UN APOSTADOR DE LEY

He guardado este secreto por cinco lustros, a veces pienso que no puedo soportar más, prefiero morir antes que el destino me prive de la gloria, digo esto porque soy de barro, tenía que ganarme a todos, a los que están en la ley y fuera de ella, era tan vulnerable y aun siendo débil no sólo gané a los débiles sino también a los otros, fui a la carrera desbocado, he aprendido que la vida es una competencia en la que de una u otra manera todos corren pero pocos consiguen llegar a la meta, todos luchan por obtener una corona incorruptible, yo también corro, no como a la ventura, peleo sin golpear el aire, en mi defensa sólo puedo decir que no quise perder y ser tenido por cobarde.

¡Qué extraña noche, aquella de fines de diciembre!, me hastía la navidad: las iluminaciones en las calles, centros comerciales y viviendas, las vitrinas y ventanas decoradas, la gente corriendo de un lado a otro haciendo compras, ahora desde comienzos de noviembre es navidad, he ido incluso a centros comerciales y veo mezclada decoración para halloween con decoración de navidad, hasta vi un árbol de navidad decorado con calabazas, me lleno de nostalgia por esos días, como que transito la pesadez de la existencia.

Ella caminaba solitaria, no caminaba por la acera, pensé casi siempre está ocupada con autos estacionados y ventas ambulantes, a veces creo en el destino, recuerdo aquella ocasión en que caminaba por la plaza frente a la catedral y una joven gitana leyó el pasado, el presente y el porvenir en la palma de mi mano, el destino es implacable pero tenemos el poder para cambiarlo, cuando pronunció aquella frase la percibí como una sentencia que me perseguiría a todas partes y hasta el final de mi existencia.

Aquella noche salí de la fiesta de despedida de fin de año, en un prestigioso club, aún no cumplía un año en aquella compañía, era la primera vez que asistía a este tipo de eventos, así que gasté toda la prima para comprar un traje, camisa, corbata, mancuernas, un reloj de pulso, pisa corbata, calcetines, ropa interior, pañuelos y zapatos finos, me aconsejó una mujer que conocí, era manicurista de un salón de belleza, aún estaba estudiando, pero se sentía afortunada porque tenía la oportunidad de adquirir experiencia, ella me hiso el manicure, me cortó el cabello y me afeitó con navaja, le comenté lo de la fiesta, hasta le mostré la invitación, ella me dijo que no debía llevar acompañante porque la tarjeta iba dirigida solamente a mí, decía traje de noche, así que ella se ofreció a asesorarme, sacó una revista de farándula, me hallaba parecido a un actor de cine, así que me aconsejó que me vistiera como aparecía él en una fiesta de entrega de premios, quería lucir como uno de los altos ejecutivos de la empresa, pero qué va, yo no tenía esa actitud arrogante que tenían muchos de ellos, me considero una persona tímida, todo el tiempo tuve un vaso de whisky en la mano y sonreía cuando alguien me observaba.

El tiempo se me hiso eterno, la reunión comenzó a eso de las siete y cuarenta y ocho, cuando hiso su ingreso el gerente de operaciones, dio un pequeño discurso dándonos la bienvenida, un saludo y los mejores deseos para el año venidero, además de invitarnos a disfrutar de la celebración, yo estuve a las siete, puntual, fui el primero en llegar, fue algo incómodo, los meseros estaban dando los últimos detalles, colocando los centros de mesa y organizando los nombres en cada una de ellas, mi nombre estaba junto a un grupo de personas que no conocía, empleados del área administrativa: secretarias, auxiliares del área administrativa, auxiliares del área financiera, auxiliares del área de producción y auxiliares del área de recursos humanos, además los integrantes de la orquesta ensayaban, un mesero me pidió que esperara en una sala contigua y me ofreció un café, muchas personas llegaron pasadas las ocho, incluso el jefe del área financiera se disculpó por el retraso, manifestó que había congestionamiento en el tráfico, lo acompañaba su esposa, una mujer elegante y distinguida, me pareció que se veía muy joven con respecto a su esposo.

