió un poco
– ¿Qué fue lo que te dijo Liniang? -Ella se sonrojo y contestó
– Pues lo que me haya explicado no se tiene parecido alguno a esto – Giró de medio lado entre las piernas de Lucían y siguió hablando – ¿Te gustó? ¿Estuve bien ? – Le acarició el rostro y mirándola fijamente a los ojos le dijo
– ¡ Estuviste perfecta ! – La sonrisa que le dio Elena lo iluminó más que la luna que brillaba en el cielo y que exigua antorcha a su espalda – En lo único que Liniang tenía razón es en que da hambre – Lucían, disimuló una sonrisa y le acercó la cesta con provisiones, y le preguntó mientras la veía comer una uvas
– ¿Y a ti, te gustó? – La mirada de Elena brillo
– ¡ Si Lucían me gustó mucho ! ¿Podemos hacerlo cada vez que queramos? – «Dios mío» pensó Lucían » está mujer es única», nunca había escuchado a ninguna mujer hablar tan espontáneamente de sexo. De solo recordar como se sentía el cuerpo húmedo de Elena enfundando su miembro, moviéndose a su ritmo, diciendo su nombre lleno de placer, su cuerpo comenzaba a calentarse, y la oyó decir
– ¡ Lucían, quiero que me enseñes a complacerte, quiero hacerte sentir las cosas que tú me haces sentir a mi, lo que me hiciste con tus manos, con tu boca, quiero que también lo disfrutes tú! – Él, no necesito nada más, la besó de nuevo, la metió debajo de enorme cuerpo y volvió hacerle el amor, pero está vez se movió de forma lenta dentro de ella jamás apuro el ritmo, se deleitó viendo como el placer inundaba el cuerpo de Elena poco a poco, hasta hacerla estallar en un divino goce. Y Lucían entendió que necesitaría dos vidas para saciarse de ella.
El se había colocado el pantalón, la camisa y las botas y recogía todo mientras ella terminaba de vestirse. Se fueron caminando juntos agarrados de la mano hasta los caballos, guardo todo lo que traía en las alforjas del suyo y amarró ambas riendas, subió a Elena a su caballo y luego montó él detrás de ella, la arropó con la gruesa capa de ella y hecho andar, la notó recostarse sobre su pecho y dormirse.
Lucían, maldijo para sus adentros, quería tener el placer de verla dormirse entre sus brazos, en su cama, tenerla acostada sobre su pecho toda la noche; e cambio iba a tener que despertarla para que entrara en su casa como una ladrona. Ella, era su valkiria, la mujer que había visto más allá de lo que todas veían, ella era la mujer que él amaba y no la estaba tratando apropiadamente, eso tenía que repararlo. Tuvo que besarla dos veces, para que ella emergiera de su sueño, la ayudó a desmontar, la vio entrar a la casa, guardó el caballo y se fue a su casa.
Cuando Elena subió a su cuarto ya casi amanecía, se cambio de ropa, se acostó y casi de inmediato se quedó dormida y por primera vez en meses al dormir no tuvo pesadillas.
Lucían, entró a la casa, por la puerta de la servidumbre, no quería encontrarse a Williams, porque de seguro diría alguna tontería y él tendría que golpearlo o romperle algo. En la mesa de la cocina encontró una bandeja tapada con una nota que decía: » Para que repongas las fuerzas querido amigo», al destaparla encontró miel, pan, uvas, queso y vino y galletas de jengibre, solo pudo reír. Pero Williams tenía razón necesitaba reponer fuerzas y estaba feliz por ello.
XIV
A miles de kilómetros de allí, en Florencia, Italia, un hombre caminaba por su estudio en el Palazzo Pitti hecho una furia. No podía ser que la mujer no estuviese en ninguna parte, era como si la tierra se la hubiese tragado.
Había mandado a revisar cada rincón de Italia, España e incluso Venezuela y no obtuvo noticias satisfactorias.
Ella era suya, desde el momento en la vio observar al Palacio Pitti disfrazada de pavo real, su belleza lo impactó.
Parado frente a la enorme ventana de su estudio, observó gran parte de las obras de arte que adornaban el Palacio, los Jardines Boboli y admiró como el sol caía sobre todo haciéndolo lucir más hermoso, con más brillo. La ciudad era una completa obra de arte y nadie gobernaría mejor a su lado q ella, Él era el futuro Dux y ninguna mujer se atrevió antes a rechazarlo. Alguien toco a la puerta sacándolo de sus cavilaciones.
– Pronto – Contestó y entró uno de sus guardias con una nota sellada
– Il mio signore, qui e quello che ordenó – El futuro Dux lo despidió con la mano rompío el sello de cera y empezó a leer. La carta provenía de España donde estaban vigilando a uno de los mejores amigos de Don Manuel y padrino de Elena, quien había reenviado a unas cartas a una dirección en Londres, su rostro mostró una enorme sonrisa, sus espías la habían encontrado.
Muy pronto la traería de vuelta, con él, a donde ella pertenecía. Y se volteo a seguir mirando por la ventana.
XV
Cinco días habían pasado, cinco días desde la última vez que ella vio a Lucían, pensaba Elena mientras arreglaba uno de los baúles que se iban a llevar a Londres esa misma tarde, la casa estaba en un ajetreo total, la servidumbre y ellas corrían de un lado a otro recogiendo todo a la mayor brevedad, y tapando los muebles. Se sentó al borde de la cama y vio en la peinadora la caja de galletas de jengibre y la escuálida nota que le mandó Lucían.
La última vez que lo vio fue un día después de su cumpleaños, paseo con ella en por los alrededores, pero no le hizo ni el más mínimo comentario por la noche anterior, luego su padre lo llamó a reunirse con el Coronel Wesllesley y con él en la biblioteca por casi una hora salió de allí de prisa, se despidió de ella muy brevemente y se fue casi corriendo, no sabía más de él, excepto por las galletas y las escuálidas notas que le llegaban todos los días.
Liniang entró al cuarto hecho una furia, era muy cómico verla en ese estado
– ¡No encuentro ni tu vestido rojo ni las zapatillas de raso que van ese vestido – dijo en mandarín cruzando los brazos. Elena, Hizo un gesto despectivo con la mano y le contestó en el mismo idioma
– Deben estar en algún baúl no te preocupes, ya aparecerá – Elena, se levantó de la cama y tomó las galletas de la peinadora, saco una y comenzó a comerla viendo desde el umbral de la puerta de su cuarto el espectáculo de como su pequeña doncella aterrorizaba el personal dando gritos en su idioma, y ellos corrían despavoridos. Cuando todo estuvo cargado en coches partieron de inmediato.
Elena, iba en un carruaje junto a Liniang. Su padre, el Coronel Wesllesley , sus guardias y veinte soldados más iban a lomos de caballo. Liniang, la observó detenidamente por un rato, aunque Elena aparentaba ser la personificación de la tranquilidad, mientras leía un libro, ella sabía que internamente iba hecha una tormenta.
– ¿Qué pasa nena? ¿Crees que el Conde se olvidó de ti? – Elena, le contestó en mandarín
– No solo que – suspiro – A ti, no puedo mentirte – cerró el libro y lo dejo a su lado en su asiento – ¡ Han pasado cinco días, CINCO DÍAS!, dime que puede tenerlo tan ocupado para que no haya venido a verme, ¡ ahora vamos a Londres y él se queda aquí en Castillo de Windsor, no voy a verlo más! – se cruzó de brazos y se recostó sobre el asiento con un mohín en los labios. Antes de que Liniang pudiera decir algo se incorporó en asiento la tomó de las manos y con los ojos muy abiertos le dijo – ¿ Y si estuve mal? ¿ Y si no le gustó? ¿ Y si pensó que soy demasiado atrevida? – Se tapó el rostro con ambas manos. Liniang, la miró de forma compresiva y le quitó las manos de la cara.
– ¡El Conde está loco por ti, solo hay que ver como te mira! Cálmate, tendrá una explicación, no lo ataques antes de que te cuente que ha ocurrido – Ella afirmó con la cabeza, se pasó al banco de Liniang y la abrazó.
– ¡Estaría perdida sin ti, gracias! – se quedó unos minutos a su lado y decidió cambiar de tema – ¿tal vez si le prometo a mi padre ser cuidadosa y llevar a mis guardias y dos soldados más me deje ir a los bailes de en la temporada de Londres? los bailes en Florencia fueron muy coloridos y divertidos – de pronto su casi invisible sonrisa desapareció. Liniang la volvió a abrazar – Tengo miedo de que me encuentre, de verdad lo tengo – y soltó a Liniang – Mi padre dice que en Londres estaré mucho más segura, hay más personas, más casas es difícil localizar a alguien, el Coronel nos ha prestado a unos de sus hombres, yo tengo a Yaser, a Omar a ti, seré precavida, lo juró! – Liniang, la hizo recostar su cabeza sobre su regazó y comenzó a cantarle una canción de cuna china hasta que ella se durmió.
El viaje siguió sin interrupciones, así, que llegaron a la posada poco antes de la cena. Ellos pasarían la noche allí y en la mañana partirían a Londres, pero la carreta con mayor cantidad de baúles y maletas seguiría hasta Londres durante toda la noche a cargo de unos soldados y de Liniang. Ella subió a refrescarse y a cambiarse de vestido para la cena, no tenía ánimos para tantos arreglos, a pesar de haber dormido la mayor parte del viaje estaba agotada, se colocó un simple vestido verde muy claro sin volantes ni adornos, uso un par de zapatillas chinas blancas, se dejó el cabello suelto y no uso ni joyas ni brillo labial, a penas se coloco un poco de agua de rosas. Estaba bajando al comedor por la educación tan inculcada que le había dado su madre, lo que realmente quería hacer era quedarse en su habitación rumiando su tristeza.
Terminó de arreglarse y bajo seguida por sus guardias, al entrar al comedor común se quedo paralizada en la puerta, allí en medio del salón estaban su padre y el Coronel hablando con el Marqués de Donegall y con el Conde de Carrick, ¡Lucían estaba allí!. Su mente se quedó en blanco, luego pensó en subir y cambiarse de ropa, peinarse, usar alguna joya, pero ya no tenía tiempo ¿ por qué en nombre del cielo se había puesto aquel vestido?, se alisó la falda, se pasó la mano por el cabello, tomó una profunda inspiración y siguió su camino.
Lucían, conversaba con todos los presentes cuando Elena entro en su campo de visión flotando en un hermoso vestido verde, el cabello le caía en sensuales ondas sobre su pequeña cintura, sintió el acostumbrado puñetazo en el estómago y se olvidó de todo lo demás, recordó su sabor, lo divino que era estar dentro de ella y como Elena se volvía fuego Liquido entre sus brazos. Si Williams no lo hubiese pellizcado para regresarlo a la realidad, habría corrido hacia ella, alzado en brazos y llevado a su habitación.
El Coronel Wesllesley sonrió al seguir la mirada del Conde de Carrick , puesto que se quedó callado en medio de una oración, su amigo el Marqués de Donegall había puesto los ojos en blanco y lo pellizcó para volverlo al presente y todos menos el Conde rieron.
Elena, se unió a ellos y fueron todos a un comedor privado, comieron conversaron, y ella se disculpó para retirarse temprano a su cuarto, ellos se quedaron allí un rato más y luego también se fueron a sus habitaciones. Lucían, se mantuvo despierto en su cuarto hasta que dejó de escuchar pisadas en la posada y salió de la habitación.
Yaser, hacia guardia frente a la puerta del cuarto de Elena, cuando escuchó pasos muy suaves en dirección al cuarto de Elena, se ocultó en las sombras y esperó por el atacante, pero a quien vio llegar fue al Conde de Carrick, y sonrió. Elena creía que se escapó de ellos hace días para verse con él, pero ellos estaban allí y sabían que había pasado, no iba a interponerse, el hombre no iba hacerle daño a Elena, además ella estaba enamorada de él, siguió oculto en las sombras y observó.
Tocaron a la puerta del cuarto de Elena y ella abrió. Lucían entró sin invitación cerrando la puerta detrás de él, revisó el cuarto con la mirada y sin mediar palabra la levantó del suelo por el trasero he hizo que Elena envolviera las piernas alrededor de su cintura, la besó de forma desesperada como si esos besos fueran el aire que él necesitaba para vivir.
Pegó la espalda de Elena contra la pared, su única necesidad era ella, su olor, su sabor, su cuerpo… Con una mano acarició sus senos, en Elena comenzaba a formarse un nudo en el vientre, no podía pensar solo quería sentir, sentir a Lucían. Él apartó la bata y buscó el centro del cuerpo de Elena, que se frigsionaba sobre su abultado pantalón y lo frotó en círculos con su pulgar por encima de su ropa interior, Lucían, la besó para capturar sus gemidos, la sintió temblar y aumentó la intensidad del beso y la rapidez de su pulgar, entonces Elena quedó Laxa en sus brazos y perdió la poca cordura rompió la ropa interior de ella y la penetró con una fuerza que rayaba en la locura
– Estoy en casa, estoy en mi hogar – dijo de forma entrecortada al oído de Elena. La besaba con la misma fuerza que se movía dentro de ella, pasaba su lengua como poseso por su cuello, mordisqueaba el lóbulo de su oreja, deseaba estar más dentro de ella, poseerla totalmente, no solo su cuerpo sino también su alma, era una imperiosa necesidad.
Lucían, la llenaba casi dolorosamente, la intensidad de sus penetraciones la estaban llevando al clímax a una velocidad vertiginosa, volvió a sentir el pulgar de Lucían frotando su centro y le hundió las uñas en su espalda, empezó a ver destellos de luz detrás de sus parpados cerrados y su cuerpo ardió completamente en llamas, escuchó el gemido de rendición de Lucían en oído y percibió su tibia simiente mientras la inundaba.
Él abrió los ojos aún dentro de ella, adoraba verla así, casi inconsciente por el placer, ese era su oscuro placer. La tomó en brazos y la llevó a la cama, se para junto a ella y se desvistió, le quitó la bata a ella y se acostó a su lado recostándola de su pecho.
– Te extrañe mucho – Le dijo mientras le besaba el cabello
– Si, ya me día cuenta – Lucían, la acercó un poco más a él.
– ¿No te lastime verdad? es que lo lamento yo… – Y en movimiento Elena trepo sobre su cuerpo a ahorcajadas, cosa que lo hizo callar.
