En medio de una discusión por dinero sonó el timbre.

  Mario y Wendy estaban pasando un momento de mucha necesidad, el cual le había arrebatado no solo la pasión, sino también la simple convivencia.

  Wendy Abrió la puerte y vió al extraño.

  –¿Quien es usted?–Preguntó

  –No me conoce. Se que están pasando un momento dificil y vengo a proponerles algo.–Replicó el tipo medio recostado en el marco de la puerta.

  –Pase.–Dijo Wendy, que ya no tenía nada que perder.

  El hombre estaba bien vestido y era educado. Sacó del portafolio un pequeño aparato del que sobresalía un botón, y dijo:

  –Se los dejo. Si aprietan el botón aguién que ustedes no conocen morirá, y yo volveré con cien grandes, llamaré a la puerta, y se los daré si mas.

  –Asi de fácil–Acotó Mario

  –Asi de fácil–Dijo el hombre, caminó hasta la puerta, y se fue.

  El chirimbolo estaba sobre la mesa, y la pareja lo miraba en silencio.

  –Es mentira–Dijo Mario

  –No perdemos nada…Apretá el botón

  –Lo haré, solo para demostrarte que es una especie de broma…O tal vez una acción publicitaria de un producto nuevo…

Lo hizo, y el objeto vibró como un movil en modo silencio. Se miraron. Se acostaron, y se durmieron en silencio.

  Al otro día sonó el timbre, a apareció el hombre con los cien grandes prometidos.

  –Bien, esto es lo convenido, como comprenderán, debo llevarme el aparato.

  –¿Y que va a hacer con el?–Preguntó Wendy algo inquieta.

  –Se lo daré a otra persona.–Dijo el hombre y agregó:

  –No se preocupe, esa persona no la conoce.

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