Sabes… Aun tengo tus escritos, tus cartas o como tu lo llamabas

“Palabras e incoherencias en papel”. Esperando que tu las saques

del cajón que china cuando lo abren y que para cerrarlo,

toca golpearlo dos o tres veces, que vengas y las leas,

las intérpretes tanto como para hacerte llorar,

así como ocurría cada viernes después del club de lectura.

En los silencios que provoca el insomnio, puedo oír tu voz,

dulces melodias que retumban entre las paredes y la oscuridad de la noche.

Siempre tuve miedo de ser víctima de un asalto y hoy

al igual que estos últimos 30 días, 2 noches y 3 horas tus palabras me han robado el sueño.

Se me ha pasado por la cabeza leerte sin tu permiso,

en voz alta y al mismo tiempo dejarte en el olvido. Pero no, no quiero,

no quiero que la casa deje de oler a tus palabras,

a tus letras y sueños, como aquel de ir de viaje a México o ese de recorrer el mundo en

bicicleta.

La depresión se ha vuelto un estado de ánimo,

al igual que el café, el frío, la lluvia, la soledad y tus palabras. En ocasiones,

miro el cajon viejo con cariño, con la intención de repararlo, de pintarlo

y de decorarlo para cuando tu vuelvas, notes que tu ausencia

marcó un sin fin de “te extraño” en mi diario vivir.

Poco a poco siento como el silencio me carcome me digiere lentamente, con sus grandes y oscuras fauces,

solo añoro con ganas el dia que te vuelva a ver, mientras

me vuelvo lentamente uno más el recuerdo de tus palabras.

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