Mi jefe inmediato era un contratista, él fue solo a la fiesta, solía decir que no llevaba leña al monte, trabajaba con él, era el ahijado mayor de un tío materno de mi padre, me conoció desde niño, fue él precisamente quien me trajo a la capital, él trabajaba en el área de proyectos, él ganaba muy bien a pesar de que no había cursado estudios profesionales, en cuanto a mí, con mucho esfuerzo llevé a cabo mis estudios, él me contrato como capataz de cuadrilla, teníamos muy poco contacto con los empleados del área administrativa, la mayor parte del tiempo estábamos en el área del proyecto, yo era su hombre de confianza, él se había pasado de tragos, me pidió que llevara su auto hasta el aeropuerto, viajaba al día siguiente, me pidió que antes pasara por el condominio en el que vivía con su familia a dejar un sobre de manila para su esposa, era una mujer bella pero muy arrogante, fue en ese momento una tabla de salvación, habían transcurrido cerca de tres horas y cuarto eternas, me sentí cohibido todo el tiempo, cuando sirvieron la cena, no sabía como comportarme me sentí observado, comí muy poco, además no me gustó la comida, el servicio fue impecable, los meseros fueron sirviendo a la mesa, bebí una copa de champaña, el jefe del área de recursos humanos brindó, no quería causar mala impresión, siempre escuche que sólo tenemos una oportunidad para causar una buena primera impresión.

Yo no creo que debemos fiarnos de la primera impresión y mucho menos de las apariencias, mi jefe tenía un lujoso auto deportivo de color rojo, cuando la vi pasar accioné la bocina pero ella pasó de largo en contravía, la calle estaba vacía era de madrugada, un pensamiento se cruzó como una ráfaga en mi mente, pensé que esa mujer quizás estaría deprimida, un impulso me hiso dar reversa e interceptarla, le dije buenas noches y hasta quise ser galante, le pregunté qué hacia una mujer tan linda a esa hora en temporada de fiesta, le pregunté si podía acercarla a su destino, ella accedió y subió al auto.

Ella manifestó haberme visto antes, no recordaba haberla visto, a una mujer tan bella, jamás la hubiese olvidado, ella llevaba puesto un abrigo largo de paño, se despojó de él y lo colocó en la silla de atrás, coincidencialmente ella lucía un vestido de paño raya tiza como yo, nos observamos uno al otro, ella me dominaba con el fuego de la mirada de sus ojos negros, la observé era una mujer sensual y elegante, no lucía como una mujer de esas, le pregunté a qué se dedicaba, me dijo que negociaba con carne, me desconcertó su respuesta en un primer instante, me preguntó si creía en el destino.

Me ofrecí a llevarla, al parecer ella tenía algo urgente qué hacer, me extrañó que caminara lentamente por la calle, llevaba puestos unos tacones altos, me dijo que no había conseguido un taxi y caminaba hacia la avenida principal, además esa zona era muy alejada, nos dirigimos hacia la autopista en dirección nororiente, me dijo que era propietaria de un bus de línea, quería saber si el conductor lo tenía fuera de la ciudad, su teléfono celular se había descargado, le ofrecí mi celular e hiso una llamada, al parecer debía cobrar un dinero y me pidió que la acompañara, temía que pudieran asaltarla.

Nos dirigimos hacia las afueras de la ciudad, el lugar al cual nos dirigíamos originalmente, estaba cerrado, se veía algo contrariada, me pidió prestado el teléfono celular e hiso una llamada, al parecer la esperaban en una taberna un par de kilómetros adelante de un desvío a la derecha de la carretera, encontramos pronto aquel lugar, allí atendían unas gemelas, eran robustas, de cabello largo descuidado peinado con cola de caballo, ojos verdes rasgados, vestían unos trajes de cantantes de música norteña, no lucían bien, los hombres que estaban allí departiendo se quedaron observándola, ellas comentaron que los hombres se embobaban con cualquiera, ella hiso un comentario para hacerlas sentir hermosas, les advirtió que debían cuidarse ya que algunos hombres malintencionados podrían aprovecharse, ellas sonrieron, al parecer se bastaban solas, cuando ella ascendía por las escaleras comentaron, las preferimos dobles.

