NOCHE DE LLUVIA
Moví nuevamente la llave… nada… El motor giró, desfalleciente, pero no se puso en marcha… Suspiré … Apagué las luces para no terminar la poca carga que le quedaba a la batería…
A la luz de los relámpagos, que parecían acercarse, divisé el cuadrante de mi reloj pulsera: 2.10 !!! … En junio amanece por aquí a eso de las 7 y algo… Pensé que me esperaba una larga noche…El cielo se iluminó nuevamente, permitiéndome ver unas rejas a la derecha… Entonces recordé al empleado de la estación de servicio indicándome que siguiera hasta donde terminaba la avenida y allí doblara a la izquierda. Pasaría por el cementerio y llegaría a la Ruta Provincial 46, dijo… O sea que mi auto se había detenido, en pleno invierno y en noche tormentosa, justo en la puerta de la necrópolis!
Pasaban los minutos, comenzó a llover… El viento arreciaba. Yo, en tanto, meditaba que hay que temer a los vivos, no a los muertos…
Vi un movimiento entre los yuyos que formaban el borde de la vereda… Era un perro… Suspiré ¿aliviado?… El chaparrón arreciaba. Unos pequeños golpes en la ventanilla de la puerta delantera derecha casi me hicieron pegar un salto… pero no, tranquilo, me dije… era un hombre, con camisa roja, que al bajarle el vidrio me rogó que lo llevara. Contento de poder hablar con alguien le comenté que el coche no funcionaba y su respuesta me dio un álito de esperanza “Soy mecánico, levante el capot por favor” . Obviamente lo hice. Estuvo unos minutos en silencio hasta que me pidió un trapo seco. Le alcancé, desde adentro, la franela que llevaba para limpiar el parabrisas. Pocos minutos después lo vi bajar el capot, acercarse a la puerta y decirme “dele arranque, solo se le había caído ácido de la batería al rotor del distribuidor”
Un suave ronroneo hizo que mi rostro se transformara en el de una persona feliz.
-“Ahora me llevará? ” preguntó…
Unos pocos kilómetros después me percaté que el muchacho estaba empapado y muy desabrigado. Le ofrecí una toalla, que siempre llevo en mis viajes, y una campera que me había sacado al encender la calefacción. Agradeció pero no la aceptó porque “ya no no me molesta ni el frio ni el agua”… Le comenté, risueño, que era lógico después de todo lo que había soportado mientras hacia el arreglo… solo sonrió.
Llegamos a la ruta. Le pregunté para donde iba. “Hasta la rotonda de la 65 con ésta” dijo. Yo me dirigía a junin, así que forzosamente tendría que pasar por allí, por lo que le ofrecí llevarlo. Asintió.
La lluvia arreciaba. Las luces de un camión casi me encandilaron. “No se descuide, es una zona peligrosa, de pocos accidentes pero muy graves” me dijo … Le iba a retrucar pero sabia que él tenía razón. Yo mismo, días antes, había visto en ese cruce de rutas a un auto literalmente metido bajo un camión…
Llegamos… “Aquí va a hacer dedo para ir a alguna ciudad?” lo consulté, extrañado porque a esa hora y lloviendo, no suele haber nada de tránsito.
“No, solo vengo a buscar algo que perdí y me vuelvo” dijo y se bajó, yendo a la carrera hacia la parte interior de la rotonda…
Se me vinieron a las retinas las imágenes del choque cuyas consecuencias había observado antes. El mecánico se hincó en una pequeña depresión que tenía el piso…
Pensé que cualquier persona normal, en esas circunstancias, seguiría su camino… “pero no soy normal” me dije sonriendo. Además tenía que agradecerle, de alguna manera, el arreglo del auto.
Encendí la radio, pero la descarga producida por la tormenta eléctrica hacía imposible escuchar las emisoras de capital. Y las escasísimas locales terminaban de emitir a la 1… La apagué.
Como de la nada, repentinamente, surgió él, abriendo la puerta mientras decía “es mucho pedirle que me lleve nuevamente?”
La curiosidad de saber qué hizo y por qué fue a esa hora, se sumaron para que inmediatamente girara y volviéramos a Bragado.
Empecé a querer ametrallarlo a preguntas. Lo vi esbozar una sonrisa y lo escuché decir “hay muchas cosas que no puedo contarle. Es la promesa que tuve que hacer para que se me permitiera venir. Solo le diré que hallé lo que buscaba y que cuando venga a visitarme mi hija, lo verá y se lo llevará”…
Ahora tenía aún más incógnitas pero todos mis recursos de periodista, chocaron ante su mutismo…
“Donde va?” casi me gritó…
-“Al pueblo… acaso no me dijo que lo llevara de regreso, supongo que a su casa?”
– “si, pero es acá mismo, donde subí” me dijo…
Me detuve, saludó, se bajó y no muy sorprendido, vi como pasó entre las rejas…
…………..
Un rayo cayó muy cerca… El trueno fue ensordecedor…el relámpago iluminó mis manos aferrando al volante, aunque el auto seguía sin funcionar…
(Candido Nestor Rodriguez – Junio 2020)
OPINIONES Y COMENTARIOS