Ella comenzó acariciarle el pecho, el abdomen, el vientre y luego hizo que su boca sustituyera sus manos, besando y lamiendo todo lo que antes había acariciado, él dio un grito ahogado cuando ella se atrevió a tocar su erección, pero en el momento en que sintió la lengua de Elena pasando a lo largo de su longitud, abrió los ojos necesitaba verla mientras ella colocaba su boca alrededor de su falo erecto y succionaba suavemente, el calor que se desató en su cuerpo lo obligo a cerrar los ojos y apretar los dientes para no gritar, la boca suave, cálida y húmeda de Elena succionando su virilidad lo estaba llevando rápidamente a la locura y cuando casi estaba a punto de estallar ella se detuvo, montó sobre él y introdujo en su cuerpo.
Al principio los movimientos fueron inseguros, pero él la tomó por las caderas y le fue enseñando el ritmo, cuando la noto cabalgar sobre él como una amazonas, volvió a frotar su centro y su placer aumentó al tener las manos de Elena apoyadas en su pecho, con los ojos cerrados, la boca entreabierta diciendo su nombre como una plegaria mientras su negra cabellera lo acariciaba con cada envestida.
Elena, sintió explotar su cuerpo en una llama cegadora, Lucían, retiró el dedo de su sexo, la tomó por la cintura y la giro en la cama para que ella quedara debajo de él con las piernas enrolladas en su cintura, él colocó ambas manos al lado de su cabeza y empezó a moverse muy lento y pausado dentro de ella, observó con satisfacción como el placer se reanudaba en ella y como cambiaban sus rasgos mientras el sacaba casi todo su miembro y la volvía a penetrar con cada embestida.
La ola de placer que iba formando en Elena aumentaba lenta y progresivamente, Lucían la llenaba por completo y palabras sin sentido salían de su boca, gemía sin poder evitarlo, amaba el cuerpo de Lucían sobre el suyo, su peso, su olor, su calor y su sabor, amaba su sabor. Entre la bruma del éxtasis lo escuchó decir
-Abre los ojos mi amor – El placer era demasiado y casi no podía hacerlo. – Abre los ojos valkiria, déjame verlos mientras te hago mía – «Suya» , pensó Elena, «soy totalmente suya y no me importa admitirlo». Con un gran esfuerzo Elena abrió los ojos y Lucían pudo ver esos ojos azules totalmente oscurecidos por el placer y volvió el mantra a su cabeza «mía, mía,mía,mía», mantuvo el ritmo hasta que la vio hacer un gesto y tratar de cerrarlos – No preciosa, mírame – volvió a pedirle, Elena, los mantuvo abiertos y él supo el momento exacto en que el clímax inundó el cuerpo de Elena y lo quebró, la beso apasionadamente en los labios dio dos embestidas y la siguió.
Lucían salió de ella, y la hizo recostar su cabeza sobre su pecho, de pronto la sintió temblar, ¿ estaba llorando? ¿Por qué?, como no sabía que hacer, decidió lo que mejor era dejarla tranquila, así que le acarició el cabello hasta que ella se calmó.
Elena, se sentía como una tonta llorando frente a Lucían, cuando logro calmarse le dijo
– Te extrañe Lucían y mucho, yo pensé – trago con dificultad – que ya no volvería a verte, no supe nada de ti por cinco días y estaba tan triste, el verte hoy aquí fue algo indescriptible – Él la hizo sentarse en la cama sentándose él frete a ella, le enmarcó la cara con ambas manos, besó sus lágrimas para luego secarlas con su pulgar y la miró dulcemente.
– Amor, lo siento pero fueron cinco días de agitación tuve que hacer muchos arreglos para poder viajar contigo. Es difícil decirle al Rey que te vas de palacio porque deseas más estar con una mujer, necesite hacer varios encargos encomendados por él para que me diera el permiso de abandonar el Castillo y de cuidar a Lucas – La besó suavemente en los labios, mientras le levantaba el rostro para que lo viera a los ojos. Había fuego en la mirada de Elena.
– ¡Pues debiste advertirme, ¿ tienes idea de todo lo qué paso por mi cabeza ? – Él sonrió y ella achicó los ojos y se cruzó de brazos. Él le contestó
– ¡Lo lamento mi amor! prometo que no volverá a ocurrir, todo esto es nuevo para mi, ¡nunca había tenido una relación como esta!
– ¿Y para mi no lo es? – y golpeándolo suavemente con el dedo índice en el pecho continúo – Soy tuya Lucían, te pertenezco, pero eso no te da derecho a mantenerme en la oscuridad, yo creo que deb… – Los labios de Lucían se apoderaron de su boca.
– ¡Repítelo! – le pidió mientras le acariciaba los labios con los suyos.
– Pues que yo creo que tu… –
– No, esa parte no – La interrumpió Lucían, mirándola fijamente a los ojos a un centímetro de su rostro. Elena, sonrió a ver como brillaban los ojos de Lucían frente a ella, toco suavemente su mejilla y dijo
– Soy tuya, que te pertenezco – Cerró los ojos, las palabras de Elena eran como música para sus oídos, escuchar como ella decía … «Te pertenezco» era un sueño hecho realidad, no pudo evitarlo, su cuerpo reaccionó a esas palabras, la acostó en la cama y le hizo el amor de nuevo, repitiéndole al oído que ella era suya. Al terminar, le pidió suavemente
– ¡Ven déjame abrazarte! – Los arropó a ambos y la abrazó como si tuviese entre sus brazos todos los tesoros de oriente. Era suya, ella misma se lo había dicho, era parecido a decirle que lo amaba ¿o no?.
Debajo de la sábanas con él, Elena, se sentía como en un capullo, cálida y protegida, el ritmo del corazón de Lucían era la mejor canción de cuna que existía, era mucho mejor que el té para dormir que le daba Liniang, y así, arrullada por el sonido del corazón y tibia por el cuerpo de su amor, se durmió.
XVI
Elena, despertó sola un poco adolorida, pero ese dolor le pareció perfecto, vívidos recuerdos de la noche anterior vinieron a su mente y le provocó gritar de felicidad. Se levantó y se arreglo para emprender de nuevo el viaje, se había quedado dormida.
Sus acompañantes, ya estaban en el salón esperando por ella y listos para salir, cuando ella entró, todos los caballeros que estaban cerca giraron sus cabezas para observarla al caminar y Lucían, no podía creer la suerte que tenía ¡Esa mujer que todos deseaban era suya! Solo él la conocía a puerta cerrada, su pasión solo despertaba en sus brazos.
Williams, suspiró de manera dramática, el gran Conde de Carrick, se había vuelto a quedar ausente en medio de una conversación y con mucho placer volvió a pellizcarlo, Lucían volteo a mirar al quien tenía los dedos puestos en el puente de la nariz.
– Amigo, esto ya se está volviendo irritante, deberías tratar de disimular un poco – Cuando Lucían fue a contestar, Williams levantó una mano en señal de advertencia.
– ¡No me mientas Lucían! Estás enamorado de esa señorita y si tú mismo no tú mismo no lo has notado, entonces eres más tonto de lo yo mismo pensaba, y cambiemos el tema. – Observó a su alrededor – Con su grandiosa imaginación Excelencia por favor trate de explicarme ¿ por qué la posada parece un regimiento militar?, ¡estamos rodeados de soldados!, los guardias de tú Elena, uno no se aparta de la puerta y el otro la sigue como su sombra, ¡aquí pasa algo! –
– Pues debo admitir que tal vez tengas razón, no había notado el nivel de seguridad con el que estamos viajando – Williams se cruzó de brazos – no creo tantos soldados sean para cuidar las joyas y vino fino, tendré que preguntar a Don Manuel, a ver que ocurre.
– Por su puesto que no lo habías notado, ¡deberías investigar!, obviamente después que tu cerebro comience a funcionar, quedas hecho un total idiota cuando ves a la Señorita Elena ¡es realmente penoso!
– ¡Yo no quedó he…- Levantando una mano Williams interrumpió la indignada diatriba de Lucían.
– ¡No me des explicaciones! Estoy seguro harás sangrar mis oídos con esas cursilerías de amor. Porque una sola cosa de todo lo expuesto es cierto Excelencia, usted está enamorado y ya que vas a preguntar a Don Manuel porque viajan con tanta seguridad, benefíciate de esa conversación para pedir la mano de su hija, conozco un Joyero, necesitaras un anillo accesional, para convencer a la dama que tú si sirves, no quiero escuchar nada más sobre el tema. – Y finalizando sus palabras se colocó un hermoso sombrero de copa alto en perfecto ángulo y se marchó.
Dentro de todo lo dicho por su disparatado amigo habían dos cosas ciertas, lo primero, era que tantos guardias no era solo para que protegieran diamantes y vinos, estaba ocurriendo algo más que él ignoraba y la segunda, era que él ya no amaba a Elena el la adoraba, en los meses que tenían juntos se convirtió en su razón de existir, estaba enamorado, la sensación era aterradora y maravillosa al mismo tiempo, se colocó el sombrero, salió a la calle y aunque el cielo se veía gris, con nubarrones de lluvia, para él era perfecto.
Pasaron dos meses de su llegada a Londres, marzo se presentó con toda su vistosidad y alegría en Grovenor Square, donde Víctor, hermano mayor de Elena había rentado una casa para ellos.
El rumor de que una joven de sociedad española había llegado a Londres corría como el viento por todas partes, Elena era muy llamativa, tener dos guardaespaldas, tan negros como ébano mismo y una carabina asiática y que todos usaran ropas originarias de su país, no colaboraba con pasar desapercibida y encima su amistad íntima con el Conde de Carrick a quien todos consideraban peligroso y su amigo el Marqués de Donegall, de quien se esperaba cualquier cosa, no hacía más que aumentar su popularidad. Así que como era de esperarse las invitaciones a eventos y bailes le llovían , solo que ella asistía a muy escasos eventos.
Pero ese día llegó la invitación a la fiesta de cumpleaños de Sra. Silvia McArthur dama de las esferas más altas de la sociedad y el Coronel Wesllesley le comentó que esas invitaciones no le llegaban a todo mundo, que la dama en cuestión era muy selecta a la hora de escoger a sus invitados, debido a la advertencia del Coronel, Elena decidió asistir al evento y como tanto el Conde de Carrick como Marqués de Donegall estaban invitados, tendría con quien conversar ya que Liniang se encontraba indispuesta.
Los meses pasaron tan rápido o eso creyó Lucían, ya era marzo y entre las responsabilidades en la cámara de los Lords, los viajes a Windsor a ver al Rey y a su hermano y los paseos y noches de pasión con Elena, no había tiempo para nada. Pero esa noche era importante, llevaría a Elena del brazo frente a las personas de más alta esfera de Londres. Las fiestas de los McArthur siempre eran impresionantes, pero aquella era por el cumpleaños de una de las damas más distinguidas de todo Londres, sabía que seria magnifica y además su oportunidad perfecta.
Elena, aún no estaba lista cuando Lucían llegó por ella para llevarla al baile, el Conde utilizó el tiempo en pedirle a Don Manuel una charla privada en la biblioteca, llamó la atención de Lucían la cantidad de papeles con distintos destinos todos cercanos a España, pero no preguntó absolutamente nada. Si él pensó que Don Manuel lo hizo pasar por el purgatorio para que pudiera frecuentar a Elena, para concederle su mano lo hizo pasar por los siete círculos del infierno de Dante, y además terminó diciendo «… Será Elena quien decida, para mi no existe un hombre en el mundo digno de mi hija, tendrá que preguntarle, si ella le acepta, yo no tendré ninguna objeción…».
Elena se observó en el espejo por décima vez, y le preguntó a Liniang por enésima vez
– ¿ Estás segura que me veo bien? – A Liniang, el clima de Londres le había producido un resfriado horrendo, pero aun así ayudo a Elena a vestirse y arreglarse.
– Si te ves hermosa, el color de tu piel resalta en ese vestido y tus formas se hacen más evidentes, le gustaras al Conde, aunque claro ya está loco por ti – Elena afirmó con la cabeza y se colocó unos guantes blancos cortos con uno de los tejidos más intrincados que tenía, eran hermosos y muy delicados, lo había comprado en la India. Se vio por última vez al espejo y salió.
Ella, bajó al salón donde ya se encontraba Lucían esperándola, sonrió y caminó hacia él. Lo vio abrir los ojos como platos y pasarse una mano por el cabello y verla de pie a cabeza.
– ¿Qué pasa, Lucían? ¿No me vestí apropiadamente?, por lo que me dijeron todos asumí que está fiesta era muy elegante
– ¡No, créeme no es eso – respondió Lucían recorriéndola con la mirada – Eres por mucho la mujer más hermosa que he conocido, no puedo creer la suerte que tuve que te fijaras en mí, pero está noche – Le tomó una mano y se la besó – Tu belleza me deja sin aliento, sé que llegaré con la mujer más hermosa de toda Londres- Elena, sonrió tímidamente y contestó
– Gracias Lucían, pero mi intensión no era gustarle a todo Londres, es gustarte a ti, y si no te gusta mi vestido, ¡puedo subir un momentos y colocarme mi Hakama! – Lucían se rió de buena gana.
– Pues lo lograste, te ves más hermosa que de costumbre – Y la besó en la mejilla, levantó la cabeza y observó a Yaser y a Omar de pie cerca de ellos con sus túnicas y sus espadas curva – Ustedes también se ven bien, no tanto como Elena, pero si lo suficiente para llamar la atención – Ninguno de los dos respondió el comentario, ni hicieron señal de haberlo escuchado, Lucían, se acercó al oído de Elena y le susurró muy bajo – Ahora vámonos, que aún no me decido en si llevarte a la fiesta o a mi casa – Ella le contestó en un susurro igual
– Yo preferiría tu casa, adoro sentir mi cuerpo explotar por tus manos y por tu boca, pero el sentir que entras en mi, es glorioso – Lucían jadeó y volteó a mirar los ojos de Elena, que lo esperaban con una mirada pícara y un guiño de ojo. – Llévame a la fiesta – Aprovechó que lo tenía tan cerca para darle un casto beso en los labios – Quiero bailar solo contigo toda la noche –
Lucían, no fue capaz de pronunciar palabras un momento, su cabeza era un collage de imágenes de ellos juntos, no le faltó mucho para pedirle al cochero que los llevara a Portland Place donde estaba su casa. El único problema eran los dos enormes guardaespaldas que seguían el coche a caballo. Decidió mantener su plan inicial.