La esperé un tanto nervioso, una de las gemelas me ofreció una bebida, le dije que estaba conduciendo, me comunicó que tenían servicio de cafetería, el tiempo suele hacerse a veces interminable para quien espera, cuando ella bajó tan sólo habían transcurrido veintitrés minutos, lo sé porque precisamente observé un antiguo reloj de pared que marcaba las diez y cuarenta y nueve, miré mi reloj de pulso, ciertamente aquel estaba retrasado cerca de una hora menos diez minutos con respecto al mío, una de las jóvenes anotó, está averiado, le pesa el segundero, al llegar a la hora punta se cae, a ratos acierta y da la hora exacta, es una reliquia, una tía que se quedó solterona lo hiso traer en barco y luego atravesó el Magdalena en ferri, venía en un baúl de madera con novelas de caballería, libros de poesía, un atlas, telas, una vajilla y el ajuar de novia que jamás usó porque su prometido se adentró en la selva y jamás se supo de él, la otra completó la historia, dicen que se fue en busca de oro y se enguacó, se quería casar con mi tía por plata y posición social por eso desapareció, a lo mejor se fue con alguna indiecita y hasta el sol de los venados.

Ella descendió por la escalera, advertí que todos sin excepción voltearon a mirarla, sus piernas eran largas y bien contorneadas, me preguntó si quería tomar algo, le aceptó una bebida caliente, en esa zona venteaba por esos días de fin de año, nos sirvieron café con leche, ella pidió unas mantecadas, añadió que las mejores se vendían allí, además pidió leche, pan, huevos, sesos de vaca, chocolate, queso de cabeza y cuajada, una provisión como para una familia numerosa, pensé, debe ser una mujer casada, ella me fue diciendo que tenían un acuerdo con los operarios del frigorífico, cada día, uno de ellos se encargaba de llevar el desayuno, la jornada empezaba a la cuatro de la mañana cuando llevaban el ganado para el sacrificio.

Pasaron unos veinticinco minutos, ella llevaba un portafolio, recordé el portafolio que me encargó mi jefe, contenía el dinero para pagar el salario, primas y bonificaciones a los operarios del proyecto, la mayoría tendría un receso por quince días, se les pagaba en efectivo, se conseguía personal de la región de incidencia del proyecto, era un acuerdo con los alcalde de la región, como era una zona distante de la capital, una zona selvática, a cientos de kilómetros del pueblo más cercano, lejos de bancos y corporaciones financieras, los pagos se hacían en efectivo, todas las mercancías llegaban por lancha a través del río, había decidido pasar el fin de año y la fiesta de reyes en mi casa paterna y reunirme con los amigos del pueblo en el billar, imaginé que ella llevaba mucho dinero en aquel portafolio, salimos de aquel lugar, mientras disfrutamos el café me habló de su trabajo, compraba carne en canal y la transportaba a una región cercana al frigorífico, era una labor que hacía dos veces por semana, ella tenía una distribuidora, la administraba un primo suyo, pensaba en que había quedado de dejar el portafolio en la zona de almacenamiento de equipaje, un servicio que funciona 24 horas, un depósito ubicado en el sector sudoeste del primer piso del aeropuerto y dejar la tarjeta del depósito debajo de la silla del auto donde había una pequeña cajilla de seguridad que tenía una clave que sólo conocíamos mi jefe y yo.

Pensé que era una mujer emprendedora, además del negocio de la carne, tenía un bus, me dijo que éste era en compañía con otro primo, solía ayudar a su familia, eran muy unidos, añadí, la unión hace la fuerza, regresábamos por la carretera hacia la autopista en dirección suroccidente, ella debía llegar antes de las cuatro de la mañana al frigorífico, iba hablando de su vida, me preguntó a qué me dedicaba, añadió debes ser un hombre de negocios, tienes un lindo auto, mi jefe tenía gran afición por el automovilismo, de pronto observó el portafolio y me preguntó que llevaba en él, sonreí y le dije, si me dices que llevas en tu portafolio, te digo que llevo en el mío.

