Tesis: «Ray Charles y El Alma De Los Barrios»

Tesis: «Ray Charles y El Alma De Los Barrios»

Piky A.

26/04/2022

Eran las cinco de una mañana más. Todo estaba trastocado por la Cuarentena. Las horas. Los hábitos. Muchas dudas. Pocas certezas. El mundo vivía de cabeza. Concentrarse para escribir una ‘Tesis Barrial» era imposible. Dónde buscar un tema ante tanta soledad?! Hasta había olvidado como caminar una calle!! Su cabeza explotaba. Se despertaba temprano. Miraba la hora: las cinco de la madrugada. Observaba desde su balcón la ciudad desierta. Había extraviado el almanaque del tiempo como los vagabundos de los cuentos de Bukowski: ¿qué diferencia significativa había entre un lunes, un viernes, un domingo para esos inadaptados? No tenían hoy ni mañana. Mariana estaba como ellos…

Luego de darle vueltas al asunto pensó: «Si Shakespeare escribió Macbeth y El Rey Lear durante una Cuarentena, yo también puedo hacerlo: ¿por qué no?».

Hurgando su memoria recordó  unos escritos de su Diario. Los buscó y se encontró viajando a sus épocas de púber cuando con su padre iban de paseo a la peatonal Florida en el corazón de Buenos Aires.

«El alma de los barrios se construye de variados compendios, escenarios, clases de gentes, mundos propios y ajenos, que decantan latiendo en un solo corazón. Una especie de sedimento colectivo, que surca las arterias de sus calles alimentando los íntimos sustratos de sus habitantes. Sus recovecos, sus colores, sus luces y sombras, sus alegrías y tristezas. Sus personajes asiduos formaban el espíritu del barrio, hijos fecundos de la poesía ciudadana.

Buenos Aires tenía todo eso. Bares y esquinas donde lo lindo y lo feo confluyen por igual. La Costanera del  río de La Plata, la noche porteña que encierra cierta nostalgia bucólica, y gente mágica que la transforma. Los porteños se ufanan y regodean presumidos con esos seres que retumban entre la fama, la bohemia y la rebeldía. Esos «rebeldes sin nombre». Esos poetas de murales, adoquines y música.  Los artistas callejeros…los lugares no serían lo mismo sin aquellos que los visten. Artífices de la esencia ciudadana más pura. El alma de los barrios».

Con esa introducción comenzó su escrito. Deseaba destacar a esos forjadores de alegría callejera describiendo la fascinación que provocaban. El dúo compuesto por «Richard y Ray» fue el elegido. 

Richard era un actor de espíritu libre. Los espacios cerrados lo afixiaban. Ray, una marioneta hecha de aserrín, gomaespuma y madera, que vivía y dormía en un bolso. Se despertaba, cada vez que «el marionetista” abría el cierre y movía con maestría los hilos que le daban vida. Entonces, el mono pianista, hacía su acto. Sentado frente al piano, subía los hombros, jugaba con sus largos dedos sobre el teclado leyendo las notas como si entendiese la partitura. Mientras, sacudía la cabellera como poseído por el espíritu de Ray Charles. Concluída la presentación, emocionado se paseaba gorra en mano entre el grupo de curiosos, buscando recolectar algunos pesos.

El marionetista se llamaba Ricardo Rodríguez:»Richard». Tenía 40 años y hacía diez que transitaba las calles de la peatonal dándole vida a Ray. Aunque tal vez, era al revés…

Los fines de semana, y a veces entre semana, llegaba con su número. Los transeúntes ya lo conocían. Incluso lo esperaban. Formaba parte del paisaje cotidiano. Richard, depositaba sus bártulos sobre las baldosas, abría su valija, acomodaba con precisión cada uno de los elementos para el número, y, al compás de la música que salía de un equipo, comenzaba su acto. 

A menudo, solía comentarles a quienes lo interrogaban con curiosidad: 

— «La calle tiene lo propio». A veces es más fácil, otras más difícil. Estás muy expuesto al “qué dirán”. Hay gente que te mira mal. Para algunos, sos más un vago que un artista. Se les nota las ganas de decirte: «andá a laburar»!! Muchos piensan que vivo en la calle y no están tan errados, pues de noche paro en un albergue a cambio de presentar uno de mis números. El del mono es el que gusta. Creo que les cae más simpático que yo. Nos conoce todo el mundo. Yo voy a todos lados y a cualquier hora. Hasta los «delincuentes de la noche» me respetan… Soy un loco muy pobre y de barrio. Vengo bien de abajo. Trabajé un tiempo en un almacén, pero quería salir de ahí y dedicarme a lo mío que es el arte callejero. A veces, actúo sólo, haciendo distintos personajes. Otras, con Ray, “el mono pianista». Él, es el número más popular que tengo.  El que se lleva los aplausos. El animalito fascina. Es dulce, simpático y hace reír. Además, me permite viajar liviano. Un bolso, la valija y listo!! Para hacer gira y vivir en la calle, hay que andar con poco cargamento».

Mariana hizo un alto y recordó el día en que, luego de observarlos junto a su padre, la preguntona fue ella.

— Cómo comenzaste en ésto? —. Richard dió el último chupón a la bombilla y levantando la vista del mate, con gesto confidente, le hizo seña para que se acercase más.

— Bueno.., a ver…»la verdad verdadera» es que arranqué interpretando a Ray Charles, el músico que quedó ciego a los cinco años. Construí un Ray Charles en mí persona y con un piano aparecí un día en la peatonal. Interpretaba a éste personaje negro, que tocaba el piano y cantaba. A todo el mundo le gustó. Entonces dejé de actuar en un teatrito de mala muerte donde no ganaba ni para comer y empecé a ir a la peatonal casi todos los días. La gente se acercaba y coreaba: «el monito, el monito, miren que lindo el monito pianista»!! El personaje que representaba era negro, con el pelo encrespado, de labios gruesos y lentes oscuros. Realmente parecía un mono con gafas. La gente insistía con el monito. Y dale con el monito!! Quizás, porque me parecía al animal. Entonces pensé en darles el gusto y construí la marioneta. Un verdadero mono que al final, actuó mejor que yo…

Cuando terminó la Cuarentena, Mariana voló hacia la peatonal Florida esperando encontrar aún viva: «el alma de los barrios».

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