Elena, miraba distraídamente los otros coches y las luces de la ciudad por la ventana del coche a medida que avanzaban, notó a su acompañante algo inquieto, de pronto se sentó a su lado, la tomó de las manos y la miró a los ojos
– Hermosa, no hay nada que anhele más irme a dormir y despertar contigo abrazada a mi cada mañana, quiero ver como mis hijos se forman en tu vientre, deseo envejecer junto a ti, prometo cuidarte hasta el último día de mi vida, María Elena de los Ángeles, por favor hazme el honor de ser mi esposa – Y colocó entre sus manos una cajita forrada de piel.
Ella, abrió el cofre donde se encontró con un anillo de oro blanco en el cual brillaba un diamante azul ovalado de corte muy fino rodeado de pequeños diamantes blancos redondos, que lo hacían lucir como hermosa flor, la joya era hermosa, pero no le importaba tanto la alhaja, era lo que ella simbolizaba. Elena, veía alternadamente a Lucían y al anillo, dentro de todas las cosas hermosas que dijo no le había dicho que la amaba, pero ella lo amaba a él, y con eso le bastaba por ahora.
El silencio de Elena lo volvía loco y cuando ella le devolvió el cofre, casi pudo escuchar a su corazón romperse y una suave voz llego hasta sus oídos
– Si, Lucían. Deseo ser tu esposa – Y acompañada de una enorme sonrisa le dio su mano izquierda, Él le colocó el anillo sobre el Williams. Lucían, la abrazó muy fuerte y la besó durante todo lo que quedaba de trayecto a la fiesta.
Llegaron a la fiesta y Elena fue presentada a los anfitriones de la fiesta como la prometida del Conde de Carrick y en toda la reunión no se habló de nada más. Los hombres miraban con envida a Lucían y las mujeres veían sorprendidas a Elena, no podían creer que alguna mujer se casara con un hombre cuya familia por muy sangre real que tuviese habían sido unos salvajes. La cara asombro de las mujeres de la fiesta era algo a lo que Elena estaba acostumbrada, aparte de que la divertía muchísimo.
Muchas personas se acercaron a felicitarlos, pero quien fue realmente efusivo fue el Marqués de Donegall
-¡Lady Elena, no puedo creer haya aceptado usted casarse con el bribón a su lado! ¡ Aún puede desmentir ese terrible rumor! – Ella rió alegremente.
– ¡Pues Excelencia, no es un rumor es una verdad muy plausible, debería observar mi hermoso anillo -dijo poniendo su mano izquierda frente a su rostro – El cual llevo con mucho orgullo –
– Siendo así – Suspiró con tristeza – No me deja otra alternativa que felicitarla y desearle mis más sinceros deseos de dicha – Y besó su mano – En cuanto a ti amigo mío – Le extendió la mano y por primera vez en muchos años le dijo seriamente – Te deseo toda la felicidad del mundo te la mereces – Y con una mirada traviesa agregó – Ahora espero que tu cerebro funcione correctamente – Lucían sonrió.
– Gracias Williams – Dijo Lucían – Sé que encontraras a una mujer para ti – Con cara entristecida Williams le dijo.
– ¡Amigo, si yo les deseo felicidad! ¿ Por qué tú me deseas mal?, no todos los hombres corremos con tu suerte, es más no todos deseamos tu suerte. Con el debido respeto a la hermosa dama presente – Tanto Lucían como Elena rieron – Ahora si me disculpan voy a seguir disfrutando de mi soltería – Hizo una elegante reverencia y se marchó.
– ¡No tiene arreglo! – Comentó Lucían tomó a Elena de la mano y se fueron a bailar.
XVI
La felicidad de Elena se reflejaba en el claro azul de sus ojos, reía puesto que la comidilla de la fiesta aparte de su compromiso con Conde de Carrick, eran sus dos oscuros guardaespaldas que siempre estaban a su alrededor y las personas se preguntaban por su singular doncella ausente, eso era algo a lo que ya estaba acostumbrada, así que como de costumbre, lo ignoró. Su tarjeta de baile estaba vacía y ella no podía sentirse más dichosa por eso, puesto solo bailaría con su prometido esa noche.
Lucían, la dejó sentada cerca de una ventana custodiada por sus dos guardias para que recuperara el aliento después de una danza escocesa, mientras el iba por algo de bebida, ella se abanicaba elegantemente mientras admiraba el hermoso candelabro, cuando escuchó
– ¡Buena note Elena, mi manchi ! – fue una reacción totalmente visceral, se levantó de la silla en total tensión , se le cerró la garganta y la necesidad de correr fue casi abrumadora, antes de girar de frente a su locutor, levantó una mano disimuladamente, ordenándole a sus guardias mantener la calma ya que venían en actitud amenazadora hacia el sujeto. Había muchas personas en ese lugar, él no iba atreverse a hacerle nada, respiró profundo y giró.
Allí estaba él, con su perfecto cabello negro, los ojos grises puestos en el pronunciado escote de su vestido y la sonrisa ladeada que tantas náuseas le causaban. La había encontrado tan rápido! ¿Pero cómo? Lo escuchó decir en español
– ¡Tus modales dejaron mucho que desear en nuestro último encuentro! – Endureciendo sus facciones dijo en voz más fuerte – ¡Te dije que eras mía y lo eres! ¿ Qué tontería es esa de que estás comprometida? ¡Vas a regresar conmigo a Italia! – Levantando el rostro y con un valor que no sentía Elena le respondió
– ¿Dice que me extraño? ¡ Yo en cambio ni siquiera recuerdo su nombre y espero que sea usted quien entienda que me voy a casar con el Conde de Carrick y es algo en lo que usted no posee opinión – Los ojos de Salvatore Francisco de Lorena sobrino del Archiduque de Austria y Arzobispo Elector de Provincia, brillaron ante el desafío.
– ¡Eso lo veremos Elena! – Intentó tomar su mano pero ella no se lo permitió, él hizo una perfecta reverencia y fue a reunirse con su grupo.
Elena, miró a sus guardias a casi medio metro de distancia y les mostró una tímida sonrisa, se volvió a sentar de espacio, sentía las piernas temblar tanto que tuvo miedo de caerse al piso.
Lucían, observó como el hombre de cabello negro se acercaba a Elena, la vio detener la actitud hostil de sus guardias, cualquier otro no hubiese visto más que dos personas conversando, pero él sabía que ella estaba alterada y volvió casi corriendo hasta allá.
Elena, soltó todo el aire que no sabía que estaba conteniendo y sus manos comenzaron a temblar. ¡La había encontrado y antes de tener la protección del rey de España, era el sobrino del Dux gobernante de Florencia, tenía poder y mucho!. En ese momento, Lucían, llegó, se agachó frente ella, puso las limonadas en una mesita que estaba cerca a ellos, le tomó las manos y las sintió frías aún por encima de los guantes, le levantó el rostro con el dedo índice para verla a los ojos.
-¿Qué pasa amor? ¿Te sientes enferma? -Elena, estaba pálida, sus labios eran casi blancos, volvió a tomar la limonada y se la llevó a los labios, ella logró beber un sorbo y la retiró, hizo un ademán de tener náuseas.
-¿Elena que ocurre? ¿Quién era ese caballero? ¿Qué te dijo? – Preguntó Lucían con voz preocupada, mientras frotaba sus manos para hacerlas entrar en calor.
– Lo lamento ¿Lucían podríamos irnos? Es que estoy abrumada por todo y creó que necesito descansar – Pero su voz fue trémula.
– ¡Pediré el carruaje! Espérame aquí un momento enseguida vuelvo por ti – Ella, tomó su mano muy fuerte y sonrió un poco.
– Déjame ir contigo, tal vez solo necesito aire fresco para sentirme mejor – Lucían, la miró con reservas
– Si, quizás sea todo lo que necesites – La ayudó a ponerse en pie y le paso un brazo alrededor de la cintura y caminó con ella.
Mientras se dirigían a la puerta de la terraza, Elena, sintió como sus piernas estaban entumecidas, se movía por inercia, llegaron a las escaleras que daban al jardín trasero de la casa y la brisa nocturna acarició su rostro
-¿Quieres bajar al jardín? Preguntó Lucían.
– Si, el aire me ha hecho sentir mejor – El aire y saber que la mirada de Salvattore ya no estaba sobre ellos. Lucían, la mantuvo abrazada hasta llegaron al jardín y notó como inmediatamente Yaser caminaba frente a ellos mientras que Omar estaba detrás y oteaban la zona.
Habían parejas caminando en el jardín, así que Lucían tomó una de las veredas con menos ocupantes para que ella pudiera caminar a gusto. A la vez que paseaban entre hortencias, jacintos y otro sin fin de flores cuyo nombre desconocía, pensó que Elena no era una mujer que se desmayaba o enfermaba por una impresión, en los meses que llevaban juntos, la había visto nadar desnuda, disparar flechas, galopar a lo amazonas y usar una espada, era una dama, pero fuerte. Algo tenía que haberle pasado y estaba casi seguro que era ese caballero quien lo había provocado.
Los pensamientos de Elena eran un torbellino, sopesaba si debía decirle a Lucían lo que había ocurrido, ¿y si decía que era su culpa? ¡Pero iba a ser su esposa, no debía tener secretos para con él y menos aún uno tan grande!, de lo que si estaba segura era que necesitaba sacarlo de la fiesta. Se detuvo frente a él y lo abrazó sin decir una palabra, tuvo miedo de perderlo por lo que estaba a punto de contarle y lo apretó más fuerte, sintió los brazos de Lucían envolverla, y como besó su cabello para luego apoyarle la barbilla en su cabeza. Y lo escuchó rogarle
– ¡Amor tienes que hablar conmigo! – Ella asintió con la cabeza – ¿Aún quieres irte de la fiesta? – Y ella volvió asentir y preguntó aún pegada a su pecho
– ¿Estamos muy Lejos de la Calle Fleet? – La pregunta lo sorprendió un poco
– ¿Quieres ir allá? – Como respuesta ella lo abrazó más fuerte. – Estamos es Soho, pero Londres de noche es poco iluminada a pesar de todas las lámparas de aceite, es muy insegura de noche
– No importa – respondió ella y aún abrazada a él levantó el rostro para poder verlo a la cara – Te tengo a ti y mis guardias, se que no me pasara nada – Él acercó su rostro al de ella para darle un corto beso en los labios, le acarició la mejilla delicadamente y afirmó con la cabeza, besó su frente antes de soltarla y agarrarle la mano para guiarla por las veredas del jardín hacia la puerta de entrada.
A ella le gustaba la Calle Fleet, era agradable y más iluminado que cualquier otro lugar en todo Londres, que era una ciudad bastante oscura y con calles realmente tenebrosas y eso que no se asustaba con facilidad. Luego de llegar caminaron por unos minutos, se sentó en la primera banca que encontró y él la imitó. Elena tomó un respiró profundo para llenarse de valor y comenzó hablar.
– ¿ Recuerdas que te comenté que estuve en Florencia antes de venir aquí? – Lucían le tomó ambas manos
– Si lo comentaste.
– El plan inicial era ir a Madrid, después de los carnavales, a la casa de mi padrino el Marqués de Ustáriz, allá iba a encontrarme con un primo Simón Bolívar, para irnos juntos a Bilbao a estudiar francés – Ella suspiro – En Florencia, hice un buen amigo se llamaba Alessandro – Al ver los celos en los ojos de Lucían, Elena sonrió y le explicó amablemente – Lucían, Simón es mi querido primo, crecimos juntos, es más como un hermano menor para mi y Alessandro, bueno, él era muy especial, creo que le tú le hubieses gustado más que yo – Él sonrió y le beso las manos.
