Reencarnación de una bruja

Reencarnación de una bruja

inma cozar

28/10/2020

Se enrosca como una serpiente en aquel sofá olvidado que ninguna función cumple en el salón, entonces clava su mirada en mí, de tal forma, que siento como sus pupilas están arrancando mi piel.

Siento frío. Sus ojos son dos zafiros de hielo. Su pelo y largos bigotes son de un blanco más puro que el de la mismísima nieve virgen. Siento entonces un escalofrío que me recorre desde la nuca hasta la punta de los dedos.

Esa gata es una bruja.

Cuando la recogí de aquella caja junto a la basura, su destino ya estaba escrito, la acompañaba la muerte, y no dejó de acompañarla hasta bien adentradas las siguientes semanas viviendo bajo mi techo.

La miraba y me mantenía la mirada, no era una mirada de agradecimiento, ni una mirada de pena, más bien, me atrevería a decir, que era la mirada del destino asegurando que yo le había robado el alma de aquella gata blanca y ella era consciente de su triunfo.

Pero ahora me pertenecía, o más bien debería decir que se pertenecía a ella misma, porque bien es sabido que los gatos son independientes, pero ella es otra cosa, ella tiene poder, lo percibo en su andar, en su forma de mirar y hasta en su forma de comer y dormir. Siempre atenta, siempre infalible.

Estoy segura de que es una “bruja” reencarnada, de aquellas que injustamente ardieron en hogueras al grito de ¡Bruja!, aquellas mujeres inocentes juzgadas por su sabiduría e inteligencia.

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