Nunca olvidaré esa mirada, la forma en que cruzaba y descruzaba las piernas, su vestido de paño raya tiza era enterizo, con bolsillos y botones dorados de manga larga, llevaba unos pendientes, eran flores de esmeralda, en la solapa del vestido un prendedor, una figura precolombina en oro, un lagarto con ojos de rubí, el vestido era arriba de la rodilla, llevaba anillos en los dedos anular, cordial e índice de ambas manos, en la mano izquierda uno con una piedra agua marina en forma de hexágono alargado, en el dedo anular, uno con una esmeralda en forma de corazón en el dedo cordial y en el dedo índice uno de una alejandra ovalada, todos montados en aros de oro; llevaba puesta una gargantilla de oro, con motivos precolombinos, lagartos con ojos de rubí, en la mano derecha, en el dedo anular un anillo atlante, en el dedo cordial un rombo de jade y en el dedo índice un anillo de diamante montados estos dos en aros de oro blanco, en los tobillos tenía cadenas de oros con dijes, llevaba un reloj con pulso bañado en oro, una pulsera de tres lazos de oro con dijes, una cruz, un ancla y un corazón.

Ella llevaba el cabello recogido y decidió soltarlo, tenía el cabello largo, brillante, su perfume era exquisito, pensé que no parecía precisamente una mujer que negociara con carne, me dijo que se había hecho a pulso, trabajando duro desde niña, ya que a su padre había sido víctima de homicidio, por causa de la violencia en la región donde vivían, comentó, me preguntó de donde era, le dije no soy de por acá, luego me dijo que su madre había muerto en el parto de unas gemelas, pensé que las gemelas de la taberna eran sus hermanas pero no me atreví a preguntar, me comentó que ella desde los catorce años se había hecho cargo de tres hermanos, uno de ellos estaba prestando el servicio militar.

De pronto abrió el portafolio, llevaba dinero en efectivo, fajos de alta denominación, pagaría la carne y les daría una bonificación a los operarios del frigorífico por fin de año, llevaba esmeraldas y algunas joyas, me dijo, si lo prefieres, no me digas que llevas en tu portafolio, hagamos un trato para no olvidar jamás que hoy nos conocimos, te propongo una apuesta, lanzamos una moneda al aire, si ganas te doy el portafolio, cualesquiera de mis anillos, el que escojas, la gargantilla, mi pulsera y mis pantimedias, si pierdes además de tu portafolio me llevo uno de tus zapatos y el calcetín, tu corbata, el pisa corbata, tu reloj, tu cinturón y tus mancuernas, ¡qué locura!, respondí y si no llevo nada de valor en el portafolio, me respondió no importa, me gustan los retos, además podemos apostar en otra ocasión y el que pierda puede rescatar sus objetos de valor si quiere.

Aún teníamos tiempo para llegar al frigorífico, mi jefe llevaba un botella de vodka en el auto, le ofrecí un trago, cuando lo advertí habíamos consumido la mitad de la botella, me dijo para que no desconfíes dame una moneda, saqué una de quinientos del monedero que me había regalado mi abuelo, descendimos del auto para lanzar la moneda al aire.

Ella pidió cara, yo pedí cruz, tomó la moneda la colocó sobre el capó y la hizo girar como jamás había visto hacerlo, la moneda giro por cuarenta segundos quizás, no estoy seguro si constaté, pero me dijo, espero que cumplas con la apuesta, gané, pero tendrás un premio de consolación, te daré mis pantimedias.

Enloquecí en un par de segundos, sentí que la deseaba, ella se sentó sobre el capó, la bese con pasión, tomamos otro trago y bailamos en plena autopista, estaba despejada, pasaron unos jóvenes en un auto y nos chiflaron, le pregunté cuando recibiré mi premio de consolación, ahora mismo si quieres, siempre cumplo lo que prometo, pensé que debíamos ir a un lugar apropiado, subimos al auto y llegamos a un motel que quedaba cerca, era la primera vez que entraba a un lugar como ese, no tenía experiencia la verdad, en el pueblo me aguardaba mi novia, era maestra de escuela, ella hacía planes de que contraeríamos matrimonio y tendríamos cuatro hijos, dos varones que serían los mayores y cuando ya entraran en la adolescencia tendríamos dos niñas, los varones ayudarían a cuidarlas cuando debiera ausentarme por el trabajo, era tan inocente y tierna, claro que eso ocurriría siempre y cuando tuviéramos la bendición de Dios, le prometí ahorrar dinero y regresar para hacer realidad nuestros sueños, la mujer que casi de inmediato sería mía, era tremendamente arrolladora, así que me olvidé de mis principios.

