Superpoblación, agenda eugenésica y COVID 19 a través de la literatura
En 1932 Aldous Huxley publicó su novela más conocida, Brave New World [1](Un Mundo Feliz, según la versión en castellano), que plantea una visión del futuro de la humanidad, en la que sus habitantes son controlados de una forma incruenta, basada en técnicas de eugenesia, condicionamiento inconsciente, manipulación genética y uso de sustancias psicotrópicas. Más allá de su calidad literaria y filosófica, este libro fue un eslabón de un movimiento en favor de un nuevo orden mundial que nació en Inglaterra a principio del siglo XX y que se mantiene hasta nuestros días como proyecto para el futuro de la humanidad.
Existió en ese entonces, en vinculación con un imperio británico en decadencia, un muy influyente grupo de intelectuales vinculados por lazos de amistad, familiares y de clase, que postuló una nueva organización del planeta teniendo en cuenta principalmente las teorías maltusianas y darwinianas. Planteaban que era necesario el control cuantitativo y cualitativo de la población mundial, la sostenibilidad ecológica, el control de los recursos naturales del planeta por un gobierno mundial establecido en Europa Occidental y Norteamérica y el establecimiento de un orden planetario en contra de los sentimientos y organizaciones nacionalistas, a los que asociaban con el autoritarismo y con las guerras.
En esas primeras décadas del siglo XX, en que Inglaterra comenzaba a ver el desmoronamiento de su imperio, opacado por la pujanza y el proteccionismo industrial de los Estados Unidos, algunos de sus intelectuales más notorios comenzaron a postular este internacionalismo de libre mercado y gobierno mundial. Se basaban en la teoría maltusiana, según la cual la población mundial crecería en forma geométrica mientras que los recursos lo harían en una progresión aritmética, por lo tanto si no se limitaba el crecimiento poblacional, la humanidad se enfrentaría a un panorama de barbarie generalizada y guerras por los recursos escasos. Por lo tanto, decían que se debía evitar el crecimiento del número de habitantes del planeta. De la misma forma, tomaban de Darwin la noción de la supervivencia del más apto aplicada a la humanidad. Planteaban que si en la naturaleza sólo los genes de los individuos más aptos lograban reproducirse, mejorando la especie, entre los humanos los avances técnicos y científicos permitían que también se reprodujeran los menos exitosos en la adaptación. Como esto perjudicaba la calidad de la raza humana, creían necesaria una intervención eugenésica, mediante la cual se evitara que estos individuos inferiores tuvieran descendencia.
En Brave New World, Huxley incluye esta agenda, nos avisa sutilmente que esos son los ingredientes de un plan, y analiza dialécticamente las posibles consecuencias indeseadas de una sociedad que sacrifica su trascendencia, su libertad y la cultura antigua a cambio de que todos sus integrantes sean felices, y libres a su manera. Su marco teórico y entorno estaban íntimamente relacionados con las teorías maltusianas, evolucionistas y eugenésicas. Había nacido en 1894 en Inglaterra. Formó parte de una familia de intelectuales de importante actuación en la cultura de ese país. Su abuelo era el biólogo Thomas Huxley, uno de los principales defensores y teóricos del evolucionismo darwiniano. Su padre había sido asimismo biólogo, y su madre, una de las primeras mujeres en estudiar en Oxford. El hermano de Aldous, Julian Huxley, era también biólogo y escritor. Impulsor de la Sociedad Eugenésica y dedicado a la divulgación de las teorías maltusianas y evolucionistas, Julian iba a ser en 1946 uno de los creadores y el primer director de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) Antes de eso, había colaborado con el popular escritor de ficción científica Herbert G. Wells en un libro de biología llamado La ciencia de la Vida[2]. Este libro era un compendio de la biología conocida bajo la óptica de las teorías darwinianas y maltusianas, y formó parte de una trilogía escrita por Wells, que culminó con el libro La conspiración abierta[3], en el que postulaba estos principios aplicados precisamente a una conspiración que lograra establecer un gobierno mundial bajo estas premisas. Se suponía que este gobierno iba a lograr la paz duradera mediante el control poblacional y la eliminación de las naciones. La conspiración no iba a ser encubierta, sino a cielo abierto, reclutando participantes entre los grupos más avanzados de la sociedad, para que pudieran de a poco establecer la agenda educativa, científica y cultural de la humanidad. Queda ya dicho que este grupo partidario de la eugenesia fue impulsor de la UNESCO, que es la institución que proporciona las directrices a nivel mundial precisamente en esas áreas.
