El viejo poeta, mi homenaje a Charles Bukowski

El viejo poeta, mi homenaje a Charles Bukowski

Timur Galasov

17/11/2020

Se encontraba en una
prestigiosa universidad, invitado a dar una charla por unos dólares
y bebida. Había un grupo de universitarios radiantes, de perfectas
cejas y brillantes ojos. Todos parecían entusiasmados con algo,
felices. El hombre se contempló a sí mismo y se preguntó qué es
lo que fallaba en él, parecía una caricatura, un modelo desfasado
delante de tanta simpatía. Era lento y grande,
vestía una camisa amarillenta desabrochada y una raída americana
gris. Tenía una monolítica cabeza incrustada entre unos hombros
cuadrados que apenas dejaban ver un cuello, el pelo canoso
torpemente peinado hacia atrás con gomina, cejas escasas y una
barba descuidada y rala como alambre. El antropoide en medio de
delicados homo sapiens alzó su lata de cerveza y brindó por la
lucidez, la comprensión y la concordia, esas que parecían
materializarse en aquel lugar y que a él raramente se le
presentaban.

Escribía
poesía y sórdidos relatos, que no tenían nada que ver con la
impecable formación académica de esos cerebros. Bajo la bruma de
sus permanentes resacas y un anhelo subjetivo y ambiguo, rastreaba
con sus ojos ávido de algo que considerara bello, fuera lo que
fuera, un gesto trivial, una mirada. Y cuando daba con ESO, se
marchaba agitado, cabizbajo, y mientras encendía un cigarrillo
miraba furtivamente a los lados, como un ladrón que hubiera
sustraído algo íntimo y valioso, y tuviera que grabarlo sobre el
papel, antes de que se volatilizara.

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