Ya en la habitación me sentí nervioso, pedimos una botella de vino, fuimos bebiendo y bailando, ella me despojó del abrigo, luego del saco, me quito el pisa corbata, la corbata, las mancuernas, me empujó a un sofá, me quitó los zapatos, acomodó el zapato izquierdo junto con los otros objetos en su portafolio, la acaricié, la bese, estaba como poseído por una fuerza extraña, le pregunte acaso eres el demonio vestido de mujer, ella se reía a carcajadas, no me hables de eso me dijo.

Ella se fue despojando lentamente de sus joyas, me pidió que le soltara la gargantilla y le ayudé con sus pendientes, se fue desabrochando el vestido, levantó los brazos, le ayude a despojarse de este, era tan salvajemente hermosa, la acaricié, nos besamos, me despojé de la camisa, de la camisilla, del calcetín del pie izquierdo porque ella me quitó con sus hermosos dientes el calcetín del pie derecho y lo acomodó en su portafolio, con gran destreza de un jalonazo me despojo del cinturón y lo acomodó en su portafolio en una danza erótica giraba sus piernas incitándome a despojarla de ellas, luego con gran derroche de sensualidad, las bajo lentamente hasta los muslos, luego hasta las rodillas y me pidió que las terminara de bajarlas lentamente con los dientes, jamás voy a olvidarme de ese momento que viví, si estaba en el infierno, nunca extrañaría el paraíso.

Besé y lamí su piernas, acaricié sus pechos, no se despojó de su ropa interior, luego con una ternura casi maternal me fue vistiendo, me colocó la camisilla, la camisa y me colgó su pantimedias a manera de corbata, me colocó el zapato y el calcetín en el otro pie, me acomodó el saco, ella se colocó el vestido, yo le ayudé a colocarse una a una su joyas, besé su zapatos y se los coloqué, olí sus cabellos, quería recogérselos y salimos de allí, había transcurrido una hora veintiún minutos, ella tomó su abrigo y en cada mano llevaba un portafolio, me quede en silencio como aturdido, había cometido un craso error, había apostado un dinero que no me pertenecía, me aferraba a sus pantimedias las olía y como que sentía un gran alivio.

Me devolví quería pensar rápido, qué iba a decir, cómo iba a justificarme, me dirigí hacia el aeropuerto a dejar el auto pero antes pase por el condominio donde residía la familia de mi jefe, hablé con un guarda de seguridad, fingí un extraño comportamiento, creo que le dije mi nombre y apellidos, dejé una razón para la esposa de mi jefe, dígale que pase por aquí y no quise importunarla, quizás estaría durmiendo, el guarda me preguntó si estaba bien, le respondí, ¡hoy estuve en el paraíso qué más!, él se dio cuenta de que no llevaba puesto un zapato y unas pantimedias colgaban de mi cuello, recuerdo que el guarda comentó, la señora del doctor me dijo que usted traía un recado, le entregué un sobre de manila que se encontraban en el auto y salí a gran velocidad.

Llegué al aeropuerto y parquee el carro, tome mi abrigo y guarde las pantimedias en el bolsillo izquierdo, me aferraba a ellas como cuando era niño y llevaba a rastras una manta con la que me cobijaba mi madre cuando era apenas un pequeño, llamé a un amigo de toda la vida, él vivía en la residencia donde solía hospedarme cada vez que llegaba a la capital, era buen conversador, estudiaba derecho en una prestigiosa universidad, sus padres giraban dinero para sus estudios, era amante de la manicurista, le dije que me encontraba muy mal y no sabía donde estaba, después de salir del aeropuerto tomé un taxi con dirección al frigorífico pero la verdad no recordaba la dirección, ella me había guiado, de repente estaba perdido cerca de un antiguo cementerio que pronto sería desalojado porque por allí pasaría una avenida, él fue a buscarme, ya había amanecido, me vio sin corbata, desabotonado, sin un zapato, con un calcetín, sin cinturón y creyó que me habían emburundangado, es común por esas fechas que sucedan este tipo de incidentes, él llamó la policía, me trasladaron al hospital más cercano, me atendió un médico joven, un residente, asumió que en efecto me habían drogado con escopolamina, me inyectaron una droga fuerte, me colocaron suero, desperté cinco días después.

