Serpiente sin cola

Serpiente sin cola

SanCo

14/10/2020

Primera parte

Durante uno de mis viajes decidí ir a un sitio donde no solo hubiera historia, sino donde también mi deseo de admirar nuevas bellezas fuera capaz de saciar mi curiosidad al mismo tiempo, y, cuando cerré los ojos e hice girar mi pequeño llavero con la forma del mundo mi dedo señaló en dirección a Sudán.

Entusiasmado, no dudé en comprar un boleto para salir ese mismo fin de semana. Admito que durante el transcurso de breves segundos mi paciencia parecía haberse agotado, por supuesto por las condiciones en las que vive la tribu de Dinka, en el sur, no suele haber turistas, pero tampoco estaba solo, recuerdo a una joven varios años menor que yo, de expresión vacía y grandes ojos oscuros, de delgados labios y complexión huesuda, así recuerdo a Clara, quien sin saberlo se convertiría en mi compañera de viajes favorita.

Su voz, de carácter tan melodioso como macabro, me pareció de lo más melifluo, lo sé, puedo reconocer lo extraño que era, sin embargo, esa fue solo una de las muchas cosas por las que me di cuenta de lo exótica que era.

Segunda parte

Sin duda Sudán pasará a formar parte de la historia de mi vida, de como a pesar de ser nada para mi ha llegado a representar un lugar donde la quietud y el silencio reinan por sobre el sol y la luna, donde el tiempo desde siempre ha sido relativo y la tierra es el suelo que pisan para evitar las pieles de sus animales, prefieren quemarse ellos antes que quemar a otros.

Es un sitio donde solo la rareza aspira a ser belleza, donde lo común perdió forma, esencia, definición, y así, mientras caminábamos entre cientos de vacas y decenas de personas desnudas, yo, irónicamente tuve mi primera apodyopsis con Clara, por supuesto, dudo que ella si quiera hubiera imaginado que yo cometiese un acto de lo más impuro, quizás me justifico, pero no lo creo, y no, no soy zaino, es solo que tengo este ferviente e inconmensurable deseo de permanecer junto a ella con ninguna otra intensión más que penetrar tanto su mente como su espíritu, del mismo modo en que ella me ha hechizado con nada más que su mirada, sus manos, su perfume y sus labios cuando me llama por mi nombre.

Tercera parte

Pero mi admiración por Clara comenzó a desvanecerse cuando mis ojos se abrieron, su trato, tosco, en lugar de ser adorable me pareció de lo más aburrido, y pronto sus gestos comenzaron a fastidiarme, quizás, luego de haberme rechazado esa última noche algo se quebró, pero estoy seguro de que no se trató de mi corazón, sino de mi cordura.

Mientras el viento del desierto golpeaba nuestras tiendas, vi salir a Clara por la madrugada. Sedienta, caminó hasta el pozo un par de kilómetros al norte, grave error.

Al seguirla, un recuerdo apareció en mi mente, saqué mi cuchillo de caza y teniendo en mente el rostro de mi padre ensangrentado, lo que provocó que mordiera nuevamente mi labio inferior como lo hice aquel precioso amanecer cuando encontré a mi madre a su merced.

Descalzo, soporté las rocas enterrándose en mi piel, traspasando la tela, sabía que la sensación de satisfacción que obtendría luego de terminar con ella como lo hizo conmigo, valdría la pena.

Actualmente Clara sigue siendo mi compañera de viajes favorita, pues me quedé con su cabeza y su mano derecha, la mano hace juego con mi mochila como nuevo llavero favorito y el cráneo es un amuleto más que colecciono en casa, pero seguro los curiosos quieren saber lo que ocurrió después, bien, cuando regresamos la dieron por perdida, dijeron que era común y que volvería con otro grupo…

Supongo que esta es la única clase de final feliz que alguien como yo puede llegar a tener.

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