Cronica de un Martes

Cronica de un Martes

Tais Auliso

17/01/2018

Me levante temprano, luche contra el despertador, posponiendo la alarma cada diez minutos. Entre alarma y alarma, soñé despierta, soñé profundamente. La cama estaba perfecta, no me quería levantar. Considere fehacientemente cancelar el turno, pero un sentimiento de culpa me invadió, tornándome inquieta, era algo que tenia que hacer. Porque me costaba tanto levantarme de la cama?

Había un silencio ancestral, la casa estaba oscura. Ramón dormía a los pies de mi cama, y Luisa parecía hacerle caso omiso a las constantes vibraciones de mi alarma. No quería levantarme, esa era la verdad. Seguí luchando con las sabanas, que me seducían con su tacto, induciéndome una vez más en un peculiar abismo de ensueño. Abrí los ojos, o lo intente por varios segundos, estaban pegados. Con un esfuerzo absoluto desprendí las sabanas de mi cuerpo con el dolor de sentirlas como mi piel, latente. Me incorpore, mire a mi alrededor, silencio. Bostece, me restregué los ojos para quitarme la nubosidad de mi visión matutina, y finalmente junte coraje para poner ambos pies fuera de la cama. «La puta madre» pensé. Fui en dirección al baño, me mire al espejo, todavía considerando la idea de volver a la cama y mandar a la mierda mis responsabilidades. No pude hacerlo, ya me había levantado, era solo un esfuerzo más. Agarre sin pensar la ropa que tenia a mano y salí, obligándome a no mirar atrás.

Me había olvidado que colectivo tomarme, así que fui en tren hasta retiro. Un viaje silencioso por suerte. Lo ultimo que quería eran semáforos, frenadas y puteadas a las 8:30 de la mañana. Ni bien se abrieron las puertas del tren, una nube masiva de gente salió disparada, cada una con sus horarios, trabajos, compromisos o algo de eso.

«La hora pico» Retiro a esa hora de la mañana es como «La caldera del diablo», el pavimento arde y no necesariamente por el clima, sino, por los pasos y las corridas de todos aquellos esclavos del reloj.

Busque la parada del 56, un nuevo numero para sumar a la colección de colectivos que vengo tomando desde que vivo en esta jungla. No tenia idea donde tomármelo, pero tampoco pregunte, no podía dejar de pensar en mi cama que para aquel momento yacía fría, extrañándome.

«Falta poco» pensé El día estaba denso. La humedad te envolvía en un manto pegajoso, y lentamente comencé a padecer sus efectos, 98 por ciento en aquel martes 17 de octubre.

Mirando por la ventanilla de ese nuevo recorrido, mi celular comienza a sonar, lo atiendo rápidamente, convencida que la llamada que estaba recibiendo era de unas de las tantas inmobiliarias con las que me contacte, pero para mi ingenua sorpresa, era nada más y nada menos que de la gestión de salud de mi querida facultad, para obviamente cancelarme el turno de las 11:00 de la mañana.

-Hablo con Sofía?

-Si…

– La llamo de gestión de salud del U.N.A; era para cambiarle el turno de hoy debido a que la doctora se encuentra con licencia medica, se descompuso hace un rato.

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