Era ducentésima vez que Lisa y Amanda se intercambiaban libros.
-Amanda, júrame por tu abuelo que cuidarás este libro-. Dijo Lisa con dureza.
-Li, ya sabes que no le pasará nada, llevamos años intercambiando nuestros libros y también libros sagrados para nosotras- Sentenció Amanda.
Lisa era una joven estudiante de periodismo, Amanda, trabajaba de mesera los días de semana, y cuando tenía tiempo libre lo dedicaba a escribir y leer. Ambas eran amigas desde la infancia, se conocieron en el colegio, pero para su sorpresa,poco tiempo después se percataron que vivían a tan solo unas casas de distancia.
Una vez que Lisa retornó a su hogar, Amanda se dispuso a abrir el libro que le había prestado Lisa, leyó detenidamente el título: “ Coerción segura e inevitable, ”y a los segundos vibró su celular, recibió un mensaje de texto, era de su amiga Lisa: No te olvides, no muestres a nadie el libro, es especial.
Generó más curiosidad por parte de Amanda comenzar a leer aquel libro diminuto con portada de llamativos colores.
La primera página comenzaba así: «Día 500 de encierro, necesito expresar pensamientos que no he podido compartir con alguien por miedo a ser rechazada, juzgada o descalificada desmedidamente. La vida se va, y el mundo es inimaginablemente grande, para estar tan reducidos en cuatro,tres, dos paredes o ninguna, dependiendo de cómo se viva.»
Amanda no comprendía lo que expresaba esta primera estrofa, se detuvo y echó otro vistazo al pequeño libro, a juzgar por las páginas y el olor de estas era muy antiguo, además, se veían unas cuántas páginas. Jamás revisaba el total de páginas que un libro tenía.
-Extraño título y portada, además no tiene escrito nada en la contraportada, ni símbolo de alguna editorial- Murmuró.
Continuó leyendo, la curiosidad se hizo más.
“Se ha repetido en nuestra historia, quienes se rebelan frente a paradigmas o comportamientos masivos, no siempre son bienvenidos por la manada o en algunos casos, no son aceptados solo por un grupo de personas que poseen influencia. En mis remotas clases de historia y filosofía logro recordar algunos nombres, Hipatía de Alejandria, Giordiano Bruno, Lavoisier, Sócrates.. No digo que me va a ocurrir lo mismo que a esas personas, sino, el rechazo que puedes tener al materializar tus pensamientos.
¿Rebelar la coerción? Cuando está disfrazada bajo lemas de cuidados que expresan la más majestuosa calidad humana que puede existir.
La enfermedad que brotó hace unos años es altamente contagiosa por la piel de los niños y la piel de nosotros los ancianos, sólo el treinta por ciento de la población joven y adulta es libre de vivir.»
Sintió tristeza por la autora de este escrito, parecía necesitar comunicarse con alguien, y a la vez se preguntaba por qué Lisa le insistió tanto que no mostrase el libro. Revisó su celular y no había novedades. Esta vez, no se distraería.
“Mis nietos no me visitan, y yo tampoco puedo salir, suerte la mía que vivo en un lugar vasto y tengo mi propio jardín. La naturaleza es lo que me mantiene con vida, oír los pájaros cantar, y el viento besar mis mejillas. Sin embargo, no todos los ancianos viven como yo.
Una atención del gobierno, es que me traen los víveres a casa, sólo tengo que pagar y ya. Los repartidores son los únicos humanos que he visto en más de un año, son gente tan fría que me ven como posible infectada, aunque ellos saben que no corren riesgo. Por las tardes enciendo uno de los inventos más nobles de nuestra especie, la televisión y me ha mostrado algo inesperado, un país en sudamérica que no recuerdo el nombre, llevaba a cabo competencias de deportes como el jiu jitsu, voleyball, y el menos jugado, fútbol, llamó mi atención que sólo cubrieran esta situación por alrededor de cinco minutos, pero lo más impactante fue darme cuenta que eran niños quienes competían y en el público se veían ancianos apoyando a sus nietos o bisnietos o tataranietos, en un jolgorio de abrazos entre aquel público con las victorias. Me quedé pensando en este hecho largos días, hasta que comencé a experimentar lo que dicen las ancianas de campo, cuando te lleva el diablo, sentía un nerviosismo que jamás había experimentado, a tal punto que pensé que iba a perder la cordura, quise gritar pero recordé que mi vecino es hipocondríaco y probablemente asociara mi descontrol con la enfermedad no mortal de la piel y llamara a la policía; y corrí a abrazar uno de mis árboles, eso hacía la gente antes de esta locura, era normal que más de alguna persona en la calle se acercara al árbol más cercano cuando tenía mucho estrés para luego dirigirse a su psicólogo.
Día 540: Comienzo a decaer, hoy traté de salir a la calle, a dos sitios que siempre iba cuando me sentía muy desganada, pero militares en lujosos vehículos y armas de última fabricación me impidieron el paso y me llevaron de vuelta a casa. Aquello me dejó sin mucho ánimo, pero fue peor cuando divisé a un coronel que conocí en mi juventud patrullando junto a los demás militares. Sentí rabia ante tanta incoherencia y limitación del común de vidas ajenas. Este diario por muy pobre en texto que sea, me ha ayudado a no perder la cordura, lo veo como si fuese una persona que puede escucharme, es una persona que me recuerda que por naturaleza pertenezco a la especie social, una especie que desde sus ancestros estuvo en tribus para poder sobrevivir y evolucionar, no puedo normalizar el contacto a través de pantallas, que mis nietos insistan en ver a sus abuelos por un pedazo de plástico. ¡Es antinatura!»
Amanda sintió ganas de llorar, pudo percibir la desesperación de la mujer longeva que escribió este diminuto libro. Tomó su celular para responder a Lisa y expresarle su opinión del libro, y de súbito alguien abre la puerta de su habitación, era su padre.
-Hija, enciende tu televisión.- La voz de su padre sonó acongojada, Amanda apenas logró ver su rostro una vez que cerró la puerta.
Amanda jamás encendía la televisión salvo para escuchar canales donde emitían música,y una vez que la encendió, vio a un periodista que estaba sobre un balcón hablando acerca de una epidemia, y en la calle se podía ver cómo las personas se abalanzaban unas sobre otras para entrar a las farmacias.
Todo este caos tuvo que asimilar en unos segundos por lo que cogió el celular y llamó a Lisa, y no respondió.
Se dio cuenta que tenía un nuevo mensaje de texto, se apresuró a revisar, Lisa le escribió:
-No es nada nuevo. Nuestro elevado acercamiento virtual, nos aleja más entre todos, y cada cierto tiempo, el peligro físico más difundido por los medios, será motivo de invisibilizar una vez más lo que traemos por naturaleza.
 
         Eterno retorno
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