– Lo lamento, continúa por favor – Ella asintió
– Una tarde recibí una invitación para ir la Palacio Pitti, por un baile de disfraces, ¡Estaba tan emocionada! ansiaba ver con mis propios ojos el salón de los 500 y los jardines Boboli – Ella tragó con dificultad – El hombre con quien me viste hablar en la fiesta de Lady McArthur es Salvattore Francesco de Lorena, es el sobrino del actual Dux de Florencia – Soltó sus manos de las de Lucían y las colocó en su propio regazo, volteó el rostro y cerró lo ojos antes de continuar – Me divertí mucho en esa fiesta, mi tarjeta de baile estaba llena, mis guardias y carabina siempre han llamado la atención de todos y esa noche no fue la excepción, hubo una buena comida y un vino exquisito – abrió los ojos y bajó la mirada a sus manos que apretaba con fuerza – quería ir a los jardines y todos me dijeron que no, así que me escape, mis guardias estaban al otro lado del salón rodeados de varias personas que los veían, fue muy fácil, salí al jardín y camine por ellos un rato, cuando encontré la estatua de un hombre enano, obeso y desnudo montado a horcajadas sobre una tortuga, decidí que momento de regresar -Lucían la escuchaba atentamente – Y los fuegos artificiales comenzaron, me quedé frente a la estatua admirando como el cielo se llenaba de miles de colores – Elena, volvió a sentir la impotencia, el miedo y el asco de esa noche, su mirada se volvió distante vacía y su piel palidecía, a punto estuvo Lucían de abrazarla, pero necesitaba escuchar el resto de la historia aunque sabía que no le gustaría, no la toco la dejó recordar y ella continuó – Mientras estaba allí viendo el cielo, escuche una voz detrás de mi preguntar si estaba perdida, era él, le dije que no que solo salí a admirar los jardines, pero su presencia me causó intranquilidad, por ello le advertí que volvería al baile y el dijo que me acompañaría – Elena cerró los ojos pero eso no evitó que reviviera ese momento – Cuando pasamos frente a unos setos altos, el me agarró de la cintura y me empujó contra una pared, tomó mis muñecas con mucha fuerza y las puso sobre mi cabeza, se echo encima e intentó besarme, me dijo que una golfa como yo, que bailaba de esa forma con todos e hija de un esclavo vendedor de basura debía sentirse halagada de que él deseara tocarme – El asco la abrumó, recordó las lascivas manos de Salvattore, por encima de su ropa tocando sus senos, tratando de levantar su vestido para tocar su feminidad, tuvo que cubrir su boca con una enguantada mano, para ocultar sus náuseas, al sentirlas disminuir continuó – Simón, mi primo, me enseñó donde se debe golpear a un hombre para que le duela, y lo hice, levanté mi rodilla y golpee con tanta fuerza que me soltó y aproveche el momento para correr y alejarme de allí, silbé a mis guardias, sabían que no estaban lejos, estarían buscándome y ellos me sacaron de allí. –
Lucían, la envolvió en sus brazos con imperiosa necesidad de protegerla, de aislarla de esos malos recuerdos, ansiaba gritarle que él estaba allí y que la defendería de todo y de todos, que la amaba y nunca permitiría que nada así volvería acontecerle, al sentir como Elena se refugiaba en su pecho, temblando como una hoja, tuvo ganas de ir y matar al bastardo con sus propias manos y entendió el motivo por el cual ella lo había sacado del baile. La abrazó más fuerte pero aún no podía pronunciar palabras por todas las emociones revueltas en su interior. Y la escuchó decir
– Tengo que contarte el resto de la historia – A él le costó dejarla salir de entre sus brazos, pero ella se reincorporó y lo miró a los ojos antes de continuar – Dos días después llego una invitación para ir a cenar al Palazzo, yo le conté a mi padre lo ocurrido, y si Yaser y Omar no me ayudan a contenerlo, el mismo hubiese ido a matarlo esa tarde, le dije que era mejor ignorarlo que yo haría de cuentas que eso jamás ocurrió, que no quería verlo en la cárcel por hacer eso a un ser tan vil – Lanzó una mirada sobre los carruajes y calesas que transitaban por allí – Deje de ir a los bailes por temor de coincidir con él, solo paseaba en compañía de Alessandro y mis guardias se convirtieron en mis sombras, como ya no podía verme, me enviaba mensajeros con joyas, vestidos, flores y otras cosas que yo devolvía con el mismo mensajero, entonces se enfurecía y mandaba misivas donde me llamaba golfa, esclava y otra infinidad de cosas, una vez me acusó de dormir con mis guardias – Ella cerró los ojos y se humedeció los labios – Una tarde estaba con Alessandro en casa y llegó una caja de regaló para mi a nombre de la familia de Alessandro, al abrirla – Ella tapó su boca para evitar que saliera un sollozo -Encontré a mi perro, Chocolate, decapitado en la caja y no supe más de mi – Dos lágrimas corrieron por su rostro y Lucían se las limpio con su pañuelo – Tanto mi padre como Alessandro estaban furiosos, fue cunado mi amigo tomo la decisión de contarle al Dux lo que su sobrino estaba haciendo y le escribió una carta, mi padre lo iba invitar a un duelo, yo estaba aterrada y creó que fue eso lo que lo detuvo de hacerlo – Elena respiró de forma audible – La mañana que parte de nuestros baúles salían para Madrid, yo esperaba que Alessandro viniera pero el nunca llegó, en la tarde fue su madre a verme y me dijo que mi amigo estaba muerto – Lloro más fuerte, y sus lágrimas salían sin que nada las detuviese, Lucían intentó abrazarla pero ella negó con la cabeza, lo vio a los ojos y le dijo – Ella, me contó que tres rufianes lo atacaron en el Puente Alle Grazie para robarle sus pertenencias – Elena, cerró los ojos y dejo que Lucían le secara las lágrimas, se sintió como Titán Atlás, con el peso del mundo en sus hombros – Estando en el sepelio alguien me dio un sobre con el nombre de mi amigo, al abrirlo encontré el reloj de leontina que le había regalado y su anillo con el blasón familiar junto a una nota «Te lo advertí», mi padre tuvo que sacarme en brazos del funeral – Comenzó a llorar profusamente y esta vez si permitió de Lucían la abrazara y la consolará, un momento después ella se soltó y le dijo – Recibimos carta de mi padrino, diciendo que ya había solicitado una audiencia con el Rey Carlo IV, pero sería dentro de un mes, Simón estaba a punto de venir a Italia y matar al «patiquincito» y yo no quería eso, mi padre le escribió al Coronel pidiendo su ayuda, contándole todo lo ocurrido y advirtiéndole que esa carta llegaría unos días antes que nosotros, los Sforzza, son una familia amiga nuestra, ellos pidieron un carruaje sin marcas y nos ayudaron a llevar muchas de nuestras pertenencias a escondidas a su casa, de esa forma nuestras cosas viajaron dos días antes, nosotros viajamos en un carruaje solicitado por el padre de Alessandro Alfredo Pazzi que salió a escondidas mientras que los dos solicitados por mi padre salían con destino a Madrid.
Lucían, la observaba intensamente, estaba que hervía en furia, quería la sangre de ese bastardo corriendo por sus manos, si ella no fuera una mujer fuerte, ese malnacido seguramente la habría… No quería pensar en eso, todo lo que necesitaba hacer era protegerla y ya sabía como.
El silencio de Lucían estaba volviéndola loca.
– Lucían, ¿estás molesto? – pregunto angustiada – ¡ Dime algo! – Lucían sonrió.
– ¿ De verdad lo golpeaste? – Elena tuvo que sonreír y lo hizo abrazada a él, sintiéndose segura en su enorme pecho, escuchando el ritmo del corazón del hombre que amaba, porque de eso era de lo único que estaba segura ¡lo amaba! y aún pegada a él dijo
– Si, mi amigo Simón me enseño como, el siempre dice que somos mantuanos no tontos – Y Lucían también sonrió, ella se separó de el y lo vio a los ojos antes de volver a decir
– ¿ No estás molesto conmigo? – Lucían la miró especulativamente y ladeo la cabeza para responder
-¡ Si estoy molesto! pero no contigo mi amor, jamás contigo, ahora vamos a tu casa necesito hablar con tu padre – Ella asintió, subieron al carruaje y se fueron.
Al llegar a casa le contaron a Don Manuel lo ocurrido y Lucían solicitó hablar con él en privado.
– Me casaré con Elena en tres semanas – Anunció – Me la llevaré a Irlanda, y allí podre protegerla, recuerde que soy el Conde de Carrick, además ella me aceptó como esposo – Don Manuel lo pensó por un momento, la vida de Elena estaba en juego y gigantesco rubio frente a él era un buen hombre y amaba a su hija.
– Estoy de acuerdo, hay que sacarla de aquí cuanto antes, como notará ya lo estaba preparando – Agregó mostrándole unos mapas que estaban sobre su escritorio – ¿qué haremos estas tres semanas con Elena? Ella es algo… Impulsiva – Lucían, asintió.
– Yo hablare con ella – Y salió de la biblioteca con rumbo al salón, donde estaban Elena, Liniang y sus guardias, el Coronel Wesllesley acababa de entrar a la biblioteca con Don Manuel al igual que el Marqués de Donegall.
Elena, estaba sentada en un sofá con su carabina a su lado, se veía pálida y por mucho que lo intentará ocultar, él sabia que ella estaba temblando como una hoja. Y eso le provocaba ir a su casa, buscar sus pistolas de mango de marfil y matar al bastardo en un duelo. Se puso en cuclillas frente a ella la tomó de las manos y dijo con voz firme y categórica
– Nos casaremos en tres semanas – Ella inmediatamente se puso de pie y empezó a caminar por toda la habitación, detuvo de pronto el andar y preguntó
– ¿Te estás casando conmigo por todo esto? – Y se cruzó de brazos, Liniang, puso los ojos en blanco y Lucían respiró audiblemente.
– ¡No! – Dijo de forma cortante – Solo adelantó la fecha de tres meses a tres semanas – Fue hasta donde ella estaba, le levanto el rostro con la mano y dijo con muy suave – Además ¿Se te olvida que ya te lo había pedido? ¿ O es qué cambiaste de idea? – Ella aún viéndolo a los ojos le contestó
– ¡No Lucían, pero quería que mi madre, hermano y mi padrino estuvieran aquí, ese día conmigo! , ¡Y ellos están en Venezuela y mi padrino en Madrid! – Lucían la besó en la frente.
– Amor, entiendo tu dilema, pero n será una gran boda, luego cuando estén todos haremos una enorme fiesta – Cuando trato de alejarse de él, Lucían le dijo con voz más fuerte – Elena, entiende que necesitas protección de ese enajenado y no voy a permitir que nada te ocurra. No te estoy preguntando si te quieres casar conmigo a eso ya accediste, solo te aviso que ocurrirá en tres semanas – Elena, le lanzó una mirada desafiante antes de preguntar
– ¿ Así que mi opinión no cuenta? – Lucían alzó los ojos al cielo y Liniang hablo en ingles cosa que sorprendió a todos, incluso Yaser y Omar que se habían mostrado impávidos hasta ahora voltearon a mirar a la carabina cunado voz nada dulce le dijo a Elena
– Escucha bien Elena, no es momento para ponerte difícil, harás lo que se te dice por una vez en tu vida, lo que propone el Conde es tu mejor oportunidad – Se acercó a ella y le tomó ambas manos – Te amo como una hermana y deseo que continúes viva y el sobrino del Dux tratara de matarte, sino te vas con él a Italia, además casada con el Conde no solo tendrás la protección del Rey España sino también el de Inglaterra. – Elena descruzo los brazos, camino hasta la chimenea y observo por un momento con bailaba el alegre fuego en ella antes de decir
– Entiendo todo eso, pero quería que mi hermano y mi madre estuvieran aquí –
– ¡No siempre tenemos lo que queremos – Dijo Liniang y luego volvió hablar en mandarín – ¡Lo amas, no lo niegues! Tu cuerpo y tu espíritu ya le pertenecen – Elena asintió aun viendo el fuego, suspiro y se giró para ver a Lucían
– Lo lamento Lucían, tanto tú como Liniang tienen razón, de igual forma iba a casarme contigo, solo cambiaremos las fechas, ahora si me disculpan voy a mi habitación, estoy agotada.-
– Elena, estas viendo nuestro matrimonio como un castigo – Ella sonrió suavemente y camino hasta él para halarlo de las solapas del traje y darle un casto beso en los labios
– No, jamás te vería así, recuerda que tu eres mi rayo de sol – Dijo – No te confundas, estoy feliz de casarme contigo, lo que me tiene triste son las circunstancias – Ella entrelazo sus manos – Lamento si te lastime. – Él sonrió y dijo con voz muy suave
– No podrás salir sola, siempre iras con tus guardias y dos soldados más – Ella suspiro y asintió – Además iras acompañada de tu padre, Williams, el Coronel o yo y Liniang será tu compañía eterna en estas tres semanas, ¿lo entiendes? – Ella lo miro a los ojos y volvió a asentir y Lucían pudo ver toda la tristeza en los ojos de ella, se acercó y antes de darle un beso en la mejilla dijo como un susurro en su oído – Dormiré contigo todas las noches.
Esas palabras desataron en el cuerpo de Elena un calor delicioso, que un palpito de deseo despertara en ella y pensó, que lo único bueno de todo aquello seria el enorme cuerpo de Lucían calentando su cama, abrazándola, pero sobre todo poseyéndola y vinieron a su mente los recuerdos de la divina sensación que ella experimentaba mientras Lucían jugaba con su sexo con su boca, con sus manos, mientras la penetraba lentamente para hacerse un solo cuerpo y casi gimió, un líquido caliente goteo por uno de sus muslo. Lucían, notó como el deseo oscureció los ojos de Elena, lo deseaba y él a ella.
El aire entre ellos se cargo de deseo, se podía respirar, sentir, casi tocar, ambos se observaban con una mirada penetran ante de ojos oscurecidos y ambas manos entrelazadas, sus cuerpos se acercaban unos al otro lentamente como imanes , no se atrevían ni a pestañear, era una sensación de anhelo, ansiaban tocarse, era casi como una necesidad, como respirar.
Williams, se aclaro la garganta y el hechizo se rompió. Elena, soltó las manos de Lucían como si quemaran y dio unos paso lejos de él y con voz algo pastosa dijo
– Disculpen yo… Debo subir a mi habitación – Dio media vuelta y sin ver directamente a nadie subió casi corriéndolas escaleras, seguida de su carabina y guardias. Lucían, la siguió con la mirada hasta que se perdió en el rellano de la escalera, volteo a mirar a las personas que estaban con él en el salón y observo al Coronel con los ojos abiertos como platos y la boca entreabierta, Don Manuel con un brillo asesino en los ojos y una expresión pétrea en el rostro y Williams con una sonrisa muy mal disimulada mientras sus ojos brillaban con picardía.
-Vamos a la biblioteca – Dijo Don Manuel con voz firme y muy fuerte, giro y camino hacia allá seguido del Coronel Wesllesley . Lucían, tardo unos segundos en entender lo dicho por el padre de Elena.
– Mi querido Conde, creo que no vas a llegar vivo al matrimonio, tu suegro te matara antes, como vuelvas a ver a Lady Elena de esa forma tan codiciosa, ¡pensé que saltarías sobre ella como un león! Aunque ella también te ha visto de la misma forma, la verdad debe ser dicha, Don Manuel casi va a golpearte, fue el Coronel quien lo detuvo, ¡si ni notaron nuestra presencia en lugar¡ Volvió a reír – Vamos querido amigo que nos esperan en el estudio para planificar una estrategia.-
A pesar que del brillo asesino en los ojos de Don Manuel, solo se hablo de la organización de los hombres y de la constante vigilancia sobre Elena y la casa.
Cuando gracias a la oscuridad de la noche, pudo llegar oculto a la habitación de Elena, le hizo el amor con una pasión casi posesiva. No pudieron usar la cama, la hizo suya de tantas formas y posiciones que el amanecer los encontró con su miembro enfundado en ella mientras lo cabalgaba salvajemente en el piso de su cuarto. Le beso los labios cuando la sintió alcanzar de nuevo el orgasmo y caer sobre su pecho extenuada con la respiración entrecortada. La noto acostarse sobre el como una gata en un muy cómodo cojín y la dejo dormirse en ese sueño de mujer satisfecha, la llevo la llevo a la cama, la arropo, beso su frente y salió por la ventana.
XVII
Entre nervios, preparativos y compras pasaron las tres semanas. Elena, comenzó a sospechar de su embarazo una semana antes de su matrimonio, estaba retrasada y las nauseas matutinas la agobiaban. Liniang se lo confirmo esa misma mañana.
