Se anunció de golpe, sin aviso
Planeando como un ave oscura
Flotando libre con sus lanzas amenazantes
Rasgando sueños, costumbres y gentes
Charlatán impúdico, cruel y pendenciero
Rebota en el polvo de la calle
Resbala en los rayos de la muerte
Asesino invisible y astuto sin vida
Se esconde pero está en todas partes
Revolotea en alientos amordazados
Batallando en cavidades húmedas
Flotando en todos los espacios
Invadiendo todas las grietas y las almas
Oportunista empedernido
Ladrón de vidas y de sueños
Inunda los cuerpos cansados y lentos
Se filtra sutil como una invasión escondida
Desterrando el verano y el invierno
Explota en corredores escarlatas
Provocando crecidas incontrolables
Inunda los corredores aéreos, los asfixia
Anunciando la muerte como una hoja caída de otoño
Es una cárcel perfecta
Llena de barrotes peligrosos e invisibles
No es un rey, ni tiene reina
Pero tiene un reino en el infierno
No es monarca de su pueblo
Pero porta una corona ponzoñosa
Es un arma disparada de frente, a quemarropa
Un vecino indeseable
El demonio de los cuentos terroríficos
El coco misterioso, lleno de mocos y de fuegos
Mientras tanto la gente huye de sí misma
Se encierra, se amordaza
Corre dando tumbos en la misma pieza
Se arranca las entrañas y se arruina sin ascos
Esperando un nuevo milagro
Obrado por Dios o por los hombres
Mientras tanto la guadaña siega
Ciega, filosa e inclemente
Negra y áspera como la peste
Inevitable y cierta, es la muerte
De nada valen los aplausos a las nueve
De nada valen las canciones en cabinas y balcones
No pueden matar lo que no vive
No pueden proteger al bosque viejo
El tiempo pasa y pesa como lastre
La plaga espesa y agrede
Mientras tanto esperamos, obedientes y sumisos
La redención o todo el castigo
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