Cuando les dé la espalda

Cuando les dé la espalda

SanCo

11/10/2020

—Mildred era su nombre. El recuerdo de su voz mermará en mi cordura hasta que sea capaz de dar mi último aliento, todos los que ella me permita—

El oficial Rosher se recarga en el respaldo de la silla con la barbilla alzada y los brazos cruzados, es obvio por la expresión en su rostro que no cree una sola palabra de lo que digo.

—Si le fuera brutalmente honesto no sería capaz de creer ni siquiera la mitad de las penas por las que he pasado—Continúo luego de cerrar ambos puños debido a la frustración de solo pensar que por más veces que lo repita nada cambiará lo que pasó y yo seguiré siendo tomado por nada más que un loco.

—Entonces le recomiendo que sea cuidadoso al escoger sus palabras señor Jael—El hombre de aspecto delgado, más sin embargo nada frágil, se inclinó hacia al frente seguramente con la intención de asustarme, que tontería—Dígame, ¿dónde estaba la noche del sábado del 96? —

—En casa, y solo lo recuerdo porque al salir del trabajo compré el cerezo que ahora crece en mi jardín—

—Pero según el expediente no hay recibo y la mujer que dice haberle vendido el árbol se mudó a Quebec hace ocho años—

—Créame que soy consciente de eso—Respondí, empero estoy seguro de que el tono con el que lo dije sonó mucho mejor dentro de mi cabeza, no necesitaba más problemas ahora que recién me habían operado del apéndice, dentro de unas horas tendría que ir a hacerme un estudio, me negaba a seguir perdiendo el tiempo—Escuche, usted parece un joven fuerte, entusiasta, pero si me permite decirlo, también luce como alguien impulsivo y bobo, quien le dio este caso debe estar jugándole una mala broma, ya lo han reabierto muchas veces y jamás encuentran nada, no se ha convertido en otra cosa más que en una mala broma para el departamento de policía y en una leyenda para el resto de nosotros—

—Bueno, tenemos todo el día para averiguarlo, ¿así que porque no se pone cómodo? —

Segunda parte

— ¿Quiere uno? —Me pregunta el oficial mientras hace girar la cuchara dentro del vaso con café, realmente se veía apetecible, yo todavía no había desayunado.

—Si por favor—

—Bueno, cuando termine de contarme su historia le serviré uno yo mismo—

Luego de esa respuesta burlona no dudé en modificar la expresión en mi rostro por una más tosca, me atrevo a decir que su estúpida cara empezaba a fastidiarme de sobre manera, quizás era por las constantes molestias que me provocaban los policías cada vez que jugaban a ser Sherlock cuando reabrían el caso del asesinato de Mildred, quien durante muchos años fue considerada una bruja, si, aun en estos tiempos modernos.

— ¿En serio oficial, esa es su mejor manera de sobornarme, prometiéndome una taza de café cuando vea lo ridículo que es esto? —

— ¿Cree que mi trabajo es ridículo?, sé bien que es la clase hombre que no tiene nada que perder, gente como usted no tiene más opción que conformarse con pequeños placeres como este—

—No intente hacerse el rudo conmigo, si realmente fuera como usted espera yo no estaría aquí, usted y su gente habrían encontrado algo que me hiciera ver culpable y eso nunca va a ocurrir, ¿y sabe por qué?, porque sin importar cuantos años pasen yo seguiré siendo inocente—

—Hagamos esto, usted quiere que el departamento de policía lo deje tranquilo y yo quiero que el resto de la brigada me deje en paz, solo déjeme tomar unas huellas y me iré, si hace eso por mi yo me aseguraré personalmente de que no vuelvan a reabrir el caso—

Tercera parte

­—¿Habla en serio? —

—Por supuesto, si ambos deseamos deshacernos de esto lo mejor será que me apresure y vuelva con lo que me pidieron, estoy seguro de que con un par arreglos nos dejarán en paz—

—Vaya, es la primera vez que uno de ustedes intenta hacer algo, ya era hora—

El oficial Rosher toma las huellas del hombre y se retira luego de despedirse. Al cabo de un par de horas, pasada la media noche, alguien toca nuevamente a la puerta, sin embargo, esta vez no había solo una patrulla, sino tres.

—Señor sabemos que está adentro, salga con las manos detrás de la cabeza—

El hombre, confundido sale en pijama, baja los escalones de su pórtico y mira como al otro lado de la calle el oficial Rosher bebe un café mientras permanece sentado en una banca, como si estuviera esperando algo.

—¿Qué está pasando? —

—Queda arrestado por el asesinato en primer grado de la señora Mildred, tiene derecho a guardar silencio, todo lo que diga puede y será usado en su contra—Dicta el sheriff mientras lo esposa.

—¿De que hablan? — Asustado, mira hacia la banca, ahora vacía — ¡Rosher!, ¡Rosher diles la verdad! —

Mientras el viejo esperaba en una celda, a pesar de la incertidumbre por lo que sucedería, la vergüenza por lo que pensarían los vecinos y la culpa por haber tenido que llamar a su hija para pedirle su ayuda, logró percatarse de unos pasos familiares que se acercaban por el pasillo, se trataba de Rosher.

—Quien lo hubiera pensado— Dice apoyando ambas manos sobre la cintura y meciéndose hacia adelante, igual que un adolescente.

—¿Qué fue lo que hiciste? —

—Cerré el caso, solo necesitaba un par de huellas para que dejaran de molestarnos, creí que estabas de acuerdo—

El anciano se acerca y sujeta los barrotes con fuerza mientras frunce el ceño tratando de procesar tal cinismo.

—¿De qué diablos estás hablando? —

—Quiero un ascenso, además, parecías estar aliviado de que pudiera ayudarte—

—¿Qué clase de policía eres?, esto no se quedará así, la gente de aquí me conoce, todo el mundo sabe que sería incapaz de ponerle una mano encima alguien—

—Ya lo veremos, porque créeme, al terminar el juicio, cuando les dé la espalda, sabrás que terminó—

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