Ahogado sufrimiento,
dolor que no florece,
marchita mi ser
y las sonrisas
esconden la agonía de los
años juveniles.
Me preguntan ¿Qué puedo saber
del dolor?
Sencillamente los lazos de sangre no
comprenden.
No vieron las marcas en mi piel de niña.
No notaron el brillo de mis ojos apagarse.
No escucharon mis llantos nocturnos.
En ocasiones las sombras me tientan
y me llaman a la oscuridad total.
Pero la cobardía no me permite continuar.
Mi agonía no terminará con la pausa de mis latidos.
En otra vida quizás,
mis heridas sanarán
y mis sonrisas serán más reales.
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