Es en este contexto que, en 1932, Huxley da a conocer Brave New World, su más famoso trabajo. En él, uno de los aciertos es su ambigüedad. Si a una imaginada sociedad del futuro cuya organización nos parece desastrosa, la llamamos distopía, cabe preguntarse cuál es la relación que ésta tendría con una sociedad imaginada como perfecta, a la que llamamos utopía. Tendemos a pensar que es opuesta pero ¿Es realmente así?
En Brave New World la sociedad logra proporcionar felicidad más o menos constante para todos sus habitantes. Entonces ¿por qué no sería una utopía esta sociedad que se llama a sí misma utópica y que logra que todos sean felices? De hecho, Huxley nos muestra en la misma ficción el reverso de esta sociedad: se trata de una reserva para salvajes, alejada de la civilización, en la que la situación de sus habitantes es bastante desastrosa. Tienen religión y tienen arte. Sus vidas tienen un sentido, pero sufren una existencia miserable, plagada de sufrimiento. En la conversación entre el Salvaje y el Director Supremo de la utopía, se ponderan las ventajas y desventajas de ambos mundos en forma dialéctica, de manera que el autor no toma partido a favor de una o de otra. Por otra parte, en el prólogo nos advierte que él hubiera preferido una tercera opción (e incluso que la habría incluido en el libro de haber publicado una edición corregida, cosa que decidió no hacer). Pero su marco teórico lo llevaba a pensar que ciertas intervenciones en el sentido de limitar y controlar a la población, eran inevitables. Y que las consecuencias de no aplicarlas eran el atraso y el salvajismo.
En la ficción de Brave New World el control de la natalidad es estricto y, en realidad, ya no hay madres ni padres, sino fecundación artificial. Los embriones, aún dentro de frascos, son sometidos a manipulación genética de manera de generar un sistema de castas: los alfas (mejorados genéticamente) serán minoría y ejecutarán las tareas de dirección y todas aquellas en que se necesite inteligencia, los betas serán administrativos y así sucesivamente hasta llegar a los épsilons, que serán todos modelos gemelos, bastante limitados intelectualmente, sin necesidad de diferenciación individual. Cada casta será condicionada subliminalmente para aceptar su condición y ser feliz de esa forma. También se les suministra gratuitamente a todas las castas, dosis de soma, una droga que provoca bienestar y placer automáticos, sin ningún efecto secundario sobre la salud. Además se los condiciona para entender que “todos son de todos”, de manera que las relaciones sexuales son abiertas, sin ninguna relación de pareja estable, por lo que se trata sólo de diversión (queda dicho que la reproducción es artificial) que contribuye a aliviar tensiones, eliminar pasiones innecesarias por la posesión de otra persona y a la felicidad general. Por otra parte, no existe el envejecimiento. Las personas son bastante jóvenes hasta los sesenta años, momento en que son retiradas. Desde niños, y desde antes de eso también, están condicionados para no temer la muerte.
De esta forma, al menos en la ficción, las personas alcanzan la felicidad y el sistema de gobierno logra la ansiada estabilidad. Nos podemos preguntar qué es lo que pierden en el camino, y cuál es el balance final. Es evidente que la libertad para determinados actos se deja de lado, pero sobre todo, diríamos que lo que se pierde es la humanidad misma tal como la entendemos aún, con nacimientos a través de procreación natural mediante la unión del hombre y la mujer en una pareja. Si esta última oración resonó como algo anticuada, es que tal vez ya estemos bastante adelantados en nuestro camino hacia un “mundo feliz”, a la manera de la novela. Estamos en una época en que, por diferentes razones, cada vez es más extraordinaria la existencia de lo que hace unas décadas era de lo más común: parejas formadas por un hombre y una mujer que conciban hijos y los críen en forma conjunta.
