¿Llorar por felicidad?

¿Llorar por felicidad?

ESTEFANYA PARRA

19/11/2020

De seguro alguna vez se ha cruzado esta pregunta por tu cabeza.

Pero sí, cuando menos lo esperas, así es como sucede, llorar con el corazón roto, aun pareciendo fácil no es así cuando quieres reprimir sentimientos. Entonces solo te percatás de no hacerlo en público.

La importancia de ser amable con las personas, sin duda hoy cobran mucha importancia, dar un saludo a cualquier hora del día a las personas que te encuentran en la calle, regalar un poco de agua potable a los vecinos, compartir un poco de verduras cuando la cosecha era abundante sin duda han sido los lazos más grandes de mi abuelita con su prójimo.

Siempre hay que ser agradecido con Dios, y si alguien no responde a tu saludo, tranquila, eso a la final no debe afectarte, recuerda que a quien saludas es a Dios, así me enseñaba mi abuelita cuando era pequeña. Si alguien hace algo que no debe y te causa dolor, tu no hagas lo mismo, al contrario da más amor, trata a esa persona como te gustaría que te trataran a ti, después de todo no tenemos mucho tiempo en esta vida para guardar rencores, me decía ella.

Rosa la primorosa, eran las palabras que desde pequeña escuche que le decían a ella, a veces algo avergonzada, a veces algo sonriente con estas palabras, pero que más daba si quien se las decía era su esposo. Desde joven proyecto ser una mujer trabajadora, responsable de su hogar y madre ejemplar para sus 5 hijas. Cada una de ellas con características diferentes, pero en cada una con un poquito de mi abuelita.

Ser la primera nieta, en algunos casos podría resultar favorable para ser la consentida de casa, pero a estas alturas de la vida creo que ser la primera fue el mayor regalo que la vida, criarse con los abuelitos es como tener 4 padres solo que ellos dos son sin duda quienes te enseñan las cosas con amor y desde el placer de disfrutar de la vida.

Mi abuelito falleció hace 13 años, pero quienes lo recuerdan lo hacen con agrado y mucho agradecimiento, lo poco o mucho que podía haber tenido lo compartía. Mi abuelita no es la excepción, y eso lo reafirme hace dos meses.

Una alteración de la presión alta, hizo que su salud se tambaleara, generándonos a todos un gran susto y entre decisiones apresuradas, se podría decir que atentamos contra su vida, al acudir a médicos que al parecer tenían como prioridad hacer mucho dinero.

Sin duda, en la vida hay muchas personas y situaciones que nos dejaran una lección en la vida, eso sin duda, cada una de las complicaciones que tenían las personas al ingresar a la sala de emergencias de un hospital, mientras cuidas de tu abuelita, cambian tu chip. Ese que vive pensando en cosas materiales y se olvida de las cosas verdaderamente importantes, la familia, la salud, la posibilidad de levantarte cada día y contar con 24 horas para edificarse en la vida.

Alrededor de 1 mes, verle a mi abuelita solo responder con el movimiento de sus ojos a cualquier cosa que tu cuestionaras, es la impotencia y la tristeza más grande en el corazón. Recordar las mañanas de un café caliente, los almuerzos todos apresurados por la universidad y las meriendas en altas horas de la noche al regresar del trabajo, son de las cosas que más me causaban nostalgia al verla acostada en una cama sin mencionar una palabra para comunicarse.

Su evolución fue algo lenta, pero que dijera una palabra, que sonriera con cualquier chiste sin sentido era la mayor fortuna. Ella estaba conmigo siempre que la necesitaba, a veces la universidad se ponía complicada, pero sin falta a las 10:30 am llegaba con su vaso de colada caliente y un pan, diciéndome:

“Sirvete una comidita, debes estar cansada. La cabeza piensa mejor con el estómago lleno.»

El solo escribir estas palabras ya me dan ganas de llorar, ella era el motivo para que yo no me rindiera, mi madre también era un motivo para lograr mis metas, pero cuando quería lanzar la toalla al suelo, mi abuelita llegaba como un bombero, apagaba el incendio de mi frustración.

Pero finalmente su recuperación le dio la posibilidad de regresar a casa. El día que regreso a casa fue de júbilo para toda la familia. Recuerdo que cuando llego a casa, todos sus nietos tenían una gran sonrisa en el rostro y ojos llorosos al verla, pues siendo niños no podían ingresar al hospital y no la habían visto por más de 1 mes. Incluso las mascotas de la casa corrían de un lado a otro, anunciado la llegada de mi abue a casa con cada ladrido que daban.

Cuando mis vecinos se enteraron que ella había vuelto, no dudaron en visitarla y así ha sido desde que llego a casa, cada semana es una persona diferente que viene a verla, pero todos con algo en común, apreciarla por cómo fue con ellos cuando la veían.

Ya es más de un mes que está en casa, su evolución está yendo de maravilla, ya puede pararse y caminar con nuestra ayuda, comer sola, se ríe, conversa, duerme y está dispuesta hacer su terapia física. Después de un primer diagnóstico al tener un daño cerebral, los doctores dijeron que pasando 10 días a partir de ese diagnóstico, ella podía perder el habla o la movilidad de las piernas.

Por eso ver su evolución, por más que uno en el día haya trabajado mucho y se llegue tarde a casa, verla con una sonrisa es algo gratificante. Por algún motivo, el terapista ha dejado de ir a la casa. Sin embargo, con la ayuda de internet he podido ver que ejercicios físicos son de gran ayuda para ella y con su ayuda estamos avanzando muy bien en su rehabilitación física.

«Voy a verla, porque yo sé que cuando este enferma, ella me cuidara», ha sido la frase que me han dado unas ganas de llorar, de llorar con felicidad, con satisfacción en el corazón. Resulta que al ser pequeña, me había enfermado mucho y mi madre en la impotencia de no saber qué hacer, había visitado a su abuela, quien entonces era mi bisabuela, pero mi abuelita Rosa, de quien les hablo, al saber que mi madre no conseguiría nada llevándome donde mi bisabuela, decidió ir hasta su casa y traerme de regreso a su casa para curarme.

Ahí menciono esa frase, quien diría que 20 años después, lo que ella había pensado se estaba dando. Ella se enfermó y yo estoy cuidando de ella. Y es que hacerlo, me da alegría, ha sido algo cansado por las malas noches que se pasaba al inicio, pero ahora todo ha valido la pena, porque le di valor a todo lo que mi abuela Rosa me ha enseñado desde pequeña.

Llorar con el corazón roto, ha sido como la moda en estos últimos meses por un amor no correspondido. Pero tener lágrimas en los ojos y contemplar que una lagrima baje por mi mejilla me ayuda a curar el corazón, lo que estoy haciendo con mi familia se refleja en su gratitud. Y las lágrimas que me encantara recordar por siempre serán, estas que son porque he hecho algo bueno.

PD: Si no vives para servir, no sirves para vivir! Te quiero Abuela.

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