Caminabas perdido
por los pasillos de un hospital.
Vestías de blanco
y buscabas en la muchedumbre
alguien que fuera conocido…
hasta que tu mirada se encontró con mi rostro
y sonreíste como siempre.
Tu sonrisa de oreja a oreja
mostrando tus dientes
y arrugando los costados de tus ojos,
esa sonrisa que siempre me alegró
en los segundos que cruzabas por mi lado
mientras manejas tu colectivo y me decías
chau sobrina…
Seguiste tu camino, continuaste por ese túnel al que no pude entrar.
Desperté y comprendí
que fue una despedida.
El sufrimiento me ahogaba,
¿cómo decirles de tu adios a tu querida esposa?
¿cómo revelarle mi sueño a tus hijos?
Callé y sufrí,
como con todos los ángeles que se despiden en mis sueños
y los veo seguir por un camino que desaparece.
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