Lucían, no le mintió cuando dijo que el matrimonio seria algo muy íntimo, hubo muy pocos invitados y se realizo en la capilla de la casa de Elena en presencia de un sacerdote. Ella uso un vestido blanco marfil , con un collar de diamantes que le había regalado sus hermano, llevaba el cabello suelto que caía en hermosas ondas su cintura, cubierto con un fino velo sujeto por una corona de rosas blancas. Entro al pasillo de la capilla consumida por los nervios, hasta que lo vio de pie en el altar y camino hacia él totalmente en trance, hipnotizada, olvido al resto de las personas que los rodeaban solo quedo él, era una fuerza invisible, como la gravedad que lo atraía hacia el, se dejo guiar por ese sentimiento y antes de darse cuenta repetía las palabras que indicaba el sacerdote, vio a Lucían envolver sus manos con su tartán y besarla tan delicadamente. Aun estaba bajo ese embrujo cuando sintió a su padre abrazarla y desearle toda la felicidad del mundo, y lo entendió, ya estaba casada con Lucían.
La recepción fue igual de intima puesto que a la mañana siguiente salían para Irlanda pero esa noche la pasarían en Portland Place en casa de Lucían.
Elena, se sentía mentalmente agotada, tenía tantas cosas en su cabeza, ¿ Se había casado con Conde o era Vizconde? ¿o ellos en Irlanda los llamaban diferentes? ¡La realidad era que estaba casada! Eso le gritaba los dos enormes anillos que llevaba en su dedo. Aún sufría su corazón por la ausencia de su madre y hermano, la separación de su padre fue tan dolorosa que si lo recordaba volvería a llorar. Pero amaba al imponente hombre rubio sentado frente a ella en el carruaje que la observaba como si ella fuese un regalo del cielo.
– ¿Quiere un baño? – Pregunto Lucían al llegar a su casa, Ella parpadeo sin lograr entender lo que decía su esposo, por lo que él tuvo que repetir la pregunta
– ¡Oh si gracias! Pero aun no conozco mi habitación – Contesto ella luego de reorganizarse mentalmente.
– ¡Nuestra habitación – La corrió él mientras entrelazaba sus dedos
– Si, nuestra habitación – Acepto ella abrazándose a él, se quedaron así un largo rato, ella escuchando la fuerza del corazón de Lucían al latir y él embriagándose con el aroma a flores que desprendía el cabello de ella, hasta que Yaser entro en la habitación y dijo en perfecto ingles
– Señor, los baúles ya han sido preparados para el viaje y ordene que las carretas partieran ahora mismo custodiada de unos pocos hombre, los que quedaron ya fueron distribuidos en toda la casa y también fueron revisados los alrededores, sin ningún inconveniente – Hizo un asentimiento y se retiro. Elena, reía viendo la cara de perplejidad de Lucían.
– ¡¿Tus guardias hablan en ingles?! – dijo asombrado
– Árabe, ingles, mandarín y español – Contesto ella divertida
– ¿Entonces por qué solo hablan contigo? – La miro desconcertado
– Según sus costumbres solo deben hablar con su amo –
– ¡Pero hablo conmigo!
– Ahora, eres mi esposo y esos nos convierte en un solo ser, mismo espíritu, mismo cuerpo, eso quiere decir que cuando habla contigo es como si hablara conmigo, porque tu y yo somos uno solo – Él la miro con picardía y la beso suavemente en los labios.
– Ven vamos a nuestra habitación, tu baño ya debe estar preparado-.
Media hora después, Lucían entro a la habitación y se encontró a Elena sumergida en la bañera con la cabeza recostada sobre el borde y todo su cabello caía fuera como un velo, estaba tenuemente iluminado por velas y el aroma a rosas del agua inundaba la habitación. Se detuvo unos minutos a admirarla, luego se desvistió en el más absoluto silencio, camino en puntas y se metió a la bañera con ella derramando agua por todas partes.
Elena, se sobresalto al escuchar el agua como caía sobre el piso y fue cuando lo vio dentro de la tina con ella. Sin decir una palabra Lucían, tomo un esponja empezó a frotar la piel de Elena, primero sus pies, luego tobillo. La cara interna de los muslos, lo hacia de forma metódica sin dejar resquicios por lavar. A Limpio vientre, abdomen, pecho y espalda al terminar la vio totalmente entregada a sus caricias, la saco en brazos de la bañera envuelta en un gran lino y seco su cuerpo de la misma manera que lo había lavado, la dejo boca abajo en la cama y unto aceite de rosas en su espalda, glúteos y piernas, al girarla también lo coloco en abdomen y vientre.
Elena, se sentía flotar las manos de Lucían le provocaban una sensación de calor pero no extremo era un calor que iba invadiendo su cuerpo poco a poco, su cuerpo estaba tan laxo y entregado a las caricias de Lucían que no noto el momento en que él se acostó a su lado y empezó a besarla. Ellos habían hecho el amor muchas veces y la pasión entre ellos siempre era una locura; esta vez no, la pasión no era un fuego que la consumía en segundos, era una llama que iba llenándola poco a poco y el beso de Lucían solo era la continuación de esa llama encendida en la tina.
Lucían, fue llevándola poco a poco a los valles del placer, necesitaba mostrarle el lado suave de la pasión, quería decirle con cada caricia que la amaba, que el también era suyo, que era adicto a su cuerpo, a su sabor, quería llenarla de su simiente y ver el fruto de eso. Así, que volvió a recorrer su cuerpo pero esta vez con la boca, con su lengua, fue besando, lamiendo desde su cuello hasta sus pies y volvió a subir por la cara interna de los muslos; ansiaba probarla, ver la húmeda respuesta del cuerpo de Elena ante sus caricias, deseaba verla alcanzar el clímax otra vez, era un oscuro placer el que lo llenaba cuando escuchaba su nombre en boca de ella al llegar al orgasmo.
La vio con los ojos cerrados, la boca entre abierta, aferrada a las sabanas, con la escasa luz de las velas iluminando su cuerpo, acercó su boca a su sexo antes de lamerla la primera vez , noto como se aceleró su respiración al sentirlo tan cerca, sonrió para si mismo y paso la lengua por sus profundidades primero, la penetro con su lengua y la sintió empezar a mover sus caderas, así, que la sujeto y siguió haciéndolo, cuando la escucho gemir mas alto su boca se apodero de su centro, la hizo abrir más las piernas y tomo una de las velas cercanas, la mojo en la miel de Elena y se la introdujo lentamente por su parte trasera, mientras seguía sometiendo a su capullo a suaves succiones y roces delicados son su lengua, dejo que el cuerpo de Elena le dijera cuando parar y cuando seguir penetrándola. Se sintió invadido por el sabor de ella, necesitaba beber de miel, lo deseaba, así, que continuo con su boca sobre su sexo, hasta que la escucho gritar su nombre y la vio arquear su cuerpo presa del placer, se posiciono en medio de sus piernas y se hundió en el cuerpo de Elena poco a poco, él aun sentía en su falo el calor y las convulsiones del orgasmo de ella y comenzó a moverse suavemente.
Elena, se sentía deliciosamente llena, los empujes de Lucían hacían movimientos en la vela que aumentaban su placer, con el ritmo de Lucían su cuerpo se llenaba de deleite, no podía abrir los ojos, noto el cuerpo de Lucían sobre el suyo y se abrazo a el como un naufrago a una la única tabla de salvación, clavo las uñas en su espalda y lo escucho sisear en su iodo, de pronto lo necesito más dentro de ella, lo sujeto por sus glúteos para hacerse penetrar más profundo, al hacerlo su cuerpo empezó a arder poco a poco, la profundidad de las embestidas, ambas penetraciones, los besos de Lucían en su b que el tuvo que besarla para oca, en su cuello, las suaves palabras susurradas , todo la fue elevando, el fuego aumento en su cuerpo y la consumió, grito tan fuerte que el tuvo que besarla para atrapar su grito, salió de ella y la dejo volver a la tierra.
Ella vio en los ojos de Lucían un brillo posesivo, la hice voltearse y coloco sobre manos y rodillas, jugo con la vela sacándola y metiéndola dentro de ella, la sensación fue tan avasalladora que gimió muy alto y en medio de ese goce volvió a penetrarla, Elena, lo sentía entrar y salir de ella al mismo tiempo movía la vela con la mano libre la tomo de la cadera y le impuso un ritmo tortuosamente lento, la escucho gemir y soltó la vela para presionar de nuevo su centro, no paso mucho tiempo cuando una luz cegadora se presento tras los parpados cerrados de Elena, escucho a Lucían gemir y sintió su simiente cálida llenándola, ambos cayeron sobra la cama, y cuando toda su semilla estuvo dentro, el salió de su cuerpo y saco la vela. Se abrazo a ella como cucharas, beso su cabello y dijo como un susurro en oreja
– Mía – Elena, sonrió, tomo la mano de Lucían con laque acariciaba su pierna y la coloco sobre su vientre plano. Lucían se levanto un poco para poder ver el rostro de Elena y mirarla de forma interrogativa, ella le acaricio la mejilla y le dijo sonriendo
– Si, Liniang me lo confirmo hoy en la mañana, estoy embarazada – La felicidad en el rostro de Lucían iluminó el corazón de Elena, amaba a ese hombre, la arrastro bajo su cuerpo y le hizo el amor por segunda vez.
La dejo dormida en la cama totalmente extenuada y satisfecha. Se dedico a planificar el viaje, no podían dormir en posadas todo el tiempo, tendrían que hacerlo en o tres oportunidades a cielo abierto. Ella era fuerte y estaba acostumbrada a viajar, pero su seguridad y ahora la de su hijo nonato, eran primordiales así, que viajarían con treinta hombres. ¡Estaba embarazada! Aun no podía creerlo, se imaginó a Elena con el vientre crecido llevando su bebe en el y lo embargo la total y absoluta felicidad. Entendió que él estaba en el mundo para amar a esa mujer hasta el último día de su vida y era un tonto y un cobarde por no decírselo.
XVIII
Las tierras de Lucían, estaban en el condado de Klindare, al suroeste de Dublín, fue un viaje largo de casi tres semanas.
Había que recorrer un sendero de casi dos kilómetros antes de llegar a la entrada de la casa. La edificación, era un enorme castillo de piedra gris, que recordaba los tiempos antiguos, se elevaba imponente con sus cuatro torres, una gran cantidad de ventanas permitían entrar la luz al castillo y se podían ver mas veinte chimeneas, estaba rodeado de una gran arboleda con varios tipos de vegetación y flores de muchos colores, el patio frontal tenia una glorieta para que entraran las carrozas donde también había una hermosa fuente y estaba rodeado por setos perfectamente podados. Lucían la ayudo a bajar del carruaje.
– ¿Te gusta tu nuevo hogar? – le pregunto sonriente Lucían.
. ¡Es hermoso, ya estoy deseando ir al lago que vimos en la entrada! – Lucían, abrió lo ojos como platos
– Elena – dijo firmemente – El único que puede acompañarte a ese lago soy yo – Ella se sorprendió un poco, pero estaba muy cansada para estar discutiendo por el tono de voz de Lucían, así, que asintió con la cabeza, esa respuesta no tranquilizo al Conde pero la acepto por el momento.
– Ven quiero que conozcas toda la casa – La tomo de la mano y la hizo la entrar.
El recibidor, estaba lleno de muebles, armarios y cuadros de varias épocas, que no discordaban entre si, sino que creaban una hermosa armonía de color, en la enorme chimenea estaba encendido un fuego que completaba el ambiente dando un dulce calor de hogar. El comedor, era una enorme mesa de madera oscura para treinta y seis personas, Lucían, le contó que tanto la mesa como el candelabro era el usado por sus antepasados en las comidas del clan. La casa tenia veintiséis habitaciones y él hizo que ella las viera todas al igual que la cocina, al final del recorrida la llevo frente a una escaleras en segundo piso que daban a la torre norte. La hizo subir por ellas y se encontró con un rellano bañado de sol gracias a una gigantesca ventana a su izquierda, frente a ella estaban unas puertas dobles, de un exquisito labrado.
Lucían, abrió las puertas y la invito a pasar , ella quedo totalmente asombrada, era una habitación gigantesca con dos ventanas muy grandes con cristales transparentes que no solo brindaban la vista más imponente del lugar y dejaban entrar el sol a raudales sino que permitían la salida a dos balcones con vista a cada uno de los patios, tanto el trasero como el delantero. En el centro del cuarto estaba colada una mullida y espaciosa cama con dosel, lateral a ella muy cerca de la ventana que daba al patio posterior había una tina donde ella estaba segura cabían tres personas y el biombo a su lado era tan colorido que hizo sonreír a Elena, la pared frente a la cama tenia un chimenea tan grande que ella imagino que lograría calentar toda la habitación durante el invierno.
Vio a Lucían caminar hacia una puerta que ella no había notado cerca del biombo y fue a ver que era cuando él la abrió. Elena, se cubrió la boca abierta con ambas manos por la sorpresa. ¡Era un armario inmenso, con un sinfín de vestidos que ella nunca había visto! Estaban todos a su mano derecha colgados en percheros, frente a la puerta de entrada habían una gran cantidad de zapatos colocados en repisas, en la pared frente a sus vestidos habían gavetas que Lucían iba abriendo para que ella viera las joyas que tenían.
– ¡¿Lucían cómo, cuándo?! – Preguntó ella pasando la mano por todos los vestidos. Él cerró la puerta y se recostó sobre el espejo de cuerpo entero que estaba detrás de la puerta, se cruzó de brazos y pies y dijo muy relajado
– ¿Recuerdas el vestido rojo de tu cumpleaños? ¿El que nunca encontraste? –Ella afirmó con la cabeza – ¡Yo lo robe! Dijo levantando los hombros – Al igual que las zapatillas de seda rojas, Elena ladeo la cabeza y espero una mejor explicación, así que el continuo – Veras, el vestido lo lleve con la mejor modista de todo Londres y le dije que sacara tus medidas de allí para hacerte todos estos vestidos – Camino hacia ella y entrelazo sus dedos – Los zapatos los lleve con un zapatero increíble y me hizo todos los modelos que ves, las joyas que están en la diez primeras gavetas son las de mi familia, pertenecieron a mi madre y abuela, ahora te pertenecen a ti, y las siguientes cinco gavetas son joyas hechas exclusivamente para ti, las demás están vacías porque pienso regalarte muchas mas, además a el closet es lo suficientemente grande para que metas tus vestidos y compres muchos mas, lo cual espero que hagas – Elena, estaba abrumada.
– Lucían, no se que decir, esto es … gracias – Lo halo de las solapas como siempre hacia para besarlo, pero el beso se torno codicioso hasta el punto que la ropa empezó a estorbar e hicieron el amor con ella cabalgándolo sobre la alfombra de Abusson que estaba en el piso, ya saciados y con, ella recostada sobre su pecho, la escucho decir
– Gracias por la ropa, zapatos y joyas, pero de verdad esposo, creo que me prefieres desnuda – La risa burbujeo en Lucían, ella tenia razón la prefería desnuda.