Probablemente en este tema tengamos dos problemas. El primero es de apreciación subjetiva: cada uno debe evaluar si estamos en un mundo que se encamina hacia este tipo de gobierno y si eso es deseable, en el balance entre la libertad y trascendencia que se pierde, y la felicidad y gobernabilidad que se gana. El segundo problema es que, aún si consideramos que este futuro es deseable, lo más probable es que no nos incluya. En efecto, esta sociedad del futuro imaginada por Huxley sólo tiene lugar para unos dos mil millones de individuos reproducidos artificialmente como población mundial estable, mientras que nosotros ya somos más de siete mil millones en 2020[1]. Así que, aún en caso de estar de acuerdo con un tipo de organización como la que se nos muestra, lo más probable es que esa organización no nos incluya a nosotros ni a nuestros hijos, por más felices que sean los gobernados y por más satisfechos que se sientan los gobernantes.
El mismo autor mostraba una posición ambigua acerca de la valoración de este tipo de sociedades que avizoraba para el futuro: por un lado, como queda dicho, su propio grupo de pertenencia tenía estas prioridades en mente y lo elaboró en planes como el de la Conspiración Abierta, de H.G. Wells. Por el otro, Huxley parecía haber meditado sobre las respuestas posibles a estos problemas, y llegado a la conclusión de que bien podía ocurrir que los planes tendientes a la felicidad general y gobernanza perfecta, provocaran efectos secundarios no deseados. Posteriormente el mismo Huxley retomó estas preocupaciones en su libro de ensayos Brave New World Revisited, de 1959, en el que se mostraba preocupado por la superpoblación y la baja calidad de la población mundial y por las formas políticas que estos problemas traerían aparejados. Y unos años después escribió un libro en el que plasmó su propia utopía. Era La isla, en la que la sociedad, en su opinión, tendía a la perfección. Con el tiempo, Huxley se vio cada vez más atraído por los efectos que podrían provocar ciertas drogas, y si en la ficción de Brave New World el soma actúa como instrumento de dominación, con el tiempo Huxley fue experimentando con drogas alucinógenas y llegó a considerarlas liberadoras, por aportar una forma distinta de percibir el mundo. Su texto Las puertas de la percepción[4]
se convirtió en promotor de este tipo de experiencias, que iban a influenciar a la juventud de los años 60 provocando el ensimismamiento y la experiencia sensorial vinculada con el hedonismo y la esencia de las cosas en sí, y que por su propia característica alejaba a los jóvenes de la organización política y de la percepción utilitaria del universo. Estas drogas, como el LSD, cuyo consumo era fomentado en Estados Unidos por personajes muy cercanos a la CIA, iban a provocar resultados a nivel social bastante similares a los que el soma provocaba en Brave New World, aunque para ese entonces Huxley parecía ya reconciliado con algunas sustancias psicoactivas y con el aporte que éstas podían hacer a la sociedad del futuro.
Pero más allá de la opinión del autor, es interesante señalar la vigencia actual de este pensamiento según el cual el principal problema de la humanidad es la superpoblación mundial y para el cual la agenda debería estar relacionada con su reducción, con la sostenibilidad ecológica y con un decrecimiento mundial de la economía, o bien con un sistema económico sustentable en el que muchas actividades que los humanos realizamos actualmente ya no sean requeridas. En este contexto, es cada vez más común que la agenda en casi todos los países esté relacionada con programas de control de la natalidad, aborto, perspectiva de género sexual, reconocimiento de género según la supuesta autopercepción de la persona aún en edades tempranas, maratónicos calendarios de vacunación obligatoria de toda la población, entre otros.
Así es como llegamos a la situación actual en este extraordinario año 2020. Debido a la eclosión de un virus altamente contagioso, que no se sabe cómo surgió entre los humanos ni a nadie parece importarle, se llegó a un colapso de la economía mundial y a perspectivas pesimistas en cuanto a la miseria en que caerán millones de familias, desocupación y destrucción del valor de las empresas. Ante el panorama desastroso que se nos presenta, las únicas respuestas recurrentes de gobernantes y personajes de poder mundial son: que nunca más volveremos a la normalidad tal como la conocimos antes de este incidente mundial, y que para llegar al menos a esta “nueva normalidad” tenemos que tener una vacuna que se aplique a la todos los humanos.
