Nítida fui, imprecisa y tenue, también.
Congruencia dejó de ser ese gran espejo que, mostraba aquella indecisión entre nitidez y lo tenue, voluntaria e involuntariamente; transcurriendo así, semanas, horas largas y pesadas entre partículas propias y partículas tan desconocidas que, simplemente dejaron de ser ajenas.
Convirtiéndose en mi arquetipo, la situación más incierta, a lo que mi memoria con sus 28 años, recuerda.
Qué recuerdo de lo incierto; podrá ser complicado, lo cierto es que, entre recuerdos, refugios, lo propio y ajeno; llegué a versos no imaginados, percepciones que fueron retumbando en cada versión, en cada una de aquellas versiones que, una pandemia en el año 2020, marzo, “pretendiendo” ser específica, encontré un sentido de vitalidad distinta, no personal, no ajena, simplemente diferente, y está bien.
La imprecisión, formó parte del inicio de aquella determinación desconocida que comenzó en vísperas de una primavera insonora e incolora.
Ahora, en vísperas de invierno, todo transcurre, el curso sigue; retumbando ahora en palabras nítidas que representan la esencia de cada instante pasajero, desde aquel inicio de primavera insonoro e incoloro, a un invierno frío, sí, pero más entero, tal vez un poco más humano.
Más humana, más nítida.
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