Veneno dulce

Veneno dulce

SanCo

19/10/2020

Cuando entras a una cafetería no esperas que lo primero que te sirvan de cortesía sea alcohol, es claro que hay algo raro, pero no estoy dispuesta a quejarme; doy un trago y pido el menú, mientras espero me giro en dirección a la ventana, la brisa que proporciona el viento del norte anuncia lluvia, ¿qué puede haber más satisfactorio que ese momento?

La escasa luz del sol junto a los matices de la noche me hizo sacar lápiz y papel, se trataba de un golpe de inspiración, seguro era buen augurio para el próximo artículo del blog. Las cosas van bien, no tengo motivo alguno para contenerme, así que, cuando el mesero llega para anotar mi orden, no dudo en pedir una rebanada de pastel junto a una taza de café.

“Sanguijuela”, creo que será un buen apodo para el protagonista de la nueva historia que voy publicar, aunque a veces los lectores prefieren que narrare sucesos creíbles, pero igualmente falsos, esta vez planeo algo distinto y estoy convencida de que no voy a decepcionarlos.

La descripción es simple, sin palabras rebuscadas ni frases que simulan pomposidad, de una trama ligeramente rebuscada, con una pizca de suspenso y una serie de giros que anonadarán al lector. Luego de dar el primer bocado estoy lista para comenzar.

Apoyo la mano sobre el papel en blanco y comienzo a hacer bocetos alrededor de los diálogos.

“¡Deténganse!”, ordenó la Sanguijuela a los Perros, quienes no dejaban de gruñir y apuntar con sus erizadas colas hacia el frente.

La Hiena los miraba desde su trono con la barbilla tan exageradamente alzada que era algo casi tan ridículo como patético de ver.

Las zorras y las perras reían en la oscuridad de una de las esquinas de la habitación mientras que el resto se deleitaba sin expresión alguna en sus rostros, pues las máscaras cubrían algo más que…

—¿Desea ordenar algo más señorita? — Me pregunta la mesera, quien en mi humilde opinión no debió haberme interrumpido.

—Si, tu opinión, dime que parece esto—Le digo al extenderle la hoja, ella lo mira apenas un segundo y asiente con la cabeza. No sé si es mi hostil mirada o mi abrumador silencio lo que la hace responder, pero igual no sirve de nada.

—Creo que es lindo—

—No busco su complacencia, sino su crítica—Contesto estirando aún más el brazo para que se detenga a apreciarlo.

—¿Quiere algo más o no? —

Miro hacia el techo exasperada y tomo tanto aire como mis pulmones me lo permiten, no ha hecho nada más que fastidiarme.

—No te daré propina—

Molesta, la camarera se da la vuelta y me deja sola, por fin, pero ya es demasiado tarde porque la idea ya no es la misma; arranco la hoja y la introduzco en el interior de mi boca como si estuviera dispuesta a tragar mi propia decepción, puedo sentir como la tinta de la pluma comienza a manchar mis dientes, es de esperarse cuando uso una pluma fuente, pues debido a la presión terminé por romper mi lápiz.

Mientras disfruto con una evidente expresión de frustración, de un amargo, pero igualmente breve fracaso miro de nuevo hacia la ventana, no es difícil que me de cuenta de que hay nada más que un hombre hablando por teléfono, sin embargo, no puedo ver su rostro, está dándome la espalda.

Procedo a sacarme la hoja de papel con nada más que marcas de lo que pudo haber sido una excelente historia y la dejo “escondida” en suelo. Doy un par de sorbos a mi café y procedo a terminar mi comida, es mejor que me vaya antes de que a la mesera se le ocurra volver a interrumpirme ante lo que podía llegar a ser la historia del año.

Mientras busco el dinero en mi bolso para pagar, suena la campana de la puerta, ha llegado otro cliente, pero lo ignoro, un par de monedas caen al asiento y yo por azares del destino miro de nuevo hacia la ventana de reojo. El hombre que hablaba fuera de la cafetería hace unos segundos ya no está, ahora me apunta con un arma y yo no puedo hacer nada más que permanecer en silencio mientras él grita que esto es un asalto.

Las personas comienzan a sacar sus billeteras, bolsos y monederos; temblando, estiran sus manos y dejan el dinero sobre la mesa, yo hago lo mismo, pero mi emoción por tener nuevo material para el blog me hace esbozar una sonrisa que le desagrada al asaltante.

—¿De qué te ríes? —Pregunta el hombre, me giro y nuestras miradas se cruzan, y, reconocí ese tatuaje en su cuello, se trataba de mi ex novio, por supuesto, él también me reconoció.

Fue solo un instante, pero estoy segura de que ese único silencio nos liberó de cualquier cosa que hallamos atravesado antes.

—Tú, pon todo el dinero de la caja adentro—Me ordena con un tono severo, pero mucho más amable a comparación de sus anteriores maldiciones.

En ese instante las sirenas comienzan a sonar.

—¡Rápido! —Dice, yo obedezco.

Él toma las cosas y sale corriendo hacia la calle, quedando demasiado expuesto. Admito que una parte desea que no lo atrapen, pero eso ya no es de mi incumbencia.

—Ben…—Susurro.

—¿Lo conoce? —Pregunta la camarera mientras me mira de reojo.

—No, ¿y usted? —Respondo con sarcasmo. Ella se aleja con una expresión de fastidio.

Supongo que no seremos amigas después de eso, quizás no deba volver a la cafetería, pero escuché que abrieron una nueva pizzería, tal vez deba frecuentar esta clase de lugares, apuesto que puedo enterarme de algo interesante por alguna conversación, ¿cómo es que no le pensé antes?, ¡jamás volveré a quedarme sin material!

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