Como cada tarde, Alejandro va a su trabajo en el callcenter, debe atender cada llamada con sumo cuidado y modismos delicados, esto debido a que siempre hay alguien que lo escucha, vigila y retiene, causándole una gran impotencia al no poder expresar lo que realmente quiere decir, sus palabras por bien se comparan a las de una contestadora, ya predefinida y sin sentimientos ni expresión o señal de vida autómata, hay personas que se molestan por ello, insultando a diestro y siniestro sin siquiera pensar que al otro lado también hay una persona con problemas como ellos, pensando que le hablan directamente a la compañía y desquitándose con él, pero hay quienes sienten el agotamiento a través de la línea, entendiéndolo, dando gracias y hasta disculpándose por la molestia que le causaron, son estos quienes mas alivian su pesar y lo hacen seguir trabajando con esperanza.

Fue entonces cuando ya terminando su turno nocturno y después de una llamada realizada con disgusto hacia el, colgada con fuerza aplicada y causándole un angustioso dolor en su oído, recibió la que de cierta forma lo liberaría.
Anunciándose con su Script predefinido, «Hola bienvenido, usted habla con Alejandro Yáñez, ¿Con quien tengo el Gusto?», sin recibir respuesta pasados ya el tiempo correspondiente, lo vuelve a decir «Hola bienvenido, usted habla con Alejandro Yáñez, ¿Con quien…`» en ese momento escucha un llanto a lo lejos, un llanto de recién nacido, que resonó en su corazón, «¿Alo, con quien hablo?», el llanto fue mas fuerte, «Corta esa llamada y vete a casa pronto, ¿no ves que es una broma?» fue lo que pensó, pero no lo creía del todo, entonces, anunciando su script de despedida «Debido a que no consigo respuesta coherente, procederé a cortar la», fue entonces que escucho el llanto que rompió su corazón, paralizándolo, dejándolo sin habla y cortando esa cadena en el cuello que lo tenia sofocado, «Dame un segundo, te ayudare» dijo con voz resquebrajada, buscando la dirección de donde venía esta, se dio cuenta que era cerca, a solo unas cuadras, se levanto, tomo su chaleco, su mochila y se fue corriendo, no sin antes ser detenido por su supervisor, «¿a donde vas?, todavía no terminas tu turno» le dijo con una voz seria y enojada, «hay alguien que necesita ayuda, debo apurarme» dijo sin pensarlo dos veces, «si te vas de esta forma no pienses en volver» recibió como respuesta pero ya se lo esperaba de cierta manera, entonces, bajando rápidamente las escaleras y saliendo a la calle, se oriento, busco cual era la que debía seguir y corrió con desesperación, de noche le cuesta mas ubicarse, pero de una forma u otra llego a la dirección de donde venia la llamada, era una casa de madera vieja, rustica, sin ventanas, con la puerta apenas de pie y deshabitada, «me engañaron» fue lo primero que pensó, entonces escucho dentro de la misma casa, un pequeño y suave llanto, ya agotado de tanto gritar, el mismo que había escuchado por el teléfono, moviendo con cuidado la puerta, se adentra a la casa, tan descuidada, con huecos en el piso y las paredes tiradas, en el ultimo pasillo se veía una caja de cartón, pequeña, descuidada y dentro de esta, había una pequeña angelita, con un teléfono viejo en sus pequeñas y adorables manos, tapada con solo una manta y un gorrito rosa que tenia escrito «Celestine», con ojos llorosos mira a Alejandro como si fuera la primera persona que ve en su vida, Alejandro la toma en sus brazos con tanto cuidado como si estuviera sosteniendo al ser mas delicado en el mundo y dejando caer unas lagrimas dice «pequeñita, seria incapaz de dejarte abandonada, te llevare conmigo y te cuidare», la bebé solo le sonríe, enseñándole la mas dulce y tierna sonrisa que existe en el mundo.

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