Lo primero parece apuntar a la consolidación, por vías de esta pandemia, de un nuevo paradigma técnico económico, en el que muchas profesiones, trabajos y negocios no van a tener el valor que tenían previamente. Es decir, a una reconfiguración de la economía en la que, mediante este shock, muchos perderemos lo poco que tenemos y nacerá otro tipo de economía basada en lo cibernético, la robótica y la inteligencia artificial. Debido a esta situación de emergencia ya nos fueron acostumbrando al trabajo a distancia, y a algunos ya les avisaron que no volverán a la situación laboral anterior nunca más.
Lo segundo puede estar relacionado con los planes de reducir la población mundial. Según confesó abiertamente Williams Gates III, el eficiente trabajo con las vacunas es una de las formas en que se aspira a reducir la población planetaria. Lo dijo en la Conferencia TED 2010, en la que brindó a sus oyentes un estado de situación de la agenda ecológica y de población. Según Bill Gates hay que reducir las emisiones de dióxido de carbono a cero, porque la humanidad ya llegó a su límite. Explica que la cantidad de emisión del CO2 es función de la población humana, de la energía gastada por habitante, de la eficiencia energética y de la cantidad de anhídrido carbónico emitida por unidad de energía. Y señala que para actuar sobre la primera variable, la de la población, “si hacemos un trabajo realmente bueno, con nuevas vacunas, programas de cuidado de la salud, servicios de salud reproductiva, podemos reducirla (a la población mundial) quizás en un diez o un quince por ciento”[5].
Como vemos, a lo largo del tiempo, estas directivas de determinados grupos de poder tienen aproximadamente los mismos ejes, por lo que podemos hablar de una continuidad en lo esencial, aunque existan distintos grupos que pueden disputarse, ante una crisis global como la actual, el liderazgo de la conducción planetaria, con distintos proyectos que incluso pueden ser antagónicos. No es el objetivo de este trabajo el análisis de una situación tan compleja como la que atraviesa la política y economía planetarias y en la cual se dirime el futuro de la humanidad, sino simplemente recordar la existencia, desde hace aproximadamente un siglo, de esta autoproclamada conspiración abierta, que nace precisamente en Inglaterra en momentos en que el imperio inglés atravesaba su definitiva decadencia y se sigue observando en nuestro presente, con todas las adaptaciones que ha debido tener a lo largo de la historia de este último siglo.
Así como hablábamos de la ambigüedad del libro de Huxley, nos enfrentamos aquí a una paradoja similar. Y es que, para alcanzar la anhelada libertad, se llega a la conclusión de que es necesario reducir la población mundial, quedando implícito que también sería deseable mejorar la calidad de la misma. Para lograrlo se necesita persuadir a las personas de que deben usar métodos anticonceptivos o deplorar la ortodoxia sexual tradicional de varones y mujeres, y también utilizar novedosas tecnologías que consigan el objetivo sin necesidad de persuasión de las personas, sino directamente mediante la implantación casi obligatoria de esas tecnologías en sus cuerpos.
O en otras palabras; para conseguir el objetivo sacrosanto de la libertad humana como concepto abstracto, lo único que debemos hacer es arrasar con la libertad de las personas de manera concreta. Esa es precisamente la paradoja que planteó Un Mundo Feliz.
[1] Al respecto, puede hacerse la prueba de ingresar las palabras “población mundial” en el buscador de Google. Allí uno se encuentra hoy, en 2020, como primer enlace de la lista, con una organización que trabaja por una abrupta reducción de la población mundial.
Bibliografía
[1] Huxley, Aldous. Brave New World. Coradelia Collegiate Bookshelf Editions. 2004. Disponible en
http://scotswolf.com/aldoushuxley_bravenewworld.pdf
[2] Wells, Herbert y otros. The science of life. Doubleday. New York. 1934
[3] Wells, Herbert. The Open conspiracy. Blue prints for a world revolution. Victor Gollancz Ltd. Londres. 1928
[4] Huxley, Aldous. The doors of perception. Penguin Random House Argentina. Buenos Aires. 2017.
[5] Gates, William. Conferencia TED 2010. Transcripicón y traducción disponibles en: https://www.ted.com/talks/bill_gates_innovating_to_zero/transcript?language=es#t-1664869
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