Ya había llegado el año nuevo, era el día tres de enero, escuche una canción, pasito a paso vas caminando, abrí los ojos, allí estaba mi hermana mayor, ella es maestra de secundaria en el pueblo, me miraba con compasión y ternura, llevaba una ancheta de frutas, duraznos, peras, uvas y manzanas importadas, me dijo descansa, no te preocupes, tu amigo nos avisó, ya pusimos el denuncia, le pedí que me alcanzara el abrigo, allí en el bolsillo izquierdo estaban las pantimedias, las agarré con fuerza, me aferré a ellas, me las coloqué en el pecho y luego en el abdomen.

Me dieron de alta dos días después, el médico me ordenó reposo, consumir líquidos, una dieta ligera y ordenó que no era prudente viajar, estuve encerrado en la habitación los siguientes días hasta el día que debía reintegrarme al trabajo, temía presentarme, le pedí a mi amigo que me acompañara, él cursaba el último año, en una carpeta legajo copia de la denuncia y de los exámenes médicos, además me hice valorar por un psiquiatra, no me dijeron nada en la compañía, me hice popular, todas las secretarias me hacían preguntas, querían conocer todos los detalles, les dije que al salir del club en la autopista me había interceptado un grupo de jóvenes de veinticinco a treinta años de edad, eran cuatro, dos mujeres que eran gemelas robustas de ojos rasgados y dos hombres bien vestidos y bien parecidos, estaban ebrios, iban en una camioneta negra, una cuatro por cuatro, las mujeres me habían obligado a beber, me besaban y acariciaban, yo les decía que tenía urgencia de cumplir con mi deber, ellos me habían seguido hasta el condominio donde vivía mi jefe y luego no se cómo había llegado al aeropuerto, después había resultado en el cementerio y no recordaba cómo, nunca hablé de la mujer, ellas preguntaban y las pantimedias que te colgaban del cuello, yo respondía no lo sé, no recuerdo, hasta el guarda de seguridad que fue llamado a testificar por parte de los investigadores aseguraba haber visto pasar al grupo de jóvenes en la camioneta negra, les dijo que cuando había pasado por el condominio ya me habían drogado porque yo iba descalzo y desabrochado, él había pensado que estaba ebrio porque olía a licor, y tenía una fragancia fuerte, de perfume de mujer, le habían parecido sospechosos porque gritaban y la música estaba a todo volumen, él pensó que estaban ebrios, además dijo que eran jóvenes, casi adolescentes, eran dos parejas y que había pensado que eran hijos de padres irresponsables.

Contraje matrimonio hace tres ustros, tenemos dos hijas, ellas serán las que cuiden a los varones, mi esposa es una gran mujer, decidió trasladarse a la capital para que no estuviera solo, ahora trabaja en un pequeño jardín infantil, mis niñas van al colegio, cuando estoy en casa por estas fechas que coinciden con mis vacaciones en la cabeza se alborotan los recuerdos de aquella noche, mi esposa cree que solo me preocupo por los asuntos del trabajo, actualmente soy contratista, estoy a cargo de un proyecto.

He pasado tantas veces por los lugares, buscándola, no recuerdo el lugar donde quedaba la taberna, no recuerdo el lugar donde quedaba el frigorífico, he pasado por el motel, guardo las pantimedias como el más preciado de los tesoros, a veces miro mi zapato si par junto al calcetín, aún los conservo y me da risa, soy un apostador de ley aposté y perdí, también gane, yo no aposté mi alma, pero lo juro por Dios que estoy dispuesto a apostarle mi alma al diablo con tal de volverla a ver.

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