Sin darse cuenta ya había pasado un mes desde su llegada a Irlanda, Abril mostraba las hermosas flores y fresco clima primaveral.
Lucían, contemplaba a Elena dormir entre las sábanas donde la noche anterior le había hecho el amor. Se sentía vulnerable, no podía creer que ella tuviese el poder de destruirlo con solo una mirada o una palabra, no era un sentimiento que lo hiciera sentir muy comido, no estaba acostumbrado a el, pero así, como se sentía vulnerable, también se sentía fuerte capaz de cualquier cosa por ella y era un cobarde por no habérselo dicho, tenia miedo de todo, de lo Elena pudiera decir o de cualquier gesto de su parte cuando él le confesara sus sentimientos. Pero más miedo tenia de perderla, de que algo le ocurriera y eso lo convertía en un ser peligroso, el miedo era un sentimiento de doble filo, no siempre te hacia correr muchas veces te impulsaba hacer cosas, y el sabia que haría lo que fuera por ella.
Un toque suave en la puerta lo saco de sus cavilaciones, abrió y uno de los sirvientes le dio una nota con un sello lacrado. Estaba siendo llamado del parlamento, tenía que ir a Londres.
– ¿ Que dice la nota? ¿ Son noticias de mi padre? – Él levantó la vista de la nota y la vio allí sentada en la cama, cubriendo su pecho desnudo con las sábanas con el largo cabello extendido sobre la almohada y el brillo del sol daba a sus hermosos ojos azules. No podía creer lo hermosa que era, aunque tampoco se creía que fuera su esposa y que llevaba a su hijo en el vientre, agradeció silenciosamente a la vida por ello mientras se sentaba en la cama junto a ella.
– Tengo que ir al parlamento – Y sintió una alegría egoísta al ver lacara de tristeza de Elena.
-¿Cuándo debes irte?
– Mañana, vas ha estar bien voy a dejar todo preparado para ti – Coloco una mano sobre la mejilla de Elena y ella giro el rostro para besarle la palma.
– Estaré bien, voy a dormir y a comer mucho, ya sabes que esto último se me da muy bien – Lucían colocó acaricio el plano vientre de Elena antes de besarla.
– ¿Quieres ir a caminar un poco? – Preguntó Lucían y Elena afirmó con la cabeza – Pediré que nos traigan el desayuno aquí y luego saldremos un rato – La beso en la frente y salió del cuarto.
Elena, se dejo caer de espaldas sobre la cama, no podía creer lo que sentía por Lucían, quería besar su boca cada vez que lo veía, ansiaba que sus manos no dejaran de tocarla, adoraba ver el color dorado que se presentaba en sus ojos cuando hacían el amor, esos mismos ojos tenían el poder de doblegarla y plegarla a su voluntad. Lo amaba, y ya no le importaba que él lo supiera. Si alguien le hubiese dicho hace siete meses que ella se enamoraría así de alguien se habría reído en su cara y llamado loco, ahora en lo único que pensaba era en las manos, la boca y la piel de Lucían, en él penetrándola haciéndose un solo cuerpo, un cálido rubor subió por sus mejillas al recordar fragmentos de la noche anterior, se abrazo a la almohada de Lucían para percibir su aroma y recordó que se iba a Londres por varias semanas y la invadió la tristeza. Abrazando la almohada y con los ojos húmedos la encontró Liniang cuando entro al cuarto para ayudarla a vestir.
Después de desayunar salieron a pasear, Lucían la llevo a lomos de caballo hasta el lago, no galopo solo dejo que animal los llevara a su paso, para que ella pudiera admirar el paisaje de los frondosos árboles y las flores que bailaban con la brisa primaveral. Desmontaron y la llevo de la mano hasta un enorme árbol donde él se recostó y la sentó sobre su regazo.
– Elena, cuando me vaya necesito que no salgas sola, no montaras a caballo por tanto tiempo, dormirás mucho, deje preparado todo para que seas consentida y mimada en todo en mi ausencia, no te faltara nada – Recostada su pecho ella suspiro.
– No necesito ser mimada o consentida pero gracias por la amabilidad, Liniang ya me explico lo de los caballos y dudo mucho lograr conciliar el sueño si tu no estas – Elena, se sentó a horcajadas sobre él, lo miró a los ojos y colocó las manos sobre su pecho mientras le decía – Yo nunca te he pedido nada, pero ahora te pido que no te vayas, que te quedes conmigo, por favor me siento segura a tu lado – De verdad que Lucían pensó en mandarlo todo al diablo y quedarse allí con ella.
– Amor – dijo mientras le besaba la boca, los ojos, la frente – No puedo debo ir a Londres – Sintió que su corazón salía del pecho cuando ella se abrazo muy fuerte a su cuello – Te prometo volver lo antes posible – Ella, asintió con la cabeza aun abrazada a él y creyó que moriría en el momento de escucharla decir
– Te amo Lucían – Él la tomó de los hombros y la separó delicadamente para verla a los ojos, y ella repitió – Te amo, hace tanto tiempo que vives en mi corazón, aun no te has ido y ya siento tu ausencia.
La declaración de Elena, lo sorprendió tanto que su cerebro se quedo en blanco por un momento
– ¡¿ Me amas?!- Preguntó sorprendido
– Si, ¿Por qué te sorprende?- Y Lucían la besó con pasión.
– Porque eres hermosa, brillante y no puedo creer que me ames – Volvió a besarla – Sabía desde el momento en te vi nadando en ese lago desnuda que eras especial y ahora eres mía y me amas a mi – Elena, abrió mucho los ojos.
– ¿Cuándo me viste nadar desnuda? – Lucían sonrió
– En una lluviosa tarde, aun te hospedabas en the miller arms, yo creía que eras una ninfa del bosque que intentaba seducirme con hermoso cuerpo y la piel color del caramelo –
– ¡Oh por Dios! – Dijo ella cubriéndose el rostro con ambas manos – Debiste pensar que era una libertina cuando me viste en casa de Sir John.
– Jamás te diré lo que pensé ese día, solo sentí que el piso se movía bajo mis pies – La vio levantarse para comenzar a desvestirse frente a él y a pesar que las prendas de ropa caían a los lados el nunca quito los ojos de ella. Al estar completamente desnuda camino hacia el lago y entro en sus cristalinas aguas y grito a la orilla
– Esposo, ven a nadar conmigo – La velocidad a la que él se desvistió era increíble y el estar sumergido allí con ella era una fantasía que se le convertía en realidad. Elena, fluyo en sus manos como el agua que los cubría, se entregó a el por completo pero exigiendo al mismo tiempo, al verla temblar de pasión, sintió que ella lo marcaba como suyo para siempre y era algo que no quería ni podía evitar.
Como aquel día lluvioso en Londres alguien observaba la escena en el lago. Eran un par de ojos grises que se encendían en odio al ver como Lucían, besaba, tocaba y poseía lo que él consideraba suyo. Lo mataría. ¡Nadie podía mirar a Elena y mucho menos tocarla! Era de su propiedad desde el momento que la vio entrar al Palacio Pitti y no permitiría que un sucio Irlandés venido a más se quedara con ella. Con esos pensamientos abandono el lugar, su plan ya se había iniciado, ahora solo debía esperar el momento oportuno.
XIX
La mañana siguiente Elena abrió los ojos para encontrarse con enorme caja llena de hoyos sobre su cama con una nota que decía “Solo el puede dormir en mi cama”. Lucían. Al destaparla salio de ella el más blanco, peludo y tierno cachorro que ella había visto. Sus ojos se llenaron de lágrimas, era hermoso y comenzó a buscar a lucían por toda la habitación y recordó que se había marchado a Londres y no quiso despertarla. Habían pasado la noche haciendo el amor con locura, como si fuese la última noche junta y ella se quedo dormida entre sus brazos cuando estaba rayando el alba. Se recompuso mentalmente y se arreglo para pasar el primer día de muchos sin Lucían.
Lucían había salido hacían ya dos horas de su casa y fue todo el tiempo que necesito para darse cuenta de que le importaba más su esposa embarazada a la que amaba con locura, que lo que se dijera en el parlamento. ¿Qué clase de idiota era? ¡Dejar a Elena cuando no solo le había pedido que se quedara con ella, sino que le había dicho que lo amaba! ¡Él era el ser más tonto del mundo! Extrañaba a su esposa como si hubiese perdido una de sus extremidades y entonces cayo en cuentas que él nunca le dijo que la amaba, ¡él no era un tonto, no el estaba dos o tres pasos más allá de eso! En cuanto llegara se lo diaria muchas veces mientras le volvía hacer el amor.
Elena, estaba agobiada, no se encontraba dentro del castillo, extrañaba a Lucían, a su familia, a su padre, tenia a Liniang y a sus guardias con ella, pero aun así, quería a toda su familia con ella. Pensó que lo mejor era salir a caminar un rato para aclarar su mente. No tuvo más opción que salir del castillo en compañía de doce soldados más sus dos guardias, a pesar que protesto no pudo hacer nada para evitarlo, se sintió extraña con tanta personas rodeándola y considero seriamente no salir a ninguna parte, pero necesitaba aire fresco, ya hablaría con su dulce esposo cuando volviera.
Camino por un rato, observando el paisaje, oliendo las flores silvestres y sintiendo los rayos de sol que se escabullían entre las hojas de los árboles caer sobre su piel, cuando una flecha atravesó a uno de los guardias que la acompañaban y cayo muerto al suelo en el acto, de pronto más de veinte hombres salieron de entre los arboles, no llevaban pistolas, solo flechas y sables con los cuales eran muy diestros e hirieron a mucho de los hombres de Lucían. Yaser y Omar la protegían de todo el quería acercarse a ella. En un momento Omar le grito que volviera a la casa mientras ellos detenían a los hombres, a ella le molestó no poder pelear, pero sus guardias tenían razón, sin ella allí pelearían mejor, además en su estado no era recomendable, así. Que hecho a correr para alejarse de la pelea.
Mientras corría lejos del encuentro escucho una caballo galopar a sus espaldas, no tuvo tiempo de apartarse, inesperadamente se sintió elevada por los aires por brazos desconocidos, la subieron agrupas del caballo sin ni siquiera disminuir la velocidad, al percatarse que era Salvattore quien la sujetaba comenzó a debatirse para que la soltara, así que él la golpeo con fuerza en el rostro y su mundo se volvió negro.
Salvattore, pensó que había valido la pena la espera, ahora ella al estaba en su poder, la haría suya en las tierras del Conde de Carrick, y la llenaría con su simiente, ese seria su mayor triunfo, embarazarla con su hijo, la usaría por días mientras el tonto estaba en Londres y cuando regresara al darse cuenta que la nota era falsa, lo mataría y se quedaría con ella como debió ser desde el principio antes de que el condesito irlandés apareciera a dañarle todo.
Cuando Lucían llego al castillo se encontró con once de sus guardia heridos, cuatro muertos y Elena secuestrada. El miedo, la rabia, la impotencia, la frustración se fundieron con la angustia y la culpa en solo sentimiento que no lo dejaba respirar, que atenazaba sus entrañas y que lo único que tenia claro era que iría por ella y mataría al maldito bastardo. Preguntó a alguien por los guardias de Elena y le dijeron que estaban en la caballerizas interrogando a un prisionero, al llegar vio salir a Omar y este le dijo que el prisionero murió en el interrogatorio pero les dijo que Elena estaba en una cabaña de caza a una hora de allí. Lucían, salió al galope con treinta hombres, el miedo era uno más de sus acompañantes, miedo de perder a Elena. Ella era una mujer valiente y fuerte, lucharía con uñas y dientes, incluso pelearía hasta la muerte si fuera necesario y eso era lo que lo aterraba. La amaba desde hace tanto tiempo y por su estúpido miedo a ser rechazado no se lo dijo, ahora se arrepentía de no haberlo hecho a cada instante. Iba suplicando a todas las deidades que recordaba, que le permitieran encontrar a Elena con vida, sin ella nada tenía sentido, sin ella su vida terminaba.
Elena, abrió los ojos sobre un piso de tierra, tenia las manos atadas a la espalda y estaba boca abajo, trato de voltearse para ver donde estaba y quedo de costado; era un sitio oscuro, que olía a orines y sangre, la tierra se pegaba al rostro, la cabeza le dolía y sintió nauseas, su ojo izquierdo estaba tan inflamado que no lograba ver nada por el. Se sobresaltó al escuchar una puerta a sus espaldas y ver algo de luz entrar al asqueroso lugar, alguien la tomó por el cabello y la arrastro hasta el rincón mas próximo, el dolor fue intenso volvieron las nauseas pero no grito. Lo vio ir a la pared frontal y encender una vieja y destartalada chimenea, eso brindo un poco de luz y ella supo donde estaba ¡era una cabaña de caza! Pero ¿cuál? , en las tierras de Lucían habían seis. Lo observo como tomaba la única silla existente en ese lugar y la colocaba frente a ella para luego sentarse
– Elena –Dijo en español – Esto es tu culpa – Y acaricio su mejilla con delicadeza – Ella. No se movió a pesar del asco que eso le provocaba – Si hubiese aceptado mis invitaciones ahora seria mi esposa y viviría conmigo en Florencia en Palazzo Pitti y no me vería obligado a usar estas técnicas de persuasión – De pronto el rostro amable cambio en fracción de segundos a duro y amenazante, casi no tuvo tiempo de notarlo cuando Salvattore le propino otro golpe que rompió la boca y el labio, después se levantó y empezó a proferirle insultos en español y en italiano, lanzó la silla contra la pared detrás de Elena, esta se volvió añicos y salió hecho una furia de la cabaña.
Elena, estaba aterrada y comenzó a escupir sangre de su boca rota, las lágrimas salían de sus ojos sin poder evitarlo, se sentía impotente, tenia que salir de allí pero ¿cómo? De sus labios surgieron súplicas y ruegos a dios por ayuda y fortaleza, no sabia cuanto tiempo podría soportar y aunque lucho contra ello una bruma cayo sobre ella y se volvió a desmayar, cayendo de nuevo en la oscuridad.
