Sonríe me repito una y mil veces
cada vez que el frío
corta en diagonal mi pecho.
Mi mirada clavada en el suelo
sostiene los lamentos
que mi corazón calla.
No sedas, no llores, no seas débil me digo
y con un pequeño respiro
comienzo de nuevo,
con sonrisas temblorosas
pero que no son capaces de entender.
El dolor transforma, amolda y destruye
volviéndote una vasija llena de pesar.
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