Me habla de sus sueños, de sus principios,
de sus anhelos, de sus pequeños romances en
primavera, de su primer beso (no tan bueno), del
primer olvido… Me habla completamente de sí
misma; como si fuese mi primer audiolibro.
Y al transcurrir el tiempo en los días, y de los días las semanas,
ella se revela, se descubre, se desnuda y no hablo de la
palabra desnudez en referencia a la carne propia; me
refiero a la desnudez de su alma; de sus pensamientos,
de sus ideas alocadas y de sus serenatas joviales.
A veces me pregunto:
-¿El escepticismo de Descartes tambien es aplicado en el amor?
o, incluso, ¿Descartes conoció el escepticismo antes del amor o
después?
Pero por el momento dejaré estas interrogantes en lo profundo de
mi inconsciencia; para que no arruine, y no bloqueé una bella
sensación de paz, una determinada curiosidad de saber más de
ella…
Drenar mis miedos con sus alegrías, drenarla a ella con mis
poesías… En lo cual ambos estamos en completa concordancia.
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