Cuando volvió a despertar, tenia las manos atadas al frente, no entiendo el porque hasta que Salvattore se acerco a ella, la tomo de los tobillos y la arrastró dejándola boca arriba en el suelo. Iba a violarla. Con las piernas abiertas el se sentó sobre su pecho y le subió los brazos sobre la cabeza con una sola mano. Ella forcejeo pero fue inútil, lloro y grito lo que hizo que Salvattore se riera de ella
– Lo disfrutaras, las putas como tu siempre lo disfrutan. Te gustara más que cundo lo hiciste con el condesito en el lago – Elena, entro en pánico, sintió el tiempo transcurrir más lento, saboreo la sal de sus lágrimas mezclada con el sabor metálico de la sangre, sintió las manos de Salvattore empezar a subir sus vestido y dejar su cuerpo expuesto para que él pudiera tocarlo, chuparlo y morderlo, en el momento en que ya no pudo contener más el vómito, volteo el rostro para expulsarlo, noto que el loco sobre ella había soltado sus manos y vio un pedazo de madera cerca, trato de controlar en miedo que la embargaba, se percató que estaba rompiendo su ropa interior y cuando al fin lo logró se llevo ambas manos al pantalón y en el afán de liberar su erección dejo de ver a Elena. Ella aprovecho esos preciosos segundos, agarro el pedazo de madera y golpeo con toda la fuerza que pudo el costado, cuando el golpe lo inclinó hacia adelante, le golpeo la cabeza y él cayo sobre ella mareado más no inconsciente, se lo quito de encima como pudo y lo golpeo de nuevo hasta que la madera se rompió, comenzó a buscar la puerta a tientas por la pared, la abrió y corrió hacia a luz que le lastimaba los ojos, se tropezó, cayó y rodó, volvió a ponerse de pie pero sus piernas le pesaban tanto que parecían de plomo, advirtió que Salvattore venia tras ella tambaleándose, cuando logro alcanzarla, la tomo de un brazo y la giro frente a él y Elena le aruño toda la cara como una gata, volvió a soltarla y hecho a correr con las pocas fuerzas que le quedaban.
Muy cerca de allí se escucharon los cascos de caballos al galope y a pesar de su condición pudo distinguir a Lucían y a sus guardias. La felicidad y el alivio de sentirse a salvo, menguaron las fuerzas que ele quedaban y se dejó hacer al piso.
Salvattore, también el diviso por eso corrió a la parte de atrás de la cabaña tomo su caballo y salió a todo galope.
Lucían, vio a Elena caer al piso como una muñeca de trapo y la distancia hasta llegar a ella se le hizo eterno, desmontó el caballo aun al trote, la levanto del suelo y mientras la tenía allí en brazos la escucho decir
– Viniste por mi Lucían, gracias – Y la observo perder la conciencia. La desesperación lo invadió. La vio golpeada, con la cara amoratada, los labios rotos e inflamados, la ropa interior hecha girones en los tobillos, le sangraban los pies por haber corrido descalza sobre la piña de los pinos y las rocas. Cortó la soga que le ataba las manos. Deseaba fervientemente ir el mismo tras el bastardo, pero Elena necesitaba atención inmediatamente, subió a su caballo de nuevo y Yaser le entregó a Elena. Volvió a detallar su rostro tan golpeado y se imaginó lo peor.
La rabia, el miedo, la impotencia pero sobre todo la culpa lo asediaban. Dio orden se seguir a Salvattore y capturarlo. Él volvió a casa con una Elena golpeada e inconsciente flanqueada por sus dos guardias.
Al llegar a casa, baño a Elena en una tina con agua caliente, ella aun no despertaba. Limpio el cuerpo de su esposa con mucho cuidado, noto los moretones que habían en sus costillas, todos chupones y marcas de mordidas y no pudo hacer otra cosa que imaginarse lo peor de todo.
Liniang, lo ayudo, le pusieron compresas con infusión de plantas en el rostro y en las costillas, su carabina uso medicina china y masajeo los golpes con unos aceites e infusiones preparadas por ella misma. Liniang le dijo a Lucían que el bebé estaba bien, que no entendía como, pero que estaba bien. Elena, estuvo inconsciente, hasta el día siguiente cuando despertó gritando por los nervios y hubo que darle láudano para que se volviera a dormir y disminuyera el dolor.
XX
En su estudio Lucían daba vueltas como un animal enjaulado, Salvattore ,se había escapado, su rabia no conocía limites, juró que lo encontraría así tuviese que levantar cada piedras desde Irlanda hasta Italia, lo encontraría y lo mataría y al diablo con las consecuencias, casi había matado a Elena, él la había vio…no podía pensar en eso, era su Elena no importa lo que hubiese pasado, él la amaba y era todo lo que importaba. Además lo que ocurrió era su culpa ¿cómo fue capaz de dejar a Elena sola? No podía soportar la culpa; se dejo , caer en el piso frente a la chimenea y lloró, lloró amargamente, al recordar el cuerpo golpeando y mancillado de su esposa.
Él, tenía que haberla protegido pero en lugar de eso la dejo sola por su ambición política, ella valía más que todos los Lords , ella valía más que todo y él no la había cuidado. La culpa apenas lo dejaba respirar.
En esa condición lo encontró Liniang cuando fue a decirle que Elena estaba más tranquila, llamó a Yaser y a Omar, para que la ayudaran a sentar en una silla, se sentó encorvado, sintiendo todo el peso de la culpa y la impotencia sobre sus hombros, se sobresalto al escuchar
– No fue su culpa señor, no fue culpa de nadie, el monstruo espero para atacar, quizás si usted hubiese estado aquí, habría muerto defendiéndola, y eso, si mataría a mi Elena – Dijo Liniang suavemente, colocando una mano sobre su cabeza – Ella es fuerte se repondrá, pero lo necesita y usted debe ser firme como una roca para ella en este momento, en este estado no le sirve – Le dejó un té sobre la mesita frente a él y salieron todos, dejándolo solo de nuevo.
Liniang, tenia razón, Elena lo necesitaba. Él ya se había lamido las heridas, como el animal herido que era. Era momento de ser fuerte, tenía que serlo para ella, lo superarían juntos. Ella aun llevaba a su hijo en vientre, lo cual era un verdadero milagro después de ver como estaba de golpeada. Lleno de más fortaleza tomo una decisión, no se movería de su casa, aunque el mismísimo rey o el papa lo solicitaran. Tenía muchas cosas que planificar, así, que llamo a los guardias de Elena y paso el resto del día organizando todo. Si no lo había hecho bien a la primera ahora si lo haría.
Paso una semana desde los eventos, se notaba como los golpes y moretones empezaban a disminuir. Liniang, les recomendó que Elena caminara lo menos posible para proteger al bebé, por eso Lucían la llevaba en brazos a todas partes. Lucían, aun no había encontrado la forma de hablar con ella de lo que ocurrió, tenia miedo de lo ella pudiera decir, no sabia como reaccionaria, por eso espero que fuese Elena quien iniciara esa incomoda conversación.
Elena, entendía la ansiedad de Lucían, estuvo durmiendo en una silla al lado de la cama durante todo a la semana, no se atrevía a mirarla a los ojos, ella esperaba que él iniciara la conversación pero la mirada de Lucían decía otra cosa mientras Liniang la ayudaba a vestirse, entendió que seria ella quien lo haría, veía la incomodidad de Lucían, no sabia como actuar a su alrededor, la culpa llenaba su mirada, así que espero que Liniang saliera y después de que ella llevo en brazos a la cama y acomodó sus almohadas , lo tomo de una de las manos
– Necesito que sepas lo que ocurrió, Lucían, no quiero que me interrumpas ¿este bien? – Sonrió un poco para darle ánimos y golpeo suavemente la cama para que el se sentara allí con ella. Él aun de pie al lado de la cama observando el todavía golpeado rostro de Elena, los moretones en sus muñecas, se sentía impotente, así, que tratando pero no logrando esconder la frustración en su voz dijo
– Elena, no tienes que… – Pero ella lo interrumpió halando suavemente su mano para que se sentara a su lado.
– Si, tengo que, porque no fue tu culpa mi amor, no fue culpa de nadie, caímos en una trampa, nadie esperaba que viniera hasta aquí, tus hombres me defendieron con sus vidas, vi morir a varios de ellos, Mis guardias también me ven de la misma forma que tú y no estoy bien obviamente estoy golpeada, pero no me quebró, aun soy yo, por favor escúchame – Lucían, respiro hondo para darse valor y se sentó junto a Elena.
– ¡ No me toco! ¡ No se lo permití! Yo solo te pertenezco a ti – Y se echo a llorar, él la abrazó con mucho cuidado y besó su frente. Teniéndola pegada a su pecho le dijo
– Lo lamento amor, no debí dejarte sola, es mi culpa que hayas pasado por ese infierno.
– No, no lo fue Lucían, fue su culpa, no la tuya – Y continuo llorando, no la había hecho desde lo ocurrido una vez que empezó no pudo parar el raudal de lágrimas que salían de sus ojos, hasta que ya no hubo más, ese llanto fue catarquico. Lucían, le pidió un té a Liniang con una gotas de láudano para calmarle los nervios a Elena y pudiera dormir un poco, mientras Lucían la acomodaba en la cama y la arropaba, ella lo miró suplicante
– Lucían, no quiero dormir más sola, por favor abrázame como siempre hasta que duerma, me siento segura en tus brazos – Él se acostó a su lado y sintió como crecía el odio hacia el bastardo mientras veía a su esposa con la cara amoratada y el labio roto, recostar su cabeza sobre su pecho y sentir el cuerpo de Elena buscando el calor del suyo. Mataría ese hombre, lo juraba por su alma. Era su deber como esposo proteger a Elena, aunque ella lo había hecho bastante bien solo, él tenía que reivindicarse eso lo juraba por dios.
La siguiente semana, recibieron carta de Don Manuel, donde explicaba que el rey Carlos IV de España brindaba su protección a Elena, mediante un acuerdo firmado con Fernando III actual Dux de Florencia y tío de Salvattore. Lucían, no estaba satisfecho con eso, el hecho de que ellos hubiesen firmado acuerdos comerciales, no iba a evitar que ese loco volviera atacar a su esposa. Por eso había redoblado la guardia, tanto Yaser como Omar acampaban en las puertas de la habitación y reorganizo a todos sus hombres para vigilar hasta el último rincón de sus tierras, pero ¿si fue capaz de secuestrarla dentro de sus propias tierras? ¿De qué más seria capaz? y ¿ cuándo se enterara que Florencia y España habían firmado un tratado comercial? Donde el carbón de Don Manuel era el protagonista. Tenia que estar preparado, el sabía que Salvattore no renunciaría . Elena tan fácil.
Llego carta de su tío Fernando exigiéndole volver a Florencia, Salvattore se rio de su mandato y quemo la carta en la chimenea de la posada donde se estaba quedando, sabia que Lucían había mandado a revisar cada posada de Irlanda, pero el muy tonto no pensó que el se registraría con un nombre falso. A él, no le importaba cuantos kilos de carbón su tío iba a comprar a España ni el precio del mismo. Lo único que entendía era que si Elena no era suya no seria de nadie, ¡esa perra se atrevió a rechazarlo a él! Ninguna mujer lo había hecho antes, y no iba hacerlo una campesina venezolana, que se creía de la realeza. Odiaba al maldito conde irlandés que se atrevió a meterse en sus planes, ¡los mataría juntos!
XXI
Mayo había llegado con toda la gloria de la primavera. Lucían, notaba a Elena más restablecida, al menos por fuera no quedaban indicios del infierno vivido, pero ella aun tenia noches en las que despertaba gritando y Lucían la abrazaba y le recordaba donde que la lucha ya había estaba hablándole al iodo. Ella, era fuerte se recuperaría, solo necesitaba tiempo.
Esa noche cabalgaba por sus tierras, cuando escuchó disparos y gritos de batalla. El castillo de Carrick estaba siendo atacado, no lo sorprendió, de hecho lo esperaba, sonrió para si mismo, esa noche de mayo del año 1801 Salvattore de Lorena, moriría por su mano. Dijo a sus hombres que hicieran un doble círculo alrededor del castillo. Que arrinconaría contra la fortaleza a los hombres de Salvattore hasta no dejarles espacio para pelear. La única forma de huir era entrando al castillo, que solo tenia dos puertas las cuales él mismo había mandado a reforzar y ahora guardias dormían dentro del castillo después de lo ocurrido, Lucían ordeno primero acabar con los arqueros y con los que disparaban desde la distancia. Nadie saldría vivo de allí, mataría a todos los hombres de Salvattore, eso iba a ser una masacre.
Elena, despertó sobresaltada, los perros no dejaban de ladrar, escucho gritos y disparos, se veían muchas antorchas encendidas en ambos patios, no entendía lo ocurría, corrió al balcón que daba al patio delantero y vio, allí, a Salvattore sobre un hermoso caballo, ¡Estaba atacando su casa! Entonces vio que la lucha ya había empezado, los hombres se enfrentaban a bayoneta y sable, ¡era espantoso! ¡El patio era un caos! Corrió al closet se puso una zapatillas chinas, tomo su katana y se la guindo en la espalda, agarro su arco, junto a varios carcaj de flechas y una daga que Lucían le había regalado después del secuestro. Ese monstruo no volvería tocarla jamás,¡ primero moriría!
Sus guardia entraban en la habitación en el momento en que una flecha con fuego rompía una ventana y se clavaba en una de los butacas del cuarto, ellos mismo la apagaron, fue al balcón delantero y comenzó a disparar flechas, su puntería era certera mató a varios de los hombres de Salvattore. Buscó a Lucían entre todas las personas que estaban en el patio delantero y no lo encontró ¿Dónde en nombre del cielo estaba su esposo? Temió lo peor.
Lucían, observaba como sus hombres giraban en torno al castillo acabando con los hombres de Salvattore, ¡era una carnicería! Había brazos, piernas mutiladas, el olor a sangre y fluidos corporales invadía el ambiente. El olor a muerte estaba presente en el lugar. Él bajo del caballo y se unió a la refriega haciéndose espacio para llegar a la puerta trasera de la casa, necesitaba llegar con su esposa.
Elena, buscaba a Salvattore en el patio pero no lo encontró y corrió al otro balcón a seguir revisando, a quien vio fue Lucían abriéndose paso en medio de la batalla para llegar a la casa, ordeno a sus guardias ir a ayudarlo en ese momento , ella iba a quedarse en su cuarto encerrada no iba a permitir que una imprudencia suya pusiese en peligro a alguien como a Lucían, a sus guardias, a su bebé o a Liniang, que estaba escondida en el closet. Tomó su arco, solo le quedaban dos carcaj de flechas, observo con horror como habían posicionado una escalera en la ventana del rellano que daba a su habitación y que varios hombres intentaban subir por ella, tomó el arco y disparo a los dos primero hiriéndolos de muerte, continuo disparando hasta notar que solo le quedaban dos flechas, volvió sus ojos a donde estaba Lucían peleando a sable con dos hombres que lo contra atacaban al mismo tiempo, lo vio mover sus brazos y cortar la garganta de uno y girar para defenderse del ataque del otro, mientras que otro soldado venia por la espalda armando una pistola para dispararle a Lucían. Ni siquiera lo pensó, tomo una de las flechas y se la disparo al pecho el hombre cayo sin vida en el suelo, observo que Yaser y Omar llegaron hasta Lucían y un alivio recorrió su cuerpo.
Ella, cerró la puerta del cuarto con seguro, tenia su katana y una daga. Se repetía como un mantra que nadie volvería a tocarla en contra de su voluntad. Tenia que proteger a su hijo, de pronto en medio de disparos, las flechas y todo el alboroto de gritos que existía tanto en ambos patios como afuera de su cuarto. Vio con horror como la cerradura volaba hecha añicos por un disparo y era abierta de par en par por Salvattore, con ojos encendidos en odio
– Buena note Elena, mi manchi – Dijo con una arrogante sonrisa en el rostro, haciendo una elegante reverencia. Estaba sucio, lleno de tierra y sangre, con los ojos desorbitados, él mismo intento cerrar la puerta pero no lo logro.
Camino lentamente hacia Elena, quería disfrutar ese momento, tenia semanas planificando el ataque, los mercenarios que había contratado eran desechables, el solo la quería a ella, la maldita golfa que tuvo el valor de rechazarlo, la observó palidecer y retroceder con la mano puesta sobre el vientre, lo entendió, la muy zorra estaba embarazada del bastardo condesito, eso lo enfureció mucho más. ¿Cómo osaba ella despreciarlo así? ¡Teniendo la simiente de otro en su vientre! Le sacaría ese engendro y la llenaría con uno suyo. Ya que ella no quiso ser su esposa la haría su esclava para sus fiestas y orgias, la trataría como lo era, una puta.
Elena, retrocedió hasta quedar con la espalda sobre una pared, vio sonreír a Salvattore y echarse a correr hacia ella a toda velocidad, aunque el miedo la impulsaba a correr se quedo allí y se hizo a un la do en el último momento, logrando que el chocara con la pared, trato de correr hacia la puerta, pero él la agarro del cabello, y una espada apareció entre ellos e hizo una herida en el antebrazo del italiano que la soltó inmediatamente.
Era Lucían, quien estaba en el cuarto, tomó a Elena de la mano y la halo para colocarla detrás de su cuerpo para protegerla y con voz acerada dijo
– Ella es mi esposa y pagaras por haberla tocado – Lucían, sentía hormiguear sus manos, todo su cuerpo estaba en tensión, fue Salvattore quien inicio la pelea cargando sobre él con un feroz ataque de su espada que lo hizo retroceder, era muy buen espadachín. Lucían, retrocedió hasta que su espalda toco una pared, el italiano lanzó otro ataque que lo hizo quedar cara a cara con las espadas cruzadas, el Conde era más alto y lo aprovecho golpeando a Salvattore en la cara con la mano libre hasta hacerlo retroceder.
Salvattore, se alejó de Lucían cerca de una mesita donde agarro uno de los cofres de Elena y se lo lanzó al Conde pero este lo evadió y lanzó dos estocadas de Lorena esquivo.
– Morirás Conde de Carrick, luego tomare a esa zorra y la hare botar a tu asqueroso bastardo, la usare hasta cansarme y se la venderé a un prostíbulo. Como la puta que es – Lucían, no mostro ninguna señal de molestia con sus palabras. De Lorena, lanzó dos ataques más con su espada pero Butler volvió a detenerlos. Así, que Salvattore tomo un jarrón y se lanzo a la cabeza, Lucían se agacho para esquivarlo y perdió preciosos segundos que el italiano aprovecho para hacerlo perder su espada.
Elena, miraba absorta la pelea, decidió que lo mejor seria quedarse allí, no quería que Lucían perdiera la concentración, fue acercándose poco a poco a un lado de la puerta del cuarto. Vio entrar a dos soldados de Salvattore con intenciones de matar a su esposo; corrió hacia el primero, esquivo el ataque con la espada que el hombre le lanzo, el soldado era muy lento y eso le dio la ventaja, se movió con más rapidez que él y quedo a su espalda desenvaino e hizo un corte con su katana desde sus omoplatos hasta su cadera, giro a su derecha para quedar frente al otro soldado se agacho y le corto el tendón de Aquiles, en cuanto cayo al suelo saco su daga y se la clavo en pecho, sintió a su espalda el otro soldado mal herido, se movió con celeridad sacando la daga del pecho y clavándosela en el pie al otro, se levantó y le corto el abdomen con la katana. Recupero su daga, la guardo en su cintura, con la tela de su bata limpio su katana antes de volver a guardarla, y volvió a pararse junto a la puerta, nadie entraría por allí para matar a su esposo, ella no iba permitirlo.
Salvattore, sonrió creyéndose el vencedor y fue tras Lucían, él esquivo varios ataque y cuando el italiano bajo la guardia lo pateo en el pecho, cosa que hizo a de Lorena perder el equilibrio y caer al suelo, Lucían, aprovecho para patear la espada lejos de el. Salvattore se puso de pie rápidamente, el Conde arremetió contra él, embistiéndolo como un toro empujándolo contra un enorme espejo que había cerca del biombo que se hizo añicos. Ya en el suelo, Lucían, quedo sobre él y lo golpeo en rostro varias veces, rompiéndole la nariz, pómulo y boca. Pero Salvattore, tomo un vidrio y le propino una profunda herida en el brazo de Lucían, zafándose del ataque. Ambos hombres se pusieron de pie, giraban en círculo, atentos a cualquier movimiento del adversario midiéndose con la mirada, ambos sangrando.
De Lorena, escupió sangre y se agacho tomo un pedazo de madera del marco del espejo y golpeo a Lucían en el hombro y los brazos, mientras él se protegía la cabeza. El conde bajo lo ojos al suelo y noto que habían vidrios por todo el piso, se agacho aguantando los golpes con la madera, tomo uno de los vidrios con forma de daga en la mano y lo hundió en la parte posterior de la rodilla de Salvattore, este soltó un alarido y dejo caer la madera, Lucían se puso de pie y decidió terminar con su vida, pero vio la cantidad de sangre que salía profusamente de la herida, lo observó caer al piso y tratar de detener la hemorragia con ambas manos, para evitar que la vida saliera de su cuerpo así como la sangre por la herida.
La luz de los ojos de Salvattore de Lorena se fue apagando mientras gritaba y profería maldiciones. Lucían, sentía alivio y alegría al saber que ese monstruo no volvería a dañar a su familia, esperaba sinceramente que el infierno que describió Dante existiera para que ese bastardo pasara la eternidad en el. De pronto noto que alguien corría hacia él, se volteo en guardia para seguir peleando, pero vio a Elena corriendo hacia él para colgarse de su cuello, claro que su cuerpo se quejo por eso, pero el dulce cuerpo de Elena pegado al suyo valía cualquier dolor, la estrecho con ambos brazos mientras le repetía al oído
– Te amo, te amo, te amo – Elena, sollozaba.
– Lo sé, yo se que me amas y yo te amo a ti – Lucían, la soltó para verificar que ella se encontrara bien. Noto que tenia sangre en la cara y en la bata que estaba hecha pedazos con sangre en ruedo y sangre como si se hubiese limpiado algo en su bata, estaba despeinada, pero aun así, era la mujer mas bella que el hubiese vista jamás. Coloco su frente sobre la de ella y se sintió vivo, la felicidad lo invadió, amaba a esa mujer, y él no tenia otra razón en el mundo que hacerla feliz, protegerla y amarla, si, amarla hasta el último día de su vida.
Lucían, beso a Elena, con un beso lleno de esperanza, promesas, sueños, mientras se deleitaba con la boca de su esposa, acariciaba el aun plano vientre de ella, sabiendo que allí se formaba la vida, testimonio del amor que ellos sentían. Siempre agradecería a la vida por haber puesto en su camino a esa valkiria morena.
Aun se besaban cuando se escucho el grito de victoria de los hombres de Lucían afuera, el Conde volvió abrazar a su esposa, levanto la mirada oteando la habitación, era un verdadero caos, vidrios rotos, armarios destruidos, sangre por todo el piso, un mueble quemado, admiro con alivio el cadáver de Salvattore y se percato de los otros dos cadáveres que estaban cerca de la puerta. Se separo de Elena lo suficiente para verla a los ojos con mirada interrogativa, ella levanto los hombres antes de explicar
– Lo siento pero venían a dañarte – Lucían, sonrió y volvió abrazarla, esa era su esposa una valkiria.
XXII
El rey de Inglaterra, solicito la presencia de Lucían en la corte, en el Castillo de Windsor, para una audiencia urgente con él; eso había sido ya una semana después del ataque, ya habían pasado dos meses de ello.
Don Manuel, volvió de España y eso le daba un poco de calma a Elena, pero su corazón vivía en jaque, por toda la angustia. Su esposo había matado a un sobrino de un rey, era en defensa propia pero aun así, estaba muerto y ella daba gracias a dios por ello.
Escucho entrar a Liniang al cuarto y comenzó el ritual de todas las noches, donde su carabina la obligaba a comer y tomarse el té con miel para que pudiese dormir más calmadamente, esa noche ella no quería discutir, comió y bebió sin remilgos y se acostó. Elena, estaba en un duermevela, cuando sintió a alguien acariciarle el rostro y besar su ya visible vientre; abrió los ojos y vio a Lucían sentado a la orilla de la cama observandola.
– Estoy soñando – Dijo Elena. Lo había soñado así tantas veces, que sus ojos se llenaron de lágrimas, él la escucho llorar y se acostó junto a ella pidiéndole
– Abre los ojos mi amor, soy yo, mírame – Elena, levanto la mano y la coloco sobre el rostro de Lucían, al ver que no se desvanecía como siempre, se pego a él y lo beso en la frente, el los ojos en las mejillas. Lucían sonreía, y beso a Elena en los labios dulcemente, ella se sentó a horcajadas sobre él y le enmarco el rostro con las manos hasta traerlo con ella y tenerlo sentado en la cama con ella encima, le abrió el pantalón y libero su erecto miembro, ella lo tomo en su mano, lo guio y se deslizo sobre el haciéndose penetrar, haciéndose uno solo ser. La calidez, la dulzura y la felicidad que sentía Lucían al estar allí con Elena amándose no solo con sus cuerpo sino con sus almas, le hizo confirmar que su hogar era ella, que Elena era su refugio, u descanso y mientras el placer inundaba sus cuerpos, haciendo que sus cuerpos se movieran más rápido, comprendió que si ella decidía regresarse a Venezuela, él iría con ella sin pensarlo, renunciaría a todo si ella se lo pedía dejaría titulo nobiliario, casa y la seguiría al fin del mundo. Ella era el amor, la aceptación y el hogar que siempre deseo no renunciaría a eso.
Cuando sus cuerpos fueron sacudidos por el clímax, el llevo a Elena a la cama y le hizo el amor por segunda vez, pero con calma y paciencia dejando que ella acariciara su cuerpo, así como el acariciaba el suyo, entregándole todo lo que el era sin reservas y susurrándole al oído lo mucho que la amaba. Ya exhaustos, mientras ella acariciaba su pecho la escucho preguntar
– ¿Qué te dijo el Rey Jorge IV? – Lucían, podía ver la angustia dibujada en sus hermosos ojos, el beso su cabello y luego respondió
– ¿Sabias que la familia de Lorena fue depuesta del trono? – Ella negó con la cabeza – Pues fueron depuestos y se firmo un tratado entre Francia y Florencia, se llama el Armisticio de Filigno, que permite entre otras cosas a Francia ingresar tropas por el Adriático y la segunda parte del tratado es el acuerdo de paz que existe entre Francia y los aliados de Florencia, es decir, España, Botova, Reino Unido que incluye a Irlanda – Ella se sentó en la cama con las piernas en ocho
– Oh por dios Lucían, explícame claramente, estoy demasiado angustiada para entender lo que me dices – Él se sentó frente a ella y beso su mejilla sonriendo afablemente.
– El ataque de ese loco, fue antes del tratado, así que queda como parte de los desacuerdos pasados y como ellos ya no son una familia regente, poco pueden hacer, es decir, el rey me ha dado su beneplácito, y ya que tu estas bajo la protección de Carlos IV y yo soy tu esposo, también gozo de esa protección – Elena, comenzó a llorar y lo abrazó – ¿Pensé qué te haría feliz quedarte con este hombre jengibre? – Ella lloro más fuerte, necesitaba liberar toda la tensión acumulada durante todos esos meses, cuando por fin se calmo y mientras él le besaba las lágrimas, le dijo
– Estoy feliz, muy feliz – Colocó la mano de Lucían sobre su abultado vientre y lo miro a los ojos
– Te pertenecemos Lucían – Él la besó y le dijo.
– Y yo te pertenezco a ti.
Un mes después de la llegada de Lucían, Elena venia de un paseo, cuando encontró varias carrozas cuyos baúles estaban siendo descargados en su casa, al entrar se encontró con Williams que traía a Lucas, pero la mayor sorpresa fue encontrarse a su madre con ellos, fue un encuentro realmente emotivo.
El veinte de noviembre del año 1801, a la 3:20 am, nació Aidan Butler, futuro conde de Carrick y Vizconde de Ikerrin, su madre agotada después de doce horas de labor de parto, sonreía al ver como los abuelos, tío y futuro padrino, discutían por quien seria el próximo en cargarlo.
Lucían, con el bebé en brazos se sentó junto a ella y pregunto después de besarla
– ¿Qué quieres que te regale? – Elena miró a su alrededor, allí estaban su familia y amigos, su esposo el amor de su vida y vio al hermoso bebé que llevaba en los brazos. Levanto la vista para mirarlo a los ojos
– Quiero una niña – Lucían sonrió y la beso de nuevo y susurro en su oído.
– Tus deseos son órdenes para mí – Y así rodeada de felicidad se durmió.
FIN
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